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14 de marzo de 2015

POEMAS SOBRE ANDALUCÍA

Carmen Rueda

ANDALUCÍA


Ángeles Asensio


Un embrujo de folclore y color... Sembrado al sur,
un mezclarse entre volantes con los duendes de alegría
donde el llanto se hace cante, y cantando su agonía,
baile y copla, risa y llanto, al son de las castañuelas,
mezcla un concierto de palmas con la luz de las candelas
y este ritmo se hace danza ¡En todo el pueblo andaluz!.

Jaén; tierra de olivar... De llano seco y colina,
de vientos que han retorcido los troncos con la sequía;
de perlas hecha aceituna -milagro de verde oliva-
con suave tacto y aroma, aceite que se rocía
como liquido cremoso de mejor gastronomía,
y orgullo de un campesino que le dedica su vida.

Besando el Guadalquivir mi Córdoba se levanta;
artesanía de calles y rinconcito con plaza,
blanco de cal es el fondo de sus macetas colgadas.
En la plaza de la Concha -como un pañuelo de ancha-
luce un farol en su calle que en la noche se destaca,
y el murmullo de la fuente que al silencio te reclama.

Para conocer Sevilla ¡Hay que beber manzanilla
y visitar Santa Cruz o Plaza de Doña Elvira!,
vestirse de faralaes en su feria tan castiza,
llevar en Semana Santa una peineta y mantilla.
Es tierra de señoritos, alazanes, romería,
de patios con muchas flores... Rejas, cortijo, ¡alegría!

Cádiz es puerto de mar, donde dos mares se abrazan,
situado en la bahía del "pescaíto" y las barcas,
un baluarte en los castillos configura sus murallas
si el viento levanta el mar... El sol de nuevo lo calma.
¡Al Sur de mi Andalucía -en esa punta de España-
mi "Cai" canta en sus murgas la verdad de lo que pasa!

Donde está el cabo de Gata tiene la costa Almería;
arrecife, acantilados y una Alpujarra con vistas.
Contrastan con su desierto montes, valles y campiñas,
almenas escalonadas en las torres se divisan.
Si tapeas hay jureles, delicioso pulpo y chirlas.
No encontrará lo que busca aquel que no la visita.

A Málaga de vacaciones, pasearse por la playa
y comer los boquerones pescados de madrugada.
Tiene un barrio musulmán cerquita de la Alcazaba,
que es el más antiguo barrio que se conserva en España.
Noches de discos y coplas, de movida, de jarana,
salir al anochecer y volver por la mañana.

Y a mi Huelva marinera... La del Rocío y marisma
le ves los barcos venir al amanecer del día.
Es la del Parque Doñana, ¡es la del choco y coquina!,
es la de tres carabelas y una brújula de guía
saliendo hacia el horizonte, María, Pinta y la Niña,
para entregarle a Colón el sueño de su conquista.

Y Granada... ¿Alguien nos sabe decir cómo es Granada?
¿Quién te puede describir su amanecer en la Alhambra?
La nieve que hay en los montes... ¡O esa etnia tan gitana
que le dio a Sacromonte en todo el mundo la fama!
¡Y cómo explicar que el sol cuando ya el día se acaba...
va derrochando el color y la viste de naranja


CANTARES

Manuel Machado

Vino, sentimiento, guitarra y poesía,
hacen los cantares de la patria mía...
Cantares...
Quien dice cantares, dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida.
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...

Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte;
ojos negros, negros, y negra la suerte.
Cantares...
En ellos, el alma del alma se vierte.

Cantares. Cantares de la patria mía...
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía

27 de julio de 2014

Miguel Hernández / Aceituneros

Carmen Rueda Florido

ACEITUNEROS



Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.






22 de julio de 2014

La leyenda de Nuestro Padre Jesús, “El Abuelo”



Carmen Rueda Florido
Leyenda de Nuestro Padre Jesús,“El Abuelo”.



Carmen Rueda FloridoUna de las leyendas más arraigadas en la ciudad de Jaén, es la que hace referencia a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno que, más allá de su significado religioso, es una de las señas de identidad de esta ciudad.

Hay varias versiones de la leyenda. Yo he seleccionado la que me parece más bella.


Una tarde de agosto de 1590, un viejo peregrino, cansado, pidió asilo para pasar la noche en una modesta casería cercana al Puente de la Sierra -antigua zona de huertas situada a pocos kilómetros al sur de la ciudad de Jaén-. El anciano, que venía de muy lejos, se dirigía a Jaén pero, como estaba anocheciendo, a su llegada encontraría las puertas de la ciudad cerradas y rogó que le dejaran pernoctar bajo techo. Los labradores, piadosos y humanitarios, no dudaron un instante en concederle hospitalidad.

Lo primero que hicieron fue cenar en la lonja de la casa para aprovechar el escaso hilo de viento existente. Mientras comían, el forastero se fijó en un gran tronco de pino que hacía las veces de banco donde sentarse. El viajero, que desde niño había trabajado con la madera, se lo pidió para hacer una imagen de Jesús en agradecimiento a su acogida.

Antes de retirarse a la habitación para descansar, pidió a la pareja que trasladara el tronco al dormitorio porque nada más levantarse, viajaría a Jaén para ver el paño del Santo Rostro y a su regreso comenzaría la escultura.

Al día siguiente, poco antes de la cena, volvió a presentarse el venerable anciano que relató la impresión que le causó la santa faz de Jesús. Apenas comió porque estaba muy cansado y decidió acostarse temprano pero, antes, dijo a los labriegos que permanecería en la habitación varios días sin salir hasta finalizar su obra y que no se preocupasen ni entraran en ella hasta que hubiera concluido.

Cuando pasaron dos días, el matrimonio estaba preocupado porque en ese tiempo no habían escuchado ni el más mínimo ruido procedente de la estancia lo que era muy extraño porque, al tratarse de la talla de un madero, tendrían que producirse golpes con las gubias y escoplos. Aún así, esperaron otro día más.

Nada más amanecer, subieron silenciosos por la estrecha escalera hasta el desván donde debía estar el viajero. Encontraron la puerta entreabierta, la empujaron suavemente y sus ojos quedaron deslumbrados al encontrar la figura de Jesús, casi desnudo, con el cuerpo ensangrentado y encorvado por el peso de la cruz, la mirada angustiada, dirigida al suelo y la boca entreabierta por el dolor, desde donde escapaba un hilo de sangre entre la comisura de sus labios.

Cuando se repusieron de su asombro, los labradores buscaron algún rastro del viejo caminante que había realizado tan magnífica obra pero solo hallaron una nota que les decía: «a través de esta imagen, amadle con todo el corazón en la seguridad de que nunca os abandonará».

Pronto se supo en toda la ciudad el extraordinario acontecimiento, siendo innumerables las personas que acudieron a contemplarlo a la casería cercana al Puente de la Sierra.

Las autoridades eclesiásticas decidieron, entonces, trasladar la imagen al convento de los Carmelitas Descalzos, donde siguió recibiendo público culto.

Esta es la razón por la que a esta imagen se la conoce como "El Abuelo".

La talla de Nuestro Padre Jesús es de finales del siglo XVI o principios del XVII y algunos la atribuyen a Sebastián de Solís que, sufragada con las limosnas de los vecinos de Jaén, la haría por encargo de los PP. Carmelitas Descalzos.

12 de julio de 2014

Óscar Hahn / UNA NOCHE EN EL CAFÉ BERLIOZ

Carmen Rueda Florido
Muriel mi amante muerta

Una noche en el Café Berlioz

Yo he visto su cara en otra parte le dije
cuando entró en el Café Berlioz

Soy de otra dimensión contestó sonriendo
y avanzó hacia el fondo del salón

Ella finge escribir en su mesa de mármol
pero me observa de reojo

Desde mi mesa veo su cuello desnudo

Como un aerolito cruzó mi mente
el rostro de Muriel mi amante muerta

Usted es zurda le dije acercándome
Hacemos la pareja perfecta

Tomé su lápiz y escribí “te amo”
con mi mano derecha en la servilleta

Rey del lugar común respondió sin mirarme
mientras le echaba azúcar al té

Me ha clavado una estaca en el corazón
Me ha lanzado una bala de plata
Me ha ahorcado con una trenza de ajo

Volví confundido a mi mesa
con la cola de diablo entre las piernas

En este punto las sombras de los clientes
pagaron y se fueron del Café Berlioz

Váyanse espíritus les dije furioso
agitando mi paraguas chamuscado

¿Hay alguna Muriel aquí?
gritó la mesera desde el umbral

Cuando ella caminó hacia la puerta
vi que tenía una rosa en la mano

Por favor tráiganme la cuenta
que ya está por salir el sol

La lluvia penetra por los agujeros de mi memoria

Muriel Muriel
¿por qué me has abandonado?

22 de junio de 2014

Juan Carlos Abril / Emocion breve


EMOCIÓN BREVE
Por la escalera azul de la mañana
el deshollinador.
Su piel de escamas y sus cejas
serpentinas, felices
bailan. Todo podrá cambiarse,
dice. Nada me toca.
(De Crisis, 2007)

Juan Carlos Abril / Espacio


Espacio


Llegas de cualquier sitio
y, elegido al azar,
sin mapas, sin señales,
el otro lado esconde la sorpresa
feliz y azul.
Entonces permanece la ruptura
intacta. Entonces fuera o dentro impide
su difusión.
El viaje trae un orden en cadena,
un movimiento ansioso que repite
su dispersa memoria:
ya nadie nos indica que el error
desconocido o su secreto
sirva robado y oprimido,
tiempo arenoso que se va.

Todo va a ser abandonado.

De "El laberinto azul", 2001

11 de junio de 2014

Juan Carlos Abril / Flor pensativa


FLOR PENSATIVA


A Stéphanie Ameri

Entonces entender es la fractura,

otra omisión

que no se justifica.

Vas surgiendo

desvaída en el punto en que se rompe

aquel olor de hojas que la brisa

como una nueva explicación del mundo

distrae, alegremente.

Estás sentada.

Tan despeinada y pálida después

del esfuerzo infeliz y del trabajo.

No hay repetición.

Son nombres

que ofreces al azar y, sin embargo,

impensables sin esa compasión

que crece derramada por tu boca,

ese licor de la imprudencia.

Ahora

descansas. Estás sola.

Y es un filo brillante

que a todo da sentido, siempre ahí

desde lo más oscuro, sin ser dicho.

 De "El laberinto azul", 2001

28 de mayo de 2014

Juan Carlos Abril / Traición

Tardes de infancia», óleo de Manuel Tricallotis


Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.

De "Un intruso nos somete", 1997


Juan Carlos Abril

22 de mayo de 2014

Juan Carlos Abril / Poemas

Antiguo cortijo de Xistos altos de Los Villares, el cual fue derrumbado hace tiempo por su mal estado.
Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, España, 1974) es Doctor por la Universidad de Granada y actualmente profesor de Literatura Española en dicha Universidad.

Ha publicado los libros de poemas Un intruso nos somete (1997, 2004), El laberinto azul (2001), Crisis (2007), y Poesía (1997-2007).

Ha preparado ediciones de autores como Luis García Montero o José Manuel Caballero Bonald, y preparó la antología Deshabitados (2008). También ha traducido, junto a Stéphanie Ameri, Las cenizas de Gramsci, de Pier Paolo Pasolini, o Los Indomables, de Filippo Tommaso Marinetti, entre otros.

Forma parte de numerosas antologías, entre las que destacan 10 menos 30. La ruptura interior en la «poesía de la experiencia», de Luis Antonio de Villena (1997), Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía, de Josep M. Rodríguez (2001), Veinticinco poetas españoles jóvenes (2003), o Cima de olvido, de Rafael Alarcón Sierra (2006).

También ha publicado crítica literaria y poemas en diversas revistas como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Historia y Política, Rilce, Letras de Deusto, La Estafeta del Viento, Litoral, El Maquinista de la Generación, Sibila, Humanitas, Analecta Malacitana, RevistAtlántica, Renacimiento, Clarín, Campo de Agramante, Prima Littera, La página, La Poesía, señor hidalgo, o Cuadernos del Matemático. Dirige la revista Paraíso.

TRAICIÓN


Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.

EL CLAVO

Todo lo revivido se estremece.

Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.

Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
Puede ser una señal
y casi te deslumbra.

En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.

Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.

FLOR PENSATIVA

A Stéphanie Ameri

Entonces entender es la fractura,
otra omisión
que no se justifica.
Vas surgiendo
desvaída en el punto en que se rompe
aquel olor de hojas que la brisa
como una nueva explicación del mundo
distrae, alegremente.
Estás sentada.
Tan despeinada y pálida después
del esfuerzo infeliz y del trabajo.
No hay repetición.
Son nombres
que ofreces al azar y, sin embargo,
impensables sin esa compasión
que crece derramada por tu boca,
ese licor de la imprudencia.
Ahora
descansas. Estás sola.
Y es un filo brillante
que a todo da sentido, siempre ahí
desde lo más oscuro, sin ser dicho.

(De El laberinto azul, 2001)

EMOCIÓN BREVE


Por la escalera azul de la mañana
el deshollinador.
Su piel de escamas y sus cejas
serpentinas, felices
bailan. Todo podrá cambiarse,
dice. Nada me toca.
(De Crisis, 2007)

DON DE LA INGENUIDAD


Cuando regreses
a la ciudad verás las ilusiones
que madrugan con sus acentos
incapaces de desprenderse
del pasado, que ignoran
lo mismo que nosotros.

Tú ni siquiera sabes por qué vives,
cómo es posible limitar
la realidad de varias formas,
si es tuyo este deseo
en la utopía de los débiles,
rebeldes, nunca hermosos.

No dormirán las culpas hasta tarde
y en su espiral el ruido
con su dragón ajuglarado
bisbiseará un nuevo día:
Horarios imposibles,
beata actividad.

Contra ti mismo cuántas veces;
cuántos modos conoces
de hacerte daño.
Ya no quedan violines
y la melancolía de las fuentes
posee menos memoria
que sentido común.

He de explicarlo casi todo.
El tiempo, como un herpes, su sintaxis
sin posibilidad. Irás
pero no volverás.
Este país tiene la pata herida.

Yo quise destruirme
fregando platos,
dije lo que me apetecía.

En los desfiladeros
de mis eses,
con el afán
de principios de curso
superé mi propia rutina
y eliminé
lo que no soportaban.

Unos dicen que ha muerto,
otros que nunca morirá.

Aún así
te convences con poco.

Colono de una lengua
que hoy sigues recordando,
quiero reírme
de esas largas genealogías
mientras diseño aquí mi casa:
encinas y palmeras,
tamarindos,
palabras con descuento
e insistencia:
es tu virtud.

Y otro episodio
dentro de ese vacío
infantiloide
que debes aceptar
intermitente,
la descripción de un personaje
con flexibilidad: ser puente o río.

(Inédito)

13 de marzo de 2013

Poetas Españoles: David Hernandez Sevillano



PUEBLO CASTELLANO

La torre de la iglesia como el mástil
erguido de un velero
despuntaba en un mar de sementeras.
A su abrigaño el pueblo sesteaba.
Enfermaron de frío las palabras
y los sueños. Sólo de alguna débil,
escasa chimenea ascendía
un reguero de humo perezoso
como un recuerdo lento.

Ella reconoció
el roce de febrero en los pulmones.
Llegó de abotonar
los surcos de un pasado fronterizo.
Con sus pasos azules
zigzagueó las calles polvorientas,
se sentó junto al tronco de la olma
y acarició la tierra con sus manos.

No sé qué pasa con el sol de invierno
que abre zanjas de risa en el vacío
y le pone corchetes al silencio.

Un viento suplicante, igual que una
torpe interrogación, serpenteaba,

¿qué quedará de ti cuando hayan vuelto
a sus escaramuzas los vencejos?

Silva el agua lejana de la acequia.
En su lecho de musgo el pueblo duerme.
Ella lo ve y sonríe,
como en todas las cosas de la vida
a fuerza de pasar el tiempo tuvo
una vaga intuición:
que el mundo no terminará en nosotros.

Ella cerró los labios
para que el sueño todo le cupiera.

David Hernández Sevillano


David Hernández Sevillano nació en Segovia en 1977, es licenciado en Educación Física, está casado, tiene un hijo y vive desde 2005 en Vegafría, un pequeño pueblo segoviano donde regenta un establecimiento de turismo rural, ha obtenido en 2012 el Premio Jaén de Poesía.

27 de febrero de 2011

Aceitunero (Miguel Hernández)

Miguel Hernandez

Aceitunero


Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma ¿quién
quién amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.

Catedral de Jaén al fondo

Dedico esta entrada a todos mis amigos de Jaén, en especial a Pegasa, una muy bella amiga, quién quiero mucho.