Me ven ahora

31 de enero de 2013

Poemas Tomas Tranströmer




  De marzo del ’79, Los cuatro temperamentos y Solsticio de invierno, tres poemas de Tomas Tranströmer publicados en la antología El cielo a medio hacer. (2010, Nórdica Libros, Traducción de  Roberto Mascaró).

DE MARZO DEL 79’ (1983)


Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje

parto hacia la isla cubierta de nieve.

Lo salvaje no tiene palabras.

¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!

Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.

Lenguaje, pero no palabras.



LOS CUATRO TEMPERAMENTOS (1958)

Registrando, el ojo transforma los rayos solares en bastones policiales.
Y de noche: la bulla de una fiesta en el piso de abajo
sube como flores irreales a través del suelo.
Salgo a la llanura. Oscuridad. El vagón parece no moverse.
Un anti-pájaro graznaba a la ausencia de estrellas.
Arriba el sol albino, lanzando oscuras marejadas.
*
Un hombre como un árbol erguido con hojas crujientes
y un rayo en guardia vio al sol con hedor de bestia
que buscaba entre alas crepitantes sobre la isla de acantilados
del mundo, avanzando tras banderas de espuma por la noche
y el día, con blancos pájaros lacustres y ruidosos
en cubierta, y todos con pasaje hacia el Caos.
*
Basta con cerrar los ojos para oír claramente
el pequeño domingo de las gaviotas sobre la comarca interminable
[del mar.
Una guitarra comienza a abotonar el arbusto y la nube avanza
lentamente, como el trineo verde de la primavera tardía
—con la luz amarrada que relincha—
llega resbalando sobre el hielo.
*
Desperté con los tacones de la amiga golpeteando en el sueño
y, afuera, dos montones de nieve, como olvidados guantes del invierno,
mientras octavillas del sol se desplomaban sobre la ciudad.
El camino nunca tiene fin. El horizonte se apura hacia adelante.
Los pájaros sacuden el árbol. El polvo se marea en torno a las ruedas.
¡Todas las rodantes ruedas que contradicen la muerte!

SOLSTICIO DE INVIERNO (1996)

Mi ropa irradia
un resplandor azul.
Solsticio de invierno.
Tintineantes panderetas de hielo.
Cierro los ojos.
Hay un mundo sordo,
hay una grieta
por la que los muertos
traspasan la frontera.

(Tomas Tranströmer)

23 de enero de 2013

Matar a un elefante y otros escritos George Orwell





No creo que la personalidad y la literatura de George Orwell necesiten de presentación alguna. El volumen que se reseña aquí es una miscelánea de diferentes piezas, ninguna de ficción, y creo que contiene el mejor Orwell, el político y el testimonial. Orwell es uno de esos autores un poco inclasificables que molesta a los ortodoxos de todos lados y al que, en ocasiones, reivindican supuestos heterodoxos que no lo son tanto. 

Sus novelas, como 1984 o Rebelión en la granja, han sido muy publicitadas por diversas razones, incluso por personas cuyas ideas, si uno lee con detenimiento a Orwell, le hubieran provocado picores. Orwell bebe en esas novelas en la tradición satírica inglesa, en Swift, sobre todo, pero también en sus experiencias en la guerra civil española y en la Segunda Guerra Mundial. Creo que lo que Orwell mostrarnos es la manera en que la “guerra total” transforma la conducta humana y la conduce hasta la animalidad. Eso es lo que Orwell llama “totalitarismo”, independientemente del régimen que lo practique. 

 Aun cuando 1984 o Rebelión en la granja han sido identificadas como sátiras sobre el comunismo –o sobre sus excesos-, Orwell no renunció jamás a las ideas que le habían hecho viajar a España, de forma independiente, para luchar en el POUM. “Mis sentimientos son sin duda alguna de izquierdas”, escribirá él mucho más tarde. Y a pesar de sus dudas, motivadas sobre todo por lo que vio y el desaliento que le causó la desorganización de las milicias y el estado en que se encontraba la zona gubernamental, siguió sin renunciar a sus ideales. 

 Orwell, al contrario que muchos de los intelectuales que vinieron a España a hacer “turismo revolucionario”, tampoco se hacía demasiadas ilusiones sobre la pureza liberadora de la violencia; quizás por eso fue también capaz de transmitir humanidad en lo que escribía, salvándose del panfleto y, como dice Andrés Trapiello, mirando las cosas de frente “porque su mirada no estaba dispuesta a enajenarse ni cautivarse con la ortodoxia de la realidad” (Las armas y las letras). Es famosa la anécdota que cuenta aquí sobre su negativa a disparar a un soldado del bando nacional que atravesaba el campo con los pantalones bajados, después de aliviarse, porque, según Orwell, “un hombre con los pantalones bajados no es un fascista”. 

El volumen se inicia con dos relatos autobiográficos de Orwell, el que da título al libro y Marrakech, escritos respectivamente en 1936 y 1939. Son esbozos breves, precisos, de una prosa limpia y sincera, en los que el autor reflexiona sobre la abominación del colonialismo (él mismo fue policía en Birmania). También cuenta el volumen con cuatro reseñas de libros publicados en la época, "Los últimos días de Madrid", de Casado; "Camino de servidumbre", de von Hayek; "El espejo del pasado", de Zilliacus; y finalmente "Su mejor hora", de Churchill. Contiene también un fantástico ensayo sobre La política y la lengua inglesa, en el que denuncia con gran ironía los excesos lingüísticos del periodismo. Como indica Arcadi Espada en el prólogo, dice mucho sobre el estado del periodismo en España el que este texto haya estado inédito en castellano durante la friolera de medio siglo. 

 Finalmente, y lo que constituye el cuerpo central del volumen, que son los Diarios de guerra (1940-1942), los Recuerdos de la guerra civil española (1942) y una selección de los artículos que Orwell escribió para Tribune entre diciembre de 1943 y febrero de 1945 en una columna titulada “A mi antojo”, en la que el autor se despacha a su gusto contra muchos de los tópicos que en aquel momento se están manejando. En esta parte (pág. 242) Orwell escribe una de las reflexiones más alucinantes que he leído nunca. Respondiendo a Vera Brittain, que se lamenta de las atrocidades de los bombardeos sobre Alemania y la “deshumanización” de la guerra, Orwell escribe (19 de mayo de 1944): 

“En esta fase de la historia, la guerra no es evitable. Como ha de suceder, a mí no me parece mala cosa que hayan de perecer otros ciudadanos además de los hombres jóvenes. En 1937 escribí esto: ‘A veces me consuelo al pensar que el avión ha empezado a alterar las condiciones mismas de la guerra. Tal vez, cuando sobrevenga la próxima gran guerra, veamos algo que carece de precedentes en la historia: un patriotero con un balazo en el pecho’. Aún no lo hemos visto (ta vez sea una contradicción en los términos), pero lo cierto es que el padecimiento de esta guerra se ha repartido de una manera más igualitaria que el de la última. la inmunidad de la población civil, una de las cosas que ha hecho posible la guerra, ha volado hecha añicos. Al contrario que miss Brittain, yo no lo deploro. No entiendo que una guerra se “humanice” cuando se confina a la matanza de los jóvenes, ni que se haga “barbarie” cuando también son los ancianos los que mueren”. 

En resumen, una obra sin desperdicio. Quien quiera asomarse al ambiente en las calles de Londres durante las tristes jornadas de Dunkerque, el Blitz y los meses oscuros de 1940-1941, en los que Gran Bretaña peleó sola, puede leer este inteligente y humano registro quaquíe Orwell nos dejó. No falta nada: las especulaciones, los rumores, las dudas, los refugios, los bombardeos, los efectos de la propaganda, la Home Guard y sus trincheras en Lords (el sancta sanctórum del criquet), Churchill, Halifax, y cien mil cosas más. Sin costumbrismo y sin cinismo, con una capacidad de observación digna del Swift del "Diario del año de la peste". También una extraña constatación: mientras las cosas ocurren, pocos saben lo que sucede realmente y cada uno vive su guerra. Luego llega la versión oficial y hay que creérsela.

 Para leer la historia "Matar a un elefante" hacer click aquí

15 de enero de 2013

Descubrimiento de la lectura



Mis hermanas mayores, cuando yo era pequeño, me llevaron a la biblioteca, y de ese modo transformaron mi vida. Al cabo de un tiempo encontré allí mi propio camino, y nací dos veces.


Harold Bloom

8 de enero de 2013

Historias de Jaén El Lagarto de Jaén

Leyendas


La leyenda del lagarto de la Magdalena está muy arraigada en Jaén, hasta el punto de convertirse en uno de los símbolos de la ciudad. Uno de los diez tesoros que conforman el Patrimonio Cultural Inmaterial de España.


El pastor y interpretación histórica de la leyenda


La influencia de la leyenda del lagarto de la Malena (o Magdalena)  o simplemente lagarto de Jaén, se refleja en las festividades, cabalgatas y festivales musicales ("Lagarto Rock"). En la cultura jiennense se dice que la propia estructura de la capital del Santo Reino, "enroscada en torno al cerro de Santa Catalina", recuerda a la fisonomía del legendario lagarto o dragón.

La leyenda


La primera referencia escrita del mito data de 1628. En una cueva junto a la fuente de la Magdalena apareció un lagarto de gigantescas dimensiones. El reptil devoraba a los que iban a por agua al manantial y provocó el terror entre los jiennenses. Esta primera parte de la leyenda se diversifica en tres versiones diferentes sobre la muerte del lagarto:
  • El pastor y la piel de oveja. El hombre, cansado de que el lagarto se comiera su ganado, tuvo una idea para acabar con el lagarto. Cogió a una de sus ovejas y la mató, sacándole parte de la carne y rellenándola con pólvora. El reptil, al oler la sangre del cordero, lo devoró y murió al ser abrasado por dentro.

  • El preso y los panes. Un preso condenado a muerte solicitó que le indultaran, a cambio de matar al lagarto. Dado el pánico de los vecinos ante el monstruo se le concedió la oportunidad de intentarlo. Para ello, pidió un caballo, unos panes calientes, un saco de pólvora y una piel de cordero. Al caer la noche, el preso se dirigió a la cueva y fue dejando una hilera de panes. El animal se despertó y se los fue comiendo tras el hombre, que no paraba de lanzar panes mientras huía a caballo. Al llegar a la plaza de San Ildefonso, en lugar de un pan le lanzó el saco de pólvora envuelto en la piel del cordero,encendió la mecha y  el animal devoró el cordero e, instantáneamente, el lagarto explotó. pegando el horrible animal un reventón como jamás se hubiera escuchado antes en la ciudad.
 Según expertos en la leyenda como, Alfredo Cazabán y Juan Eslava Galán, esta versión es la más realista de las tres, puesto que en la Iglesia de San Ildefonso durante mucho tiempo se expuso una piel de reptil, seguramente de un caimán, sobre la que más tarde se pintó un retrato.

  • El caballero y los espejos. Los jiennenses acudieron a un guerrero, el cual llegó con una armadura de espejos; al acercarse al animal, los rayos solares reflejados en los cristales cegaron al lagarto. El caballero aprovechó ese momento para acabar con el lagarto. Esta versión recuerda a la leyenda del dragón del Patriarca, y es la menos arraigada en Jaén.

Interpretación histórica de la leyenda


Se mantiene la creencia de que la leyenda podría tener cierta base histórica real, siempre sin perder de vista la tradición popular y lo inverosímil que supone la fundamentación de la propia leyenda.


Se dice que en uno de los viajes de Cristóbal Colón a América, viajaba un jiennense como carpintero de una de las carabelas. Al llegar al Nuevo Mundo, le sorprendió un lagarto algo más grande que los que conocía del viejo continente, por lo que decidió llevárselo.

Al llegar a Jaén, el animal comenzó a aumentar su tamaño de manera alarmante y el carpintero no paraba de buscarle comida para mantenerlo saciado. El hombre desconocía que el reptil que se trajo de América era, realmente, una cría de caimán.

A medida que pasaba el tiempo el animal necesitaba cada vez más carne, por lo que el hombre decidió soltarlo a su suerte, provocando el ya conocido pánico entre los vecinos de Jaén.


Esta versión concuerda con la piel de caimán expuesta en la Iglesia de San Ildelfonso, aunque sigue resultando bastante "fantástico" el halo misterioso que envuelve a la leyenda y su posible fundamentación histórica.

Eslava Galán observa que muchos manantiales están dedicados a la Magdalena tanto en la Península Ibérica como en el sur de Francia, región donde, según una de las leyendas del grial, desembarcaron en el siglo I María Magdalena y José de Arimatea.

Los paralelismos con Jaén abundan, y alcanzan su máximo exponente en la localidad francesa de Rennes-le-Château, núcleo moderno de Rennes-les-Bains, que cuenta también con manantial y una iglesia de la Magdalena y cuyo nombre de origen celta podría significar "serpiente corredora"

Emblema de la identidad jiennense


La repercusión y el arraigo de "La leyenda del Lagarto de la Magdalena de Jaén" traspasó las fronteras de la ciudad del Santo Reino hasta el punto de convertirse en uno de los diez tesoros que conforman el Patrimonio Cultural Inmaterial de España, junto con el Carnaval de Cádiz, la Semana Grande de Bilbao, etc. Tras dicha designación, el 2 de julio pasó a ser el día de conmemoración de la leyenda del lagarto de la Malena.

La identificación de la figura del dragón o lagarto en la capital también se extiende a elementos tales como el escudo de la Catedral de Jaén, en el que aparece sometido a los pies de la Virgen y sobre un recinto amurallado que simboliza la ciudad.


El propio equipo de fútbol de la capital jiennense, el Real Jaén CF lleva "un lagarto" en sus camisetas, como representación de la leyenda y también es, sobradamente, conocida la denominación de los jiennenses como "lagartos". Hasta en las propias expresiones de la jerga jiennense aparece frecuentemente "reventar como el lagarto de Jaén".

La interacción del mito con la naturaleza y su historia así como la enorme influencia y legado a las comunidades y los grupos, el sentimiento de identidad y de continuidad histórica y popular, convierten a la Leyenda del Lagarto de Jaén en uno de los estandartes de la cultura y la personalidad de los jiennenses.



Bibliografía:   La leyenda del Lagarto de la Malena y los mitos del dragónJuan Eslava Galán1981


5 de enero de 2013

Historias de Jaén Taberna el Gorrión

 
 
La taberna “El Gorrión” y su jamón
No hace mucho tiempo recibí un correo de mi buen amigo Miguel Villar, el cual me mandó, al parecer, la verdadera historia del famoso jamón de la no menos afamada taberna “El Gorrión” de la ciudad de Jaén. A continuación paso a relataros aquellas letras recibidas:


A modo de testamento privado y para conocimiento de quien en un futuro pueda leerlo es mi deseo dejar escrito en este papel, que después meteré en una botella de las que tengo en la bodega, como mensaje de un náufrago que lanzó al mar del porvenir, la verdadera historia de un jamón que, hace ya años, decidí indultar y transmitir a quienes me sucedan en esta taberna.


     Corría el año mil novecientos dieciocho y en los días en que se acabó la Gran Guerra, vinieron a mi casa unos extranjeros acompañados por un buen amigo mío. Me  los presentó y me pidió que los atendiera en un lugar discreto. Los bajé a la bodega. Entre ellos, venía una hermosa mujer que, nada más verme, me miró a los ojos de una manera que me hizo temblar. Era rubia, no muy alta, pero esbelta como un junco y elegante como la torre de las campanas. Sus inmensos ojos azules me calaron hasta donde ya no sabes distinguir si eres tú o el vacío. Se me secó la garganta y tuve que esforzarme para no salirme de mi sitio. Debió de darse cuenta de mi situación y sonriendo como una diosa, bajó los ojos y me liberó para que pudiera servirles lo que me habían encargado. Pasaron casi dos horas charlando a media voz y, en una de las ocasiones en que bajé a servir, con una cara de ángel que llenaba el corazón de agua fresca, se dirigió a mí para decirme en un entrecortado y  gracioso chapurreado de español, mientras se señalaba una mancha sobre el precioso pecho derecho, que “la pata de cerdo” colgada en el techo le había dejado caer una gota de grasa y le había manchado el vestido. No supe cómo reaccionar; miré a mi amigo, quien, con un gesto, me indicó que no me preocupara, y le ofrecí si quería subir a la casa a quitarse la mancha. No me entendió y, cuando uno de sus compañeros se lo tradujo, sonrió, se levantó de la silla y, mirándome a los ojos de una manera que me volví a quedar sin resuello,  - ¡Vamos!,-  me dijo, mientras echaba a andar hacia la escalera.
      Subí tras ella aspirando el encantador perfume que exhalaba y recreándome, sin poder remediarlo, en aquella preciosa silueta que se cimbreaba ante mis ojos.
      La guié hasta la casa, entró sin remilgos y se sentó donde le indiqué. Busqué el quitamanchas y el cepillo de la ropa. Me acerqué a ella y se lo ofrecí. Ella, sin levantarse de la silla, me indicó que lo aplicara yo sobre la mancha, elevando su pecho hacia mí. Al verme un poco cortado, -¡Ánimo, hombre!,-  me dijo, en tanto que sonreía con aquella sonrisa divina que se me colaba hasta los últimos rincones de mi cuerpo.
      Mojé la toallita con el quitamanchas. Suavemente, comencé a frotar el tejido manchado, bajo el cual me pareció sentir el latido de aquel pecho; notaba su acompasada respiración y la tersa blandura del seno que se erguía desafiante. Le eché a la mancha un poco de talco para que se secara para cepillar los polvos. Sonrió, se levantó y, antes de salirse hacia las escaleras, se acercó a mí, alargó sus manos hasta mi cuello y, con su cara junto a la mía, atravesando mis ojos con los suyos, me dijo:
      - Eres muy  guapo -  y me besó en los labios.
      Cuando me di cuenta de donde estaba, ella ya se había bajado con sus amigos a la bodega. Descendí hasta allí, dejé el cepillo a mi amigo para cuando se secara la mancha y lancé al jamón que la había manchado la mirada más agradecida que nunca nadie pudiera pensar.
      Algunos días después de aquello, mi amigo me dijo que aquella preciosidad de mujer era una princesa rusa y que pasó por Jaén, camino de Cádiz, desde donde se marchaba a los Estados Unidos.
       Como podrá suponer quien esto lea, aquel mismo día decidí indultarlo.

La historia me la contaron de manera muy similar cuando visité la taberna "El Gorrión". Es la historia de un jamón indultado por amor, aun se encuentra este Jamón en la taberna. La mas antigua de Jaén.


4 de enero de 2013

El tigre William Blake:

William Blake

GABRIEL HERMIDAS

El tigre

Tigre, tigre, que te enciendes en luz 
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?