Me ven ahora

31 de mayo de 2014

Gonzalo Escarpa / Para mí



Dime cuáles son para ti
las diez palabras más bellas de la lengua castellana,
y te diré quién eres

Nicanor Parra
Para mí
la primera barcarola
porque es mentira y además se puede
cantar en dos idiomas

la 2 podría ser
un adjetivo en femenino

blanca

la tres, tálamo,
no necesita explicación

4 cincel
5 amapola
epitalamio puede ser la sexta
aunque tal vez suena algo rebuscada
amor sería más fácil
pero también más tonto
la siete bocamanga

podría escoger ángel
pero prefiero feria
sí, feria es la octava
la novena palabra es artefacto
(siempre me gustó)
la décima vergel

Gonzalo Escarpa
(Fátiga de materiales, 2006)

Gabriel Celaya / La poesía es un arma cargada de futuro




)
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,

fieramente existiendo, ciegamente afirmando,

como un pulso que golpea las tinieblas,


cuando se miran de frente

los vertiginosos ojos claros de la muerte,

se dicen las verdades:

las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.


Se dicen los poemas

que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,

piden ser, piden ritmo,

piden ley para aquello que sienten excesivo.


Con la velocidad del instinto,

con el rayo del prodigio,

como mágica evidencia, lo real se nos convierte

en lo idéntico a sí mismo.


Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.


Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo.


Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas

personales, me ensancho.


Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,

y calculo por eso con técnica, qué puedo.

Me siento un ingeniero del verso y un obrero

que trabaja con otros a España en sus aceros.


Tal es mi poesía: poesía-herramienta

a la vez que latido de lo unánime y ciego.

Tal es, arma cargada de futuro expansivo

con que te apunto al pecho.


No es una poesía gota a gota pensada.

No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

Es algo como el aire que todos respiramos

y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.


Son palabras que todos repetimos sintiendo

como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.

Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.

Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.



(De "Cantos iberos", 1955

Joan Margarit /Despedir-se


Despedir-se

He tret catifes i cortines,
les taules on fa temps que no menjo ni escric.
He tret els quadres i he pintat els murs
per esborrar les marques de tants anys.
He guardat alguns llibres. Sé quins són.
He destruït cartes d'amor.
Silenciosos, els amors
ara són icebergs errants del pensament.
Sense racons per a la por, la casa
m'ha despullat els ulls. Ni l'esperança
pertorbarà l'última mort.
No hi ha cap altra casa pels qui estimo.

Despedirse

He retirado alfombras y cortinas,
todas las mesas en las que hace tiempo
que ni como ni escribo.
He sacado los cuadros y he pintado los muros
para borrar señales de los años.
Guardo unos pocos libros. Sé bien cuales.
He destruido
cartas de amor que no me amaban ya.
Silenciosos, ahora, los amores
son icebergs errantes del pensar.
La casa, sin rincones para el miedo
deja mis ojos más desnudos.
Nada, ni la esperanza,
podrá perturbar ya la última muerte.
No hay otra cosa para los que amo.

Misteriosamente feliz, Visor libros Edición bilingüe Catalá -Castellano.

 

 

29 de mayo de 2014

Octavio Paz / Cuerpo a la vista


“Cuerpo a la vista”

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
plata sin fin de tu costado.

tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minuto después son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises

la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.

28 de mayo de 2014

Juan Carlos Abril / Traición

Tardes de infancia», óleo de Manuel Tricallotis


Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.

De "Un intruso nos somete", 1997


Juan Carlos Abril

Felipe Benítez Reyes / La desconocida

En aquel tren, camino de Lisboa,
en el asiento contiguo, sin hablarte
–luego me arrepentí.
En Málaga, en un antro con luces
del color del crepúsculo, y los dos muy fumados,
y tú no me miraste.
De nuevo en aquel bar de Malasaña,
vestida de blanco, diosa de no sé
qué vicio o qué virtud.
En Sevilla, fascinado por tus ojos celestes
y tu melena negra, apoyada en la barra
de aquel sitio siniestro,
mirando fijamente -estarías bebida- el fondo de tu copa.
En Granada tus ojos eran grises
y me pediste fuego, y ya no te vi más,
y te estuve buscando.
O a la entrada del cine, en no sé dónde,
rodeada de gente que reía.
Y otra vez en Madrid, muy de noche,
cada cual esperando que pasase algún taxi
sin dirigirte incluso
ni una frase cortés, un inocente comentario…
En Córdoba, camino del hotel, cuando me preguntaste
por no sé qué lugar en yo no sé qué idioma,
y vi que te alejabas, y maldije a la vida.
Innumerables veces, también,
en la imaginación, donde caminas
a veces junto a mí, sin saber qué decirnos.
Y sí, de pronto en algún bar
o llamando a mi puerta, confundida de piso,
apareces fugaz y cada vez distinta,
camino de tus mundos, donde yo no podré
tener memoria.

Felipe Benítez Reyes
(Los vanos mundos, 1985)

27 de mayo de 2014

Joan Margarit / El Alba en Cádiz



El Alba en Cádiz


Delante del hotel el mar brumoso.
Las largas líneas de espuma gris
dibujan una barra de arrecife
ante la balaustrada de la playa.
He oído tu nombre pronunciado
en la lengua del mar. Y dice que te vas.

Lo repiten las negras, solitarias cigüeñas
que en silencio planean sobre el agua.
Nunca sabré que sabes tú de mí,
ni en qué verdad hemos estado juntos,
ni si en ella estaremos para siempre.
Este no puede ser un mal dolor
si es un dolor que viene desde ti
por este turbio mar.
Diciembre, el último diciembre juntos.
Después, buscar en mí tu voz perdida.

Joan Margarit, Joana, poesía Hiperión.

Paul Auster / Noches blancas




Noches blancas


Nadie aquí,
y el cuerpo dice: cuanto se diga
no debe ser dicho. Pero nadie
es un cuerpo igualmente, y lo que el cuerpo dice
nadie lo oye
sino tú.

Nevada y noche. La repetición
de un asesinato
entre los árboles. La pluma
se mueve por la tierra: ya no sabe
qué va a ocurrir, y la mano que la sostiene
ha desaparecido.

Escribe, sin embargo.
Escribe: en el principio,
entre los árboles, un cuerpo vino caminando
desde la noche. Escribe:
la blancura del cuerpo
es del color de la tierra. Es tierra,
y la tierra escribe: todo
es del color del silencio.

Ya no estoy aquí. Nunca he dicho
lo que tú dices
que he dicho. Y, sin embargo, el cuerpo es un lugar
donde nada muere. Y cada noche,
desde el silencio de los árboles, sabes
que mi voz
viene caminando hacia ti.

Manuel Vázquez Montalbán / Paseo por una ciudad


Paseo por una ciudad

Paseo por una ciudad
sin orillas
             miente la tarde
espejos despedidas humos
que denuncian retornos
                        me deja solo
el paso de muchachas alejadas
no pronuncian mi nombre no decretan
                                     mi muerte
entonces regreso
a los artesonados pasillos del recuerdo
pieles carnes repletas siluetas
                                 en sus cueros
el ruido de los párpados al cerrarse
                                      y tal vez
tal vez un grito literario puso nombre
al instante en que fui feliz
                              a la sombra
siempre a la sombra
                     de las muchachas sin flor.

A la sombra de las muchachas sin flor  (1973)

 

 

26 de mayo de 2014

Roger Wolfe / Seguro que a Eliot no le pasaban estas cosas


Seguro que a Eliot no le pasaban estas cosas


Fumando un cigarrillo.
Leyendo un libro que empecé
hace seis meses. Esperando
A que alguien llame por teléfono.
La vida esta tarde se me hace
tan monótona, tan insoportablemente
como tres gerundios al comienzo de un poema.


Glosa a Celaya

La poesía
es una arma
cargada de futuro.


Y el futuro
es del Banco
de Santander

Cinco años de cama (1998)

Roger Wolfe / Nada de esto te viene en el manual


Nada de esto te viene en el manual


La ducha no funciona.
La sartén convierte en picadillo
lo que se supone que tenía que ser
nuestra comida. Abro el grifo
del fregadero
y me quedo con él en la mano.
El perro está cojo. La mujer
con la que vivo ha terminado
de ponerse mala de los nervios.
El teléfono no deja de sonar.
(He puesto un contestador
y no he conseguido remediar la situación.
Al revés. El que no sigue llamando
se me presenta directamente en casa
sin previo aviso.)
Hace ocho meses que envié
un manuscrito de hace dos años
a un editor. Me dijo
que me enviaría el contrato
y un anticipo. Y todavía
estoy esperando. Tengo
trescientos folios encima de la mesa
que tendría que haber tenido listos
para hace dos meses por lo menos.
Lo que queda
de la cuenta bancaria
está en rojo.
Duermo cuatro horas, si las duermo,
y aún así no parece haber manera
de ponerse al día.
(Y acordarme de Balzac
no me sirve de gran cosa.)
Me duelen los riñones,
la espalda, los ojos, y me duele
hasta la polla, y eso
que tengo suerte últimamente
si la consigo usar para mear.
(Fui al médico y me preguntó
que cómo me ganaba la vida.
Garabateando, le dije.
Quince horas de promedio
delante del ordenador.
Se encogió de hombros y me dijo
que lo más probable
era que acabara ciego
poco antes de llegar
a los cuarenta.
Luego añadió
que en cuanto a lo otro
no le extrañaría nada
que lo del análisis se tratara
de un quiste hidatídico.
Pero que podría
ser peor.)
Y finalmente llego a casa
y el portero
me comunica
que los del ayuntamiento están a punto
de declarar en ruina el edificio.
Y luego suena el teléfono
una vez más
y un bromista me pregunta
que si estoy escribiendo algo últimamente.
Por supuesto, le digo.
Incluso estoy probando una nueva técnica.
¿Una nueva técnica?
Sí, ¿no la conoces?
Se trata de meterte
un bolígrafo en el culo
y luego hacerte una paja
sentado encima de un papel.
No es realmente
nada nuevo.
Pero optimiza el tiempo que da gusto,
y es catártico, además.
Y aunque no parece demasiado
convencido
hay una cosa
que sí puedo garantizar:
con esa clase de respuestas
te los acabas de quitar de encima
de una vez por todas.
Juro que no vuelven a llamar.
En cuanto a las promesas de inmortalidad
garantizada
que te ofrecen sacándote en sus papeles,
hace tiempo que dejé de preocuparme.
A juzgar por las magnas biografías
de los grandes personajes de la historia
es más que evidente
que con mis ridículos avatares cotidianos
no doy la talla ni de coña.

Arde Babilonia (1994)

25 de mayo de 2014

Roger Wolfe /El trabajo sucio

 

EL TRABAJO SUCIO

Yo haré
el trabajo
sucio.

Karmelo C. Iribarren

He vuelto a la poesía.
a la que siempre
me ha gustado:
la poesía elegíaca, narrativa,
de reflexión profunda y medidas dosis de ensimismamiento.
Leo a Parcerisas, a Joan Margarit.
Releo a Juan Luis Panero,
a Cesare Pavese y a Cernuda.
Descubro los poemas amorosos
de Abelardo Linares. Me deslumbro.
Son una maravilla.
Buena parte de mi propia
poesía no es así, lo sé.
Pero uno no siempre escribe
lo que le gusta leer.
Uno no escribe necesariamente
lo que quiere, sino lo que debe escribir.
Uno mira alrededor y se da cuenta
de que hay montañas de ropa sin lavar.
El trabajo sucio.
Alguien -como dice
mi amigo Iribarren- lo tiene que hacer.

Afuera canta un mirlo (2010)

24 de mayo de 2014

Roger Wolfe / Te levantas de la cama y es la guerra

 

Te levantas de la cama y es la guerra

Suena el teléfono. Manolo. Me comunica
que le han dejado un ojo como un plato.
En una fiesta —cosas que ocurren, me dice,
cuando uno se divierte. Algo
que, como ya se sabe, no gusta demasiado
a la mayoría de la gente.
Que si salgo, me pregunta.
Estoy trabajando. Escribo este poema,
fumo, escucho a la vecina, que otra vez
se ha puesto en pie de guerra con el crío,
la merienda, los tebeos, la leche. Pienso
que no me importaría nada ser el personaje
de ese libro que hay sobre la mesa.
Podría al menos
conocer New York, coger el metro, disparar
la Browning, romper todos los dedos de las manos
a aquellos que más odio.
Le digo que no puedo. Me atenazan
el alquiler, las moscas, el verano,
la ciudad, la gente, los semáforos.
Pero que si quiere puede pasarse por mi casa.
Bajaré a por unas latas, hay tabaco.
Charlaremos.
Días perdidos en los transportes públicos (1992)

Roger Wolfe / El extranjero

 

El extranjero


Me asomo a la terraza.
Una mujer se arregla el pelo
delante de un espejo
en el edificio de enfrente
de mi casa.

Estaba leyendo
a Dostoyewski. Cierro el libro,
lo dejo encima de la mesa,
me siento y abro
otra cerveza. Qué aburrido,
Dostoyewski, la cerveza,
las mujeres, los libros,
los espejos. Qué aburrido
sentarse y esperar la muerte
mientras la gente fornica,
come, trabaja o se solaza
bajo el sol sucio de septiembre,
y uno sabe, positivamente,
que nada va a ocurrir.

23 de mayo de 2014

Manuel Vázquez Montalbán /Nunca desayunaré en Tiffany



Nunca desayunaré en Tiffany
ese licor fresa en ese vaso
Modigliani como tu garganta
                                 nunca
aunque sepa los caminos
                                 llegaré
a ese lugar del que nunca quiera
regresar

                    una fotografía, quizá
una sonrisa enorme como una ciudad
atardecida, malva el asfalto, aire
que viene del mar
y el barman
nos sirve un ángel blanco, aunque
sepa los caminos nunca encontraré
esa barra infinita de Tiffany
                              el juke-box
donde late el último Modugno ad
un attimo d'amore che mai piu ritornerá...

y quizá todo sea mejor así, esperando
porque al llegar no puedes volver

a Ítaca, lejana y sola, ya no tan sola,
ya paisaje que habitas y usurpas
nunca,
nunca quiero desayunar en Tiffany, nunca
quiero llegar a Ítaca aunque sepa los caminos

lejana y sola.

Manuel Vázquez Montalbán

 Versos de su libro Una educación sentimental, (1967)

22 de mayo de 2014

Juan Carlos Abril / Poemas

Antiguo cortijo de Xistos altos de Los Villares, el cual fue derrumbado hace tiempo por su mal estado.
Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, España, 1974) es Doctor por la Universidad de Granada y actualmente profesor de Literatura Española en dicha Universidad.

Ha publicado los libros de poemas Un intruso nos somete (1997, 2004), El laberinto azul (2001), Crisis (2007), y Poesía (1997-2007).

Ha preparado ediciones de autores como Luis García Montero o José Manuel Caballero Bonald, y preparó la antología Deshabitados (2008). También ha traducido, junto a Stéphanie Ameri, Las cenizas de Gramsci, de Pier Paolo Pasolini, o Los Indomables, de Filippo Tommaso Marinetti, entre otros.

Forma parte de numerosas antologías, entre las que destacan 10 menos 30. La ruptura interior en la «poesía de la experiencia», de Luis Antonio de Villena (1997), Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía, de Josep M. Rodríguez (2001), Veinticinco poetas españoles jóvenes (2003), o Cima de olvido, de Rafael Alarcón Sierra (2006).

También ha publicado crítica literaria y poemas en diversas revistas como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Historia y Política, Rilce, Letras de Deusto, La Estafeta del Viento, Litoral, El Maquinista de la Generación, Sibila, Humanitas, Analecta Malacitana, RevistAtlántica, Renacimiento, Clarín, Campo de Agramante, Prima Littera, La página, La Poesía, señor hidalgo, o Cuadernos del Matemático. Dirige la revista Paraíso.

TRAICIÓN


Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.

EL CLAVO

Todo lo revivido se estremece.

Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.

Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
Puede ser una señal
y casi te deslumbra.

En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.

Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.

FLOR PENSATIVA

A Stéphanie Ameri

Entonces entender es la fractura,
otra omisión
que no se justifica.
Vas surgiendo
desvaída en el punto en que se rompe
aquel olor de hojas que la brisa
como una nueva explicación del mundo
distrae, alegremente.
Estás sentada.
Tan despeinada y pálida después
del esfuerzo infeliz y del trabajo.
No hay repetición.
Son nombres
que ofreces al azar y, sin embargo,
impensables sin esa compasión
que crece derramada por tu boca,
ese licor de la imprudencia.
Ahora
descansas. Estás sola.
Y es un filo brillante
que a todo da sentido, siempre ahí
desde lo más oscuro, sin ser dicho.

(De El laberinto azul, 2001)

EMOCIÓN BREVE


Por la escalera azul de la mañana
el deshollinador.
Su piel de escamas y sus cejas
serpentinas, felices
bailan. Todo podrá cambiarse,
dice. Nada me toca.
(De Crisis, 2007)

DON DE LA INGENUIDAD


Cuando regreses
a la ciudad verás las ilusiones
que madrugan con sus acentos
incapaces de desprenderse
del pasado, que ignoran
lo mismo que nosotros.

Tú ni siquiera sabes por qué vives,
cómo es posible limitar
la realidad de varias formas,
si es tuyo este deseo
en la utopía de los débiles,
rebeldes, nunca hermosos.

No dormirán las culpas hasta tarde
y en su espiral el ruido
con su dragón ajuglarado
bisbiseará un nuevo día:
Horarios imposibles,
beata actividad.

Contra ti mismo cuántas veces;
cuántos modos conoces
de hacerte daño.
Ya no quedan violines
y la melancolía de las fuentes
posee menos memoria
que sentido común.

He de explicarlo casi todo.
El tiempo, como un herpes, su sintaxis
sin posibilidad. Irás
pero no volverás.
Este país tiene la pata herida.

Yo quise destruirme
fregando platos,
dije lo que me apetecía.

En los desfiladeros
de mis eses,
con el afán
de principios de curso
superé mi propia rutina
y eliminé
lo que no soportaban.

Unos dicen que ha muerto,
otros que nunca morirá.

Aún así
te convences con poco.

Colono de una lengua
que hoy sigues recordando,
quiero reírme
de esas largas genealogías
mientras diseño aquí mi casa:
encinas y palmeras,
tamarindos,
palabras con descuento
e insistencia:
es tu virtud.

Y otro episodio
dentro de ese vacío
infantiloide
que debes aceptar
intermitente,
la descripción de un personaje
con flexibilidad: ser puente o río.

(Inédito)

21 de mayo de 2014

Nikos Kazantzakis / Que simple y frugal es la felicidad




Qué simple y frugal es la felicidad:
un vaso de vino,
una castaña asada,
un pequeño y miserable brasero,
el sonido del mar...

Lo único necesario para experimentar
la felicidad aquí y ahora
es poseer un corazón simple y frugal.

Nikos Kazantzakis
(Zorba el griego, 1946)

20 de mayo de 2014

Octavio Paz / La poesía

 
Día de verano en Møns Klint, Carl Frederic AAgaard (1877)


La Poesía

Llegas, silenciosa, secreta,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que solo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya solo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente,
abres mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
substancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan solo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan solo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma.

Eres tan solo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.

Octavio Paz
(Libertad bajo palabra, 1935-1957)

Miguel Hernández / Por desplumar arcángeles

Por desplumar arcángeles


Por desplumar arcángeles glaciales,
La nevada lilial de esbeltos dientes
Es condenada al llanto de las fuentes
Y al desconsuelo de los manantiales.

Por difundir su alma en los metales,
Por dar el fuego al hierro sus orientes,
Al dolor de los yunques inclementes
Lo arrastran los herreros torrenciales.

Al doloroso trato de la espina,
Al fatal desaliento de la rosa
Y a la acción corrosiva de la muerte.
Arrojado me veo, y tanta ruina
No es por otra desgracia ni otra cosa
Que por quererte y sólo por quererte



19 de mayo de 2014

Pablo Neruda / Cadiz

 

Cádiz desde la Torre de Poniente

Elegía de Cádiz


Amarrada a la costa como una clara nave,
Cádiz, la pobre y triste rosa de las cenizas,
azul, el mar o el cielo, algunos ojos,
rojo, el hibiscus, el geranio tímido,
y lo demás, paredes roídas, alma muerta.
Puerto de los cerrojos, de las rejas cerradas,
de los patios secretos serios como las tumbas,
la miseria manchando como sombra
la dentadura antigua de una ciudad radiante
que tuvo claridad de diamante y espada.
Oh congoja del papel sucio que el viento
enarbola y abate, recorre las calles pisoteado
y luego cae al mar, se consume en las aguas,
último documento, pabellón del olvido,
orgullo del penúltimo español.
La soberbia se fue de los pobres roperos
y ahora una mirada sin más luz que el invierno
sobre los pantalones pulcramente parchados.
Sólo la lotería grita con mentira de oro:
el 8-9-3 el 7-0-1
el esplendor de un número que sube en el silencio
como una enredadera los muros de las ruinas.
De cuando en cuando golpea la calle un palo blanco.
Un ciego y otro ciego. Luego el paño mortuorio
de seis sotanas. Vámonos. Es hora de morir.