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7 de julio de 2009

Thomas Seward- El ciego que nació en siete ciudades

William Bouguereau 1825-1905: Homer and his guide

(1874).


Seven wealthy towns contend for Homer
dead,
Through which the living Homer begged his
bread.


Siete ricas ciudades contienden ahora por
Homero muerto
en las cuales mendigaba pan Homero vivo
(Thomas Seward, 1708-1790).

17 de junio de 2009

"Orfeo y Eurídice" Lugones

Orfeo y Eurídice (Rubens)


Hallo una contradicción, dijo el filósofo, entre la inexorable ley, conforme a la cual ningún mortal volvía del Hades, y el retorno de Eurídice, concedido por el dios infernal a Orfeo, cuando éste lo apiadó con la lira.
—Más aún, confirmó el filósofo, si se considera que la ley del Hades no incumbía al dios, sino al destino cuyo carácter impersonal excluye la compasión.
—El dios fue a la vez piadoso y sutil, enseñó el poeta, y eso se ve en la condición que puso a Orfeo: no volverse para mirar a Eurídice, hasta no haber abandonado el infierno. Pues hallándose realmente enamorado de ella Orfeo, el dios sabía con seguridad que no resistiría al ansia de verla.

3 de diciembre de 2008

Arpías- J.L. Borges Libro de los Seres Imaginarios


 

El bosque de las arpías (ilustración de Gustave Doré)

Para la Teogonía de Hesíodo, las Arpías son divinidades aladas, y de larga y suelta cabellera, más veloces que los pájaros y los vientos; para el tercer libro de la Eneida, aves con cara de doncella, garras encorvadas y vientre inmundo, pálidas de hambre que no pueden saciar. Bajan de las montañas y mancillan las mesas de los festines. Son invulnerables y fétidas; todo lo devoran, chillando, y todo lo transforman en excrementos. Servio, comentador de Virgilio, escribe que así como Hécate es Proserpina en los infiernos, Diana en la tierra y luna en el cielo y la llaman diosa triforme, las Arpías son Furias en los infiernos, Arpías en la tierra y Demonios (Dirae) en el cielo. También las confunden con las Parcas.

Por mandato divino, las arpías persiguieron a un rey de Tracia que descubrió a los hombres el porvenir o que compró la longevidad al precio de sus ojos y fue castigado por el sol, cuya obra había ultrajado. Se aprestaba a comer con toda su corte y las Arpías devoraban o contaminaban los manjares. Los argonautas ahuyentaron a las arpías; Apolonio de Rodas y William Morris (Life and Death of Jason) refieren la fantástica historia. Ariosto, en el canto treinta y tres del Furioso, transforma al rey de Tracia en el Preste Juan, fabuloso emperador de los abisinios.

Arpías, en griego, significa "las que raptan", "las que arrebatan". Al principio, fueron divinidades del viento, como los Maruts de los Vedas, que blanden armas de oro (los rayos) y que ordeñan las nubes.

16 de noviembre de 2008

Libro de los seres imaginarios J.L. Borges


Sirenas

A lo largo del tiempo, las sirenas cambian de forma. Su primer historiador, el rapsoda del duodécimo libro de la Odisea, no nos dice cómo eran; para Ovidio, son aves de plumaje rojizo y cara de virgen; para Apolonio de Rodas, de medio cuerpo arriba son mujeres y, abajo, aves marinas; para el maestro Tirso de Molina ( y para la heráldica ), "la mitad mujeres, peces la mitad". No menos discutible es su género; el diccionario clásico de Lemprière entiende que son ninfas, el de Quicherat que son monstruos y el de Grimal que son demonios. Moran en una isla del poniente, cerca de la isla de Circe, pero el cadáver de una de ellas, Parténope, fue encontrado en Campania, y dio su nombre a la famosa ciudad que ahora lleva el de Nápoles, y el geógrafo Estrabón vio su tumba y presenció los juegos gimnásticos que periódicamente se celebraban para honrar su memoria.
La Odisea refiere que las sirenas atraían y perdían a los navegantes y que Ulises, para oír su canto y no perecer, tapó con cera los oídos de los remeros y ordenó que lo sujetaran al mástil. Para tentarlo, las sirenas le ofrecieron el conocimiento de todas las cosas del mundo:
Nadie ha pasado por aquí en su negro bajel, sin haber escuchado de nuestra boca la voz dulce como el panal, y haberse regocijado con ella y haber proseguido más sabio… Porque sabemos todas las cosas: cuántos afanes padecieron los argivos y troyanos en la ancha Tróada por determinación de los dioses, y sabemos cuanto sucederá en la tierra fecunda (Odisea, XII ).
Una tradición recogida por el mitólogo Apolodoro, en su Biblioteca, narra que Orfeo, desde la nave de los argonautas, cantó con más dulzura que las sirenas y que éstas se precipitaron por el mar y quedaron convertidas en rocas, porque su ley era morir cuando alguien no sintiera su hechizo. También la esfinge se precipitó desde lo alto cuando adivinaron su enigma.
En el siglo VI, una sirena fue capturada y bautizada en el norte de Gales, y figuró como una santa en ciertos almanaques antiguos, bajo el nombre de Murgen. Otra, en 1403, pasó por una brecha en un dique, y habitó en Haarlem hasta el día de su muerte. Nadie la comprendía, pero le enseñaron a hilar y veneraba como por instinto la cruz. Un cronista del siglo XVI razonó que no era un pescado porque sabía hilar, y que no era mujer porque podía vivir en el agua.
El idioma inglés distingue la sirena clásica ( siren ) de las que tienen cola de pez ( mermaids ).
En la formación de esta última imagen habrían influido por analogía los tritones, divinidades del cortejo de Poseidón.
En el décimo libro de la República, ocho sirenas presiden la revolución de los ocho cielos concéntricos.
Sirena: supuesto animal marino, leemos en un diccionario brutal.

13 de agosto de 2008

Microrelatos- José de la Colina


Mitos revisitados -1

ORFEO BUSCA A EURÍDICE

Habiendo perdido a Eurídice, Orfeo la lloró largo tiempo, y su llanto fue volviéndose canciones que encantaban a todos los ciudadanos, quienes le daban monedas y le pedían encores. Luego fue a buscar a Eurídice al infierno, y allí cantó sus endechas ante Plutón.

Plutón escuchó con placer y le dijo:

—Te devuelvo a tu esposa, pero sólo podrán los dos salir de aquí si en el camino ella te sigue y nunca te vuelves a verla, porque la perderías para siempre.

Y echaron los dos esposos a andar, él mirando hacia delante y ella siguiendo sus pasos...

Mientras andaban y a punto de llegar a la salida, recordó Orfeo aquello de que los Dioses infligen desgracias a los hombres para que tengan asuntos que cantar, y sintió nostalgia de los aplausos y los honores y las riquezas que le habían logrado las elegías motivadas por la ausencia de su esposa.

Y entonces con el corazón dolido y una sonrisa de disculpa volvió el rostro y miró a Eurídice.

Ardiente


¿Quieres soplarme en este ojo? -me dijo ella-. Algo se me metió en él que me molesta.
Le soplé en el ojo y vi su pupila encenderse como una brasa que acechara entre cenizas.


Mitos revisitados -2

LA LIEBRE Y LA TORTUGA

Jadeante hasta la agonía y poco antes de desplomarse al suelo, la Liebre le preguntó a la Tortuga:

— ¿Cómo es posible? ¿Tú? ¿Tú ganarme la carrera?

Y la Tortuga, mirándose las uñas, susurró:

— Lo siento, pero olvidé decirte que mi otro nombre es Muerte.

10 de junio de 2008

¿Cuales son las verdaderas Sirenas?

Vasija ática del siglo V AC Ulises y las sirenas



Sirena Estatua de Terracota griega período arcaico ca. 550-500 AC



Real Academia Española © Todos los derechos reservados
acus siren, ēnis, y este del gr. σειρήν).

Herbert James Draper Ulysses y las Sirenas (1909)

1. f. Ninfa marina con busto de mujer y cuerpo de ave, que extraviaba a los navegantes atrayéndolos con la dulzura de su canto. Algunos artistas la representan impropiamente con torso de mujer y parte inferior de pez.



16 de abril de 2008

Ulises: microrrelatos Augusto Monterroso

Augusto Monterroso (Tegucigalpa Honduras, 21 de diciembre de 1921 – México D.F., 7 de febrero de 2003) es un escritor guatemalteco, conocido por sus colecciones de relatos breves e hiperbreves.
Su composición "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí", estuvo considerada como el relato más breve de la literatura universal durante muchos años. En 1970 ganó el premio Magda Donato, en 1975 el premio Villaurrutia y en 1988 le fue entregada la condecoración del Águila Azteca, por su aporte a la cultura de México. En 2000 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en reconocimiento a toda su carrera.

Dos relatos breves basados en Ulises:

La sirena inconforme


Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó; quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo.

Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.

Ésta no; ésta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre tan amado y deseado desapareció definitivamente.

Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.

Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.

Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.

De esta unión nació el fabuloso Hygrós, o sea “el Húmedo” en nuestro seco español, posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos trasatlánticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.

La tela de Penélope o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.
__________

23 de enero de 2008

Jorge Luis Borges / La Casa de Asterión"

Jorge luis Borges
George Frederick Watts (1817-1904)



La Casa de Asterión

Y la reina dió a luz un hijo que se
llamó Asterión

APOLODORO, Biblioteca, III, I



Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)* están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida). Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangrente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quienes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

*El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos

El relato se abre, precisamente, con una referencia directa al mito mediante una cita de Apolodoro. El juego con referencias literarias, apócrifas o reales, es un procedimiento típico de Borges. En este caso, la cita es real. Se trata, por lo tanto, de una alusión que indica que, muy probablemente, el relato constituirá una reescritura de la historia clásica.
Para un cristiano fue Cristo quien murió para redimir al hombre, concebido como esencialmente bueno pero accidentalmente contaminado por el pecado original. En el cuento de Borges el redentor mata al hombre-monstruo, esencialmente malo, para salvar a los demás hombres. Tal interpretación puede resultar poco convincente. Sin embargo, si se acepta que Asterión simboliza al hombre, difícilmente vamos a separar un eventual "redentor" del contexto del cristianismo. Pasemos ahora al aspecto técnico del cuento. Hay que hacer hincapié en que todo cuento de Borges es un mecanismo, un artefacto artístico en el que todos los elementos están puestos a causa de su funcionalidad. Alguien cuenta en primera persona, pero no sabemos quién es. Una voz desconocida hace afirmaciones extraordinarias en un tono quejumbroso e indignado. Con gran eficacia Borges se apodera de nuestra atención mediante la técnica del escondido. Salvo que, y hay que tenerlo bien presente, cada uno de los elementos del primer párrafo funciona no sólo como parte de la auto-presentación del narrador, sino también como parte del simbolismo del texto. Y las dos funciones están en perfecto equilibrio. A propósito de "La Casa de Asterión" A este punto lo que le interesa primordialmente es la identidad del narrador. Es decir, el cuento funciona como un rompecabezas o como un acertijo, y es así que sostiene nuestro interés. Se trata de una técnica de postergación sistemática, seguida por la solución: Asterión es el Minotauro. El lector tendrá sus sospechas desde temprano, pero seguirá leyendo para confirmarlas. Al lector menos familiarizado con el mundo clásico se la proporciona la solución al final. En ambos casos sacaremos cierta satisfacción del proceso de ir enterándonos de lo que ignoramos al principio. El cuento emplea el modelo del acertijo porque el mundo para Borges constituye un acertijo. La técnica simboliza el tema; la forma subraya el fondo. Sin embargo, hay que precaverse. Borges no escribe para el lector pasivo sino para el lector alerta. Pero aquél, una vez que ha descubierto que Asterión es el Minotauro, ha dado con la solución. Todo queda claro. Se relaja. Y se equivoca. En cambio, el lector alerta relee el cuento (¡siempre hay que releer los cuentos de Borges!) para ver si, ahora que cree haberlo comprendido, se le ha escapado algo. Y hace un descubrimiento interesante. Desde la tercera frase del párrafo inicial el cuento se bifurca. Por una parte nos fascina el misterioso narrador; por la otra, su igualmente misteriosa morada. Ahora, si Asterión es el Minotauro, ¿qué significa su casa? Reparemos en que el cuento no se llama "Asterión y su Casa" sino "La Casa de Asterión"; y Borges lo hace todo intencionadamente. Entonces, habiendo solucionado un acertijo, se nos presenta al instante otro, más difícil. Los indicios que nos señalan la identidad del narrador resultan claros, como la solución misma del acertijo. Y si no los comprendemos, se nos proporciona la solución al final. Es como si leyésemos un relato en el que todo finalmente encaja perfectamente. Queda implícita la idea de que comprendemos el relato, los personajes, nuestra propia sicología y el mundo exterior. Pero los indicios relacionados con el segundo acertijo, (¿y qué significa la casa de Asterión?), resultan extremamente ambiguos. Es como si, tras haber reforzado nuestra confianza en nuestra capacidad de entender, Borges nos hubiera echado una ágil zancadilla. Eso significa, claro está, que lo que comprendemos, con o sin esfuerzo, es sólo la superficie de la realidad. Lo que se esconde por debajo de este nivel superficial resulta mucho más incomprensible. La contraprueba la ofrecen las diversas interpretaciones de Luego, característicamente en medio de un párrafo, sin previo aviso, todo cambia otra vez. "La Casa de Asterión" consta de sólo seis párrafos. Al leer el cuento por segunda o tercera vez, se nos ocurre que los cuatro primeros forman como una secuencia más o menos descriptiva de la situación del narrador. Pero luego ocurre algo nuevo: penetran otros seres en el laberinto. De pronto topamos con las palabras "mi redentor", palabras que no tienen que ver para nada con el mito clásico del monstruo cretense. Resulta que, al reconocer en Asterión al Minotauro, tuvimos la sensación (falaz) de haber dado con la solución del misterioso cuento. Pero no: luego tuvimos que enfrentarnos con el significado del laberinto. Y cuando habíamos sacado algunas conclusiones acerca de este problema, de nuevo parecía que habíamos comprendido el significado del cuento. Tampoco. Ahora nos toca preguntarnos por qué Teseo se manifiesta a Asterión nada menos que como un "redentor", pero un redentor que en vez de morir, mate. Hemos sugerido una solución. Pero mucho más importante es la estrategia narrativa que he tratado ahora de explicar. El cuento funciona como una caja china: un acertijo lleva a otro y luego a otro, y cada uno resulta más difícil del anterior. Cada fase del cuento enmarca la próxima y se nos lleva de una a otra sin que nos demos cuenta. El todo constituye una metáfora de la visión del mundo que tiene Borges: es un secreto dentro de un misterio dentro de un enigma. Conforme solucionamos los misterios más fáciles de la existencia humana, se nos presentan otros más enigmáticos todavía. Por no haberse atenido a los detalles del texto. Nótese, por ejemplo, que el término laberinto no aparece en ningún momento del relato. Únicamente el lector conocedor del mito puede deducirlo. A este propósito hay que destacar un guiño importante del autor hacia el lector: en la mención al “templo de las Hachas” subyace una referencia implícita a la raíz griega de la palabra laberinto: “El Laberinto es, efectivamente, el «palacio de la doble Hacha» (en griego, λάβρυς), símbolo que aparece repetidamente en los monumentos minoicos.” En su lugar se encuentra, empezando por el título, la palabra casa. El lenguaje es la única manera de construir la realidad, pero es una convención y, como en este caso, puede fallar. El Minotauro no conoce otra morada que no sea su laberinto, carece de referencias externas para darse cuenta de ello, de la misma manera que el ser humano no conoce otro universo que el suyo. Ocurre lo mismo con la concepción que tiene Asterión de la plebe (palabra altisonante que remite directamente al mito clásico). Erróneamente, deduce que el pueblo huye de él por su sangre real (al fin y al cabo es hijo de la reina Pasifae y un toro divino), siendo incapaz de comprender su propia monstruosidad: “Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones […] son irrisorias.” Resulta una verdadera ironía que un monstruo que vive encerrado en un laberinto pretenda afirmar que carece de misantropía. A este propósito Borges aplica una subversión importante respecto a la historia original. Mientras en los textos de los mitógrafos apenas se menciona el nombre de Asterión, en el relato aparece únicamente cuando la voz narrativa salta a la tercera persona. Por un lado, se intenta eludir el aspecto monstruoso de Asterión para destacar esa identificación con el ser humano que recorre todo el cuento. Por otro lado, el hecho de que Asterión no tenga conciencia de lo que verdaderamente es indica de nuevo la ignorancia del Minotauro (y de la humanidad por extensión) para comprender la verdad de su existencia.

Nota: Un lector que conozca de mitología griega, sabría de antemano que Asterión era el minotauro, por ejemplo:

Robert Graves "Los mitos griegos"

En compensación por la muerte de Androgeo, Minos ordenó que los atenienses enviaran siete muchachos y siete doncellas cada nueve años —es decir a la terminación de cada Gran Año— al Laberinto de Creta, donde esperaba el Minotauro para devorarlos. Este Minotauro, que se llamaba Asterio, o Asterión, era el monstruo con cabeza de toro que Pasífae había tenido con el toro blanco[1].


[1] Diodoro Sículo: iv.61; Higinio: Fábula 41; Apolodoro: iii.1.4; Pausanias: ii.31.1.
___________
La cita completa de Apolodoro mencionada al comienzo, en griego y su traducción:


Y ella [Pasífae] dio a luz a Asterión, al que se conocía también por el nombre de Minotauro pues tenía el rostro de toro y lo demás de hombre. Minos quiso cuidarse de ciertos oráculos encerrándolo en un laberinto. Era el laberinto, obra de Dédalo, una construcción de enmarañadas revueltas que extraviaban de la salida

6 de noviembre de 2007

Konstantinos Petros Kavafis (1863-1933) Ítaca (Ιθάκη) 1911


Constantinos Petros Kavafis nació en 1863, en Alejandría, ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida. Fue agente de bolsa y funcionario del servicio estatal de riegos. Kavafis es una de las figuras más importantes de la poesía contemporánea por la originalidad y universalidad de su escritura. Poeta de refinada elegancia, con un lenguaje prosaico y exquisito, en su obra desarrolla un sutil análisis de los sentimientos y de la vida interior. Sus poemas fueron publicados después de su muerte, que tuvo lugar en 1933.

Transcribo una traducción al castellano, del poema mas conocido: Ítaca, además de la versión original en griego. Por si alguno de los lectores lo desea leer .

Aquí está el enlace a wikipedia de Constantino Kavafis y la página web aquí (en inglés)


ÍTACA
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no lo llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante tí.

Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas
.


Ιθάκη


Σα βγεις στον πηγαιμό για την Ιθάκη,
να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος,
γεμάτος περιπέτειες, γεμάτος γνώσεις.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον θυμωμένο Ποσειδώνα μη φοβάσαι,
τέτοια στον δρόμο σου ποτέ σου δεν θα βρεις,
αν μεν' η σκέψις σου υψηλή, αν εκλεκτή
συγκίνησις το πνεύμα και το σώμα σου αγγίζει.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον άγριο Ποσειδώνα δεν θα συναντήσεις,
αν δεν τους κουβανείς μες στην ψυχή σου,
αν η ψυχή σου δεν τους στήνει εμπρός σου.

Να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος.
Πολλά τα καλοκαιρινά πρωϊά να είναι
που με τι ευχαρίστησι, με τι χαρά
θα μπαίνεις σε λιμένας πρωτοειδωμένους,
να σταματήσεις σ' εμπορεία Φοινικικά,
και τες καλές πραγμάτειες ν' αποκτήσεις,
σεντέφια και κοράλλια, κεχριμπάρια κ' έβενους,
και ηδονικά μυρωδικά κάθε λογής,
όσο μπορείς πιο άφθονα ηδονικά μυρωδικά,
σε πόλεις Αιγυπτιακές πολλές να πας,
να μάθεις και να μάθεις απ' τους σπουδασμένους.


Πάντα στον νου σου νάχεις την Ιθάκη.
Το φθάσιμον εκεί ειν' ο προορισμός σου.
Αλλά μη βιάζεις το ταξείδι διόλου.
Καλλίτερα χρόνια πολλά να διαρκέσει
και γέρος πια ν' αράξεις στο νησί,
πλούσιος με όσα κέρδισες στο δρόμο,
μη προσδοκώντας πλούτη να σε δώσει η Ιθάκη.


Η Ιθάκη σ'έδωσε τ' ωραίο ταξείδι.
Χωρίς αυτήν δεν θάβγαινες στον δρόμο.
Άλλα δεν έχει να σε δώσει πια.


Κι αν πτωχική την βρεις, η Ιθάκη δε σε γέλασε.
Έτσι σοφός που έγινες, με τόση πείρα,
ήδη θα το κατάλαβες οι Ιθάκες τι σημαίνουν.

Κωνσταντίνος Π. Καβάφης

17 de septiembre de 2007

El Juicio de Paris ( El Eterno Femenino 1ª Parte)

El primer concurso de belleza




Un amigo y una amiga han encontrado este post un poco largo, así es que lo dividiré en partes para que sea mas legible
Un divertidísimo dialogo entre las diosas y Paris, en el primer concurso de belleza.
¿Por qué Hera y Atenea quieren la destrucción de Troya?
Se trata del famoso Juicio de Paris , que por orden de los dioses tiene que elegir a la diosa más bella, y entregarle la manzana de oro, que la Discordia, no invitada a la boda de Tetis y Peleo (los padres de Aquiles) arrojó a las tres diosas; Hera, Atenea y Afrodita. Los dioses no quisieron dirimir en tal caso, pues no querían problemas con ninguna de ellas.
Pero ¿como había comenzado todo?
La leyenda más famosa protagonizada por Eris ( la diosa de la discordia) cuenta cómo inició la Guerra de Troya. Tanto los dioses y diosas como diversos mortales fueron invitados a la boda de Peleo y Thetis (que luego serían padres de Aquiles). Sólo la diosa Eris no fue invitada debido a su naturaleza problemática. Así que Eris (en un fragmento de la "Cipria"), como parte de un plan urdido por Zeus y Temis apareció en la fiesta con la Manzana de la Discordia, una manzana dorada con la palabra Kallistipara la más hermosa» o «para la más guapa») inscrita, que arrojó entre las diosas provocando que Afrodita, Hera y Atenea la reclamasen para sí, iniciándose una riña. Zeus, para no tener que elegir entre las diosas, puesto que una era su esposa y otra su hija, encargó ser juez a Paris
Zeus: Hermes, toma esta manzana y vete a Frigia junto al pastor hijo de Priamo -que apacienta sus bueyes en el Gárgaro del Ida-, y dile: "Paris, Zeus te ordena que, por ser tú hermoso y entendido en asuntos de amores, juzgues cuál de estas diosas es la más hermosa; y que la vencedora reciba, como premio al juicio, la manzana". En cuanto a vosotras, es hora ya de que acudáis al lado del juez. Porque yo renuncio a a juzgaros, ya que os amo por igual y, si fuera posible, me gustaría veros vencedoras a las tres. Además, es fuerza que, al otorgar el premio a una sola, me ganara el odio de las demás. Por esta razón yo no soy un juez apropiado para vosotras, mas este joven frigio al que vais a acudir es de estirpe real y pariente de Ganimedes; es, además, sencillo y rústico, y nadie lo podría considerar indigno de contemplaros.
Afrodita: Por lo que a mí respecta, oh Zeus, aunque nos dieras por juez al mismo Mono, me sentiría confiada a su arbitraje. Porque ¿Qué podría censurar en mí? Pero es preciso que también éstas acepten a esta persona.
Hera: Tampoco, nosotras, Afrodita, abrigamos temor alguno, aunque tu Ares fuera el encargado del fallo; sino que aceptamos al tal Paris, sea quien sea.
Zeus: Y tú, hija mía, ¿Estás de acuerdo con ésto? ¿Qué contestas? ¿Vuelves la cabeza y enrojeces? Es propio de vosotras, las doncellas, de sentir vergüenza en tales casos. No obstante, haces un gesto afirmativo con la frente. Id, pues, y que las vencidas no se enfaden con el juez ni hagan daño alguno al muchacho, porque no es posible que seáis igualmente hermosas.
Hermes: Marchemos directamente en dirección a Frigia, yo delante, y vosotras seguidme sin retrasaros y sin temer. Yo conozco a Paris: es un hermoso mancebo aficionado al amor y muy apropiado para dirimir tales lances. No emitirá fallo desacertado.
Afrodita: Lo que tú dices está muy bien y juega a mi favor que nuestro juez sea imparcial. ¿Es soltero o hay alguna mujer que vive con él?
Hermes: Parece que vive con él una mujer del Ida, bastante bonita, pero rústica y terriblemente montaraz. Mas creo que no la aprecia mucho. ¿Por qué lo preguntas?
Afrodita:Te lo pregunté porque sí.
Atenea: ¡Eh tú, no haces bien en hablar tanto rato a solas con ésta!
Hermes: Nada malo decimos, Atenea, ni hablamos contra vosotras; me preguntaba simplemente si Paris es soltero.
Atenea: ¿Y qué significa, entonces, esta indiscreción?
Hermes: Lo ignoro, dice que se le ocurrió por casualidad, y que lo preguntó sin una finalidad concreta.
Atenea: Y qué, ¿es soltero?
Hermes: Parece que no.
Atenea: Entonces, ¿ama la guerra y la gloria, o es simplemente un pastor?.
Hermes: Exactamente no puedo decirlo, pero es de esperar que, siendo joven, aspire a alcanzar esta gloria y a ser el primero en el combate.
Afrodita: ¿Ves? Yo no te reprocho ni te echo en cara el que hables a solas con ella. Esta actitud es propia de personas quejumbrosas, no de Afrodita.
Hermes: Me preguntaba casi lo mismo que tú; así que no debes preocuparte ni considerarte en desventaja si yo le he contestado con la misma simplicidad que a ti. Pero con nuestra conversación nos hemos alejado de los astros y estamos casi en Frigia. Yo veo perfectamente el Ida y todo el Gárgaro, y aun, si no me engaño, a vuestro mismo juez, Paris.
Hera: ¿Dónde está? Porque yo no lo veo.
Hermes: Mira aquí, a la izquierda, Hera, no en la cima del monte, sino en la falda, donde está la gruta y donde ves el rebaño.
Hera: Pues no veo el rebaño.
Hermes: ¿Qué dices? ¿No ves, junto a mi dedo, unos bueyes que salen de entre las rocas, y un hombre que baja por los riscos, cavando en mano, y procura impedir que las reses se dispersen?Hera: Ahora lo veo, si es él.
Hermes: Pues es él. Y ya que estamos cerca, si os parece bien, bajemos a tierra y caminemos a pie, para no asustarle si caemos súbitamente ante él del cielo.
Hera: Tienes razón, hagámoslo así. Y ahora que ya hemos puesto el pie a tierra, es el momento, Afrodita, de ponerte a la cabeza y mostrarnos el camino ya que tú, como es natural, conoces bien el lugar por haber bajado muchas veces, según se dice, a ver a Anquises.
Afrodita: Tus chismes, Hera, no me hacen mucho efecto.
Hermes: No, yo os guiaré; porque yo también frecuente el Ida cuando Zeus estaba enamorado del muchacho frigio y en muchas ocasiones vine aquí enviado por él, para observar al mancebo; y cuando hubo tomado la figura de águila yo volaba a su lado y le ayudaba a sostener al bello mozo; y si mal no recuerdo, fue de esta roca de donde lo apresó, él se hallaba entonces tocando la flauta junto al rebaño; y Zeus se abalanzó sobre él por la espalda, lo asió muy suavemente con las uñas, cogió con el pico el gorro que llevaba en la cabeza y remontó al muchacho que, lleno de espanto y torciendo el cuello, dirigía su mirada a él. Entonces, yo tomé la flauta (pues la había dejado caer de temor) y ... Mas, he aquí cerca a vuestro juez, abordemóslo. Salud, pastor.
Paris: Salud a ti también, joven. ¿Quién eres? ¿Qué te lleva a mi país? ¿Quienes son esas mujeres que conduces? Porque no han nacido para recorrer los montes con lo bellas que son.
Hermes: ¡Pero si no son mujeres, Paris! Estás viendo a Hera, a Atenea y Afrodita; y yo soy Hermes a quien Zeus ha enviado aquí. Pero ... ¿Por qué tiemblas y palideces? No temas, no se trata de nada malo: te ordena que seas el juez de la belleza de estas diosas. Ya que tú eres hermoso, ha dicho, y entendido en asuntos de amor, a ti te confía la decisión. El premio del lance lo conocerás leyendo la inscripción de esta manzana.

El Juicio de Paris (El Eterno Femenino 2ª Parte y Final)

termina en guerra



Paris: Dame, pues lo que dice: "La más hermosa -dice- debe recibirla" Pero ¿Cómo podría yo, mi señor Hermes - un mortal, un campesino-, convertirse en el juez de un espectáculo tan maravilloso, que supera las posibilidades de un pastor? Juicios de esta clase son más bien propios de ciudadanos elegantes. En lo que a mi respecta, acaso supiera juzgar, con los medios de mi arte, qué cabra supera en belleza a otra cabra, qué ternera a otra. Mas éstas son todas igualmente hermosas y no sé cómo podría apartar la mirada de una y dirigirla a otra; la mía no puede apartarse fácilmente, sino que se mantiene fija allí donde primero se ha dirigido y alaba lo que ve. Y si se posa en otra parte, le parece igualmente hermosa, se extasía ante ella y con todo se siente atraída igualmente por las bellezas vecinas. En una palabra, su hermosura me ha invadido y cautivado por entero y lo que siento es no tener, como Argos, ojos en todo el cuerpo. Creo que emitiré un buen fallo dando a todas la manzana. Y, además, se añade a todo ello que ésta es hermana y esposa de Zeus, y esta otra su hija. ¿Cómo no va a resultar, en este caso, difícil el fallo?
Hermes: No lo sé. Pero no es posible inhibirse ante la orden de Zeus.
Paris: Convéncelas, al menos, de una cosa: que las dos que queden vencidas no se irriten contra mí, sino que consideren que la culpa es sólo de mis ojos.
Hermes: Así prometen hacerlo. Mas ya es hora que procedas al juicio.
Paris: Vamos a intentarlo. ¿Qué remedio me queda? Pero antes quiero saber una cosa: ¿bastará examinarlas tal y como están, o será preciso que se desnuden para una mayor exactitud en el examen?Hermes: Eso debes decidirlo tú, que eres el juez. Ordena lo que te plazca.
Paris: ¿Lo que me plazca? Quiero verlas desnudas.
Hermes: Vosotras, desnudáos, y tú examínala, que yo me vuelvo ya de espaldas.
Hera: Muy bien, Paris. Yo voy a desnudarme la primera para que veas que no tengo blancos sólo los brazos y que no me envanezco porque me llaman "la de ojos grandes", sino que en todas y cada una de mis partes soy igualmente hermosa.
Paris: Desnúdate también tú, Afrodita.
Atenea: Paris, no permitas que se desnude sin antes quitarse el ceñidor -pues es una hechicera-; no vaya a embrujarte con él. Y, además, no debería presentarse tan compuesta ni tocada con tanto colorete como una cortesana cualquiera, sino exhibir pura y simplemente su natural belleza.
Paris: Tienes razón en lo del ceñidor. ¡Quitatelo!.
Afrodita: ¡Y por qué, pues, no te quitas tú el casco, Atenea, y muestras desnuda la cabeza, sino que agitas el peinado e intentas atemorizar a nuestro juez? ¡Temes acaso que el brillo de tus ojos deje de surtir su efecto si se ve privado de su expresión terrorífica?
Atenea: Pues, mira, ya me he quitado el casco.
Afrodita: Pues, mira, yo también el ceñidor.
Hera: Y, ahora, ¡a desnudarse!.
Paris: ¡Oh, Zeus portentoso! ¡Qué espectáculo! ¡Qué belleza! ¡Qué placer! ¡Qué doncella, esta! ¡Qué esplendor, el de esta otra, tan regio, tan majestuoso, tan digno en verdad de Zeus! Y aquella, ¡Qué mirar tan dulce! ¡Qué sonrisa tan tierna y seductora! Me siento más que dichoso. Pero, si os parece bien, me gustaría examinaros una a una por separado, porque, ahora, por lo menos, estoy perplejo y no sé hacia dónde dirigir la mirada, pues mis ojos se sienten atraídos en todas direcciones.
Afrodita: Hagámoslo así.
Paris: Retiraos, pues, vosotras dos; y tú, Hera, quédate.
Hera: Me quedo. Y una vez me hayas examinado con toda detención, habrá llegado el momento de considerar, además, si te parece la recompensa por tu voto a mi favor. Porque si me proclamas la más bella, serás dueño del Asia entera.
Paris: Yo no juzgo esperando recompensas. Ea, retírate, que el fallo se emitirá según mi criterio. ¡Acércate tú Atenea!
Atenea: Heme ya a tu presencia. Y si me declaras la más hermosa, Paris, nunca saldrás vencido de un combate, sino que serás siempre victorioso. Pues yo te haré aguerrido e invicto.
Paris: No tengo, Atenea, ninguna necesidad de guerras ni de batallas. Porque, como ves, la paz impera en Frigia y en Lidia y en el reino de mi padre no hay conflictos. Mas no te preocupes, pues no serás postergada aunque emitiera mi fallo sin considerar recompensa alguna. Pero cúbrete ya, y ponte el casco, que te he visto lo bastante. Ahora le toca a Afrodita acercarse.
Afrodita: Aquí me tienes, a tu lado. Examíname con atención y sin prisas, sino deteniéndote en cada uno de mis miembros. Y ahora, si quieres, hermoso muchacho, escucha lo que voy a decirte; desde hace ya tiempo, viéndote tan joven y tan bello, como no sé si hay otro igual en Frigia, te vengo alabando por tu belleza. Mi único reproche es que no abandones estos riscos y peñascos y no te vayas a vivir a la ciudad, en lugar de malgastar tu belleza en el desierto. Porque ¿qué bien puedes obtener de las montañas? ¿De qué les sirve a las vacas tu belleza? Además, deberías estar ya casado, y no ciertamente con alguna ruda campesina, como son las mujeres del Ida, sino con una griega del Argos, de Corinto o de Esparta como Helena, por ejemplo, que es joven hermosa -en nada inferior a mí misma- y, lo más importante, apasionada. Con sólo verte -lo sé muy bien- esta mujer lo abandonaría todo, se te entregaría por entero, y te seguirá para vivir contigo. Pero sin duda ya has oído hablar de ella.
Paris: En absoluto, Afrodita. Y ahora, me gustaría oír de tus labios toda su historia.
Afrodita: Es hija de la famosa Leda, la bella mujer a cuyos brazos voló Zeus convertido en cisne.
Paris: ¿Qué aspecto tiene?
Afrodita: Es blanca, como es lógico habiendo sido engendrada por un cisne; tierna, como quien se ha formado en el interior de un huevo, ejercitada en la palestra y de tal modo requerida, que incluso se originó una guerra por haberla raptado Teseo cuando era niña todavía. Y, al llegar a la flor de la edad, los más noble Aqueos pretendieron su mano y el escogido fue Menelao, del linaje de los pelópidas. Si lo deseas, yo haré que tu boda con ella se convierta en realidad.
Paris: ¿Qué dices? ¿Mi boda con una mujer casada?
Afrodita: Eres un niño inexperto. Yo sé como hay que obrar en estos casos.
Paris: Cómo. También yo quiero saberlo.
Afrodita: Emprenderás un viaje con el pretexto de visitar Grecia y cuando llegues a Lacedemonia, Helena te verá. El resto, enamorarse de tí y seguirte, es asunto mio.
Paris: Esto es precisamente lo que me parece increíble, que abandone a su esposo y quiera hacerse a la mar con un hombre bárbaro y extraño.
Afrodita: No te inquietes por ello. Yo tengo dos hijos muy bellos, Hímeros y Eros. Te los entregaré para que te guíen durante tu viaje. Eros se apoderará completamente de ella y obligará a esta mujer a enamorarse. Hímeros, envolviéndote, te convertirá en lo mismo que es él, un ser deseable e irresistible. Yo misma colaboraré con mi presencia, y además, pediré a las Gracias que me acompañen, para que entre todos consigamos seducirla.
Paris: Cómo tendrá éxito la empresa, no lo veo claro, Afrodita. Pero yo me estoy ya enamorando de Helena, y sin saber cómo, me parece estar viéndola ya navegar rumbo a Grecia, hallarme en Esparta, regresar con ella; y me desespera en que en realidad no esté ya realizado todo esto.
Afrodita: No te empieces a enamorar, Paris, antes de premiar con tu fallo a tu valedora y madrina de boda. Porque conviene que yo os acompañe victoriosa, y que celebremos juntos tus nupcias y mi triunfo. Pues en tu mano está adquirido todo, amor, belleza, boda, a cambio de esta simple manzana.Paris: Temo que te olvides de mí después del fallo.
Afrodita: ¿Quieres que te preste juramento?
Paris: Eso no, pero formula otra vez tu promesa
Afrodita: Muy bien, te prometo entregarte a Helena como esposa; que ella te seguirá e irá a Ilión, a tu hogar, y que yo estaré a tu lado y te auxiliaré en todo.
Paris: Y ¿Traerás a Eros, Hímeros y las Gracias?
Afrodita: No te preocupes. Y, además, tomaré conmigo a Potos y a Himeneo.
Paris: Pues bajo estas condiciones te entrego la manzana; acéptala bajo las mismas.

Este rapto fue la causa (o excusa) de La Guerra de Troya (derecha foto de Orlando Bloom y Diane Kruger, Helena y Paris, según la película "Troya" de la Warner Bros)

La Guerra de Troya fue una guerra contra la ciudad de Troya en Asia Menor por los ejércitos griegos, tras el rapto (o fuga) de Helena de Troya (o Ilión) por Paris. Esta guerra es la figura central de la épica grecolatina y fue narrada en un ciclo de poemas épicos de los que solo dos nos han llegado intactos, La Ilíada y La Odisea de Homero. La Ilíada describe un episodio de esta guerra, y La Odisea narra el viaje de vuelta a casa de uno de los líderes griegos.