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6 de junio de 2008

Mas diálogos Borges/Sábato


Mas de la conversación de Borges/Sábato

Hablando de Sueños



BARONE: ¿Qué les sugiere la palabra sueño?¿ Qué les parece si hablamos del sueño?.

SABATO: Sí. ¿Qué piensa usted Borges sobre la validez del sueño, quiero decir de la realidad que aparece en los sueños?.

BORGES: Es un lindo tema. Empecemos, entonces. Usted primero, que tuvo la idea.

SABATO: Sobre la realidad de los sueños se viene discutiendo desde hace siglos. ¿Recuerda las cuestiones académicas, de Cicerón? ( Borges asiente con la cabeza.).

SABATO: Lúpulo comenta que vio a Homero en sueños, y cuando despierta comprende que era una ilusión. Cicerón le pregunta por qué cree que fue una ilusión. Lúpulo le responde que porque en el sueño la presencia de Homero tiene menos vivacidad, menos intensidad. Cicerón le contesta que una pesadilla puede ser infinitamente más intensa que algo de la vigilia, de modo que ese argumento es inválido. Pero entonces hay que preguntarse cuál es la prueba decisiva para juzgar si una imagen que se nos aparece es real o no. Un tigre soñado puede ser infinitamente más terrorífico que uno real.

BORGES: La vigilia suele ser lánguida ¿no? Sobre todo en congresos, presentaciones de libros, tardes de té...

SABATO: En cambio, el sueño, como la literatura, pueden ser más convincentes

BORGES: Yo diría que tienen un sabor distinto. Por ejemplo, yo soñé anoche que estaba hablando con dos señoras. Ambas eran altas, morenas, de piel negra. Sin embargo, noté que no se trataba de dos señoras sino de una sola persona bicéfala. Ahora, eso, en la realidad, debería ser horrible, porque si en la realidad uno se encontrara con alguien con dos cabezas estaría horrorizado. Pero en el sueño resultó natural y se confundió con tres acontecimientos del sueño. Y sólo cuando me desperté comprendí que había estado al borde de la pesadilla y sin embargo no fue. Posiblemente uno pueda pensar que hay un sabor distinto en el sueño con respecto a la vigilia. Es que en general yo, cuando sueño, sé que estoy soñando... y no sé a qué se lo debo.

SABATO: Bueno, no es tan difícil de comprender. Si uno está hablando con una señora bicéfala, morena o no, es claro que es un sueño. (Se ríen.) No es cuestión de sabor, sino de cabezas.

BORGES: Hay un argumento de Schopenhauer que me parece refutable: escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, y hojearlas, soñar.

SABATO: Tampoco a mí me convence. El sueño es otro libro, no un libro hojeado. Es un libro donde impera otra lógica y donde el argumento es completamente distinto.
BORGES: Hay otro argumento de Kant, que tampoco me gusta. Dice que en la vigilia los hechos tienen consecuencias que incluso pueden durar años. En los sueños, no. Es como si no hubieran ocurrido. Pero entonces, para distinguir el sueño de la vigilia habría que esperar veinte o treinta años...

SABATO: Tampoco sirve. La duración, en el sentido bergsoniano, es completamente diferente en los sueños que en la vigilia: un minuto en el sueño puede valer por siglos. Y en el sueño también los hechos tienen consecuencias, que pueden durar siglos, es decir minutos.

BORGES: Además, es posible que hayamos creado la realidad en este momento con todo su pasado. Entonces cuando Macedonio Fernández decía que el universo y yo nacimos en 1874 era una broma, porque pudo haber nacido un segundo antes. Sabe que el año 1874, digamos, es un acto de fe.

SABATO: Recuerde lo que dice Bertrand Russell sobre los agujeros en una media gastada. Dice que puede haberse hecho el Universo hace un segundo, con medias agujereadas. Nada de todo esto, pues, da argumentos en favor de la realidad diurna contra la nocturna.

BORGES: Hay un argumento del mismo tipo, pero estético, en El genio del cristianismo, de Chateaubriand. Dice que es absurdo suponer que la creación, que en aquel momento era muy importante, empezó de modo rudimentario. Es decir, que no hubiera pájaros sino huevos, no árboles sino semillas. Decía que el mundo empezó ya con árboles milenarios. Si no, tendríamos un mundo miserable. Pero, es claro, ese es un argumento de orden estético.

SABATO: No comprendo por qué ha de ser más miserable un huevo que un pájaro. Pero, en fin, por asociación de ideas, siempre me ha hecho sonreír esa refutación de la creación del mundo en seis días. Usted sabe, ese argumento de la evolución de las especies, de los megaterios... Si existe un Dios capaz de crear un mundo, no veo qué inconveniente existe para que lo cree con restos de megaterios.

BORGES: Philiph Gosse escribió un libro titulado Omphalos, en el que afirma que cuando Dios creó el mundo lo creó con un pasado, y que ese pasado no era imaginario. Es decir, no empezó sacando de la nada árboles y animales. Entonces le hicieron bromas, diciéndole que Dios había escondido los fósiles para engañar a los geólogos.

SABATO: Y para poner a prueba la fe de los presuntuosos.

BORGES: En todo esto aparece el problema del tiempo. Bueno, uno lo acepta verbalmente. Pero luego se pregunta: ¿qué sucedió antes del primer instante? ¿Y antes de antes del primer instante? Así hasta el infinito.

SABATO: Creo que eso proviene de aplicar nociones del pensamiento hecho para un mundo finito a algo que es esencialmente infinito. Y aplicamos nuestro principio de contradicción, nuestra lógica aristotélica a realidades que seguramente tienen otra lógica. Pero volviendo al sueño, Borges, digo que es imposible demostrar que la realidad de los sueños es una ilusión, inferior a la realidad de la vigilia. Ya ve todos esos argumentos que examinamos: no sirven para nada. Hay también el argumento de la coherencia. Es cierto que los sueños son más incoherentes. Pero, ¿por qué toda realidad tiene que ser coherente? De nuevo estamos aplicando una lógica de la coherencia, que hemos descubierto en nuestra vida diurna, para un universo que no cumple con esa lógica.

BORGES: Tampoco el olvido. Cuando uno quiere recordar algo, primero tiene que olvidarlo, y luego la memoria lo trae. El sueño es una forma de ese olvido.

SABATO: Es bueno olvidarse cada doce horas. ¿Usted cree que se podría sobrevivir sin esos olvido.

BORGES: sería la monotonía, el tedio…

SABATO: Creo que sería la desesperación y la locura. Sin sueños no se podría vivir. Tampoco sin ficciones.

BORGES: (Murmurando) Almuerzos, tés, comidas periódicas, desayunos... Sin un plato de sueño sería intolerable; no.

SABATO: Sigamos con el análisis, si le interesa.

BORGES: Sí, me gusta la idea.

SABATO: Descartamos entonces los argumentos de intensidad y de coherencia. Pero observe que lo mismo se puede decir de los accesos de locura o del éxtasis de un santo. ¿Qué grado y qué género de realidad ven los locos y los místicos? También en uno de esos diálogos de Cicerón se menciona un acceso de locura, el de Tulitano, que exclamaba: "¡Ulises, te estoy viendo!" ¿Qué sabemos si de verdad no lo veía?.

BORGES: Hay un argumento: lo que otros ven. En el sueño se está solo, en la vigilia se comparte ese sueño colectivo, pero creo que tampoco es una prueba.

SABATO: Así es, tampoco es válido ese argumento. En el sueño puede haber Borges dice algo que no se descifra bien en la grabación.

SABATO: Pero el famoso argumento de “Ios otros" tampoco sirve si se piensa un poco. Acá tenemos esta mesa, que estamos viendo todos. Pero supongamos que yo cierro los ojos: no la veo. Puedo poner en duda su existencia. Si me dicen que los otros, sin embargo, la están viendo, tampoco basta, porque así como no veo la mesa tampoco veo a los otros. Si me arguyen que por lo menos los oigo, si me quedo sordo tampoco sirve ese argumento. Y si me cortan las manos y me quitan el sentido del tacto tampoco puedo sentir la mesa con ese sentido. En tal extremo: ¿cuál es el valor de los otros? Filosóficamente, nulo. Aquí estamos ya casi en la misma situación que en el sueño. La realidad de ese mundo no es inferior porque sea uno solo quien la sienta.

BORGES: Lo único que existe es el soñador. Hay un argumento de Bertrand Russell: vamos a suponer que no hay universo, que no hay antepasados, que no hay infancia. El mundo existe en un momento, luego empieza a existir y compartimos el pasado. Posiblemente, Sábato, el momento en que yo dije esto ya pertenece al pasado.

SABATO: Los razonamientos de Berkeley, pues, son irrefutables. Aunque, como dijo Hume, no admiten la menor refutación y no producen la menor convicción. ¿Es así, Borges? Usted es el memorioso

BORGES: They admit of no refutation and produce no conviction.

SABATO: Eso es. Por eso Hume sostiene que la existencia de la mesa, es decir de la realidad entera, es un acto de fe, de belief en su lenguaje.

BORGES: Él decía que era un filósofo cuando pensaba, pero todos los días, cuando se movía entre sus semejantes y caminaba por las calles de Edimburgo, dejaba de ser un filósofo y era un alucinado, como los demás. La filosofía corresponde a un estado de meditación solitaria.
SABATO: Todo este problema está vinculado al problema del infierno. Sé que a usted le interesa mucho también-Borges mueve lentamente una mano, en gesto de afirmación, y en silencio se inclina hacia el lugar donde está Sábato.-

SABATO: El alma, aunque encarnada, y, por lo tanto, obligada a seguir las vicisitudes de su cuerpo, pertenece a un orden ontológico distinto: no está ni en el espacio ni en el tiempo astronómico. Si por algún procedimiento puede, aunque sea transitoriamente, "salirse" del cuerpo, entonces se pondría fuera del espacio tiempo. No habría para ella ni antes ni después. Ahora bien: todos sabemos que durante el sueño hay gente que ve o siente lo que va a suceder en el futuro. Eso puede explicarse admitiendo que durante el sueño el alma puede escapar a su cuerpo. Libre de su prisión de carne y tiempo puede así viajar por el cielo intemporal, donde no hay ni antes ni después, y donde los hechos que más tarde sucederán o parecerán suceder a su propio cuerpo abandonado están ahí, eternizados como estatuas de la felicidad o el infortunio. De este modo, para el que tenga el arte de interpretarlos, porque no siempre esas visiones son claras, los sueños son no sólo vestigios del pasado sino visiones o símbolos del porvenir-Borges se ha quedado escuchándolo con el mismo interés literario con que acostumbra escuchar o contar historias fantásticas, pero probablemente con la misma incredulidad de fondo. La expresión de Sabato es de apasionada seriedad.

SABATO: Pero como en el futuro nos espera la muerte, hay pesadillas que no pueden ser sino visiones del infierno que atiende. Pero ¿usted no cree, Sabato, que el cielo y el infierno son invenciones verbales.

SABATO: Creo que son realidades, aunque eso no quiere decir que sean realidades tan candorosas como las que se les enseñan a los chicos en las iglesias. Las pesadillas, las visiones de los locos que "se ponen fuera de sí" (fíjese qué significativa es esa antigua expresión), las visiones de los poetas son realidades, no son amontonamientos de palabras. Los que veían pasar a Dante por las calles de Ravena, silencioso y flaco, comentaban en voz baja, con una especie de sagrado recelo: "Ahí va el que estuvo en el infierno". Yo creo que Dante vio, como todo gran poeta, con terrorífica nitidez, lo que el común de las gentes apenas entrevé. Lo que el hombre común borrosamente alcanza a ver en esa pequeña muerte transitoria que es el sueño.

BORGES: (Que lo ha escuchado con apacible incredulidad) Yo estoy cómodo pensando que el cielo y el infierno son hipérboles.

SABATO: En otras palabras, usted, a sus propios cuentos los considera como invenciones verbales y no como descubrimientos de una realidad... Ha cambiado su expresión y ahora sonríe. Aunque se resista, en este momento es descubridor de otras realidades.

BORGES: Bueno, yo tendría este argumento: mientras estoy creando soy ante todo insignificante.

SABATO: ¿Para dejar su modestia a un lado, como argumento filosófico, también Dante o Milton?

BORGES: (Se sonríe) Bueno, pienso que ningún acto mío es merecedor de ser premiado o castigado eternamente.

SABATO. El infierno puede existir eternamente sin que usted sea castigado eternamente.

BORGES: Recuerdo algo cuando estuve con los mormones en Utah. Uno de los teólogos que conversaba conmigo había llegado a la conclusión de que en el ciclo uno seguía evolucionando y que posiblemente al cabo de siglos de siglos le fuera concedido el don de ser Dios y crear un mundo propio, con su zoología, botánica y sobre todo estética y ética. Y esa es la posibilidad última para los mormones.

SABATO: (Sonriendo con ironía) A ellos, que son buenos negociantes, algo así como poner un negocio por su cuenta, ¿no?

BORGES: Pero es una linda idea.(Su mirada se pierde). Crear un mundo propio...Hay una pausa. Una bandeja con vasos y tazas nos somete a la realidad del café y del agua.

Sábato: Sin ser mormón ni esperar siglos, creo que es lo que hacen ciertos grandes artistas: crear un mundo propio, con sus hombres y animales, con su ética y su estética.

BARONE: Yo a veces traigo aquí preguntas de otros, inquietudes de artistas que saben de estas charlas y quieren aportar algo. Por ejemplo, el otro día hubo una discusión entre pintores sobre sí existía la creación absoluta o solamente la interpretación.

BORGES: (Interrumpiéndome) No creo en la creación absoluta, porque no hay nada absoluto: ni colores, ni líneas, ni formas... Y un argumento a favor sería que si usted se imagina la cantidad de animales que hay y que los monstruos están hechos de la combinación de esos animales, se pensaría que el jardín zoológico fantástico es más numeroso que el de la vigilia. Sin embargo, no pasa eso. Porque, fíjese, que casualmente centauros y dragones han sido imaginados siempre. En cambio, hay mayor cantidad de hormigas que de monstruos. Quiere decir que la posibilidad de combinaciones, que deberían ser mayores que el número de individuos, no lo es. Siempre se tiende a imaginar los mismos monstruos, a repetirlos.

SABATO: Creo no entenderlo, pero quizá es porque estoy cansado. Pero tal vez tenga algo que ver con lo que usted acaba de enunciar, la tesis de Plotino: las ideas platónicas son en número limitado, y las combinaciones tampoco son infinitas. Después de cierto tiempo se repiten: el Eterno Retorno.

BORGES: Sí, es lo que afirmaba también Hume: el número de elementos que componen el universo es limitado, y las combinaciones deben necesariamente repetirse. Sábado que concluye. Voces que callan, sombras que abandonan la casa y otra sombra (yo) demorándose en esta sala, sospechosamente. Me quedo con la ingenua esperanza de seguir escuchando sin que estén ellos.

1 de marzo de 1975

“Diálogos Borges Sábato” se publicó en EMECE año 1976.
Veinte años después el libro vuelve a reeditarse.

1 de junio de 2008

Diálogos Borges/Sábato

La experiencia me ha enseñado que los post muy largos, no se leen. El lector tiene poco tiempo. Sin embargo, voy a correr el riesgo, no quiero eliminar nada, privilegio que tiene el lector de saltarse lo que no le interesa.

Sábato


"Diálogos: Borges/Sábato"

Es un libro que " reúne las conversaciones entre Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges, quizás, los dos escritores más importantes de la literatura argentina. Esos encuentros se realizaron entre 14 de diciembre de 1974 y el 15 de marzo de 1975. A instancias de Orlando Barone se produjo el reencuentro de los dos escritores, en bares y en el departamento de una amiga en común....En esas largas y lúcidas conversaciones Borges y Sábato dejaron en claro sus raras coincidencias y sus numerosas diferencias acerca de los temas que atarearon su quehacer literario. La realidad y los sueños, la idea de Dios, el amor, el arte de traducir, el tango, el teatro y el cine; entre personas y personajes, ideas y obsesiones

14 de diciembre de 1974


Creo que se tocaron las manos. Y un brazo o el hombro tal vez. Suelo imaginar más que lo que veo. Se deben de haber dicho, no obstante, esas cosas comunes y triviales de todos: Hola, Borges; Qué dice, Sábato...Mi obligación de testigo es registrar las palabras exactas. Pero ese momento cualquiera puede haberlo soñado siempre (cualquier escritor, cualquier artista) y es mejor hacer compartir las sensaciones, no las palabras.
Sé que venían por el pasillo de la casa, tomados del brazo, lentamente. El bastón era un péndulo en las manos de Borges. Entreví dos sombras y detrás a dos hombres y, dentro de las sombras y los hombres, entreví el amor y la muerte, la lucha y el arte, es decir: la vida. No me importó que apenas me saludaran (puedo soportar la idea de que por ese rato, de haberme ido, no se hubiesen dado cuenta). La cinta comenzó a girar.

Capítulo 1


Borges: ¿Cuándo nos conocimos? A ver... Yo he perdido la cuenta de los años. Pero creo que fue en casa de Bioy Casares, en la época de Uno y el Universo.

Sábato: No, Borges. Ese libro salió en 1945. Nos conocimos en lo de Bioy, pero unos años antes, creo que hacia 1940.

Borges: (Pensativo) Sí, aquellas reuniones... Podíamos estar toda la noche hablando sobre literatura o filosofía... Era un mundo diferente... Ahora me dicen, sé, que se habla mucho de política. En mi opinión les interesan los políticos. La política abstracta, no. A nosotros nos preocupaban otras cosas.

Sábato: Yo diría, más bien, que en aquellas reuniones hablábamos de lo que nos apasionaba en común a usted, a Bioy, a Silvina, a mí. Es decir, de la literatura, de la música. No porque no nos preocupara la política. A mí, al menos.

Borges: Quiero decir, Sábato, que no se hacía ninguna referencia a las noticias cotidianas, fugaces.

Sábato: Sí, eso es verdad. Tocábamos temas permanentes. La noticia cotidiana, en general, se la lleva el viento. Lo más nuevo que hay es el diario, y lo más viejo, al día siguiente.

Borges: Claro. Nadie piensa que deba recordarse lo que está escrito en un diario. Un diario, digo, se escribe para el olvido, deliberadamente para el olvido.

Sábato: Sería mejor publicar un periódico cada año, o cada siglo. O cuando sucede algo verdaderamente importante: "El señor Cristóbal Colón acaba de descubrir América". Título a ocho columnas.

Borges: (Sonriendo) Sí.; creo que sí.

Sábato: ¿Cómo puede haber hechos transcendentes cada día?

Borges: Además, no se sabe de antemano cuáles son. La crucifixión de Cristo fue importante después, no cuando ocurrió. Por eso yo jamás he leído un diario, siguiendo el consejo de Emerson.

Sábato: ¿Quién?

Borges: Emerson, que recomendaba leer libros, no diarios.

Barone: Si me permiten... aquel tiempo en que se encontraban en lo de Bioy...

Borges: Caramba, usted se refiere a aquel tiempo como si fueran épocas muy lejanas. (Pareciera evocarlas). Sí, claro, cronológicamente son lejanas. Sin embargo siento, pienso en aquello como si fuera contemporáneo. Además, nos reuníamos pocas veces.

Sábato: El tiempo no existe, ¿no?

Borges: Quiero decir... Como yo sigo mentalmente en esa época... y además la ceguera me ayuda. Se produce una larga pausa.

Borges: Recuerdo la polémica Boedo-Florida, por ejemplo, tan célebre hoy. Y sin embargo fue una broma tramada por Roberto Mariani y Ernesto Palacio.

Sábato: Bueno, Borges, pero aquel tiempo no fue el mío.-Lo dice con sarcasmo.-

Borges: Sí, lo sé, pero recordaba esa broma de Florida y Boedo. A mí me situaron en Florida, aunque yo habría preferido estar en Boedo. Pero me dijeron que ya estaba hecha la distribución (Sábato se divierte) y yo, desde luego, no pude hacer nada, me resigné. Hubo otros, como Roberto Arlt o Nicolás Olivari, que pertenecieron a ambos grupos. Todos sabíamos que era una broma. Ahora hay profesores universitarios que estudian eso en serio. Si todo fue un invento para justificar la polémica. Ernesto Palacio argumentaba que en Francia había grupos literarios y entonces, para no ser menos, acá había que hacer lo mismo. Una broma que se convirtió en programa de la literatura argentina.

Sábato: ¿Recuerda, Borges, que, aparte de la literatura y la filosofía, usted y " Bioy sentían una gran curiosidad por las matemáticas? La cuarta dimensión, el tiempo... aquellas discusiones sobre Dunney el Universo Serial...

Borges: (Aprieta el bastón con las dos manos, se yergue un tanto, casi con entusiasmo) ¡Caramba! Claro... los números transfinitos, Kantor...

Sábato: El Eterno Retorno, Nietzsche, Blanqui...

Borges: Y, siglos antes, ¡los pitagóricos, o los estoicos!

Sábato: Las aporías, Aquiles y la tortuga... Nos divertíamos mucho, sí. Recuerdo cuando Bioy leía los cuentos de Bustos Domecq recién salidos del horno. Pero a Silvina no le gustaban, permanecía muy seria.

Borges: Bueno, Silvina solía leer esos textos con indulgencia y gesto maternal. A mí, sin embargo, los cuentos de Bustos Domecq me causaban gracia.

Sábato: Recuerdo que también hablábamos mucho de Stevenson, de sus silencios. Lo que calla, a veces más significativo que lo que expresa.

Borges: Claro, los silencios de Stevenson... y también Chesterton, Henry James... no, creo que de James se hablaba menos.

Sábato: Al que le interesaba mucho era a Pepe Bianco.

Borges: Sí, él había traducido The Turn of the Screw. Mejoró el título, es cierto. Otra vuelta de tuerca es superior a La vuelta de tuerca ¿no?

Sábato: Representa con más claridad la idea de la obra. Al revés que con ese libro de Saint-Exupéry llamado Terre des Homme que aparece traducido como Tierra de hombres. Como quien dice "Tierra de machos". Si hasta parece un título para Quiroga o " Jack London. Cuando lo que en realidad quiere significar (además lo dice literalmente) es Tierra de los Hombres, la tierra de estos pobres diablos que viven en este planeta. No sólo ese traductor no sabe francés sino que no entendió nada de Saint-Exupéry ni de su obra entera. Pero a propósito, Borges, recuerdo algo que me llamó la atención hace un tiempo en su traducción del Orlando, de Virginia Woolf...

Borges: (Melancólico) Bueno, la hizo mi madre... yo la ayudé.

Sábato: Pero está su nombre. Además, lo que quiero decirle es que encontré dos frases que me hicieron gracia porque eran borgeanas, o así me parecieron. Una cuando dice, más o menos, que el padre de Orlando había cercenado la cabeza de los hombres de "un vasto infiel". Y la otra, cuando aquel escritor que volvió hacia Orlando y "le infirió un borrador". Me sonaba tanto a Borges que busqué el original y vi que decía, si no recuerdo mal, algo así como presented her a rough draft.

Borges: (Riéndose) Bueno, sí, caramba...

Sábato: No tiene nada de malo. Sólo muestra que casi es preferible que un autor sea traducido por un escritor medio borroso e impersonal ¿no? Recuerdo que hace mucho tiempo vi una representación de Macbeth. La traducción era tan mala como los actores y la pintarrajeada escenografía. Pero salí a la calle deshecho de pasión trágica. Shakespeare había logrado vencer a su traductor.

Borges: Es que hay ciertas traducciones espantosas... Hay un film inglés cuyo título original “The Imperfect Lady “lo tradujeron aquí como La cortesana o La ramera. Perdió toda la gracia. Precisamente alterar de esa forma el título, que es donde más ha trabajado el autor. Cuando eligió uno es porque lo ha pensado mucho. Nadie, ni el traductor, debe creerse con derecho a cambiarlo.

Sábato: ¿Y acaso el título no es la metáfora esencial del libro? Del título podría decirse lo que se ha afirmado de los sistemas filosóficos, que casi siempre son desarrollo de una metáfora central: El Río de Heráclito, La Esfera de Parménides...

Borges: Claro, suponiendo que los títulos no sean casuales. Bueno, y que los libros tampoco ¿no? (Borges parece buscar algo en el pasado. Sábato debe intuir esa búsqueda de la evocación y también el inminente monólogo. Quedan muchas horas, mucho tiempo delante.)

Borges: Hablando de libros, los primeros que se ocuparon aquí de "promover" sus libros fueron José Hernández y Enrique Larreta. Después, Girondo. De él todos recuerdan cuando se publicó El espantapájaros y desfiló en un coche con uno de esos muñecos por la calle Florida... En cambio, en un tiempo anterior, el de Lugonesy de Groussac, cuando editaban sus libros sólo trascendían en el ámbito de las librerías. Mi propia experiencia no fue distinta. Con trescientos pesos que me dio mi padre hice imprimir trescientos ejemplares de mi primer libro. ¿Qué otra cosa pude hacer que repartirlos y regalarlos a los amigos? ¿A quién le importaba alguien que escribía poemas y se llamaba Borges?

Sábato: El editor le publica al escritor que todos se disputan. Eso hace difícil cualquier comienzo. Sin embargo, es extraño, uno ve ahora los estantes de las librerías y es como una invasión de títulos. Debe haber más autores que lectores. Y otro fenómeno: el de los kioscos. Antes, por el año 35, solamente Arlt se vendía en la calle.

Borges: (Lleno de asombro) ¿Libros en los kioscos?

Sábato: (Sonriendo) Sí, también los suyos: El Aleph, Ficciones y los clásicos.

Borges alza aún más la cabeza como para asombrarse de cerca, inquiere más con un gesto.

Sábato: Sí, y me parece bien que sus libros estén allí en la calle, al paso de cada lector.

Borges: Pero... es que antes no era así, claro...

Sábato: Sin embargo, hubo un tiempo en que en los almacenes de campo, cuando hacían sus pedidos a Buenos Aires, junto a las bolsas de yerba y aperos, pedían ejemplares del Martín Fierro.

Borges: Esa noticia ha sido divulgada o imaginada por el propio Hernández. La población rural era analfabeta.

Hay un silencio apenas fastidiado por el ruido de los vasos. Hace calor, pero creo que todos lo hemos olvidado. Queda flotando la última palabra.

Borges: Martín Fierro... Un personaje que no es un ejemplo. Es admirable el poema como arte, pero no el personaje.

Los ojos de Sábato, ahora escudriñan el rostro de Borges. Se le nota la ansiedad por hablar, pero espera.

Borges: Fierro es un desertor que paradójicamente deleita a los militares. Pero si usted le dice eso a un hombre de armas, se indigna. Hasta Ricardo Rojas en la Historia de la Literatura Argentina lo defiende con argumentos inexistentes. Alega que en el libro se ve la conquista del desierto, la fundación de ciudades. Francamente nadie ha leído una sola palabra de eso.

Sábato: Creo que Fierro es un iracundo, un rebelde ante el tratamiento de frontera, y ante muchas de las injusticias de su tiempo.

Borges cierra y abre los ojos, se mueve un poco sin perder esa posición arrogante, pero no agresiva.

Borges: No, no pienso así, Martín Fierro no fue un rebelde. Desertó porque no le pagaban sus haberes y se pasó al enemigo, no sin esperanza de participar fructuosamente en algún malón. Pero tampoco el autor fue rebelde. José Hernández" Pueyrredón pertenecía a la alta clase de los estancieros, era pariente de los " Lynchy los Udaondo. Si le hubieran dicho "gaucho" se habría indignado. Un gaucho era algo común, pero Martín Fierro es una excepción en la llanura. Porque un matrero lo es y por eso recordamos a unos pocos: Hormiga Negra, que murió por 1905 tal vez. Es que el gaucho " matrero es una excepción como lo es el guapo entre los " compadritos. Mi abuela en el 72 ó 73 vio a los soldados en el cepo. Hernández no conoció nada de eso. Se documentó, se basó mucho en el libro de su amigo Mansilla. Y por eso no acepto que Martín Fierro sea un mensaje de protesta social; es más bien un alegato contra el Ministerio de la Guerra como le llamaban entonces. No creo que Hernández ansiara un nuevo orden social, Sábato.

Sábato: Que Hernández perteneciera a la clase alta, no es un argumento. También fueron aristócratas o burgueses SaintSimon, Marx, Owen, Kropotkin. No sabía que " Hernández era pariente de los Lynch. Lo mismo que Guevara. En cuanto al Martín Fierro, pienso que describe el exilio de los gauchos en su propia patria. Es un canto para los pobres. No sé cual habrá sido el propósito deliberado de Hernández al escribirlo y eso no importa. Usted sabe que los propósitos siempre son superados por la obra, cuando se trata del arte. Quién recuerda en qué acceso de patriotismo Dostoievsky se propuso escribir un librito titulado Los borrachos, contra el abuso del alcohol en Rusia: le salió Crimen y castigo.

Borges: Claro, si el Quijote fuera simplemente una sátira contra los libros de caballería no sería el Quijote. Si al final, cuando termina la obra, el autor piensa que hizo lo que se propuso, la obra no vale nada.

Sábato: Tal vez los propósitos sirvan como trampolín para lanzarse después a aguas más profundas. Allí empiezan a trabajar otras fuerzas inconscientes, poderosas y más sabias que las conscientes. Las que en definitiva revelan las grandes verdades. Pero volviendo al Martín Fierro, lo que usted dijo antes lo comparto en algo: no se lo debe valorar como testimonio de protesta. O diría, mejor, por el solo hecho de ser un libro de protesta. Porque en este caso, cualesquiera fueran sus valores morales, no alcanzaría a ser una obra de arte. Pienso que si Martín Fierro vale es porque a partir de esa rebeldía accede a esos altos niveles y expresa los grandes problemas espirituales del hombre, de cualquier hombre y en cualquier época: la soledad y la muerte, la injusticia, la esperanza y el tiempo.

Borges: (Que ha escuchado con atención. La cara orientada hacia el exacto lugar donde está Sábato.) Reconozco que Fierro es un personaje viviente, que como pasa con las personas reales puede ser juzgado muy diversamente, según se lo mire.

Sábato: De allí las muchas interpretaciones que permite: sociológicas, políticas, metafísicas.

Borges: (Como disculpándose) Pero yo no he dicho una sola palabra en contra de la obra...

Sábato: Es que ha habido reportajes donde usted aparece diciendo ciertas cosas... Me parece útil que se aclare.

Borges: He dicho, sí, que proponer a Martín Fierro como personaje ejemplar es un . Es como si se propusiera a Macbeth como buen modelo de ciudadano británico ¿no? Como tragedia me parece admirable, como personaje de valores morales, no lo es.

Sábato: Lo que prueba que un gran escritor no tiene por qué crear buenas personas. Ni Raskolnikovni Julien Sorel, por citar algunos, pueden juzgarse como buenas personas. Casi nadie en la gran literatura.

Borges: Qué extraño. Ahora recuerdo que Macedonio Fernández tenía una teoría que yo creo errónea, él decía que todo personaje de novela tenía que ser moralmente perfecto. Desde esa perspectiva, sin conflictos, resultaría difícil escribir algo... él se basaba en el concepto: "El arquetipo ideal de la épica".

Sábato: Parecería un chiste.

Borges: No. Era en serio. Bueno, sería como anular la novela ¿no?

Sábato: Basta considerar los grandes protagonistas de novelas. Siempre marginados, tipos casi siempre fuera de la ley outsiders.

Borges: Hay una frase de Kipling que escribió al final de su vida: "A un escritor puede " estarle permitido inventar una fábula pero no la moraleja". El ejemplo que eligió para sostener su teoría fue el de Swift, que intentó un alegato contra el género humano y ahora ha quedado Gulliver, un libro para chicos. Es decir: el libro vivió, pero no con el propósito del autor.

Sábato: Es lo bastante complejo para ser un espantoso alegato y a la vez un libro de aventuras para chicos. Esa ambigüedad es frecuente en la novela.

Borges: Se me ocurre algo. Supongamos que Esopo existió y que escribió sus fábulas. Pero posiblemente le divertía más la idea de animales que hablan como hombrecitos que las moralejas. Esas moralejas se agregaron después.

Sábato: Es que ninguna obra de arte es moralizadora en el sentido edificante de la palabra. Si sirven al hombre es en un sentido más profundo, como sirven los sueños, que casi siempre son terribles. O las tragedias. Usted habló de Macbeth: es espantoso, pero sirve. Y no sé si lo justo no sería suprimir ese "pero", o en su lugar poner "y por eso mismo".

Borges: Sin duda. Uno de los libros que leí es Le Feu, de Barbusse. Lo escribió contra la guerra y el resultado es casi una exaltación de la guerra.

Sábato: Sarmiento se propuso escribir un libro contra la barbarie y la conclusión fue un libro bárbaro. Porque Facundo expresa lo que hay en el fondo del corazón de Sarmiento: un bárbaro. El ego del Sarmiento de Jacket.

Borges: Sí, es... el libro más montonero de nuestra literatura, según Groussac.

Sábato: Lo admirable del Facundo es la fuerza de sus pasiones. Está lleno de defectos sociológicos e históricos, es un libro mentiroso, pero es una gran novela.

Borges: Solamente cuando una obra no vale es cuando cumple los propósitos del autor...

Sábato: En tiempos de la revolución francesa había libros que se llamaban cosas como Virgen y republicana, con moraleja desde el título. Ya podemos imaginar lo que valdrían. Pero todas las revoluciones son moralistas y puritanas. En Rusia se han escrito obras de teatro con títulos como La tractorista ejemplar... Las revoluciones son conservadoras en el arte. La revolución francesa no tomó como paradigma a Delacroix, el de la pintura pasional y rebelde, sino el académico David, el de los pompiers.

Borges: Cuando Bernard Shaw estuvo en Rusia les aconsejó que cerraran el museo de la Revolución. Claro, no había que influir con el mal ejemplo...

Sábato: Es que el artista es por excelencia un rebelde. Por eso en las revoluciones nunca les va bien.

Borges: Recuerdo que en Rusia hicieron dos films sobre Iván el Terrible: uno, al comienzo (el bueno) contra el zarismo; el otro, cuando Stalin se había convertido en un nuevo zar, en favor del zarismo...

Sábato: Sabemos que sólo puede hacerse arte grande en absoluta libertad. Lo otro es sometimiento, arte convencional y por lo tanto falso. Y por lo tanto no sirve al hombre. Los sueños son útiles porque son libres

Barone: A propósito de esa libertad... ¿Es un obstáculo la fama? ¿La entorpece? Me refiero al caso de un escritor reconocido por sus contemporáneos. . . Pienso que Van Gogh y Kafka, que no fueron famosos, pudieron hacer su obra en total libertad... Ustedes son famosos.

Borges: Lugones y Darío fueron famosos...

Sábato: Si un artista tiene algo importante que decir, lo dirá igual. No lo va a atrapar nada. Ni la fama, ni la policía secreta, ni el Estado. Además la historia lo prueba: Dostoievsky era muy famoso cuando escribió Los Karamazov y nadie se atrevería a decir que con ese libro está coartado. Y también fueron famosos Tolstoi, Chejov, Hemingway, Faulkner...

Borges: Y Mark Twain, y Bernard Shaw.

Sábato: Y el caso inverso: gente que jamás logró trascendencia sin que por eso su obra necesariamente deba ser importante.

Borges: Conozco a alguien que se consuela pensando que también fueron ignorados los artistas A, B y C, que ahora son famosos. No piensa que también fueron ignorados escritores pésimos.

Sábato: Kafka no fue conocido por la simple razón de que no quiso publicar. Tomemos el caso de Borges que es un escritor bastante hermético, y sin embargo es famoso.

Borges: (Tímidamente) ¿Yo?

Sábato: (Irónico) Vamos, Borges. Piense también en la fama que tuvieron artistas tan herméticos como Mallarmé y Rimbaud. Para no hablar de Joyce.

Borges: Y Víctor Hugo y Byron...

Sábato: Byron quizá debió su fama a la vida que hizo.

Borges: Sí, Byron dejó un personaje vivido por él... ¡Ah! y famosos también fueron los filósofos franceses: Voltaire y Rousseau.

Sábato: A propósito, ¿conoce la traducción alemana del Neveu de Rameau? Borges niega con la cabeza.

Sábato: Usted sabe que lo tradujo Goethe, ¿no?

Borges: Sí, sí, claro.

Sábato: Pero, ¿sabía que la versión francesa es traducción de esa traducción alemana?

Borges: (Con profunda sorpresa) ¿Cómo? No, no lo sabía realmente. . .

Sábato: Sí, creo que la versión original se perdió y no sé si luego se recuperó. Pero durante mucho tiempo, al menos, la versión francesa que circuló fue la retraducida desde el alemán. Dicho sea de paso, esa obra de Diderot es otro ejemplo de lo que decíamos antes, sobre la pluralidad de las interpretaciones. Lo admiraron a la vez Goethe y Marx, aunque no por los mismos motivos.

Borges: El siglo XVIII francés tuvo la mejor prosa de la historia de la literatura de Francia. Voltaire es admirable.

Sábato: Tenían una gran precisión.

Borges: Y también una gran pasión. Es un siglo estupendo. Yo ahora estoy leyendo bastante literatura francesa de esa época: los cuentos de Voltaire por ejemplo. Leí con entusiasmo Carlos XII, un libro épico.

Sábato: Es curioso lo que pasa con esos enciclopedistas. De nuevo la duplicidad del escritor, entre lo que se proponen y lo que les sale. Diderot, nada menos. Sus obras de ficción son terribles. Es decir, que los demonios, esos demonios que la ilustración proscribe o ridiculiza aparecen en las novelas como una especie de venganza inconsciente de las furias. Cuando más racional se volvía el pensamiento, más se cobraban venganza.

Borges: Ahí está, sin ir más lejos, la Revolución Francesa.

Sábato: Sí. Decapitan a media Francia en nombre de la Razón. Cada vez que los teóricos invocan al hombre con H mayúscula hay que ponerse a temblar: o guillotinan a miles de hombres con minúscula o los torturan en campos de concentración.

Borges: No sé qué escritor dijo: Les idées naissent douces et vieillisent féroces. "Las ideas nacen dulces y envejecen feroces."

Sábato: ¡Hermosa frase! Además son siempre los pensadores los que mueven la historia.

Borges: Pienso que toda la historia de la Humanidad puede haber comenzado en forma intranscendente, en charlas de café, en cosas así ¿no?

Sábato: Perdone pero me quedé tocado por esa frase que usted citó. Recordemos las cosas feroces que se hicieron en nombre del Evangelio. Y las atrocidades que hizo Stalin en nombre del Manifiesto Comunista.

Borges: ¡Qué extraño! Nada de eso ha ocurrido con el Budismo.

Sábato: (Con tono escéptico) Pero dígame, Borges, ¿a usted le interesa el budismo en serio? Quiero decir como religión. ¿0 sólo le importa como fenómeno literario?

Borges: Me parece ligeramente menos imposible que el cristianismo (ríen). Bueno, quizá crea en el Karma. Ahora, que haya cielo e infierno, eso no.

Sábato: En todo caso, si existen, deben ser dos establecimientos con una población muy inesperada. Por un instante las risas se confunden con las palabras. Los dos se divierten.

Barone: ¿Y qué opina de Dios, Borges?

Borges: (Solemnemente irónico) ¡Es la máxima creación de la literatura fantástica! Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la teología. La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso es realmente fantástica.

Sábato: Sí, pero podría ser un Dios imperfecto. Un Dios que no pueda manejar bien el asunto, que no haya podido impedir los terremotos. O un Dios que se duerme y tiene pesadillas o accesos de locura: serían las pestes, las catástrofes...

Borges: O nosotros. (Se ríen.) No sé si fue Bernard Shaw que dijo: God is in the making, es decir: "Dios está haciéndose".

Sábato: Es un poco la idea de Strindberg, la idea de un Dios histórico. De todas maneras las cosas malas no prueban la inexistencia de Dios, ni siquiera la de un Dios perfecto. Usted acaba de insinuar que cree más bien en los budistas. Si un niño muere, de modo aparentemente injusto, puede ser que esté pagando la culpa de una vida anterior. También es posible que no entendamos los designios divinos, (que pertenecen a un mundo transfinito), mediante nuestra mentalidad hecha para un universo finito.

Borges: Eso coincide con los últimos capítulos del libro de Job

Sábato: Pero dígame, Borges, si no cree en Dios ¿por qué escribe tantas historias teológicas?

Borges: Es que creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género.

Sábato: Entonces, suponiendo que fuera el Gran Bibliotecario Universal, ese bibliotecario que toda la vida soñó ser, Borges pondría en el primer lugar la Biblia ¿no?

Borges: Y sobre todo un libro como la Summa Teologica. Es una obra fantástica muy superior a las de Wells. (Sonríe.)

Sábato: Claro, Wells es demasiado mecanizado. Un poco la literatura fantástica de la Revolución Industrial.

Borges: Sí, tengo discusiones con Bioy Casares sobre eso. Yo le digo que es más fácil creer en talismanes que en máquinas.

Sábato: Tiene razón. La invención de Morel es una obra magnífica. Pero personalmente la habría preferido sin maquinarias ni explicaciones.

Borges: Habría sido mejor que eso ocurriera. Uno acepta un talismán, digamos un anillo que hace invisibles a los hombres; en cambio Wells tiene que recurrir a experimentos químicos, y eso es menos creíble. El anillo sólo exige un acto de fe, lo otro, todo un proceso.

Sábato: Por otra parte la ciencia progresa. Einstein es superior a Newton, de algún modo refuta a Newton. Un talismán siempre es el mismo, siempre sigue valiendo. Wells era en el fondo un positivista de la literatura fantástica. Suena el teléfono. Alguien pregunta por Sábato. Hay una breve pausa y retomamos la charla.

Barone: Les voy a proponer saltar a otro tema, si el salto no les molesta.

Borges: He venido saltando desde hace setenta y cinco años.

Sábato: Todos. ¿Qué le parece como salto eso del despertar cada mañana? "Recuérdenme a las nueve". Así se decía antes, en el campo, cuando yo era chico. "Recordarlo", como quien se ha olvidado de la existencia. Cuando dormimos el alma viaja fuera del espacio y del tiempo. Borges se ha quedado pensativo. Inmóvil, parece evocar algo. Hay un silencio en Sábato, esperando.

Borges: Todas las mañanas cuando me despierto, pienso: "Soy Borges, estoy viviendo en la calle Maipú, mi madre está en la pieza contigua, muy enferma, y vuelvo..."

Sábato: De los dos Borges, seguramente el que sueña es el más auténtico. Porque lo que escribe debe representar más ese mundo de la noche. Además, recuerdo que usted comenzó a escribir los cuentos fantásticos después de ese golpe en la cabeza... La mano de Borges señala en la cabeza un rastro. Me hace que lo toque para que compruebe que existe. Explica que fue contra una persiana de "fierro".

Borges: Recuerdo que en el sanatorio no podía dormir, porque si lo hacía tenía alucinaciones. Cuando estuve mejor y me dijeron que había estado a punto de morir, me puse a llorar. Todo esto fue allá por 1945 creo. O antes. Estaba empleado en la Biblioteca de Almagro.

Sábato: Sí, antes de que lo ascendieran a inspector de gallinas.

Borges: Fíjese que me dieron ese puesto para humillarme y renuncié el mismo día. Recuerdo que a un amigo mío le pregunté, por qué habiendo cuarenta empleados en la Biblioteca me echaban a mí, que era escritor. Me preguntó si yo no había estado con los aliados durante la guerra. Le respondí que sí. Y entonces ¿qué quiere?, me dijo. Me di cuenta de que esa lógica era irrefutable.

Barone: Creo que hay un tema que les interesa a los dos. El del lenguaje. Usted, Sábato, dijo en una oportunidad que uno de los grandes peligros que corremos nosotros, los escritores de lengua castellana, es el verbalismo. Y citó a Borges en favor de su tesis.

Sábato: Sí, dije que cierta pompa estilística, que fue combatida por hombres como Borges, parecía entrar ahora en algunas formas de la vanguardia. Siempre recuerdo aquella parte tan graciosa de Machado. Juan de Mairena hace pasar al pizarrón al mejor alumno y le hace escribir: "Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa". Luego le pide que ponga eso en forma poética, el chico piensa un momento y luego escribe: "Las cosas que pasan en la calle." Mairena lo felicitó. Claro, se podrá decir que una frase como "Las cosas que pasan en la calle" no es poesía. Pero la otra variante tampoco es poética: sólo es abominable.

Borges: La otra es vanidad. El de Lugones.

Sábato: ¿No le parece que La guerra gaucha es absolutamente ilegible?

Borges: Desde luego. Pienso que lo hizo un poco para probar que él también podía jugar a ese juego.

Sábato: Yo pienso que lo hizo de veras, quizá movido por un oscuro sentimiento de inferioridad. El deseo de probar que él podía escribir como ciertos clásicos. Y aun peor. Pero claro, Lugones tiene también versos hermosos y austeros.

Borges: Aunque a veces le ocurren cosas espantosas, como aquel soneto que termina así: Poblóse de murciélagos el combo cielo, a manera de chinescos biombos... Su voz parece deleitarse en la repetición irónica grandilocuente de estos versos. Poblóse de murciélagos el combo cielo, a manera de chinescos biombos...

Sábato: Parece una letra de tango de la época modernista. Pero Lugones tiene poemas muy lindos. ¿Por qué no recita alguno, usted que tiene tanta memoria?

Borges: (No titubea, se abstrae un momento y luego recita) Nuestra tierra quiera salvarnos del olvido por estos cuatro siglos que en ella hemos servido Y este otro: Yo que soy montañés sé lo que vale la amistad de la piedra para el alma Y también éste: Al promediar la tarde de aquel día, cuando iba mi habitual adiós a darte, fue una vaga congoja de dejarte... lo que me hizo saber que te quería. La voz de Borges, la mirada vaga, los poemas, me han emocionado. Veo que Sábato quiere acompañar ese silencio con un poco de whisky Borges se ha quedado callado.

Barone: Sábato, usted acaba de decir que los vanguardistas entraban por la ventana con su verbalismo. ¿Por qué no lo explica?

Sábato: Dije "ciertas" formas de vanguardismo. Por el momento sólo quiero recordar que en aquellas reuniones de que hablábamos al comienzo, uno de los temas que nos apasionaban era ese del lenguaje. La necesidad de un lenguaje preciso. Bioy Casares era partidario de un idioma desnudo, que él maneja admirablemente bien.

Borges: Adolfo decía que yo soy propenso a lo sentencioso. Lo cual es cierto.

Sábato: No sé qué alcance le quiere dar a esa calificación. Quizá se refiera más bien a frases pretenciosas. Porque los aforismos son sentenciosos y tienen una enorme fuerza, reúnen eficacia y belleza. Creo, no confío demasiado en mi memoria, que Wilde dijo algo como: "Todos los hombres nacen reyes y mueren en el destierro". Extraordinaria frase.

Borges: Es que Wilde era ciertamente ingenioso, pero no todos nacen reyes.

Sábato: O esa frase de La Rochefoucauld: "Todos tenemos bastante fuerza para soportar los males ajenos". Ese assez de force es lo más perversamente exacto de todo ¿no? Por eso no se puede rechazar lo sentencioso en sí: hay que negarlo cuando es malo. Y porque es malo, no porque sea sentencioso.

Borges: (Asintiendo) Una vez le pregunté a Henríquez Ureña si le gustaban las fábulas. Y me contestó: "No soy enemigo de los géneros". Fue una respuesta muy sabia. Algo marcha mal en el grabador. Nunca confié en el mecanismo. En este momento reniego. Sábato y Borges siguen conversando indiferentes a mis denodados esfuerzos por reparar lo que no entiendo. Al fin un golpe seco lo hace andar. Han pasado tres o cuatro minutos. Retomo la charla sobre la voz de Borges, quien parece haber percibido mi combate mecánico.

Borges: Enrique Amorim, que era oriental, cuando algo andaba mal decía: "Uruguayo y basta". Y aquí cuando chico se solía decir: "Más criollo que el olor feo". Ahora no se diría eso ¿no? En aquel tiempo parece que el país era más sensato... Había un negocio en la Avenida de Mayo con un cartelito que aseguraba: "Argentino, pero bueno". (Sonríe)

Barone: Cuando estaba preocupado por el grabador alcancé a oír algo sobre el lenguaje francés y las traducciones. Escuché un nombre: Federico el Grande.

Sábato: Le estuve diciendo a Borges que el prestigio de Francia en los siglos XVII y XVIII fue tan grande que Federico II leyó la metafísica de Christian Wolff en francés, no en alemán, su lengua de origen.

Borges: Es que Federico II tenía un conocimiento rudimentario del alemán. Lo consideraba una lengua bárbara.

Sábato: Sí, el alemán no tenía aún suficiente prestigio como lengua culta. Pero hubo algo más impresionante todavía. El romanticismo alemán se impuso gracias al impulso desde Francia y sin embargo es un movimiento esencialmente germánico. Es la dialéctica de ciertos procesos espirituales: nos conocemos a través de otros. Aquí Echeverría introdujo los románticos europeos y así Alberdi pudo darse cuenta de la belleza del ceibo. Nada menos.

Barone: Disculpen, me perdí esa parte cuando hablaban de Baudelaire y Poe.

Borges: Decía que si Baudelaire no traduce a Poe, quizá mucha gente en América no habría leído sus poesías.

Sábato: Hay que reconocer que lo mejoró.

Borges: Sí, es cierto, El cuervo es sencillamente espantoso.

Borges: Parece extraño, Borges, pero ¿por qué, entonces, ese poema pasó a ser tan conocido?

Borges: Poe dice que quiso hacer un poema que fuera popular. Explica que se propuso cierto número de líneas... también debe haber influido el hecho de que el cuervo es un animal prestigioso... Con un loro no habría podido, ¿no? De todas maneras sé que en Estados Unidos lo consideran un mal poeta. Los cuentos en cambio son muy buenos. Tampoco Omar Kahyyam es considerado buen poeta en Persia, pero su traductor inglés lo hizo famoso.

Barone: Siempre me pregunté cómo será eso de traducir a otros idiomas como el chino por ejemplo.

Sábato: Eso nunca se podrá comprobar (risas). Si ya con lenguas indoeuropeas es imposible la traducción, podemos suponer lo que será el pasar a lenguas como el chino. En rigor, cualquier traducción es falsa, no hay equivalentes exactos.

Borges: Eso es culpa de los diccionarios, que han hecho creer que hay equivalentes y no los hay. Y también de los traductores que no comprenden que no es lo mismo traducir una obra de la que han transcurrido centenares de años y otra contemporánea. Cuando Poe o Lawrence tradujeron La Odisea pudieron recrearla con plena libertad porque era una lengua muerta. En cambio cuando se trata de un idioma contemporáneo, como por ejemplo el de Whitman, no veo otra posibilidad que la de una versión como la mía, un tanto personal y a la vez con un rigor resignado.

Sábato: "Amar" en castellano no es lo mismo que en francés. En francés "se ama" un bife o el arroz. Creo, Borges, que ni siquiera podría decirse que se puede pasar del castellano al castellano: desde el momento en que el primer conquistador pisó América la palabra "llanura" tuvo otro significado que en España.

Borges: Por supuesto, es lo mismo que pasa con el inglés y el americano.

Sábato: Bernard Shaw dijo: "Una lengua común nos separa". Un aforismo casi hegeliano.

Ahora reímos. Es el final de la charla. Ha llegado Anneliese a buscar a Borges. Y Renée Noetinger, la dueña de casa, insiste en la última vuelta de whisky, que Sábato y yo aceptamos. Borges, contento, recuerda que en la escuela había aprendido algunas nociones de "lunfardo básico". ¿Cuáles? pregunta Sábato. "Biaba" y "Biaba con caldo" cuando venía con sangre contesta Borges levantándose lentamente. Se han ido por el pasillo. Me quedo un momento solo en la sala. Solo no. En mi mano, la cinta grabada es un símbolo.