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7 de octubre de 2013

A LOS MUEBLES DE MI CUARTO

A LOS MUEBLES DE MI CUARTO

Humildes muebles míos, gastados por el uso,
que a fuerza de servirme ya conocéis mi mano;
su sello mi existencia sobre vosotros puso,
y acaso de dejaros el día está cercano.

Sois toscos como ruda ha sido mi pobreza;
a nadie serviréis como me habéis servido,
y al veros casi inútiles aumenta mi tristeza
pensar en que os aguarda el polvo y el olvido.

Saldréis, cuando yo muera, del sitio en que estáis puestos
y quedará en silencio nuestra estancia vacía;
allí donde os coloquen habréis de ser molestos:
tal vez más que la muerte la indiferencia es fría.

En tiempos ya lejanos, que pesan en mis hombros,
cuando el hogar paterno se convirtió en escombros,
con mi trabajo os fui comprando año tras año
como pastor que forma paciente su rebaño.

Y al cabo del camino de mi existencia triste
sois todo lo que tengo, humildes cosas viejas;
y tú, pobre sillón, que el más costoso fuiste,
pareces el mastín que guarda las ovejas.

Cuando a buscarme llegue, con paso recatado,
la muerte como un lobo dispersará el ganado.
¿Qué haréis, pobres ovejas, sin el viejo pastor?
Donde la suerte os lleve, os faltará mi amor.

Y tú, viejo sillón, de mi tristeza amigo,
que crujes al sentarme, quejándote conmigo,
si a mí gruñirme sueles sabiendo que te quiero,
¿qué harás cuando al fin dejes de ser mi compañero?

Desvencijado y solo, acabará tu historia
en un lugar sombrío de la que fue mi casa.
Quizá porque no muera del todo mi memoria
un clavo tuyo tire del traje del que pasa.
Domingo Rivero

6 de octubre de 2013

Viviendo

 

 

VIVIENDO

 Mi oficina da al mar. Desde la silla
 donde hace treinta años que trabajo,
 las olas siento en la cercana orilla
 de las ventanas resonar debajo.

 Y mientras se deshacen en espuma,
 en la playa al batir, constantemente, 
yo en mi triste labor muevo la pluma
 y crecen las arrugas en mi frente.

 A veces sobre el mar pasa una nave 
que se pierde a lo lejos como un ave 
que empuja el viento del destino esquivo… 

Son emigrantes. ¿Volverán? ¡Quién sabe!
 Cuando su lucha por la vida acabe,
yo trabajando seguiré si vivo. 

 Domingo Rivero, 1916-1924