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3 de abril de 2013

Homero Aridjis / "Nosotros"

Homero Aridjis



Homero Aridjis Fuentes (Contepec, Michoacán; 6 de abril de 1940), es un poeta, novelista, activista ambiental, periodista y diplomático mexicano reconocido por su independencia.

Aridjis nació en Contepec, Michoacán, México, el 6 de abril de 1940, de padre griego y madre mexicana, el más joven de cinco hermanos (Juan, Miguel, Hermán, Nicias y Homero). Su padre luchó en el ejército griego durante la Primera Guerra Mundial y en la Guerra Turco-Griega, cuando su familia fue obligada a abandonar su casa en Tire, al suroeste de Esmirna, Asia Menor. Su madre creció en Contepec durante la Revolución Mexicana. Después de casi perder la vida a la edad de diez años en un accidente de escopeta Aridjis se convirtió en un ávido lector y empezó a escribir poesía. En 1959 obtuvo la beca del Centro Mexicano de Escritores otorgada por la Fundación Rockefeller, el más joven escritor en recibir ese premio en los 55 años de historia del Centro.

En 1966 asistió al histórico Congreso Mundial de Escritores del PEN Club en Nueva York, presidido por Arthur Miller, en el que participaron poetas y escritores que después conformarían el boom latinoamericano: Pablo Neruda, Juan Carlos Onetti, Joao Guimaraes Rosa, Ernesto Sábato, Victoria Ocampo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Nicanor Parra y el mismo Aridjis.

Nosotros 

El cielo estaba nublado,
pero no llovería en la calle,
habría lluvia de cuerpos.

Desde que nos vimos
en la estación del metro
planeamos esta tormenta de besos.

Sin naves para viajarnos,
ni túneles para adentrarnos,
nos íbamos de vacaciones a nosotros mismos.

En nuestros ríos privados
como peces fluiríamos, sin más fortuna
que nuestra pobre soledad urbana.

México, D. F., jueves 2 de noviembre de 2006

Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.

24 de junio de 2012

Julio Cortazar Rayuela Capitulo 7


Capítulo 7


 Rayuela, Cap. 7


Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.



28 de junio de 2009

Cortísimo Metraje Julio Cortázar

Julio Cortazar

Cortísimo metraje


"Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del autoestop  tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en este oficio no hay que descuidarse".