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22 de julio de 2010

Gonzalo Rojas



QUEDESHIM QEDESHOTH


Mala suerte acostarse con fenicias, yo me acosté
con una en Cádiz bellísima
y no supe de mi horóscopo hasta
mucho después cuando el Mediterráneo me empezó a exigir
más y más oleaje; remando
hacia atrás llegué casi exhausto a la
duodécima centuria: todo era blanco, las aves,
el océano, el amanecer era blanco.

Pertenezco al Templo, me dijo: soy Templo. No hay
puta, pensé, que no diga palabras
del tamaño de esa complacencia. 50 dólares
por ir al otro Mundo, le contesté riendo; o nada.
50, o nada. Lloró
convulsa contra el espejo, pintó
encima con rouge y lágrimas un pez: -Pez,
acuérdate del pez.

Dijo alumbrándome con sus grandes ojos líquidos de
turquesa, y ahí mismo empezó a bailar en la alfombra el
rito completo; primero puso en el aire un disco de Babilonia y
le dio cuerda al catre, apagó las velas: el catre
sin duda era un gramófono milenario
por el esplendor de
la música; palomas,
de repente aparecieron palomas.

Todo eso por cierto en la desnudez más desnuda con
su pelo rojizo y esos zapatos verdes, altos, que la
esculpían marmórea y sacra como
cuando la rifaron en Tiro entre las otras lobas
del puerto, o en Cartago
donde fue bailarina con derecho a sábana a los
quince; todo eso.

Pero ahora, ay, hablando en prosa se
entenderá que tanto
espectáculo angélico hizo de golpe crisis en mi
espinazo, y lascivo y
seminal la violé en su éxtasis como
si eso no fuera un templo sino un prostíbulo, la
besé áspero, la
lastimé y ella igual me
besó en un exceso de pétalos, nos
manchamos gozosos, ardimos a grandes llamaradas
Cádiz adentro en la noche ronca en un
aceite de hombre y de mujer que no está escrito
en alfabeto púnico alguno, si la imaginación de la
imaginación me alcanza.

Qedeshím qedeshóth*, personaja, teóloga
loca, bronce, aullido
de bronce, ni Agustín
de Hipona que también fue liviano y
pecador en Africa hubiera
hurtado por una noche el cuerpo a la
diáfana fenicia. Yo
pecador me confieso a Dios.

* En fenicio: cortesana del templo


Estudió Derecho y Literatura en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Fue profesor de Estética Literaria y Jefe del Departamento de Castellano en la Universidad de Concepción. Ejerció la docencia en Utah, EE.UU., Alemania y Venezuela. Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en Concepción, reuniendo lo más selecto de la literatura latino americana. Fue diplomático en China y Cuba. Perteneció al grupo surrealista reunido en torno a la Revista Mandrágora, 1938 - 1943.
Ha recibido numerosos premios internacionales entre los que se cuentan: Premio Sociedad de Escritores de Chile por «Poesía Inédita» 1946, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo de México de 1998, Premio José Hernández de Argentina 1998, además del Premio Nacional de Literatura de Chile en 1992 y del Premio Cervantes de Literatura 2003.
En 1979 regresa a Chile gracias a una beca Guggenheim, y desde entonces vive en Chillán, a 400 kilómetros al sur de la capital. Da conferencias por varias universidades americanas y en 1980 graba sus poemas en la Biblioteca del Congreso en Washington.
Con una temática marcada por el erotismo y por la reafirmación de lo vital, Gonzalo Rojas no se considera un inventor, sino un “poeta genealógico”, y prefiere que no se la adscriba a ningún paisaje, “por muy hermoso que resulte”.

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1 de julio de 2009

Gonzalo Rojas- poemas


En 2003, el Premio Cervantes fue para el poeta chileno Gonzalo Rojas, quien nació el 20 de diciembre de 1917 en Lebu y estudió derecho y pedagogía en la Universidad de Chile.

Gonzalo Rojas, Además de haber sido por un tiempo integrante del grupo surrealista Mandrágora, Rojas se desempeñó como profesor de varias universidades, entre ellas la de Concepción, donde fundó el Departamento de Español y creó los Encuentros de Escritores y las Escuelas Internacionales de Temporada. Por otra parte, el poeta también ocupó varios cargos diplomáticos, como el de consejero cultural en China y encargado de negocios en Cuba.

Luego de varios años de exilio en la República Democrática Alemana y en Venezuela, respectivamente, residió por un tiempo en Europa gracias a la Beca UNESCO para escritores. En 1979, ganó la Beca Guggenheim y regresó a su país natal.

El Premio Nacional de Literatura de Chile, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Premio Octavio Paz de México y el José Hernández de Argentina fueron algunos de los galardones obtenidos por Gonzalo Rojas a lo largo de su carrera. Por otra parte, el poeta tendrá a su cargo la inauguración del Premio Casa de las Américas 2008.

“La miseria del hombre”, “Oscuro”, “Críptico y otros poemas”, “Del relámpago”, “50 poemas”, “El alumbrado y otros poemas”, “Antología personal”, “Desocupado lector”, “Zumbido”, “Cinco visiones”, “80 veces nadie”, “¿Qué se ama cuando se ama?”, “Réquiem de la mariposa”, “Hombre es baile, mujer es igualmente baile”, “La voz de Gonzalo Rojas”, “Del loco amor”, “Las sílabas”, “Poesía esencial” y “Esquizo” son algunos de los títulos que componen la extensa obra de este poeta cuyos textos han sido traducidos a varios idiomas, entre ellos el inglés, el alemán, el ruso, el sueco, el griego y el francés.

ADIÓS A HÖLDERIN

Ya no se dice oh rosa, ni
apenas rosa sino con vergüenza; ¿con vergüenza
a qué? ¿a exagerar
unos pétalos, la
hermosura de unos pétalos?

Serpiente se dice en todas las lenguas, eso
es lo que se dice, serpiente
para traducir mariposa porque también la
frágil está proscrita
del paraíso. Computador
se dice con soltura en las fiestas, computador
por pensamiento.

Lira, ¿qué será
lira?, ¿hubo
alguna vez algo parecido
a una lira? ¿una muchacha
de cinco cuerdas por ejemplo rubia, alta, ebria, levísima,
posesa de la hermosura cuya
transparencia bailaba?

Qué canto ni canto, ahora se exige otra
belleza: menos alucinación
y más droga, mucho más droga. ¿Qué es eso de
acentuar la E de Érato, o de Perséfone? Aquí se trata
de otro cuarzo más coherente sin
farsa fáustica, ni
Coro de las Madres, se acabó
el coro, el ditirambo, el célebre
éxtasis, lo Otro, con
Maldoror y todo, lo sedoso y
voluptuoso del pulpo, no hay más
epifanía que el orgasmo.

Tampoco es posible nombrar más a las estrellas, vaciadas
como han sido de su fulgor, muertas,
errantes, ya sin enigma,
descifradas hasta las vísceras por los
instrumentos que vuelan de galaxia en
galaxia.

Ni es tan fácil leer en el humo lo
Desconocido; no hay Desconocido. Abrieron la
tapa del prodigio del
seso, no hay nada sino un poco
de pestilencia en el coágulo del
Génesis alojado ahí. Voló el esperma
del asombro.

ALEPH, ALEPH

¿Qué veo en esta mesa: tigres, Borges, tijeras, mariposas
que no volaron nunca, huesos
que no movieron esta mano, venas
vacías, tabla insondable?

Ceguera veo, espectáculo
de locura veo, cosas que hablan solas
por hablar, por precipitarse
hacia la exigüidad de esta especie
de beso que las aproxima, tu cara veo.

ARRULLO

Para Claudio Arrau

Grand sosiego ovieron aquella noche los muertos:

Apiádate
Agua de ellos por ociosos
y vueltos al revés, permite
Aire que no se envenenen ni se mareen
en el vértigo, Fuego acepta como flores
sus pobres párpados, amamántalos
otra vez Tierra con tus viejos pezones.

Tierra,
Fuego, Aire, Agua, consideren la inmensidad de su hambre.

Grand sosiego ovieron aquella noche los muertos.

RÉQUIEM DE LA MARIPOSA


"Sucio fue el día de la mariposa muerta.
acerquémonos
a besar la hermosura reventada y sagrada de sus pétalos
que iban volando libres, y esto es decirlo todo, cuando
sopló la arruga, y nada
sino ese precipicio que de golpe,
y únicamente nada.

Guárdela el pavimento salobre si la puede
guardar, entre el aceite y el aullido
de la rueda mortal.
O esto es un juego
que se parece a otro cuando nos echan tierra.
Porque también la Arruga...

O no la guarde nadie. O no nos guarde
larva, y salgamos dónde por último del miedo:
a ver qué pasa, hermosa.
Tú que aún duermes ahí
en tu lujo de tanta belleza, dinos cómo
o, por lo menos, cuándo."

¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?



¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,

o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.


Colaboración de Mónica Álvarez