Me ven ahora

22 de septiembre de 2007

Marxismos


Groucho Marx

(n. 2 de octubre de 1890 - 19 de agosto de 1977) fue un Actor, comediante y escritor Estadounidense , conocido principalmente por ser uno de los miembros de la familia cómica Hermanos Marx.
Groucho Marx ha demostrado un gran ingenio en cualquier situación.
Aquí hay una pequeña recopìlacion de algunas de sus mejores frases:

Eres la mujer más bella que yo haya visto nunca, lo cual no dice mucho a tu favor.

Recuerden, caballeros, que estamos peleando por el honor de esta mujer, que es, probablemente, más de lo que ella nunca hizo.

Fijaos en mí: he conseguido pasar de la nada a la más absoluta pobreza.

No quiero pertenecer a ningún club que me admita como socio.

Nunca olvido una cara, pero haré una excepción en su caso.

Un hombre sólo es tan viejo como la mujer que ama.

Conozco a centenares de maridos que serían felices de volver al hogar si no hubiese una esposa esperándoles.

¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!.

Debo confesar que nací a una edad muy temprana.

El matrimonio es una gran institución. Por supuesto, si te gusta vivir en una institución.


La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados

Groucho Marx fue incinerado, sus cenizas se guardan en el Eden Memorial Park, siendo falso el epitafio "Perdonen que no me levante" que popularmente se cree que está en su tumba

17 de septiembre de 2007

El Juicio de Paris ( El Eterno Femenino 1ª Parte)

El primer concurso de belleza




Un amigo y una amiga han encontrado este post un poco largo, así es que lo dividiré en partes para que sea mas legible
Un divertidísimo dialogo entre las diosas y Paris, en el primer concurso de belleza.
¿Por qué Hera y Atenea quieren la destrucción de Troya?
Se trata del famoso Juicio de Paris , que por orden de los dioses tiene que elegir a la diosa más bella, y entregarle la manzana de oro, que la Discordia, no invitada a la boda de Tetis y Peleo (los padres de Aquiles) arrojó a las tres diosas; Hera, Atenea y Afrodita. Los dioses no quisieron dirimir en tal caso, pues no querían problemas con ninguna de ellas.
Pero ¿como había comenzado todo?
La leyenda más famosa protagonizada por Eris ( la diosa de la discordia) cuenta cómo inició la Guerra de Troya. Tanto los dioses y diosas como diversos mortales fueron invitados a la boda de Peleo y Thetis (que luego serían padres de Aquiles). Sólo la diosa Eris no fue invitada debido a su naturaleza problemática. Así que Eris (en un fragmento de la "Cipria"), como parte de un plan urdido por Zeus y Temis apareció en la fiesta con la Manzana de la Discordia, una manzana dorada con la palabra Kallistipara la más hermosa» o «para la más guapa») inscrita, que arrojó entre las diosas provocando que Afrodita, Hera y Atenea la reclamasen para sí, iniciándose una riña. Zeus, para no tener que elegir entre las diosas, puesto que una era su esposa y otra su hija, encargó ser juez a Paris
Zeus: Hermes, toma esta manzana y vete a Frigia junto al pastor hijo de Priamo -que apacienta sus bueyes en el Gárgaro del Ida-, y dile: "Paris, Zeus te ordena que, por ser tú hermoso y entendido en asuntos de amores, juzgues cuál de estas diosas es la más hermosa; y que la vencedora reciba, como premio al juicio, la manzana". En cuanto a vosotras, es hora ya de que acudáis al lado del juez. Porque yo renuncio a a juzgaros, ya que os amo por igual y, si fuera posible, me gustaría veros vencedoras a las tres. Además, es fuerza que, al otorgar el premio a una sola, me ganara el odio de las demás. Por esta razón yo no soy un juez apropiado para vosotras, mas este joven frigio al que vais a acudir es de estirpe real y pariente de Ganimedes; es, además, sencillo y rústico, y nadie lo podría considerar indigno de contemplaros.
Afrodita: Por lo que a mí respecta, oh Zeus, aunque nos dieras por juez al mismo Mono, me sentiría confiada a su arbitraje. Porque ¿Qué podría censurar en mí? Pero es preciso que también éstas acepten a esta persona.
Hera: Tampoco, nosotras, Afrodita, abrigamos temor alguno, aunque tu Ares fuera el encargado del fallo; sino que aceptamos al tal Paris, sea quien sea.
Zeus: Y tú, hija mía, ¿Estás de acuerdo con ésto? ¿Qué contestas? ¿Vuelves la cabeza y enrojeces? Es propio de vosotras, las doncellas, de sentir vergüenza en tales casos. No obstante, haces un gesto afirmativo con la frente. Id, pues, y que las vencidas no se enfaden con el juez ni hagan daño alguno al muchacho, porque no es posible que seáis igualmente hermosas.
Hermes: Marchemos directamente en dirección a Frigia, yo delante, y vosotras seguidme sin retrasaros y sin temer. Yo conozco a Paris: es un hermoso mancebo aficionado al amor y muy apropiado para dirimir tales lances. No emitirá fallo desacertado.
Afrodita: Lo que tú dices está muy bien y juega a mi favor que nuestro juez sea imparcial. ¿Es soltero o hay alguna mujer que vive con él?
Hermes: Parece que vive con él una mujer del Ida, bastante bonita, pero rústica y terriblemente montaraz. Mas creo que no la aprecia mucho. ¿Por qué lo preguntas?
Afrodita:Te lo pregunté porque sí.
Atenea: ¡Eh tú, no haces bien en hablar tanto rato a solas con ésta!
Hermes: Nada malo decimos, Atenea, ni hablamos contra vosotras; me preguntaba simplemente si Paris es soltero.
Atenea: ¿Y qué significa, entonces, esta indiscreción?
Hermes: Lo ignoro, dice que se le ocurrió por casualidad, y que lo preguntó sin una finalidad concreta.
Atenea: Y qué, ¿es soltero?
Hermes: Parece que no.
Atenea: Entonces, ¿ama la guerra y la gloria, o es simplemente un pastor?.
Hermes: Exactamente no puedo decirlo, pero es de esperar que, siendo joven, aspire a alcanzar esta gloria y a ser el primero en el combate.
Afrodita: ¿Ves? Yo no te reprocho ni te echo en cara el que hables a solas con ella. Esta actitud es propia de personas quejumbrosas, no de Afrodita.
Hermes: Me preguntaba casi lo mismo que tú; así que no debes preocuparte ni considerarte en desventaja si yo le he contestado con la misma simplicidad que a ti. Pero con nuestra conversación nos hemos alejado de los astros y estamos casi en Frigia. Yo veo perfectamente el Ida y todo el Gárgaro, y aun, si no me engaño, a vuestro mismo juez, Paris.
Hera: ¿Dónde está? Porque yo no lo veo.
Hermes: Mira aquí, a la izquierda, Hera, no en la cima del monte, sino en la falda, donde está la gruta y donde ves el rebaño.
Hera: Pues no veo el rebaño.
Hermes: ¿Qué dices? ¿No ves, junto a mi dedo, unos bueyes que salen de entre las rocas, y un hombre que baja por los riscos, cavando en mano, y procura impedir que las reses se dispersen?Hera: Ahora lo veo, si es él.
Hermes: Pues es él. Y ya que estamos cerca, si os parece bien, bajemos a tierra y caminemos a pie, para no asustarle si caemos súbitamente ante él del cielo.
Hera: Tienes razón, hagámoslo así. Y ahora que ya hemos puesto el pie a tierra, es el momento, Afrodita, de ponerte a la cabeza y mostrarnos el camino ya que tú, como es natural, conoces bien el lugar por haber bajado muchas veces, según se dice, a ver a Anquises.
Afrodita: Tus chismes, Hera, no me hacen mucho efecto.
Hermes: No, yo os guiaré; porque yo también frecuente el Ida cuando Zeus estaba enamorado del muchacho frigio y en muchas ocasiones vine aquí enviado por él, para observar al mancebo; y cuando hubo tomado la figura de águila yo volaba a su lado y le ayudaba a sostener al bello mozo; y si mal no recuerdo, fue de esta roca de donde lo apresó, él se hallaba entonces tocando la flauta junto al rebaño; y Zeus se abalanzó sobre él por la espalda, lo asió muy suavemente con las uñas, cogió con el pico el gorro que llevaba en la cabeza y remontó al muchacho que, lleno de espanto y torciendo el cuello, dirigía su mirada a él. Entonces, yo tomé la flauta (pues la había dejado caer de temor) y ... Mas, he aquí cerca a vuestro juez, abordemóslo. Salud, pastor.
Paris: Salud a ti también, joven. ¿Quién eres? ¿Qué te lleva a mi país? ¿Quienes son esas mujeres que conduces? Porque no han nacido para recorrer los montes con lo bellas que son.
Hermes: ¡Pero si no son mujeres, Paris! Estás viendo a Hera, a Atenea y Afrodita; y yo soy Hermes a quien Zeus ha enviado aquí. Pero ... ¿Por qué tiemblas y palideces? No temas, no se trata de nada malo: te ordena que seas el juez de la belleza de estas diosas. Ya que tú eres hermoso, ha dicho, y entendido en asuntos de amor, a ti te confía la decisión. El premio del lance lo conocerás leyendo la inscripción de esta manzana.

El Juicio de Paris (El Eterno Femenino 2ª Parte y Final)

termina en guerra



Paris: Dame, pues lo que dice: "La más hermosa -dice- debe recibirla" Pero ¿Cómo podría yo, mi señor Hermes - un mortal, un campesino-, convertirse en el juez de un espectáculo tan maravilloso, que supera las posibilidades de un pastor? Juicios de esta clase son más bien propios de ciudadanos elegantes. En lo que a mi respecta, acaso supiera juzgar, con los medios de mi arte, qué cabra supera en belleza a otra cabra, qué ternera a otra. Mas éstas son todas igualmente hermosas y no sé cómo podría apartar la mirada de una y dirigirla a otra; la mía no puede apartarse fácilmente, sino que se mantiene fija allí donde primero se ha dirigido y alaba lo que ve. Y si se posa en otra parte, le parece igualmente hermosa, se extasía ante ella y con todo se siente atraída igualmente por las bellezas vecinas. En una palabra, su hermosura me ha invadido y cautivado por entero y lo que siento es no tener, como Argos, ojos en todo el cuerpo. Creo que emitiré un buen fallo dando a todas la manzana. Y, además, se añade a todo ello que ésta es hermana y esposa de Zeus, y esta otra su hija. ¿Cómo no va a resultar, en este caso, difícil el fallo?
Hermes: No lo sé. Pero no es posible inhibirse ante la orden de Zeus.
Paris: Convéncelas, al menos, de una cosa: que las dos que queden vencidas no se irriten contra mí, sino que consideren que la culpa es sólo de mis ojos.
Hermes: Así prometen hacerlo. Mas ya es hora que procedas al juicio.
Paris: Vamos a intentarlo. ¿Qué remedio me queda? Pero antes quiero saber una cosa: ¿bastará examinarlas tal y como están, o será preciso que se desnuden para una mayor exactitud en el examen?Hermes: Eso debes decidirlo tú, que eres el juez. Ordena lo que te plazca.
Paris: ¿Lo que me plazca? Quiero verlas desnudas.
Hermes: Vosotras, desnudáos, y tú examínala, que yo me vuelvo ya de espaldas.
Hera: Muy bien, Paris. Yo voy a desnudarme la primera para que veas que no tengo blancos sólo los brazos y que no me envanezco porque me llaman "la de ojos grandes", sino que en todas y cada una de mis partes soy igualmente hermosa.
Paris: Desnúdate también tú, Afrodita.
Atenea: Paris, no permitas que se desnude sin antes quitarse el ceñidor -pues es una hechicera-; no vaya a embrujarte con él. Y, además, no debería presentarse tan compuesta ni tocada con tanto colorete como una cortesana cualquiera, sino exhibir pura y simplemente su natural belleza.
Paris: Tienes razón en lo del ceñidor. ¡Quitatelo!.
Afrodita: ¡Y por qué, pues, no te quitas tú el casco, Atenea, y muestras desnuda la cabeza, sino que agitas el peinado e intentas atemorizar a nuestro juez? ¡Temes acaso que el brillo de tus ojos deje de surtir su efecto si se ve privado de su expresión terrorífica?
Atenea: Pues, mira, ya me he quitado el casco.
Afrodita: Pues, mira, yo también el ceñidor.
Hera: Y, ahora, ¡a desnudarse!.
Paris: ¡Oh, Zeus portentoso! ¡Qué espectáculo! ¡Qué belleza! ¡Qué placer! ¡Qué doncella, esta! ¡Qué esplendor, el de esta otra, tan regio, tan majestuoso, tan digno en verdad de Zeus! Y aquella, ¡Qué mirar tan dulce! ¡Qué sonrisa tan tierna y seductora! Me siento más que dichoso. Pero, si os parece bien, me gustaría examinaros una a una por separado, porque, ahora, por lo menos, estoy perplejo y no sé hacia dónde dirigir la mirada, pues mis ojos se sienten atraídos en todas direcciones.
Afrodita: Hagámoslo así.
Paris: Retiraos, pues, vosotras dos; y tú, Hera, quédate.
Hera: Me quedo. Y una vez me hayas examinado con toda detención, habrá llegado el momento de considerar, además, si te parece la recompensa por tu voto a mi favor. Porque si me proclamas la más bella, serás dueño del Asia entera.
Paris: Yo no juzgo esperando recompensas. Ea, retírate, que el fallo se emitirá según mi criterio. ¡Acércate tú Atenea!
Atenea: Heme ya a tu presencia. Y si me declaras la más hermosa, Paris, nunca saldrás vencido de un combate, sino que serás siempre victorioso. Pues yo te haré aguerrido e invicto.
Paris: No tengo, Atenea, ninguna necesidad de guerras ni de batallas. Porque, como ves, la paz impera en Frigia y en Lidia y en el reino de mi padre no hay conflictos. Mas no te preocupes, pues no serás postergada aunque emitiera mi fallo sin considerar recompensa alguna. Pero cúbrete ya, y ponte el casco, que te he visto lo bastante. Ahora le toca a Afrodita acercarse.
Afrodita: Aquí me tienes, a tu lado. Examíname con atención y sin prisas, sino deteniéndote en cada uno de mis miembros. Y ahora, si quieres, hermoso muchacho, escucha lo que voy a decirte; desde hace ya tiempo, viéndote tan joven y tan bello, como no sé si hay otro igual en Frigia, te vengo alabando por tu belleza. Mi único reproche es que no abandones estos riscos y peñascos y no te vayas a vivir a la ciudad, en lugar de malgastar tu belleza en el desierto. Porque ¿qué bien puedes obtener de las montañas? ¿De qué les sirve a las vacas tu belleza? Además, deberías estar ya casado, y no ciertamente con alguna ruda campesina, como son las mujeres del Ida, sino con una griega del Argos, de Corinto o de Esparta como Helena, por ejemplo, que es joven hermosa -en nada inferior a mí misma- y, lo más importante, apasionada. Con sólo verte -lo sé muy bien- esta mujer lo abandonaría todo, se te entregaría por entero, y te seguirá para vivir contigo. Pero sin duda ya has oído hablar de ella.
Paris: En absoluto, Afrodita. Y ahora, me gustaría oír de tus labios toda su historia.
Afrodita: Es hija de la famosa Leda, la bella mujer a cuyos brazos voló Zeus convertido en cisne.
Paris: ¿Qué aspecto tiene?
Afrodita: Es blanca, como es lógico habiendo sido engendrada por un cisne; tierna, como quien se ha formado en el interior de un huevo, ejercitada en la palestra y de tal modo requerida, que incluso se originó una guerra por haberla raptado Teseo cuando era niña todavía. Y, al llegar a la flor de la edad, los más noble Aqueos pretendieron su mano y el escogido fue Menelao, del linaje de los pelópidas. Si lo deseas, yo haré que tu boda con ella se convierta en realidad.
Paris: ¿Qué dices? ¿Mi boda con una mujer casada?
Afrodita: Eres un niño inexperto. Yo sé como hay que obrar en estos casos.
Paris: Cómo. También yo quiero saberlo.
Afrodita: Emprenderás un viaje con el pretexto de visitar Grecia y cuando llegues a Lacedemonia, Helena te verá. El resto, enamorarse de tí y seguirte, es asunto mio.
Paris: Esto es precisamente lo que me parece increíble, que abandone a su esposo y quiera hacerse a la mar con un hombre bárbaro y extraño.
Afrodita: No te inquietes por ello. Yo tengo dos hijos muy bellos, Hímeros y Eros. Te los entregaré para que te guíen durante tu viaje. Eros se apoderará completamente de ella y obligará a esta mujer a enamorarse. Hímeros, envolviéndote, te convertirá en lo mismo que es él, un ser deseable e irresistible. Yo misma colaboraré con mi presencia, y además, pediré a las Gracias que me acompañen, para que entre todos consigamos seducirla.
Paris: Cómo tendrá éxito la empresa, no lo veo claro, Afrodita. Pero yo me estoy ya enamorando de Helena, y sin saber cómo, me parece estar viéndola ya navegar rumbo a Grecia, hallarme en Esparta, regresar con ella; y me desespera en que en realidad no esté ya realizado todo esto.
Afrodita: No te empieces a enamorar, Paris, antes de premiar con tu fallo a tu valedora y madrina de boda. Porque conviene que yo os acompañe victoriosa, y que celebremos juntos tus nupcias y mi triunfo. Pues en tu mano está adquirido todo, amor, belleza, boda, a cambio de esta simple manzana.Paris: Temo que te olvides de mí después del fallo.
Afrodita: ¿Quieres que te preste juramento?
Paris: Eso no, pero formula otra vez tu promesa
Afrodita: Muy bien, te prometo entregarte a Helena como esposa; que ella te seguirá e irá a Ilión, a tu hogar, y que yo estaré a tu lado y te auxiliaré en todo.
Paris: Y ¿Traerás a Eros, Hímeros y las Gracias?
Afrodita: No te preocupes. Y, además, tomaré conmigo a Potos y a Himeneo.
Paris: Pues bajo estas condiciones te entrego la manzana; acéptala bajo las mismas.

Este rapto fue la causa (o excusa) de La Guerra de Troya (derecha foto de Orlando Bloom y Diane Kruger, Helena y Paris, según la película "Troya" de la Warner Bros)

La Guerra de Troya fue una guerra contra la ciudad de Troya en Asia Menor por los ejércitos griegos, tras el rapto (o fuga) de Helena de Troya (o Ilión) por Paris. Esta guerra es la figura central de la épica grecolatina y fue narrada en un ciclo de poemas épicos de los que solo dos nos han llegado intactos, La Ilíada y La Odisea de Homero. La Ilíada describe un episodio de esta guerra, y La Odisea narra el viaje de vuelta a casa de uno de los líderes griegos.

10 de septiembre de 2007

¿Por qué las mujeres viven mas que los hombres?

Casi desde que los registros de población existen –allá por el año 1500- las cifras indican que las mujeres viven entre cinco y diez años más que los hombres.

Incluso cuando dar a luz suponía todo un riesgo por las malas condiciones higiénicas y sanitarias, la longevidad femenina era superior, como demuestran los registros de 1751 que se conservan en Suecia.

La prensa española, al referirse a las razones de este fenómeno –que se mantiene en la mayoría de los países-, plantea que los científicos apuntan varias posibilidades. Una de ellas es que la naturaleza otorga a las mujeres “puntos extra”, por la sencilla razón de que ellas son quienes deben asegurar la supervivencia de la especie.

Desde ese punto de vista, la longevidad femenina es más necesaria y, de hecho, en todas las especies animales las hembras tienen mayor esperanza de vida.

CUESTIÓN DE HORMONAS


Algunos científicos opinan que la Testosterona es la culpable de que los varones se suiciden Cinco veces más que las mujeres, y sean víctimas de accidentes de tránsito o muertes violentas, con mayor frecuencia.

Esa hormona masculina lleva a niños y hombres a ejercer grandes niveles de actividad física, agresividad y competitividad, que acortan sus expectativas de vida.

Al margen de que los factores sociales se alíen con las hormonas, y confieran a los hombres mayores tasas de ocupación en empleos de riesgo, la Testosterona también eleva los niveles de “colesterol malo” en sangre, que aumenta las posibilidades de padecer una cardiopatía o un infarto cerebrovascular.

Por el contrario, los estrógenos –hormonas femeninas- elevan el colesterol bueno. De modo que en ellos aumenta el riesgo de infarto a partir de los cuarenta, y en ellas hasta después de la menopausia.

UN CORAZÓN MÁS FUERTE


Mientras las mujeres tienen dos cromosomas X, los hombres tienen un cromosoma X y otro Y, lo cual quiere decir que si uno de ellos sufre algún tipo de daño, los varones carecen de capacidad para sustituir sus funciones.

Esto los convierte en más vulnerables a varias enfermedades (como es el caso de la hemofilia) provocadas por mutaciones en el “cromosoma del género”.

Ellas, por el contrario, pueden contar con el otro para suplir sus funciones. Una de las teorías más recientes –sostenida por científicos de la Universidad “John Moores”, en Liverpool, Gran Bretaña- plantea que el corazón de un varón de 70 años representa la edad de...70 años, mientras que en una mujer su órgano cardiaco se parece al de una joven de veinte años, pues no sufre un descenso del veinticinco por ciento de su capacidad, entre los 18 y los 70 años.

Científicos de Estados Unidos consultados sobre las razones que explican una mayor longevidad en las mujeres, señalan que éstas tienen comportamientos más saludables.

“Ellas tienden a fumar menos, beber menos, conducir de forma menos agresiva y utilizar menos la violencia que los hombres”, opinan los especialistas.

Aqui hay tres simples razones


1 de septiembre de 2007

¿Por Quién Doblan las Campanas?

“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.”