Luego de estallar la Guerra Civil española, Pablo Neruda se entera de los refugiados republicanos españoles que se encuentran en campos de concentración franceses hacinados y en condiciones miserables.
El poeta, que en ese entonces se encontraba en Chile, sensibilizado por la situación de los españoles, decide embarcarse en una empresa que comprendía trasladar a los 2.000 refugiados desde Francia hacia Chile. Antes de trabajar en Francia, Pablo Neruda se había desempeñado como cónsul de Chile en Motivado por la amistad entre ambos países, su amor por España, y gracias al auspicio del Presidente chileno Pedro Aguirre Cerda (al que le agradaba la idea de traer trabajadores y hombres de esfuerzo al país, capacitados en las más diversas áreas), el poeta decide organizar este viaje. El Presidente lo nombra cónsul especial de emigración española en el país galo.
A pesar que el buque era un viejo carguero francés que normalmente no llevaba más de 20 personas, fue adaptado para acomodar a los de 2.200 refugiados españoles.
Neruda participa activamente en la organización de la travesía del Winnipeg, como reunir a las familias separadas por la guerra. Además de la colaboración de sus amigos escritores artistas, lo ayuda su esposa Delia del Carril.
La noche que el Winnipeg elevó anclas, en el puerto francés de Trompeloup - Pauillac, Pablo Neruda escribió lo siguiente, recordado en sus Memorias:
"Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.".
Pablo Neruda, Trompeloup, 4 de Agosto de 1939.
El “Winnipeg“ se mueve lentamente con todas sus luces encendidas, por el estuario de la Gironda, alejándose de Trompeloup – Pauillac. Acelera su andar al salir a mar abierto. Días después pasó cerca de las Azores, isla portuguesa, dirigiéndose hacia la Isla Guadalupe, isla francesa de las Pequeñas Antillas, en el Caribe, a fin de reabastecerse de agua, alimentos y combustible.
En el interior del barco, en los primeros días de navegación, se despliega un gigantesco trabajo de organización, que los refugiados cumplen en forma disciplinada. No podía ser de otra forma, dado lo que significaban las más de 2.000 personas, hombres, mujeres y niños, hacinados en el viejo barco de carga, apresuradamente provisto de apretadas literas de madera, servicios higiénicos improvisados, comedores provisorios, cocinas funcionando al máximo día y noche, sistemas de ventilación precarios, bodegas transformadas en dormitorios, etc, etc.
En primer lugar, se repartieron las literas por sorteo. Las mujeres se separaron de los hombres. Los niños pequeños iban con las mujeres en la popa del buque. Cada litera tenía una frazada y una colchoneta de paja. En cada dormitorio de literas, de a tres en altura, cabían cincuenta personas y sólo había un excusado provisorio. Ventiladores eléctricos trataban de ventilar los espacios.
Se establecieron varios turnos de comida, mientras la cocina del barco funcionaba día y noche. En general, la comida consistió en garbanzos, porotos, lentejas, con papas, a veces tortillas. También vendían cervezas y algunos licores en un pequeño bar improvisado que funcionaba en cubierta.
La tripulación era toda francesa, pero evidentemente el grueso de los servicios de atención a los refugiados era realizado por ellos mismos en forma organizada. El barco, como es de imaginar, estaba lleno de voluntarios: para pelar papas, limpiar los baños, cuidar los 350 niños, ayudar en la enfermería, etc etc.
No fue una tarea fácil, pero todos colaboraron en la medida de sus fuerzas. El viaje en el “Winnipeg” y sus incomodidades fue apreciado en distinta forma por los refugiados. Para los menos que habían sido atendidos en casas de franceses, el viaje fue desagradable, dado el hacinamiento en que se encontraban.. Pero, para la mayoría, aquellos que venían de los campos de concentración franceses, el viaje fue un paraíso. Las estrechas literas de madera con una frazada eran una delicia para aquellos que, sólo días antes, dormían en un hoyo en la arena, en los campos de concentración franceses, sin techo y soportando la lluvia y los fuertes vientos.
Se organizaron juegos y clases para distraer a los cerca de 350 niños que venían en el barco. También se organizó una guardería para los más pequeños. Todo lo cual era atendido por personal voluntario de los mismos refugiados.
Más adelante se formaron grupos corales. Los pocos chilenos que iban en el barco dictaban conferencias sobre Chile. Se discutía sobre la actualidad internacional.
Los niños, en general, disfrutaron del viaje, para ellos fue la gran aventura. Ya adultos, algunos niños y niñas que venían en el barco confesaron haberlo pasado muy bien. Subiendo y bajando por las escaleras del buque. Escondiéndose en los vericuetos más inverosímiles del "Winnipeg". Compenetrándose de la novedad que significaba navegar en alta mar. Haciendo las típicas diabluras infantiles, etc...
Fueron los que más disfrutaron del viaje.
La Segunda Guerra Mundial estaba a punto de comenzar de un momento a otro. Hasta un par de periódicos editados en el barco, informaban sobre las noticias mundiales y sobre Chile. Se reparte entre los refugiados un folleto sobre Chile que había escrito Neruda especialmente para los refugiados.
Los hombres y mujeres dormían en dormitorios separados. Sin embargo, las parejas más fogosas descubrieron en los botes salvavidas, cubiertos por una lona impermeable, un lugar estupendo para sostener encuentros íntimos, instantes respetados por los refugiados.
También hubo nacimientos en el barco, el 6 de Agosto de 1939, dos días después del zarpe, nació Agnes América Winnipeg hija de los refugiados Eloy Alonso y Piedad Bollada. Semanas después nació un niño, Andrés Martí , hijo de Eugenio Castell y de Isabel Torelló. Los partos fueron atendidos, sin contratiempos, en la enfermería del barco trayendo alegría y felicidad a los pasajeros del buque.
El 15 de Agosto de 1939, once días después del zarpe de Francia, el “Winnipeg” llegó a la Isla de Guadalupe, posesión francesa, donde en algunas horas se abastece de alimentos, agua y combustible. Luego el barco continuó su marcha a Panamá. En el viaje hasta la Isla de Guadalupe, el buque había soportado fuertes tormentas que lo remecen como a una cáscara de nuez, asustando a los refugiados, la mayoría de los cuales navegaba por primera vez y ya creían que el viejo barco se hundía entre las olas tormentosas.
En el trayecto hasta Panamá por el Mar Caribe, los refugiados escucharon la noticia de la inminencia del estallido de una nueva conflagración mundial.
El barco llegó al puerto de Colón, en Panamá el día 20 de Agosto de 1939, donde permaneció alrededor de cinco días soportando las altas temperaturas panameñas. El “Winnipeg“ se había transformado en un gigantesco horno. La demora se debió a que nadie se había preocupado de pagar los derechos de paso por el Canal de Panamá, grandiosa obra de ingeniería que permite el cruce de los barcos desde el Caribe hasta el Océano Pacífico y viceversa, subiendo y bajando, mediante esclusas, una considerable elevación.
Resuelto el problema, el barco continuó su peregrinación y en un día cruzó el Canal por entre la densa floresta tropical que lo rodeaba. Pese al calor, los inmigrantes miraban extasiados y sorprendidos la naturaleza exuberante de la vegetación tropical.
En todo el trayecto hasta Panamá, los refugiados temían que estallara la Segunda Guerra Mundial y que los franceses, presionados por Alemania y España, hicieran regresar al “Winnipeg” a Francia. Por lo anterior, el viejo barco, ahora navegando en el Océano Pacífico, aceleró su viaje a Chile, pasando de largo frente a las costas de Colombia, Ecuador y Perú.
El temor que tenían los refugiados en volver a Francia y caer en manos de Hitler no era infundado sino muy real. En 1940, luego de invadir a Francia, la Alemania nazi tomó prisioneros a miles de republicanos españoles los cuales fueron enviados a realizar trabajos forzados. Cabe señalar que cerca de 7.000 españoles republicanos murieron en el campo de concentración de Mathausen, en Austria, durante la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de los trabajos forzados y las cámaras de gas. Durante la Segunda Guerra Mundial, miles de republicanos españoles que pelearon por el Ejército francés y en las guerrillas contra los nazis, al ser hechos prisioneros no fueron reconocidos como prisioneros de guerra por Alemania y fueron enviados a campos de concentración y trabajos forzados con los resultados ya señalados.
El temor de los refugiados republicanos españoles del Winnipeg era, por lo tanto, muy real, en Septiembre de 1939.
Se esperaba que el “Winnipeg” llegara a Valparaíso en los primeros días de Septiembre de 1939. En Chile, mientras tanto, se preparaba la recepción de los refugiados con gran entusiasmo. Se solicitaba a los empresarios de distintas actividades productivas que definieran la cantidad de trabajadores que estaban dispuestos a contratar; se inscribía a familias españolas y chilenas que quisieran recibir en su hogar a los refugiados; se abrieron registros de alojamiento en pensiones y hoteles; se abrió una caja para recibir donaciones de ayuda a los refugiados, junto con actos y festivales benéficos.
En las primeras horas del día miércoles 30 de Agosto de 1939, el “Winnipeg” dando pitazos fondeó en el puerto chileno de Arica, ubicado en la frontera con Perú, dos mil kilómetros, al Norte de Santiago de Chile. Coros españoles, formados por los refugiados en el barco, entonaban sus canciones típicas, felices de haber llegado a la seguridad que les ofrecía el territorio chileno. Hasta ese momento, siempre habían pensado que el “Winnipeg” podría recibir una orden de regresar a Francia.
En Arica, subieron al barco, médicos y enfermeros chilenos, que sometieron a una revisión médica a los refugiados detectándose que no existían casos de gravedad a bordo y que, en general, todos estaban en buenas condiciones de salud.
En ese puerto, veinticuatro refugiados españoles desembarcaron y se quedaron, ya que había ofertas de trabajo para ellos. La mayoría eran pescadores que se integraron a las faenas pesqueras en el Norte de Chile, otros se integraron a labores mineras y a tareas de construcción del ferrocarril de Arica a la ciudad de La Paz, la capital de Bolivia.
El mismo día en la noche, el “Winnipeg” continuó su viaje al Puerto chileno de Valparaíso, viajando ya por aguas chilenas, lo que trajo un alto grado de tranquilidad, a los refugiados españoles. El buque recorrió los 2.000 km. que separan Arica de Valparaíso, en un par de días, en tal forma que, en la noche del sábado 2 de Septiembre de 1939, el "Winnipeg" ancló en la Bahía de Valparaíso, en la zona central de Chile.
Las autoridades chilenas, dada la situación de normalidad existente en el buque, determinaron postergar el desembarco para las primeras horas del Domingo 3 de Septiembre. Los refugiados no durmieron esa noche. Contemplaron extasiados, llenos de asombro, el gigantesco anfiteatro iluminado que forman los cerros que rodean Valparaíso y cuya infinidad de luces se confundía con las estrellas del cielo. Esa noche, en el "Winnipeg" se repartió champagne a los refugiados para festejar el feliz término del viaje.
El poeta, que en ese entonces se encontraba en Chile, sensibilizado por la situación de los españoles, decide embarcarse en una empresa que comprendía trasladar a los 2.000 refugiados desde Francia hacia Chile. Antes de trabajar en Francia, Pablo Neruda se había desempeñado como cónsul de Chile en Motivado por la amistad entre ambos países, su amor por España, y gracias al auspicio del Presidente chileno Pedro Aguirre Cerda (al que le agradaba la idea de traer trabajadores y hombres de esfuerzo al país, capacitados en las más diversas áreas), el poeta decide organizar este viaje. El Presidente lo nombra cónsul especial de emigración española en el país galo.
A pesar que el buque era un viejo carguero francés que normalmente no llevaba más de 20 personas, fue adaptado para acomodar a los de 2.200 refugiados españoles.
Neruda participa activamente en la organización de la travesía del Winnipeg, como reunir a las familias separadas por la guerra. Además de la colaboración de sus amigos escritores artistas, lo ayuda su esposa Delia del Carril.
La noche que el Winnipeg elevó anclas, en el puerto francés de Trompeloup - Pauillac, Pablo Neruda escribió lo siguiente, recordado en sus Memorias:
"Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie.".
Pablo Neruda, Trompeloup, 4 de Agosto de 1939.
El “Winnipeg“ se mueve lentamente con todas sus luces encendidas, por el estuario de la Gironda, alejándose de Trompeloup – Pauillac. Acelera su andar al salir a mar abierto. Días después pasó cerca de las Azores, isla portuguesa, dirigiéndose hacia la Isla Guadalupe, isla francesa de las Pequeñas Antillas, en el Caribe, a fin de reabastecerse de agua, alimentos y combustible.
En el interior del barco, en los primeros días de navegación, se despliega un gigantesco trabajo de organización, que los refugiados cumplen en forma disciplinada. No podía ser de otra forma, dado lo que significaban las más de 2.000 personas, hombres, mujeres y niños, hacinados en el viejo barco de carga, apresuradamente provisto de apretadas literas de madera, servicios higiénicos improvisados, comedores provisorios, cocinas funcionando al máximo día y noche, sistemas de ventilación precarios, bodegas transformadas en dormitorios, etc, etc.
En primer lugar, se repartieron las literas por sorteo. Las mujeres se separaron de los hombres. Los niños pequeños iban con las mujeres en la popa del buque. Cada litera tenía una frazada y una colchoneta de paja. En cada dormitorio de literas, de a tres en altura, cabían cincuenta personas y sólo había un excusado provisorio. Ventiladores eléctricos trataban de ventilar los espacios.
Se establecieron varios turnos de comida, mientras la cocina del barco funcionaba día y noche. En general, la comida consistió en garbanzos, porotos, lentejas, con papas, a veces tortillas. También vendían cervezas y algunos licores en un pequeño bar improvisado que funcionaba en cubierta.
La tripulación era toda francesa, pero evidentemente el grueso de los servicios de atención a los refugiados era realizado por ellos mismos en forma organizada. El barco, como es de imaginar, estaba lleno de voluntarios: para pelar papas, limpiar los baños, cuidar los 350 niños, ayudar en la enfermería, etc etc.
No fue una tarea fácil, pero todos colaboraron en la medida de sus fuerzas. El viaje en el “Winnipeg” y sus incomodidades fue apreciado en distinta forma por los refugiados. Para los menos que habían sido atendidos en casas de franceses, el viaje fue desagradable, dado el hacinamiento en que se encontraban.. Pero, para la mayoría, aquellos que venían de los campos de concentración franceses, el viaje fue un paraíso. Las estrechas literas de madera con una frazada eran una delicia para aquellos que, sólo días antes, dormían en un hoyo en la arena, en los campos de concentración franceses, sin techo y soportando la lluvia y los fuertes vientos.
Se organizaron juegos y clases para distraer a los cerca de 350 niños que venían en el barco. También se organizó una guardería para los más pequeños. Todo lo cual era atendido por personal voluntario de los mismos refugiados.
Más adelante se formaron grupos corales. Los pocos chilenos que iban en el barco dictaban conferencias sobre Chile. Se discutía sobre la actualidad internacional.
Los niños, en general, disfrutaron del viaje, para ellos fue la gran aventura. Ya adultos, algunos niños y niñas que venían en el barco confesaron haberlo pasado muy bien. Subiendo y bajando por las escaleras del buque. Escondiéndose en los vericuetos más inverosímiles del "Winnipeg". Compenetrándose de la novedad que significaba navegar en alta mar. Haciendo las típicas diabluras infantiles, etc...
Fueron los que más disfrutaron del viaje.
La Segunda Guerra Mundial estaba a punto de comenzar de un momento a otro. Hasta un par de periódicos editados en el barco, informaban sobre las noticias mundiales y sobre Chile. Se reparte entre los refugiados un folleto sobre Chile que había escrito Neruda especialmente para los refugiados.
Los hombres y mujeres dormían en dormitorios separados. Sin embargo, las parejas más fogosas descubrieron en los botes salvavidas, cubiertos por una lona impermeable, un lugar estupendo para sostener encuentros íntimos, instantes respetados por los refugiados.
También hubo nacimientos en el barco, el 6 de Agosto de 1939, dos días después del zarpe, nació Agnes América Winnipeg hija de los refugiados Eloy Alonso y Piedad Bollada. Semanas después nació un niño, Andrés Martí , hijo de Eugenio Castell y de Isabel Torelló. Los partos fueron atendidos, sin contratiempos, en la enfermería del barco trayendo alegría y felicidad a los pasajeros del buque.
El 15 de Agosto de 1939, once días después del zarpe de Francia, el “Winnipeg” llegó a la Isla de Guadalupe, posesión francesa, donde en algunas horas se abastece de alimentos, agua y combustible. Luego el barco continuó su marcha a Panamá. En el viaje hasta la Isla de Guadalupe, el buque había soportado fuertes tormentas que lo remecen como a una cáscara de nuez, asustando a los refugiados, la mayoría de los cuales navegaba por primera vez y ya creían que el viejo barco se hundía entre las olas tormentosas.
En el trayecto hasta Panamá por el Mar Caribe, los refugiados escucharon la noticia de la inminencia del estallido de una nueva conflagración mundial.
El barco llegó al puerto de Colón, en Panamá el día 20 de Agosto de 1939, donde permaneció alrededor de cinco días soportando las altas temperaturas panameñas. El “Winnipeg“ se había transformado en un gigantesco horno. La demora se debió a que nadie se había preocupado de pagar los derechos de paso por el Canal de Panamá, grandiosa obra de ingeniería que permite el cruce de los barcos desde el Caribe hasta el Océano Pacífico y viceversa, subiendo y bajando, mediante esclusas, una considerable elevación.
Resuelto el problema, el barco continuó su peregrinación y en un día cruzó el Canal por entre la densa floresta tropical que lo rodeaba. Pese al calor, los inmigrantes miraban extasiados y sorprendidos la naturaleza exuberante de la vegetación tropical.
En todo el trayecto hasta Panamá, los refugiados temían que estallara la Segunda Guerra Mundial y que los franceses, presionados por Alemania y España, hicieran regresar al “Winnipeg” a Francia. Por lo anterior, el viejo barco, ahora navegando en el Océano Pacífico, aceleró su viaje a Chile, pasando de largo frente a las costas de Colombia, Ecuador y Perú.
El temor que tenían los refugiados en volver a Francia y caer en manos de Hitler no era infundado sino muy real. En 1940, luego de invadir a Francia, la Alemania nazi tomó prisioneros a miles de republicanos españoles los cuales fueron enviados a realizar trabajos forzados. Cabe señalar que cerca de 7.000 españoles republicanos murieron en el campo de concentración de Mathausen, en Austria, durante la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia de los trabajos forzados y las cámaras de gas. Durante la Segunda Guerra Mundial, miles de republicanos españoles que pelearon por el Ejército francés y en las guerrillas contra los nazis, al ser hechos prisioneros no fueron reconocidos como prisioneros de guerra por Alemania y fueron enviados a campos de concentración y trabajos forzados con los resultados ya señalados.
El temor de los refugiados republicanos españoles del Winnipeg era, por lo tanto, muy real, en Septiembre de 1939.
Se esperaba que el “Winnipeg” llegara a Valparaíso en los primeros días de Septiembre de 1939. En Chile, mientras tanto, se preparaba la recepción de los refugiados con gran entusiasmo. Se solicitaba a los empresarios de distintas actividades productivas que definieran la cantidad de trabajadores que estaban dispuestos a contratar; se inscribía a familias españolas y chilenas que quisieran recibir en su hogar a los refugiados; se abrieron registros de alojamiento en pensiones y hoteles; se abrió una caja para recibir donaciones de ayuda a los refugiados, junto con actos y festivales benéficos.
En las primeras horas del día miércoles 30 de Agosto de 1939, el “Winnipeg” dando pitazos fondeó en el puerto chileno de Arica, ubicado en la frontera con Perú, dos mil kilómetros, al Norte de Santiago de Chile. Coros españoles, formados por los refugiados en el barco, entonaban sus canciones típicas, felices de haber llegado a la seguridad que les ofrecía el territorio chileno. Hasta ese momento, siempre habían pensado que el “Winnipeg” podría recibir una orden de regresar a Francia.
En Arica, subieron al barco, médicos y enfermeros chilenos, que sometieron a una revisión médica a los refugiados detectándose que no existían casos de gravedad a bordo y que, en general, todos estaban en buenas condiciones de salud.
En ese puerto, veinticuatro refugiados españoles desembarcaron y se quedaron, ya que había ofertas de trabajo para ellos. La mayoría eran pescadores que se integraron a las faenas pesqueras en el Norte de Chile, otros se integraron a labores mineras y a tareas de construcción del ferrocarril de Arica a la ciudad de La Paz, la capital de Bolivia.
El mismo día en la noche, el “Winnipeg” continuó su viaje al Puerto chileno de Valparaíso, viajando ya por aguas chilenas, lo que trajo un alto grado de tranquilidad, a los refugiados españoles. El buque recorrió los 2.000 km. que separan Arica de Valparaíso, en un par de días, en tal forma que, en la noche del sábado 2 de Septiembre de 1939, el "Winnipeg" ancló en la Bahía de Valparaíso, en la zona central de Chile.
Las autoridades chilenas, dada la situación de normalidad existente en el buque, determinaron postergar el desembarco para las primeras horas del Domingo 3 de Septiembre. Los refugiados no durmieron esa noche. Contemplaron extasiados, llenos de asombro, el gigantesco anfiteatro iluminado que forman los cerros que rodean Valparaíso y cuya infinidad de luces se confundía con las estrellas del cielo. Esa noche, en el "Winnipeg" se repartió champagne a los refugiados para festejar el feliz término del viaje.
Valparaíso |
En las primeras horas del amanecer el “Winnipeg” ingresó al Puerto y realizó las maniobras de atraque guiado por los marinos chilenos. En uno de sus costados el buque tenía un gigantesco retrato del Presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda, que había sido pintado durante el viaje por un inmigrante.
Ese mismo día se supo la noticia del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
En Valparaíso, la bienvenida a los refugiados del " Winnipeg" fue apoteósica. Una impresionante masa humana colmaba muelles, edificios aduaneros, grúas y maquinarias del Puerto. Bandas de música tocaban tonadas y cuecas chilenas. Banderas y pancartas ondeaban por todas partes. La gente gritaba, reía y aplaudía.
A las nueve de la mañana se inicia el desembarco de todos los refugiados, que se realiza en forma muy ordenada, cumpliendo instrucciones adoptadas previamente por las autoridades chilenas.
Inmediatamente de tendido el puente y después de las comprobaciones finales de documentos, se inició el desembarco, el cual estuvo a cargo de los funcionarios especiales del Gobierno de Chile y el recibimiento en tierra a cargo del Comité de Recepción. Al bajar, los refugiados se colocaban en filas a fin de dar cumplimiento a la última disposición sanitaria: vacuna antitífica, la que se hizo por medio de una brigada especial que atendió en el interior de uno de los galpones. Se determinó que dos inmigrantes requerían hospitalización y fueron llevados al hospital.
A medida que cada uno era vacunado, y daba sus datos, salía enseguida a colocarse en los diversos grupos que se había formado. Aquellos cuyas vestimentas eran exiguas y deficientes, eran atendidos por un comité de damas españolas y chilenas, las cuales entregaban a cada refugiado una caja conteniendo mudas completas de ropa blanca. Se les daba también ternos completos, zapatos, chaquetas, etc.
La labor de desembarco se realizó calmadamente, sin inconvenientes de ninguna especie. Doctores y enfermeras chilenas procedían a vacunar a los inmigrantes con la vacuna antitífica a fin de prevenir problemas posteriores a los refugiados.
Se aproximó al barco un tren especial, con doce vagones, dispuesto para llevar a Santiago de Chile a 1.600 refugiados que iban a ser distribuidos entre la capital chilena y las ciudades del sur de Chile.
Gran multitud de porteños habían llegado al Puerto a presenciar el desembarco, la Banda Municipal interpretó los himnos patrios de Chile y España. La recepción otorgada a los refugiados fue calurosa. El Alcalde de Valparaíso y los regidores se hicieron presentes para el desembarco. También se encontraba presente don Rodrigo Soriano, último embajador del Gobierno Republicano en Chile.
Esperaban en Valparaíso los familiares de setenta refugiados republicanos cuyo reencuentro dio lugar a conmovedoras y emotivas escenas.
En Valparaíso, la bienvenida a los refugiados del " Winnipeg" fue apoteósica. Una impresionante masa humana colmaba muelles, edificios aduaneros, grúas y maquinarias del Puerto. Bandas de música tocaban tonadas y cuecas chilenas. Banderas y pancartas ondeaban por todas partes. La gente gritaba, reía y aplaudía.
A las nueve de la mañana se inicia el desembarco de todos los refugiados, que se realiza en forma muy ordenada, cumpliendo instrucciones adoptadas previamente por las autoridades chilenas.
Inmediatamente de tendido el puente y después de las comprobaciones finales de documentos, se inició el desembarco, el cual estuvo a cargo de los funcionarios especiales del Gobierno de Chile y el recibimiento en tierra a cargo del Comité de Recepción. Al bajar, los refugiados se colocaban en filas a fin de dar cumplimiento a la última disposición sanitaria: vacuna antitífica, la que se hizo por medio de una brigada especial que atendió en el interior de uno de los galpones. Se determinó que dos inmigrantes requerían hospitalización y fueron llevados al hospital.
A medida que cada uno era vacunado, y daba sus datos, salía enseguida a colocarse en los diversos grupos que se había formado. Aquellos cuyas vestimentas eran exiguas y deficientes, eran atendidos por un comité de damas españolas y chilenas, las cuales entregaban a cada refugiado una caja conteniendo mudas completas de ropa blanca. Se les daba también ternos completos, zapatos, chaquetas, etc.
La labor de desembarco se realizó calmadamente, sin inconvenientes de ninguna especie. Doctores y enfermeras chilenas procedían a vacunar a los inmigrantes con la vacuna antitífica a fin de prevenir problemas posteriores a los refugiados.
Se aproximó al barco un tren especial, con doce vagones, dispuesto para llevar a Santiago de Chile a 1.600 refugiados que iban a ser distribuidos entre la capital chilena y las ciudades del sur de Chile.
Gran multitud de porteños habían llegado al Puerto a presenciar el desembarco, la Banda Municipal interpretó los himnos patrios de Chile y España. La recepción otorgada a los refugiados fue calurosa. El Alcalde de Valparaíso y los regidores se hicieron presentes para el desembarco. También se encontraba presente don Rodrigo Soriano, último embajador del Gobierno Republicano en Chile.
Esperaban en Valparaíso los familiares de setenta refugiados republicanos cuyo reencuentro dio lugar a conmovedoras y emotivas escenas.
Estación Mapocho Santiago de Chile (1912)
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Después de almorzar, se embarcaron en el tren especial a Santiago de Chile, del orden de 1.600 inmigrantes, quedando alrededor de 600 en Valparaíso.
Otros treinta refugiados viajaron por vía marítima, al puerto de Antofagasta, al norte de Chile, a trabajar en faenas de pesca. El tren partió a las 15.00 horas desde el mismo puerto de Valparaíso.
La distancia entre Valparaíso y Santiago de Chile era sólo de 150 km, sin embargo el recorrido del tren fue demorado por las manifestaciones de aprecio de los chilenos que se produjeron en todos los pueblos por los cuales pasaba la vía férrea.
El tren especial con los refugiados llegó a la Estación Mapocho de la capital chilena alrededor de las 20.30 horas, fueron recibidos por una multitud que los recibió en forma muy cariñosa.
Entre los refugiados venía Leopoldo Castedo, hijo de Sabastián Castedo, Ministro de Economía de Alfonso XIII. Posteriormente, en Chile, fue un célebre historiador. En España había trabajado con Federico García Lorca en "la Barraca". También era amigo de Rafael Alberti, gracias al cual tomó contacto con Neruda en París, y luego embarcado con su familia en el Añadir leyendaWinnipeg con destino a Chile.
En sus " Contramemorias de un Transterrado", Leopoldo Castedo describe la llegada del tren con los refugiados a Santiago de Chile :
"Si la recepción en Valparaíso fue emocionante, la de Santiago llegó a límites inimaginables. La Estación Mapocho de airosa arquitectura metálica, estaba repleta de entusiastas, hombres, mujeres, viejos y jóvenes. Estos se habían trepado a las farolas y a las estructuras sobresalientes del edificio. Los gritos, los abrazos, no tenían límite ni descanso. A los españoles del exilio, sustantivo que empleo transitoriamente, porque no cuadra utilizarlo en Chile, se nos había transmutado de proscritos abyectos en héroes de una guerra que Chile había seguido apasionadamente, como si hubiera sido suya".
Algunos afortunados encontraron trabajos en la misma estación repleta de gente, luego todos los refugiados y sus familias fueron invitados a una cena en los Centros Republicanos, Catalán y Vasco de Santiago, Finalizada la cual fueron conducidos a los distintos alojamientos preparados para ellos.
A algunos les esperaban, en Valparaíso y Santiago, inmediatas ofertas de trabajo y alojamientos de gentes de diferentes ciudades y pueblos de Chile, por lo que todos los llegados en el Winnipeg tuvieron desde el primer momento donde comer y dormir.Nadie quedó sin la debida atención desde el primer día, mediante la generosa hospitalidad que les ofreció la comunidad chilena y la española residente, arraigada desde antes en el país austral.
Los Centros españoles, fueron al comienzo, un gran apoyo para los refugiados. En ellos los inmigrantes realizaban reuniones, en las cuales, al mismo tiempo que se rememoraban los tristes últimos días de la guerra civil y el paso por Francia con sus campos de concentración y las experiencias pasadas, se intercambiaban novedades, informaciones sobre oportunidades de trabajo, nuevos hospedajes, atención médica y otros aspectos.
Otros treinta refugiados viajaron por vía marítima, al puerto de Antofagasta, al norte de Chile, a trabajar en faenas de pesca. El tren partió a las 15.00 horas desde el mismo puerto de Valparaíso.
La distancia entre Valparaíso y Santiago de Chile era sólo de 150 km, sin embargo el recorrido del tren fue demorado por las manifestaciones de aprecio de los chilenos que se produjeron en todos los pueblos por los cuales pasaba la vía férrea.
El tren especial con los refugiados llegó a la Estación Mapocho de la capital chilena alrededor de las 20.30 horas, fueron recibidos por una multitud que los recibió en forma muy cariñosa.
Entre los refugiados venía Leopoldo Castedo, hijo de Sabastián Castedo, Ministro de Economía de Alfonso XIII. Posteriormente, en Chile, fue un célebre historiador. En España había trabajado con Federico García Lorca en "la Barraca". También era amigo de Rafael Alberti, gracias al cual tomó contacto con Neruda en París, y luego embarcado con su familia en el Añadir leyendaWinnipeg con destino a Chile.
En sus " Contramemorias de un Transterrado", Leopoldo Castedo describe la llegada del tren con los refugiados a Santiago de Chile :
"Si la recepción en Valparaíso fue emocionante, la de Santiago llegó a límites inimaginables. La Estación Mapocho de airosa arquitectura metálica, estaba repleta de entusiastas, hombres, mujeres, viejos y jóvenes. Estos se habían trepado a las farolas y a las estructuras sobresalientes del edificio. Los gritos, los abrazos, no tenían límite ni descanso. A los españoles del exilio, sustantivo que empleo transitoriamente, porque no cuadra utilizarlo en Chile, se nos había transmutado de proscritos abyectos en héroes de una guerra que Chile había seguido apasionadamente, como si hubiera sido suya".
Algunos afortunados encontraron trabajos en la misma estación repleta de gente, luego todos los refugiados y sus familias fueron invitados a una cena en los Centros Republicanos, Catalán y Vasco de Santiago, Finalizada la cual fueron conducidos a los distintos alojamientos preparados para ellos.
A algunos les esperaban, en Valparaíso y Santiago, inmediatas ofertas de trabajo y alojamientos de gentes de diferentes ciudades y pueblos de Chile, por lo que todos los llegados en el Winnipeg tuvieron desde el primer momento donde comer y dormir.Nadie quedó sin la debida atención desde el primer día, mediante la generosa hospitalidad que les ofreció la comunidad chilena y la española residente, arraigada desde antes en el país austral.
Los Centros españoles, fueron al comienzo, un gran apoyo para los refugiados. En ellos los inmigrantes realizaban reuniones, en las cuales, al mismo tiempo que se rememoraban los tristes últimos días de la guerra civil y el paso por Francia con sus campos de concentración y las experiencias pasadas, se intercambiaban novedades, informaciones sobre oportunidades de trabajo, nuevos hospedajes, atención médica y otros aspectos.
Inicialmente, los refugiados tenían la esperanza que se produjera un cambio en la situación política de España que les permitiera retornar, sin problemas, a la tierra natal, pero pasaron los años y esto no sucedió. Así, los refugiados se fueron integrando cada vez más en el país austral que tan cordialmente los había acogido. Los refugiados del Winnipeg se fueron separando entre sí, hasta llegar casi a no relacionarse entre ellos mismos, salvo los que mantenían una antigua amistad. Además, que, como hemos dicho, estaban repartidos a lo largo de los cuatro mil kilómetros de largo de Chile.
¡Muy interesante!. Me encantó leer este relato, porque acá en México también he leído los agradecimientos de los refugiados españoles, pero están en una placa conmemorativa, pero en realidad, nunca he leído un escrito como este. Felicitaciones Ulysses, ¡,uy interesante.
ResponderBorrarSaludos.
Muy bueno lo que escribiste Ulysses.
ResponderBorrarMe habría gustado estar en esa llegada del barco a Valparaíso.
Qué emoción habrán sentido después de tanto sufrimiento.
Saludos
Muy bonito e interesante. Salud♥s
ResponderBorrarEres un verdadero periodista...Un saludo.
ResponderBorrarhermoso relato gracias!,no sabia del relato ni tenía noticia de esas actitudes de Neruda.
ResponderBorrargracias.
Hola Ulysses. He resucitado mi blog: simonking1.blogspot.com
ResponderBorrarSi Chile, Argentina y mi pasi Uruguay recibieron con brazos abierto diferentes corriente inmigratorias. Sin ir muy lejos Uruguay se nutre de justamente inmigrantes.
ResponderBorrarFue interesantisimo leerte.
Gracias por visitarme
Hola, amigo: Gracias por la visita. Allí en el "slide" encontrarás las instrucciones para hacerlo. Eso hice yo y me salió bien. En cuanto a tu interesante referencia histórica, te felicito. Sabía de este episodio en la vida nerudiana muy tangencialmente. Has contribuido con lujo de detalles a rememorar un hecho que, sin duda, tiene un gran interés histórico para Chile y España. Como un verdadero historiador describes la travesía y sus acontecimientos, la mayoría felices y el generoso y gallardo comportamiento del pueblo chileno al recibir como hermanos a los refugiados españoles. Realmente hermoso. Un fuerte abrazo. Alichín
ResponderBorrarMi bisabuelo fue encarcelado (era sindicalista) y mi abuelo y su hermano, unos niños aún, fueron enviados a Inglaterra, como refugiados. Mi abuelo siempre habló muy bien de su tiempo allí, le recibieron como un hijo más. Cuando lo leía, pensaba qué hubiera sido de mi familia de haber tenido que partir a Chile. Probablemente, no existiría yo.
ResponderBorrarNo sabía que Neruda fue partícipe de esta aventura de los republicanos, muy bonita esa frase, no podía ser otro.
Por cierto, aprovecho para agradecer a Chile y a muchos otros países de destino que acogieran tan bien a los españoles exiliados de la guerra.
ResponderBorrarLas Guerras Civiles son terribles. Enfrentan a hermanos, amigos, vecinos. Es muy triste!
Impresionante documento, Ulysses. Voy a imprimirlo para guardarlo entre mis cosas. Durante estos días he estado indagando sobre mi árbol genealógico, y no deja de ser emocionante ver parte de la historia de uno a través de las vivencias de los familiares. Gente que luchó por la República durante la Guerra Civil, o que se vieron envueltos en la Guerra de Cuba. Que lucharon por sus ideas, como hizo Neruda. Viéndose muchas veces arrastrados por conflictos que ellos nunca hubieran provocado, pero que no podían eludir, como ocurre en la mayoría de los conflictos. Desde aquí siempre estaremos agradecidos a los que ayudaron a los nuestros cuando lo necesitaron. El mayor peligro que corren los pueblos es olvidar su historia.
ResponderBorrarUn abrazo
Muy bueno y muy triste que el pueblo español que tan bien ha sido acogido por todo el mundo, olvide cosas como esta y no traten (no todos pero sí demasiados) con la misma generosidad a los que vienen ahora para España, en especial a los hermanos sudamericanos...
ResponderBorrary me quedo con el detalle de Neruda llevando la poesía más allá de las letras...
Un abrazo mu gordo!!!
Neftalí
Escribí ayer aquí un comentario larguísimo y no sé qué ocurrió que se me perdió,no es la primera vez que me pasa .Hablaba justamente de lo injustos que son muchos de los españoles que se sientan mal ante la emigración. Creo que no saben o han olvidado que siempre España fue una población emigrante.Ya emigró Colón,no para difundir la cristiandad, que todo lo adornan para que nos lo creamos, fue a buscar nuevas riquezas para los Reyes Católicos y para él.Destrozaron todo lo que les apetecíó, la gente que iba era de la más baja,pendencieros,prisioneros,prostitutas y ya te digo,todos los países que colonizaron a otros les hicieron un desfalco,un destrozo,catástrofes y enfermedades.
ResponderBorrarEstoy contenta de que me hayas dado a conocer esto que cuentas,no lo sabía, hay hombres que son grandes en todo y Neruda efectivamente lo es.
A mis compatriotas españoles también se les olvida que desde la postguerra muchos países nos acogieron,nos protegieron y la emigración española fue la mano de obra que ayudó a Alemania a prosperar,a Francia,Suiza y ya no digamos de toda Hispanoamérica,ahora que nosotros estamos mejor ,justo es que recibamos bien a los que vienen a trabajar .En general quienes menos gustan son los rumanos,del resto yo no he visto discriminación ,al menos aquí en Palma. Yo que nací en Salamanca (Castilla)cuando vine a vivir a Palma tampoco me sentía bien recibida ,para ellos era forastera,sobre todo porque aún no conocía su lengua (mallorquín).
Pero las personas en todo el mundo necesitamos las mismas cosas: un lugar donde vivir,un trabajo del qué vivir,unos afectos y un mínimo de seguridad en un mundo muy cambiante.
Tienes razón, España se ha olvidado de toda esa ayuda que recibió de Hispanoamérica y de que fue un pais tuvo q emigrar, y en ocasiones se trata mal a los emigrantes, a los sudamericanos también.
ResponderBorrarCuando vivia en Bolivia, los taxistas me decian q en España éramos un poco racistas. Y yo trataba de defendernos, al menos pidiéndoles que no generalizaran, porque hay cosas indefendibles, pero ellos se quejaban del trato q recibian sus familias. Yo lo he visto en el caso de una amiga boliviana, no todos la han recibido bien, especialmente en el ámbito laboral, pero incluso me ha contado algunas cosas del instituto de formación profesional q no podia creer q ocurrieran ya.
En fin, tratemos de no generalizar... también hay gente que está dispuesta a ayudar.
Pero en cualquier caso, es una pena, estoy de acuerdo con Neftali.
ResponderBorrarUlysses, te importa que ponga un link de tu blog en el mío.
ResponderBorrarGracias.
Un saludo
Neftali: por supuesto, no hay problema.
ResponderBorrarGracias
Gracias a todas las personas que colaboras para que conozcamos nuestra historia y podamos agradecer a todos Los países que nos acogieron, gracias
ResponderBorrarGracias a todas las personas que colaboras para que conozcamos nuestra historia y podamos agradecer a todos Los países que nos acogieron, gracias
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