Esta es una de las historias mas crueles que haya escrito Borges.
La intrusa
Por Jorge Luis Borges
(El informe de Brodie - 1970)
2 Reyes, I, 26
Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Moran. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.
En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas durmieron en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hoja corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.
Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos.
Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristian llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucia en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados, bastaba que alguien la mirara para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.
Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.
Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque. En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo: -Yo me voy a una farra en lo de Farias. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, úsala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer, Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.
Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban, razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.
Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.
La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.
Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serian las cinco de la mañana cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristian cobró la suma y la dividió después con el otro.
En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la maraña (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:
-De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.
Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que había traído la discordia.
El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristián le dijo:
-Vení; tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargué, aprovechemos la fresca.
El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche. Orillaron un pajonal; Cristian tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:
-A trabajar, hermano. Después nos ayudaran los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no hará más perjuicios.
Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.
____________________________________________________________________Notas:
La versión de la Septuaginta de la Biblia, une 1 y 2 Samuel mas 1 y 2 Reyes, en 1 Reyes a 4 Reyes, por lo tanto 2 Samuel en la Biblia actual corresponde 2 Reyes en la Septuaginta, al buscar en 2 Samuel, 1, 26 dice: "Angustiado estoy por ti, hermano mío Jonatás. Tú eras para mí especialmente amable. Tu amistad me era más dulce que el amor de las mujeres".Entonces se aclara todo, Borges utilizó la versión Septuaginta de la Biblia. Esta cita aclara el sentido del cuento, que por mantener la amistad entre hermanos, se puede llegar al asesinato. Existen otras versiones, algunos comentaristas opinan que se trata de un error, que nunca fue corregido. Otros, que Borges lo colocó deliberadamente para evitarse problemas con la Iglesia Católica, por la posible interpretación homosexual del versículo. Esta última interpretacion sugiere que el amor entre Los Nilsen era homosexual. Pero todos están de acuerdo, en el versículo citado en 2 Samuel 1, 26.
2.- De otra parte, hay también en el cuento de Borges una mención del episodio más conocido de Caín y Abel, en Génesis 4: "Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande...". De la unión de esos dos polos, el del amor fraternal en Reyes con el del odio fraternal en Génesis, proviene el modelo para el desarrollo del cuento.
3.- Creo conveniente reproducir una anécdota que Borges le contó a Richard Burgin y que repite Emir Rodríguez Monegal en Jorge Luis Borges. A Literary Biography (458). Tiene que ver con el hecho de que Borges, que a esas alturas estaba completamente ciego, no escribió él, con su propia mano, el cuento que ahora nos ocupa sino que lo dictó. Se lo dictó a su madre, a la severa doña Leonor Acevedo Suárez, a quien lo que ella oía le pareció odioso en extremo, pero que estoicamente se resignó a ponerlo sobre el papel. Pero he aquí que Borges declara también, en esa misma entrevista, que él tenía dudas acerca de cómo resolver el problema del final feroz de la historia y que fue su señora madre quien lo sacó de ese atolladero -de un atolladero que no es sólo técnico. Se refiere a los parlamentos últimos, sin duda los más crudos de todo el relato, y que como vemos le pertenecen a la victorianísima doña Leonor
Este cuento me ha impactado como cuando lo leí la primera vez. La actitud de los Nilsen es el machismo a la enésima potencia. Por parte de Borges, una historia novedosa y bien hilvanada, no podría ser de otra forma con este genial escritor.
ResponderBorrarGracias por compartir. Salud♥s
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Gracias por compartir a tan excelente escritor... BENDICIONES DEL TODO PODEROSO... FELIZ VALENTIN
Estremecedor relato el de Borges.
ResponderBorrarGracias por tus visitas que son siempre bienvenidas. Tu blog siempre buenísimo!! Un abrazo
UUUUUUuuuaaaaaaaaaaaauuuuuu!! La verdad es q el final del relato es espeluznante, aunque lo ve uno venir, porque para ellos la Juliana no parece sino un objeto... realmente sienten por ella un amor solo carnal, no te parece?
ResponderBorrarPero lo más fantástico es el tan acertado título: La intrusa.
Melba: Tienes razón era una sociedad muy machista, la que describió Borges.
ResponderBorrarJoselyn: muy bonitas tus copas brindando
Pamela: Que bueno que hayas reaparecido
Peter Punk: este cuento es cruel y estremecedor. Siempre es "La" Juliana, solo una cosa para usarse. Así es.
Gracias a todas por sus comentarios
Hola!
ResponderBorrarTienes un blog muy interesante!
Seguiré pasando!
Un beso desde Tarragona
Un cuento de arrabal. Borges, entre otro temas, no abordò el tema del amor o erotismo. Borges discurriò (literariamente) entre la metafìsica y los hèroes pendencieros de arrabal -lo èpico en la literatura-. Sè, que al decir esto, incurro en un error: empobrecer el universo literario de Borges. Su obra no se presta a reducciones. Es importante, Ulises, propiciar la lectura de Borges. Es un escritor excepcional en nuestra literatura hispanoamericana. Tan excepcional, ocmo un O. Paz, Huidobro, Gonzalo Rojas, Cortàzar, Rulfo, Unamuno,Bergamìn, Cernuda,Garcìa Lorca, G. Mistral, A. Reyes, Lopez Velarde, en fin...tantos y tantos màs...de acà, como del otro lado del atlàntico.
ResponderBorrarHola querido Ulysses.
ResponderBorrarYa estoy de regreso vale?
Muchos besos.
nunca la habia leido, gracias por hacermela conocer.
ResponderBorrarLo que dices del amor y Borges, siempre pense abra sentido pasión como hombre. No se es una sensacion rarisima con respecto a el. O sera que soy una persona demasiado sencilla para llerlo a él, no se.
Cariños gracias por siemrpe estar.
Hace años me impactó. Ahora, también.
ResponderBorrarGracias por recordarme lecturas ya olvidadas.
No cabe duda, ¡Borges, siempre será Borges!, ¡magistral el trato con las letras! Gracias por ponernos este relato y las explicaciones. Excelente post.
ResponderBorrarSaludos.
Me has ilustrado como siempre,tengo varias obras de Borges,pero lo cierto es que lo tengo pendiente,así que mi opinión no está fundamentada.
ResponderBorrarHasta hace bien poco ,e incluso para algunos aún hoy día, la mujer es una cosa,de ello es un reflejo el maltrato y asesinatos frecuentes de mujeres,son amores malentendidos porque en realidad quien ama,no daña.La historia está llena de historias así de crueles e injustas.¿qué es la mujer africana y las niñas en situación de guerra sino un arma de guerra violándolas,destrozándolas para atacar al contrario? eso está ocurriendo hoy día.Abrazos.
me inpact0 esta muy interesante que siempre seras borges!!!!!!!!!!!!!muy interesante
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