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11 de mayo de 2014

Susana Reyes / Esperé a Ulises cada tarde

Historia de los espejos



Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.
Tu llegada ahí es tu destino
mas no apresures nunca el viaje
Constantin Cavafys


Historia de los espejos

I
Para doña Martha Sutter de Selva

Esperé a Ulises cada tarde
alerta, fiel, con mis aves resueltas.

Me senté en el viejo umbral
a deshojar el horizonte.

Los tejidos ablandados por las lágrimas
se desanudaban solos
en una rutina feliz e incierta

No sé si él supo de abismos,
de oscuridades o silencios,
pero el corazón me guió
cada noche hasta sus pasos.

Me ahogué con él
y mil veces me arrastró el viento
en los desiertos.

Gané el hambre y las fiebres
el nudo en la garganta
al que se ató cada noche
para no saltar al vacío.

Y caminé con él
mas nunca supe que sus pasos
huían de mi Itaca,
que quemó sus naves
en el primer puerto,
que se escondió en los espejos…

Pero él no sabrá de las dimensiones,
que camino con él
que lo veo irse y volver cada noche
en este espejo
que sigo tejiendo.


II

Cayó despacio el tejido
y sus hilos mudos y húmedos
se quebraron.

Hubo dolor inexplicable
Un perdón simple insuficiente
un espejo retratando al sol que era mi cara
y la cara de todas aquellas
que en balde amamantaron los días.


III

El pie certero
o la ficha marcada,
la salida del dédalo
hecho de noche y llanto.
La llave sin el listón cambiado,
el ladrillo falso, la máscara
la alfombra, el sortilegio,
el pasadizo de hueso y polvo
el acertijo, el espejo…
la sangre fría o las venas de piedra
Dámelos
porque duele el alma y
muere un poco en cada intento.



Ulises

Nadie te enseña a volver
te quedas ahí
esperando una corriente que te lleve
sin saber a qué playa
y regresas a otra orilla
que te cobija y alimenta
y olvidas el camino
en el sueño que no vuelve
          eco impreciso en tu latido
          eco triste
                 ajeno ya
                            imposible
                                      sin nombre
No se sabe volver
a donde nunca se ha ido



Ítaca

Detrás de su huella se borró el camino.

Lejos de sus ojos,
la Ítaca olvidada
floreció de una eternidad transparente
su dimensión
ahora es otra
          quizá la mentira crea la felicidad.

Ulises sigue vagando triste
No saben nada los caminos
de aquel que borró su huella.
Ítaca no lo recuerda
ya no tiene su aroma en las laderas
ya no florece de amor para sus ojos.

Dicen que después de sus batallas
lloraba por aquella casa
hoy escondida en sus pupilas

El camino incierto y pobre
frente a su grandeza
le hizo olvidarla.
En otras aldeas de espejo dejó su estirpe.
Los pasos rotos
no sangran lejos de los espinos
ni añoran ya los otros pasos

Susana Reyes

1 comentario:

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