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5 de enero de 2013

Historias de Jaén Taberna el Gorrión

 
 
La taberna “El Gorrión” y su jamón
No hace mucho tiempo recibí un correo de mi buen amigo Miguel Villar, el cual me mandó, al parecer, la verdadera historia del famoso jamón de la no menos afamada taberna “El Gorrión” de la ciudad de Jaén. A continuación paso a relataros aquellas letras recibidas:


A modo de testamento privado y para conocimiento de quien en un futuro pueda leerlo es mi deseo dejar escrito en este papel, que después meteré en una botella de las que tengo en la bodega, como mensaje de un náufrago que lanzó al mar del porvenir, la verdadera historia de un jamón que, hace ya años, decidí indultar y transmitir a quienes me sucedan en esta taberna.


     Corría el año mil novecientos dieciocho y en los días en que se acabó la Gran Guerra, vinieron a mi casa unos extranjeros acompañados por un buen amigo mío. Me  los presentó y me pidió que los atendiera en un lugar discreto. Los bajé a la bodega. Entre ellos, venía una hermosa mujer que, nada más verme, me miró a los ojos de una manera que me hizo temblar. Era rubia, no muy alta, pero esbelta como un junco y elegante como la torre de las campanas. Sus inmensos ojos azules me calaron hasta donde ya no sabes distinguir si eres tú o el vacío. Se me secó la garganta y tuve que esforzarme para no salirme de mi sitio. Debió de darse cuenta de mi situación y sonriendo como una diosa, bajó los ojos y me liberó para que pudiera servirles lo que me habían encargado. Pasaron casi dos horas charlando a media voz y, en una de las ocasiones en que bajé a servir, con una cara de ángel que llenaba el corazón de agua fresca, se dirigió a mí para decirme en un entrecortado y  gracioso chapurreado de español, mientras se señalaba una mancha sobre el precioso pecho derecho, que “la pata de cerdo” colgada en el techo le había dejado caer una gota de grasa y le había manchado el vestido. No supe cómo reaccionar; miré a mi amigo, quien, con un gesto, me indicó que no me preocupara, y le ofrecí si quería subir a la casa a quitarse la mancha. No me entendió y, cuando uno de sus compañeros se lo tradujo, sonrió, se levantó de la silla y, mirándome a los ojos de una manera que me volví a quedar sin resuello,  - ¡Vamos!,-  me dijo, mientras echaba a andar hacia la escalera.
      Subí tras ella aspirando el encantador perfume que exhalaba y recreándome, sin poder remediarlo, en aquella preciosa silueta que se cimbreaba ante mis ojos.
      La guié hasta la casa, entró sin remilgos y se sentó donde le indiqué. Busqué el quitamanchas y el cepillo de la ropa. Me acerqué a ella y se lo ofrecí. Ella, sin levantarse de la silla, me indicó que lo aplicara yo sobre la mancha, elevando su pecho hacia mí. Al verme un poco cortado, -¡Ánimo, hombre!,-  me dijo, en tanto que sonreía con aquella sonrisa divina que se me colaba hasta los últimos rincones de mi cuerpo.
      Mojé la toallita con el quitamanchas. Suavemente, comencé a frotar el tejido manchado, bajo el cual me pareció sentir el latido de aquel pecho; notaba su acompasada respiración y la tersa blandura del seno que se erguía desafiante. Le eché a la mancha un poco de talco para que se secara para cepillar los polvos. Sonrió, se levantó y, antes de salirse hacia las escaleras, se acercó a mí, alargó sus manos hasta mi cuello y, con su cara junto a la mía, atravesando mis ojos con los suyos, me dijo:
      - Eres muy  guapo -  y me besó en los labios.
      Cuando me di cuenta de donde estaba, ella ya se había bajado con sus amigos a la bodega. Descendí hasta allí, dejé el cepillo a mi amigo para cuando se secara la mancha y lancé al jamón que la había manchado la mirada más agradecida que nunca nadie pudiera pensar.
      Algunos días después de aquello, mi amigo me dijo que aquella preciosidad de mujer era una princesa rusa y que pasó por Jaén, camino de Cádiz, desde donde se marchaba a los Estados Unidos.
       Como podrá suponer quien esto lea, aquel mismo día decidí indultarlo.

La historia me la contaron de manera muy similar cuando visité la taberna "El Gorrión". Es la historia de un jamón indultado por amor, aun se encuentra este Jamón en la taberna. La mas antigua de Jaén.


4 comentarios:

  1. Que historia tan original y sorprendente. Comienzas sin duda muy bien el año Francisco, me alegro de recuperar tu compañía.
    Un abrazo, querido amigo.

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  2. Y yo que soy de Jaén me acabo de enterar porque un amigo de huelva me ha enviado tu enlace, tiene tela.
    Es que en Jaén somos así, que suerte haber nacido aquí.

    Besicos jaeneros.

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  3. ¡Yo también lo habría indultado, Francisco!

    (Qué bien que de inmediato, Ana te haya escrito desde el lugar del suceso. Es la magia de Internet)

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  4. Yo pensaba que te habías llevado el folleto con la historia que tienen en la misma taberna y que regalan a sus comensales.

    Besos y estamos estupendos.

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