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12 de enero de 2015

Chile baraja impuesto por la publicación en tu blog o medio social.



Y yo que me quejaba luego de la aprobación de la LPI en España… Pues nada, si tienes un blog y resides en Chile, si publicas más de 4 veces a la semana, entonces paga, paga y repaga. ¿Y por qué digo repaga? Porque si además tienes un perfil activo en algún medio social como puede ser Facebook o Twitter, también tendrás que pagar.

Así lo advierte la abogada Rayén Campusano (ONG Derechos Digitales). Al parecer en Chile se está sometiendo a debate previo a su aprobación la denominada Ley de medios de comunicación digital (proyectos de ley 9460-19 y 9461-19. La cual parece que representa un duro golpe a cualquier iniciativa que pueda dar los ciudadanos de este país en Internet.

¿Exageración? Bueno, según se deja entender en la norma si publicas muy a menudo pasan a considerarte un medio de comunicación y por tanto sujeto a responsabilidad. Así tanto si quieres tener un blog personal, una web de empresa o perfil en medios sociales con actualizaciones periódicas deberás:

– Tener domicilio en Chile.
Informar la iniciación de actividades a la Gobernación Provincial o Regional.
Acreditar la inscripción en el Registro de Dominio.cl NIC Chile e informar la frecuencia de actualizaciones.
– Indicar el nombre y domicilio del propietario o concesionario, o representante legal en la página en un lugar destacado.
– Hacer un depósito legal mixto en la Biblioteca Nacional.

En mi opinión personal esto es un disparate, además de generar una inseguridad jurídica innecesaria. Es querer matar moscas a cañonazos y de ser aprobada sobra decir que será una tremenda trampa a la ciudadanía en contra de la libertad de expresión.
Fuente:
Fuente Bio -Bio

Derechos digitales

Diputados.cl

Esta columna fue publicada originalmente en el sitio web de la ONG de Derechos Digitales por la abogada Rayén Campusano.

El proyecto de ley de medios digitales que se discute en la Cámara, hará que todos quienes posean un sitio web o red social con cuatro publicaciones semanales, sean consideradas responsables de un medio de comunicación social. Acá te contamos cómo te afecta si eres un usuario o usuaria de Internet en Chile.

El proyecto de ley de medios digitales impone cargas extremadamente onerosas, desproporcionadas e injustificadas a los usuarios y usuarias de Internet

En Chile, hay una creciente tendencia en parlamentarios de presentar proyectos de ley que castigan más duramente acciones realizadas por Internet. Un ejemplo claro de ello es la denominada ley de medios de comunicación digital (proyectos de ley 9460-19 y 9461-19 que modifican la Ley 19.733), 

Si usas Internet, te invitamos a estar atento a los siguientes aspectos de la ley que, de aprobarse, afectarán para siempre tu libertad de expresión en Internet.

Eres responsable de un medio de comunicación

Si estos proyectos son aprobados, se entenderá por diario todo periódico impreso o en papel o publicado vía digital o electrónica que se publique a lo menos cuatro días en cada semana y cumpla con los demás requisitos establecidos en la ley.
El corte de “cuatro publicaciones semanales” para ser considerado un periódico, haría extensiva la aplicación de la ley a una publicación en Facebook, un blog de uso personal, un tuiteo o una página web con “memes”, con tal que se haga cuatro veces a la semana.
Lo que deberás hacer si tienes una web o un perfil en alguna red social
Hoy en día existen múltiples opciones para utilizar Internet como medio de expresión. Son masivas y populares las alternativas gratuitas o a bajo costo para tener un blog y escribir noticias o analizarlas con periodicidad, y es masiva la participación en redes sociales como Facebook o Twitter. Sin embargo, de aprobarse esta ley, ahora necesitarás:

– Tener domicilio en Chile.

– Informar la iniciación de actividades a la Gobernación Provincial o Regional.

– Acreditar la inscripción en el Registro de Dominio.cl NIC Chile e informar la frecuencia de actualizaciones.

– Indicar el nombre y domicilio del propietario o concesionario, o representante legal en la página en un lugar destacado.

– Hacer un depósito legal mixto en la Biblioteca Nacional.

De su sola lectura, es posible concluir que son cargas extremadamente onerosas, desproporcionadas e injustificadas, que conllevan el riesgo de sobrerregular la publicación de contenidos en línea, creando un escenario de incertidumbre legal tanto para el público (¿Será ilegal mi blog? ¿Por qué habría que registrar un punto cl en NIC Chile? ¿qué es lo que tengo que depositar en la Biblioteca Nacional?) como para diversas clases de emprendimientos en Internet, lo que resulta contraproducente para el desarrollo económico y cultural del país.
Por lo demás, los proyectos carecen completamente de sentido práctico, porque las cargas que pretenden imponer a diversas formas de expresión en Internet son imposibles de fiscalizar o implementar (¿cuándo un blog es “chileno”?), creando un escenario donde la persecución del cumplimiento de esta ley obedecerá a criterios arbitrarios que pueden ser utilizados para acallar discursos críticos, molestos o polémicos.
Por otro lado, la obligación de efectuar el depósito legal pertinente en la Biblioteca Nacional, considerando la extensión de la norma a cualquier publicación periódica en Internet, no sólo es absurdo y único a nivel mundial, sino que resultaría en una carga de trabajo adicional imposible de enfrentar para esta institución, distrayéndola de sus labores habituales.

No serás anónimo

Pareciera ser que el fin último de proyectos como este es imposibilitar el anonimato en la red, uno de los requisitos fundamentales para la existencia de la libertad de expresión.

Todas estas absurdas cargas legales buscan, entre otras cosas, impedir el anonimato en la red, un asunto de gran conveniencia para autoridades públicas cuando Internet se ha transformado en una plataforma de crítica, sátira e información de los usuarios hacia el resto de la población respecto a su labor.
La excusa para terminar con el anonimato es la intención de identificar y sancionar a quien ha emitido opiniones poco educadas, chocantes o incluso ofensivas. Sin embargo, sanciones de responsabilidad civil y penal en caso de injurias y calumnias ya están establecidas en nuestra legislación siguiendo las reglas generales.
El ejercicio de la libertad de expresión por cierto que admite restricciones, en especial cuando colisiona con otros derechos fundamentales igualmente importantes (ej. vida privada), pero son los tribunales de justicia y no una regulación irreflexiva y absurda, quienes deben resolver el conflicto, a través de un debido procedimiento y de acuerdo a la ley.

Prepárate para pagar


Los proyectos de ley establecen, además, que si el medio digital no se adecúa a las formalidades de funcionamiento de los medios de comunicación social antes señaladas, podrá ser sancionado con multa de dos a 30 UTM, siendo el director y el propietario responsable solidariamente.


Al momento de establecer una restricción de tamaña envergadura, es imprescindible que el legislador evalúe el impacto (o costo) no sólo desde el punto de vista de los particulares directamente afectados con la medida, sino desde la perspectiva de su impacto en el funcionamiento de la red.

Es hora de defender Internet en Chile


Que la información circule libremente en Internet ha permitido su gran expansión y que el contenido llegue a una gran cantidad de personas de forma rápida y a un muy bajo costo, permitiendo la libre difusión de las ideas para el desarrollo del debate público democrático.

Estos proyectos de ley carecen de antecedentes de hecho suficientes, de una racionalidad y objetivos claros; hacen aplicable una Ley que nunca consideró a Internet como una realidad; afectan a millones de formas de expresión en Internet en Chile; sobrerregulan el mercado de medios digitales; son muy difícil de aplicar en la práctica; y perturban arbitrariamente el derecho fundamental de libertad de expresión.
Hacemos un llamado para que las y los chilenos exijan a sus diputados introducir mejoras radicales a esta iniciativa, que garanticen la no afectación al derecho de la libertad de expresión en la red.
Lee también | Ramón Farías aclara ley de medios: “Quienes quieran lanzar basura anónimamente podrán seguir haciéndolo”

NOTA DEL EDITOR: Los siguientes parlamentarios son los que presentaron el proyecto de ley de medios digitales.

  1. - Diputado Juan Luis Castro González (PS)
  2. - Diputado Juan Antonio Coloma Álamos (UDI)
  3. Diputado Aldo Cornejo González (DC)
  4. - Diputado Ramón Farías Ponce (PPD)
  5. - Diputada María José Hoffmann Opazo (UDI)
  6. Diputado José Antonio Kast Rist (UDI)
  7. Diputado Alberto Robles Pantoja (PRSD)
  8. - Diputado Víctor Torres Jeldes (DC)
  9. - Diputado Osvaldo Urrutia Soto (UDI)


Rayén Campusano Encargada de políticas públicas en Chile/ Public Policy Officer (Chile)

MasI imue

Rayén es abogada de la Universidad de Chile y durante 2012 fue pasante de ONG Derechos Digitales. En 2014 se integró como Encargada de políticas pública en Chile, donde sus principal función es monitorizar la actualidad política del país y las tomas de decisiones, tanto del Gobierno como en el Congreso Nacional, en relacionados a los derechos humanos en el entorno digital.
Áreas: Privacidad, datos personales, libertad de expresión, derechos humanos, derecho y tecnología


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Etiquetas: Arbitrariedad, Chile, Despilfarro del tiempo de los honorables diputados, Estupidez, Libertad de Expresión
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12 de julio de 2014

Óscar Hahn / UNA NOCHE EN EL CAFÉ BERLIOZ

Carmen Rueda Florido
Muriel mi amante muerta

Una noche en el Café Berlioz

Yo he visto su cara en otra parte le dije
cuando entró en el Café Berlioz

Soy de otra dimensión contestó sonriendo
y avanzó hacia el fondo del salón

Ella finge escribir en su mesa de mármol
pero me observa de reojo

Desde mi mesa veo su cuello desnudo

Como un aerolito cruzó mi mente
el rostro de Muriel mi amante muerta

Usted es zurda le dije acercándome
Hacemos la pareja perfecta

Tomé su lápiz y escribí “te amo”
con mi mano derecha en la servilleta

Rey del lugar común respondió sin mirarme
mientras le echaba azúcar al té

Me ha clavado una estaca en el corazón
Me ha lanzado una bala de plata
Me ha ahorcado con una trenza de ajo

Volví confundido a mi mesa
con la cola de diablo entre las piernas

En este punto las sombras de los clientes
pagaron y se fueron del Café Berlioz

Váyanse espíritus les dije furioso
agitando mi paraguas chamuscado

¿Hay alguna Muriel aquí?
gritó la mesera desde el umbral

Cuando ella caminó hacia la puerta
vi que tenía una rosa en la mano

Por favor tráiganme la cuenta
que ya está por salir el sol

La lluvia penetra por los agujeros de mi memoria

Muriel Muriel
¿por qué me has abandonado?

29 de junio de 2014

Oscar Hahn/ Los fantasmas de lisboa

Los fantasmas de Lisboa

Dónde estará el pasado que tuvimos
el pasado que tuve entre tus brazos
En la calle resuenan nuestros pasos
pero no estamos: nos desvanecimos

Dónde estarán los besos que nos dimos
la tristeza tan dulce de los fados
tus promesas tus llantos mis enfados
nuestros cuerpos que un día compartimos

Asustados los nuevos ocupantes
de nuestro cuarto en el hotel escuchan
la risa de personas que se duchan

Como los personajes de Pessoa
somos almas sin cuerpo: dos amantes
que penan en las noches de Lisboa.

Óscar Hahn
(Apariciones profanas, 2002)

19 de mayo de 2014

Pablo Neruda / Cadiz

 

Cádiz desde la Torre de Poniente

Elegía de Cádiz


Amarrada a la costa como una clara nave,
Cádiz, la pobre y triste rosa de las cenizas,
azul, el mar o el cielo, algunos ojos,
rojo, el hibiscus, el geranio tímido,
y lo demás, paredes roídas, alma muerta.
Puerto de los cerrojos, de las rejas cerradas,
de los patios secretos serios como las tumbas,
la miseria manchando como sombra
la dentadura antigua de una ciudad radiante
que tuvo claridad de diamante y espada.
Oh congoja del papel sucio que el viento
enarbola y abate, recorre las calles pisoteado
y luego cae al mar, se consume en las aguas,
último documento, pabellón del olvido,
orgullo del penúltimo español.
La soberbia se fue de los pobres roperos
y ahora una mirada sin más luz que el invierno
sobre los pantalones pulcramente parchados.
Sólo la lotería grita con mentira de oro:
el 8-9-3 el 7-0-1
el esplendor de un número que sube en el silencio
como una enredadera los muros de las ruinas.
De cuando en cuando golpea la calle un palo blanco.
Un ciego y otro ciego. Luego el paño mortuorio
de seis sotanas. Vámonos. Es hora de morir.

Gonzalo Rojas / No le copien a Pound



No le copien a Pound


No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso
de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en sánscrito,
con su chino a medio aprender, su griego translúcido
de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo
Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio
de hacer y rehacer hasta llegar a tientas al gran palimpsesto de lo Uno;
no lo juzguen por la dispersión: había que juntar los átomos,
tejerlos así, de lo visible a lo invisible, en la urdimbre de lo fugaz
y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto
con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver,
y ése el Espíritu, lo inacabado
y lo ardiente, lo que de veras amamos
y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre
y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable;
no, nuevos semidioses
del lenguaje sin Logos, de la histeria, aprendices
del portento original, no le roben la sombra
al sol, piensen en el cántico
que se abre cuando se cierra como la germinación, háganse aire,
aire-hombre como el viejo Ez, que anduvo siempre en el peligro, salten intrépidos
de las vocales a las estrellas, tenso el arco
de la contradicción en todas la velocidades de lo posible, aire y más aire
para hoy y para siempre, antes
y después de lo purpúreo
del estallido
simultáneo, instantáneo
de la rotación, porque este mundo parpadeante sangrará,
saltará de su eje mortal, y adiós ubérrimas
tradiciones de luz y mármol, y arrogancia; ríanse de Ezra
y sus arrugas, ríanse desde ahora hasta entonces, pero no lo saqueen; ríanse, livianas
generaciones que van y vienen como el polvo, pululación
de letrados, ríanse, ríanse de Pound
con su Torre de Babel a cuestas como un aviso de lo otro
que vino en su lengua;
cántico,
hombres de poca fe, piensen en el cántico.

22 de enero de 2014

Manuel Rojas / El vaso de leche

El vaso de leche


Afirmado en la barandilla de estribor, el marinero parecía esperar a alguien. Tenía en la mano izquierda un envoltorio de papel blanco, manchado de grasa en varias partes. Con la otra mano atendía la pipa.
Entre unos vagones apareció un joven delgado; se detuvo un instante, miró hacia el mar y avanzó después, caminando por la orilla del muelle con las manos en los bolsillos, distraído o pensando.
Cuando pasó frente al Afirmado en la barandilla de estribor, el marinero parecía esperar a alguien. Tenía en la mano izquierda un envoltorio de papel blanco, manchado de grasa en varias partes. Con la otra mano atendía la pipa.
Entre unos vagones apareció un joven delgado; se detuvo un instante, miró hacia el mar y avanzó después, caminando por la orilla del muelle con las manos en los bolsillos, distraído o pensando.
Cuando pasó frente al barco, el marinero le gritó en inglés:
-I say; look here! (¡Oiga, mire!)
El joven levantó la cabeza y, sin detenerse, contestó en el mismo idioma:
-Hallow! What? (¡Hola! ¡Qué?)
-Are you hungry? (¿Tiene hambre?)
Hubo un breve silencio, durante el cual el joven pareció reflexionar y hasta dio un paso más corto que los demás, como para detenerse; pero al fin dijo, mientras dirigía al marinero una sonrisa triste:

-No, I am not hungry! Thank you, sailor. (No, no tengo hombre. Muchas gracias, marinero.)
-Very well. (Muy bien.)
Sacose la pipa de la boca el marinero, escupió y colocándosela de nuevo entre los labios, miró hacia otro lado. El joven, avergonzado de que su aspecto despertara sentimientos de caridad, pareció apresurar el paso, como temiendo arrepentirse de su negativa.
Un instante después un magnífico vagabundo, vestido inverosímilmente de harapos, grandes zapatos rotos, larga barba rubia y ojos azules, pasó ante el marinero, y éste, sin llamarlo previamente, le gritó:
-Are you hungry?
No había terminado aún su pregunta cuando el atorrante, mirando con ojos brillantes el paquete que el marinero tenía en las manos, contestó apresuradamente:-Yes, sir, I am very hungry! (Sí, señor, tengo harta hambre.)
Sonrió el marinero. El paquete voló en el aire y fue a caer entre las manos ávidas del hambriento. Ni siquiera dio las gracias y abriendo el envoltorio calentito aún, sentose en el suelo, restregándose las manos alegremente al contemplar su contenido. Un atorrante de puerto puede no saber inglés, pero nunca se perdonaría no saber el suficiente como para pedir de comer a uno que hable ese idioma.
El joven que pasara momentos antes, parado a corta distancia de allí, presenció la escena.
Él también tenía hambre. Hacía tres días justos que no comía, tres largos días. Y más por timidez y vergüenza que por orgullo, se resistía a pararse delante de las escalas de los vapores, a las horas de comida, esperando de la generosidad de los marineros algún paquete que contuviera restos de guisos y trozos de carne. No podía hacerlo, no podría hacerlo nunca. Y cuando, como es el caso reciente, alguno le ofrecía sus sobras, las rechazaba heroicamente, sintiendo que la negativa aumentaba su hambre.
Seis días hacía que vagaba por las callejuelas y muelles de aquel puerto. Lo había dejado allí un vapor inglés procedente de Punta Arenas, puerto en donde había desertado de un vapor en que servía como muchacho de capitán. Estuvo un mes allí, ayudando en sus ocupaciones a un austriaco pescador de centollas, y en el primer barco que pasó hacia el norte embarcose ocultamente. Lo descubrieron al día siguiente de zarpar y enviáronlo a trabajar en las calderas. En el primer puerto grande que tocó el vapor lo desembarcaron, y allí quedó, como un fardo sin dirección ni destinatario, sin conocer a nadie, sin un centavo en los bolsillos y sin saber trabajar en oficio alguno. Mientras estuvo allí el vapor, pudo comer, pero después... La ciudad enorme, que se alzaba más allá de las callejuelas llenas de tabernas y posadas pobres, no le atraía; parecíale un lugar de esclavitud, sin aire, oscura, sin esa grandeza amplia del mar, y entre cuyas altas paredes y calles rectas la gente vive y muere aturdida por un tráfago angustioso.
Estaba poseído por la obsesión del mar, que tuerce las vidas más lisas y definidas como un brazo poderoso una delgada varilla. Aunque era muy joven había hecho varios viajes por las costas de América del Sur, en diversos vapores, desempeñando distintos trabajos y faenas, faenas y trabajos que en tierra casi no tenían explicación.
Después que se fue el vapor anduvo, esperando del azar algo que le permitiera vivir de algún modo mientras volvía a sus canchas familiares; pero no encontró nada. El puerto tenía poco movimiento y en los contados vapores en que se trabajaba no lo aceptaron.
Ambulaban por allí infinidad de vagabundos de profesión; marineros sin contrata, como él, desertados de un vapor o prófugos de algún delirio; atorrantes abandonados al ocio, que se mantienen de no se sabe qué, mendigando o robando, pasando los días como las cuentas de un rosario mugriento, esperando quién sabe qué extraños acontecimientos, o no esperando nada, individuos de las razas y pueblos más exóticos y extraños, aun de aquellos en cuya existencia no se cree hasta no haber visto un ejemplar.*
Al día siguiente, convencido de que no podría resistir mucho más, decidió recurrir a cualquier medio para procurarse alimentos.
Caminando, fue a dar delante de un vapor que había llegado la noche anterior y que cargaba trigo. Una hilera de hombres marchaba, dando la vuelta, al hombro los pesados sacos, desde los vagones, atravesando una planchada, hasta la escotilla de la bodega, donde los estibadores recibían la carga. Estuvo un rato mirando hasta que atreviose a hablar con el capataz, ofreciéndose. Fue aceptado y animosamente formó parte de la larga fila de cargadores.
Durante el tiempo de la jornada trabajó bien; pero después empezó a sentirse fatigado y le vinieron vahídos, vacilando en la planchada cuando marchaba con la carga al hombro, viendo a sus pies la abertura formada por el costado del vapor y el murallón del muelle, en el fondo de la cual, el mar, manchado de aceite y cubierto de desperdicios, glogloteaba sordamente.
A la hora de almorzar hubo un breve descanso y en tanto que algunos fueron a comer en los figones cercanos y otros comían lo que habían llevado, él se tendió en el suelo a descansar, disimulando su hambre.
Terminó la jornada completamente agotado, cubierto de sudor, reducido ya a lo último. Mientras los trabajadores se retiraban, se sentó en unas bolsas acechando al capataz, y cuando se hubo marchado el último acercose a él y confuso y titubeante, aunque sin contarle lo que le sucedía, le preguntó si podían pagarle inmediatamente o si era posible conseguir un adelanto a cuenta de lo ganado.
Contestole el capataz que la costumbre era pagar al final del trabajo y que todavía sería necesario trabajar el día siguiente para concluir de cargar el vapor. ¡Un día más! Por otro lado, no adelantaban un centavo.
-Pero -le dijo-, si usted necesita, yo podría prestarle unos cuarenta centavos... No tengo más.
Le agradeció el ofrecimiento con una sonrisa angustiosa y se fue. Le acometió entonces una desesperación aguda. ¿Tenía hambre, hambre, hambre! Un hambre que lo doblegaba como un latigazo; veía todo a través de una niebla azul y al andar vacilaba como un borracho. Sin embargo, no había podido quejarse ni gritar, pues su sufrimiento era obscuro y fatigante; no era dolor, sino angustia sorda, acabamiento; le parecía que estaba aplastado por un gran peso. Sintió de pronto como una quemadura en las entrañas, y se detuvo. Se fue inclinando, inclinando, doblándose forzadamente y creyó que iba a caer. En ese instante, como si una ventana se hubiera abierto ante él, vio su casa, el paisaje que se veía desde ella, el rostro de su madre y el de sus hermanos, todo lo que él quería y amaba apareció y desapareció ante sus ojos cerrados por la fatiga...Después, poco a poco, cesó el desvanecimiento y se fue enderezando, mientras la quemadura se enfriaba despacio. Por fin se irguió, respirando profundamente. Una hora más y caería al suelo.
Apuró el paso, como huyendo de un nuevo mareo, y mientras marchaba resolvió ir a comer a cualquier parte, sin pagar, dispuesto a que lo avergonzaran, a que le pegaran, a que lo mandaran preso, a todo; lo importante era comer, comer, comer. Cien veces repitió mentalmente esta palabra; comer, comer, comer, hasta que el vocablo perdió su sentido, dejándole una impresión de vacío caliente en la cabeza.
No pensaba huir; le diría al dueño: "Señor, tenía hambre, hambre, hambre, y no tengo con qué pagar... Haga lo que quiera".
Llegó hasta las primeras calles de la ciudad y en una de ellas encontró una lechería. Era un negocio muy claro y limpio, lleno de mesitas con cubiertas de mármol: Detrás de un mostrador estaba de pie una señora rubia con un delantal blanquísimo.
Eligió ese negocio. La calle era poco transitada. Habría podido comer en uno de los figones que estaban junto al muelle, pero se encontraban llenos de gente que jugaba y bebía.
En la lechería no había sino un cliente. Era un vejete de anteojos, que con la nariz metida entre las hojas de un periódico, leyendo, permanecía inmóvil, como pegado a la silla. Sobre la mesita había un vaso de leche a medio consumir. Esperó que se retirara, paseando por la acera, sintiendo que poco a poco se le encendía en el estómago la quemadura de antes, y esperó cinco, diez, hasta quince minutos. Se cansó y parose a un lado de la puerta, desde donde lanzaba al viejo una miradas que parecían pedradas.
¿Qué diablos leería con tanta atención! Llegó a imaginarse que era un enemigo suyo, quien, sabiendo sus intenciones, se hubiera propuesto entorpecerlas. Le daban ganas de entrar y decirle algo fuerte que le obligara a marcharse, una grosería o una frase que le indicara que no tenía derecho a permanecer una hora sentado, y leyendo, por un gasto reducido.
Por fin el cliente terminó su lectura, o por lo menos, la interrumpió. Se bebió de un sorbo el resto de leche que contenía el vaso, se levantó pausadamente, pagó y dirigiose a la puerta. Salió; era un vejete encorvado, con trazas de carpintero o barnizador.
Apenas estuvo en la calle, afirmose los anteojos, metió de nuevo la nariz entre las hojas del periódico y se fue, caminando despacito y deteniéndose cada diez pasos para leer con más detenimiento.
Esperó que se alejara y entró. Un momento estuvo parado a la entrada, indeciso, no sabiendo dónde sentarse; por fin eligió una mesa y dirigiose hacia ella; pero a mitad de camino se arrepintió, retrocedió y tropezó en una silla, instalándose después en un rincón.
Acudió la señora, pasó un trapo por la cubierta de la mesa y con voz suave, en la que se notaba un dejo de acento español, le preguntó:
-¿Qué se va a servir?
Sin mirarla, le contestó:
-Un vaso de leche.
-¿Grande?-Sí, grande.
-¿Solo?-¿Hay bizcochos?
-No; vainillas.
-Bueno, vainillas.
Cuando la señora se dio vuelta, él se restregó las manos sobre las rodillas, regocijado, como quien tiene frío y va a beber algo caliente. Volvió la señora y colocó ante él un gran vaso de leche y un platito lleno de vainillas, dirigiéndose después a su puesto detrás del mostrador. Su primer impulso fue beberse la leche de un trago y comerse después las vainillas, pero en seguida se arrepintió; sentía que los ojos de la mujer lo miraban con curiosidad. No se atrevía a mirarla; le parecía que, al hacerlo, conocería su estado de ánimo y sus propósitos vergonzosos y él tendría que levantarse e irse, sin probar lo que había pedido.
Pausadamente tomó una vainilla, humedeciola en la leche y le dio un bocado; bebió un sorbo de leche y sintió que la quemadura, ya encendida en su estómago, se apagaba y deshacía. Pero, en seguida, la realidad de su situación desesperada surgió ante él y algo apretado y caliente subió desde su corazón hasta la garganta; se dio cuenta de que iba a sollozar, a sollozar a gritos, y aunque sabía que la señora lo estaba mirando no pudo rechazar ni deshacer aquel nudo ardiente que le estrechaba más y más. Resistió, y mientras resistía comió apresuradamente, como asustado, temiendo que el llanto le impidiera comer. Cuando terminó con la leche y las vainillas se le nublaron los ojos y algo tibio rodó por su nariz, cayendo dentro del vaso. Un terrible sollozo lo sacudió hasta los zapatos.
Afirmó la cabeza en la manos y durante mucho rato lloró, lloró con pena, con rabia, con ganas de llorar, como si nunca hubiese llorado.

Inclinado estaba y llorando, cuando sintió que una mano le acariciaba la cansada cabeza y que una voz de mujer, con un dulce acento español, le decía:
-Llore, hijo, llore...
Una nueva ola de llanto le arrasó los ojos y lloró con tanta fuerza como la primera vez, pero ahora no angustiosamente, sino con alegría, sintiendo que una gran frescura lo penetraba, apagando eso caliente que le había estrangulado la garganta. Mientras lloraba pareciole que su vida y sus sentimientos se limpiaban como un vaso bajo un chorro de agua, recobrando la claridad y firmeza de otros días.
Cuando pasó el acceso de llanto se limpió con su pañuelo los ojos y la cara, ya tranquilo. Levantó la cabeza y miró a la señora, pero ésta no le miraba ya, miraba hacia la calle, a un punto lejano, y su rostro estaba triste. En la mesita, ante él, había un nuevo vaso de leche y otro platillo colmado de vainillas; comió lentamente, sin pensar en nada, como si nada le hubiera pasado, como si estuviera en su casa y su madre fuera esa mujer que estaba detrás del mostrador.
Cuando terminó ya había oscurecido y el negocio se iluminaba con una bombilla eléctrica. Estuvo un rato sentado, pensando en lo que le diría a la señora al despedirse, sin ocurrírsele nada oportuno.
Al fin se levantó y dijo simplemente:
-Muchas gracias, señora; adiós..
-Adiós, hijo... -le contestó ella.Salió. El viento que venía del mar refrescó su cara, caliente aún por el llanto. Caminó un rato sin dirección, tomando después por una calle que bajaba hacia los muelles. La noche era hermosísima y grandes estrellas aparecían en el cielo de verano.
Pensó en la señora rubia que tan generosamente se había conducido e hizo propósitos de pagarle y recompensarla de una manera digna cuando tuviera dinero; pero estos pensamientos de gratitud se desvanecían junto con el ardor de su rostro, hasta que no quedó ninguno, y el hecho reciente retrocedió y se perdió en los recodos de su vida pasada.
De pronto se sorprendió cantando algo en voz baja. Se irguió alegremente, pisando con firmeza y decisión.
Llegó a la orilla del mar y anduvo de un lado para otro, elásticamente, sintiéndose rehacer, como si sus fuerzas interiores, antes dispersas, se reunieran y amalgamaran sólidamente.
Después la fatiga del trabajo empezó a subirle por las piernas en un lento hormigueo y se sentó sobre un montón de bolsas.
Miró el mar. Las luces del muelle y las de los barcos se extendían por el agua en un reguero rojizo y dorado, temblando suavemente. Se tendió de espaldas, mirando el cielo largo rato. No tenía ganas de pensar, ni de cantar, ni de hablar. Se sentía vivir, nada más.
Hasta que se quedó dormido con el rostro vuelto hacia el mar. 
barco, el marinero le gritó en inglés:
-I say; look here! (¡Oiga, mire!)
El joven levantó la cabeza y, sin detenerse, contestó en el mismo idioma:
-Hallow! What? (¡Hola! ¡Qué?)
-Are you hungry? (¿Tiene hambre?)
Hubo un breve silencio, durante el cual el joven pareció reflexionar y hasta dio un paso más corto que los demás, como para detenerse; pero al fin dijo, mientras dirigía al marinero una sonrisa triste:

-No, I am not hungry! Thank you, sailor. (No, no tengo hombre. Muchas gracias, marinero.)
-Very well. (Muy bien.)
Sacose la pipa de la boca el marinero, escupió y colocándosela de nuevo entre los labios, miró hacia otro lado. El joven, avergonzado de que su aspecto despertara sentimientos de caridad, pareció apresurar el paso, como temiendo arrepentirse de su negativa.
Un instante después un magnífico vagabundo, vestido inverosímilmente de harapos, grandes zapatos rotos, larga barba rubia y ojos azules, pasó ante el marinero, y éste, sin llamarlo previamente, le gritó:
-Are you hungry?
No había terminado aún su pregunta cuando el atorrante, mirando con ojos brillantes el paquete que el marinero tenía en las manos, contestó apresuradamente:-Yes, sir, I am very hungry! (Sí, señor, tengo harta hambre.)
Sonrió el marinero. El paquete voló en el aire y fue a caer entre las manos ávidas del hambriento. Ni siquiera dio las gracias y abriendo el envoltorio calentito aún, sentose en el suelo, restregándose las manos alegremente al contemplar su contenido. Un atorrante de puerto puede no saber inglés, pero nunca se perdonaría no saber el suficiente como para pedir de comer a uno que hable ese idioma.
El joven que pasara momentos antes, parado a corta distancia de allí, presenció la escena.
Él también tenía hambre. Hacía tres días justos que no comía, tres largos días. Y más por timidez y vergüenza que por orgullo, se resistía a pararse delante de las escalas de los vapores, a las horas de comida, esperando de la generosidad de los marineros algún paquete que contuviera restos de guisos y trozos de carne. No podía hacerlo, no podría hacerlo nunca. Y cuando, como es el caso reciente, alguno le ofrecía sus sobras, las rechazaba heroicamente, sintiendo que la negativa aumentaba su hambre.
Seis días hacía que vagaba por las callejuelas y muelles de aquel puerto. Lo había dejado allí un vapor inglés procedente de Punta Arenas, puerto en donde había desertado de un vapor en que servía como muchacho de capitán. Estuvo un mes allí, ayudando en sus ocupaciones a un austriaco pescador de centollas, y en el primer barco que pasó hacia el norte embarcose ocultamente. Lo descubrieron al día siguiente de zarpar y enviáronlo a trabajar en las calderas. En el primer puerto grande que tocó el vapor lo desembarcaron, y allí quedó, como un fardo sin dirección ni destinatario, sin conocer a nadie, sin un centavo en los bolsillos y sin saber trabajar en oficio alguno. Mientras estuvo allí el vapor, pudo comer, pero después... La ciudad enorme, que se alzaba más allá de las callejuelas llenas de tabernas y posadas pobres, no le atraía; parecíale un lugar de esclavitud, sin aire, oscura, sin esa grandeza amplia del mar, y entre cuyas altas paredes y calles rectas la gente vive y muere aturdida por un tráfago angustioso.
Estaba poseído por la obsesión del mar, que tuerce las vidas más lisas y definidas como un brazo poderoso una delgada varilla. Aunque era muy joven había hecho varios viajes por las costas de América del Sur, en diversos vapores, desempeñando distintos trabajos y faenas, faenas y trabajos que en tierra casi no tenían explicación.
Después que se fue el vapor anduvo, esperando del azar algo que le permitiera vivir de algún modo mientras volvía a sus canchas familiares; pero no encontró nada. El puerto tenía poco movimiento y en los contados vapores en que se trabajaba no lo aceptaron.
Ambulaban por allí infinidad de vagabundos de profesión; marineros sin contrata, como él, desertados de un vapor o prófugos de algún delirio; atorrantes abandonados al ocio, que se mantienen de no se sabe qué, mendigando o robando, pasando los días como las cuentas de un rosario mugriento, esperando quién sabe qué extraños acontecimientos, o no esperando nada, individuos de las razas y pueblos más exóticos y extraños, aun de aquellos en cuya existencia no se cree hasta no haber visto un ejemplar.*
Al día siguiente, convencido de que no podría resistir mucho más, decidió recurrir a cualquier medio para procurarse alimentos.
Caminando, fue a dar delante de un vapor que había llegado la noche anterior y que cargaba trigo. Una hilera de hombres marchaba, dando la vuelta, al hombro los pesados sacos, desde los vagones, atravesando una planchada, hasta la escotilla de la bodega, donde los estibadores recibían la carga. Estuvo un rato mirando hasta que atreviose a hablar con el capataz, ofreciéndose. Fue aceptado y animosamente formó parte de la larga fila de cargadores.
Durante el tiempo de la jornada trabajó bien; pero después empezó a sentirse fatigado y le vinieron vahídos, vacilando en la planchada cuando marchaba con la carga al hombro, viendo a sus pies la abertura formada por el costado del vapor y el murallón del muelle, en el fondo de la cual, el mar, manchado de aceite y cubierto de desperdicios, glogloteaba sordamente.
A la hora de almorzar hubo un breve descanso y en tanto que algunos fueron a comer en los figones cercanos y otros comían lo que habían llevado, él se tendió en el suelo a descansar, disimulando su hambre.
Terminó la jornada completamente agotado, cubierto de sudor, reducido ya a lo último. Mientras los trabajadores se retiraban, se sentó en unas bolsas acechando al capataz, y cuando se hubo marchado el último acercose a él y confuso y titubeante, aunque sin contarle lo que le sucedía, le preguntó si podían pagarle inmediatamente o si era posible conseguir un adelanto a cuenta de lo ganado.
Contestole el capataz que la costumbre era pagar al final del trabajo y que todavía sería necesario trabajar el día siguiente para concluir de cargar el vapor. ¡Un día más! Por otro lado, no adelantaban un centavo.
-Pero -le dijo-, si usted necesita, yo podría prestarle unos cuarenta centavos... No tengo más.
Le agradeció el ofrecimiento con una sonrisa angustiosa y se fue. Le acometió entonces una desesperación aguda. ¿Tenía hambre, hambre, hambre! Un hambre que lo doblegaba como un latigazo; veía todo a través de una niebla azul y al andar vacilaba como un borracho. Sin embargo, no había podido quejarse ni gritar, pues su sufrimiento era obscuro y fatigante; no era dolor, sino angustia sorda, acabamiento; le parecía que estaba aplastado por un gran peso. Sintió de pronto como una quemadura en las entrañas, y se detuvo. Se fue inclinando, inclinando, doblándose forzadamente y creyó que iba a caer. En ese instante, como si una ventana se hubiera abierto ante él, vio su casa, el paisaje que se veía desde ella, el rostro de su madre y el de sus hermanos, todo lo que él quería y amaba apareció y desapareció ante sus ojos cerrados por la fatiga...Después, poco a poco, cesó el desvanecimiento y se fue enderezando, mientras la quemadura se enfriaba despacio. Por fin se irguió, respirando profundamente. Una hora más y caería al suelo.
Apuró el paso, como huyendo de un nuevo mareo, y mientras marchaba resolvió ir a comer a cualquier parte, sin pagar, dispuesto a que lo avergonzaran, a que le pegaran, a que lo mandaran preso, a todo; lo importante era comer, comer, comer. Cien veces repitió mentalmente esta palabra; comer, comer, comer, hasta que el vocablo perdió su sentido, dejándole una impresión de vacío caliente en la cabeza.
No pensaba huir; le diría al dueño: "Señor, tenía hambre, hambre, hambre, y no tengo con qué pagar... Haga lo que quiera".
Llegó hasta las primeras calles de la ciudad y en una de ellas encontró una lechería. Era un negocio muy claro y limpio, lleno de mesitas con cubiertas de mármol: Detrás de un mostrador estaba de pie una señora rubia con un delantal blanquísimo.
Eligió ese negocio. La calle era poco transitada. Habría podido comer en uno de los figones que estaban junto al muelle, pero se encontraban llenos de gente que jugaba y bebía.
En la lechería no había sino un cliente. Era un vejete de anteojos, que con la nariz metida entre las hojas de un periódico, leyendo, permanecía inmóvil, como pegado a la silla. Sobre la mesita había un vaso de leche a medio consumir. Esperó que se retirara, paseando por la acera, sintiendo que poco a poco se le encendía en el estómago la quemadura de antes, y esperó cinco, diez, hasta quince minutos. Se cansó y parose a un lado de la puerta, desde donde lanzaba al viejo una miradas que parecían pedradas.
¿Qué diablos leería con tanta atención! Llegó a imaginarse que era un enemigo suyo, quien, sabiendo sus intenciones, se hubiera propuesto entorpecerlas. Le daban ganas de entrar y decirle algo fuerte que le obligara a marcharse, una grosería o una frase que le indicara que no tenía derecho a permanecer una hora sentado, y leyendo, por un gasto reducido.
Por fin el cliente terminó su lectura, o por lo menos, la interrumpió. Se bebió de un sorbo el resto de leche que contenía el vaso, se levantó pausadamente, pagó y dirigiose a la puerta. Salió; era un vejete encorvado, con trazas de carpintero o barnizador.
Apenas estuvo en la calle, afirmose los anteojos, metió de nuevo la nariz entre las hojas del periódico y se fue, caminando despacito y deteniéndose cada diez pasos para leer con más detenimiento.
Esperó que se alejara y entró. Un momento estuvo parado a la entrada, indeciso, no sabiendo dónde sentarse; por fin eligió una mesa y dirigiose hacia ella; pero a mitad de camino se arrepintió, retrocedió y tropezó en una silla, instalándose después en un rincón.
Acudió la señora, pasó un trapo por la cubierta de la mesa y con voz suave, en la que se notaba un dejo de acento español, le preguntó:
-¿Qué se va a servir?
Sin mirarla, le contestó:
-Un vaso de leche.
-¿Grande?-Sí, grande.
-¿Solo?-¿Hay bizcochos?
-No; vainillas.
-Bueno, vainillas.
Cuando la señora se dio vuelta, él se restregó las manos sobre las rodillas, regocijado, como quien tiene frío y va a beber algo caliente. Volvió la señora y colocó ante él un gran vaso de leche y un platito lleno de vainillas, dirigiéndose después a su puesto detrás del mostrador. Su primer impulso fue beberse la leche de un trago y comerse después las vainillas, pero en seguida se arrepintió; sentía que los ojos de la mujer lo miraban con curiosidad. No se atrevía a mirarla; le parecía que, al hacerlo, conocería su estado de ánimo y sus propósitos vergonzosos y él tendría que levantarse e irse, sin probar lo que había pedido.
Pausadamente tomó una vainilla, humedeciola en la leche y le dio un bocado; bebió un sorbo de leche y sintió que la quemadura, ya encendida en su estómago, se apagaba y deshacía. Pero, en seguida, la realidad de su situación desesperada surgió ante él y algo apretado y caliente subió desde su corazón hasta la garganta; se dio cuenta de que iba a sollozar, a sollozar a gritos, y aunque sabía que la señora lo estaba mirando no pudo rechazar ni deshacer aquel nudo ardiente que le estrechaba más y más. Resistió, y mientras resistía comió apresuradamente, como asustado, temiendo que el llanto le impidiera comer. Cuando terminó con la leche y las vainillas se le nublaron los ojos y algo tibio rodó por su nariz, cayendo dentro del vaso. Un terrible sollozo lo sacudió hasta los zapatos.
Afirmó la cabeza en la manos y durante mucho rato lloró, lloró con pena, con rabia, con ganas de llorar, como si nunca hubiese llorado.

Inclinado estaba y llorando, cuando sintió que una mano le acariciaba la cansada cabeza y que una voz de mujer, con un dulce acento español, le decía:
-Llore, hijo, llore...
Una nueva ola de llanto le arrasó los ojos y lloró con tanta fuerza como la primera vez, pero ahora no angustiosamente, sino con alegría, sintiendo que una gran frescura lo penetraba, apagando eso caliente que le había estrangulado la garganta. Mientras lloraba pareciole que su vida y sus sentimientos se limpiaban como un vaso bajo un chorro de agua, recobrando la claridad y firmeza de otros días.
Cuando pasó el acceso de llanto se limpió con su pañuelo los ojos y la cara, ya tranquilo. Levantó la cabeza y miró a la señora, pero ésta no le miraba ya, miraba hacia la calle, a un punto lejano, y su rostro estaba triste. En la mesita, ante él, había un nuevo vaso de leche y otro platillo colmado de vainillas; comió lentamente, sin pensar en nada, como si nada le hubiera pasado, como si estuviera en su casa y su madre fuera esa mujer que estaba detrás del mostrador.
Cuando terminó ya había oscurecido y el negocio se iluminaba con una bombilla eléctrica. Estuvo un rato sentado, pensando en lo que le diría a la señora al despedirse, sin ocurrírsele nada oportuno.
Al fin se levantó y dijo simplemente:
-Muchas gracias, señora; adiós..
-Adiós, hijo... -le contestó ella.Salió. El viento que venía del mar refrescó su cara, caliente aún por el llanto. Caminó un rato sin dirección, tomando después por una calle que bajaba hacia los muelles. La noche era hermosísima y grandes estrellas aparecían en el cielo de verano.
Pensó en la señora rubia que tan generosamente se había conducido e hizo propósitos de pagarle y recompensarla de una manera digna cuando tuviera dinero; pero estos pensamientos de gratitud se desvanecían junto con el ardor de su rostro, hasta que no quedó ninguno, y el hecho reciente retrocedió y se perdió en los recodos de su vida pasada.
De pronto se sorprendió cantando algo en voz baja. Se irguió alegremente, pisando con firmeza y decisión.
Llegó a la orilla del mar y anduvo de un lado para otro, elásticamente, sintiéndose rehacer, como si sus fuerzas interiores, antes dispersas, se reunieran y amalgamaran sólidamente.
Después la fatiga del trabajo empezó a subirle por las piernas en un lento hormigueo y se sentó sobre un montón de bolsas.
Miró el mar. Las luces del muelle y las de los barcos se extendían por el agua en un reguero rojizo y dorado, temblando suavemente. Se tendió de espaldas, mirando el cielo largo rato. No tenía ganas de pensar, ni de cantar, ni de hablar. Se sentía vivir, nada más.
Hasta que se quedó dormido con el rostro vuelto hacia el mar. 

9 de octubre de 2011

MONÓLOGO DE UN PADRE CON SU HIJO DE MESES ENRIQUE LIHN



DEL LIBRO "LA PIEZA OSCURA"

Nada se pierde con vivir, ensaya:
aquí tienes un cuerpo a tu medida
Lo hemos hecho en sombra por amor a las artes de la carne
pero también en serio
pensando en tu visita como en un nuevo juego gozoso y doloroso;
por amor a la vida, por temor a la muerte y a la vida,
por amor a la muerte
para ti o para nadie.

Eres tu cuerpo, tómalo, haznos ver que te gusta como a nosotros este doble regalo que
te hemos hecho y que nos hemos hecho.
Cierto, tan sólo un poco del vergonzante barro original,
la angustia y el placer en un grito de impotencia.
Ni de lejos un pájaro que se abre en la belleza del huevo,
a plena luz, ligero y jubiloso, sólo un hombre:
la fiera vieja del nacimiento, vencida por las moscas, babeante y rebosante.

Pero vive y verás el monstruo que eres con benevolencia
abrir un ojo y otro así de grandes,
encasquetarse el cielo, mirarlo todo como por adentro,
preguntarle a las cosas por sus nombres
reír con lo que ríe,
llorar con lo que llora,
tiranizar a gatos y conejos.

Nada se pierde con vivir, tenemos todo el tiempo del tiempo por delante
para ser el vacío que somos en el fondo.
Y la niñez, escucha:
no hay loco más feliz que un niño cuerdo
ni acierta el sabio como un niño loco.
Todo lo que vivimos lo vivimos ya a los diez años más intensamente;
los deseos entonces se dormían los unos en los otros.
Venía el sueño a cada instante,
el sueño que restablece en todo el perfecto desorden
a rescatarte de tu cuerpo y tu alma;
allí en ese castillo movedizo eras el rey, la reina, tus secuaces, el bufón que se ríe de sí mismo,
los pájaros, las fieras melodiosos.

Para hacer el amor allí estaba tu madre
y el amor era el beso de otro mundo en la frente,
con que se reanima a los enfermos,
una lectura a media voz,
la nostalgia de nadie y nada que nos da la música.

Pero pasan los años por los años y he aquí que eres ya un adolescente.
Bajas del monte como Zaratustra a luchar por el hombre contra el hombre:
grave misión que nadie te encomienda;
en tu familia inspiras desconfianza,
hablas de Dios en un tono sarcástico, llegas a casa al otro día, muerto.
Se dice que enamoras a una vieja, te han visto dando saltos en el aire,
prolongas tus estudios con estudios de los que se resiente tu cabeza.
No hay alegría que te alegre tanto como caer de golpe en la tristeza
ni dolor que te duela tan a fondo como el placer de vivir sin objeto.
Grave edad, hay algunos que se matan porque no pueden soportar la muerte,
quienes se entregan a una causa injusta en su sed sanguinaria de justicia.
Los que más bajo caen son los grandes,
a los pequeños les perdemos el rumbo.
En el amor se traicionan todos,
el amor es el padre de sus vicios.
Si una mujer se enternece contigo le exigirás te siga hasta la tumba,
que abandone en el acto a sus parientes,
que instale en otra parte su negocio.

Pero llega el momento fatalmente en que tu juventud te da la espalda
y por primera vez su rostro inolvidable en tanto huye de ti que la persigues a salto de ojo,
inmóvil, en una silla negra.
Ha llegado el momento de hacer algo parece que te dice todo el mundo
y tu dices que sí, con la cabeza.
En plena decadencia metafísica caminas ahora con una libretita de direcciones en la mano,
impecablemente vestido,
con la modestia de un hombre joven que se abre paso en la vida,
dispuesto a todo.
El esquema que te hiciste de las cosas hace aire y se hunde en el cielo dejándolas a todas en su sitio.
De un tiempo a esta parte te mueves entre ellas como un pez en el agua.
Vives de lo que ganas, ganas lo que mereces, mereces lo que vives:
eres, por fin, un hombre entre los hombres.

Y así llegas a viejo como quien vuelve a su país de origen después de un viaje interminable corto de revivir, largo de relatar,
te espera en ti la muerte, tu esqueleto con los brazos abiertos,
pero tu la rechazas por un instante,
quieres mirarte larga y sucesivamente en el espejo que se pone opaco.
Apoyado en lejanos transeúntes vas y vienes de negro,
al trote,conversando contigo mismo a gritos, como un pájaro.
No hay tiempo que perder, eres el último de tu generación en apagar el sol y convertirte en polvo.

No hay tiempo que perder en este mundo embellecido por su fin tan próximo.
Se te ve en todas parte dando vueltas en torno a cualquier cosa como en éxtasis.
De tus salidas a la calle vuelves con los bolsillos llenos de tesoros absurdos: guijarros, florecillas.
Hasta que un día ya no puedes luchar a muerte con la muerte y te entregas a ella, a un sueño sin salida, más blanco cada vez, sonriendo, sollozando como un niño de pecho.

Nada se pierde con vivir, ensaya: aquí tienes un cuerpo a tu medida,
lo hemos hecho en la sombra por amor a las artes de la carne pero también en serio,
pensando en tu visita
para ti o para nadie

24 de septiembre de 2011

Todo lo que hay es una mariposa- Gonzalo Rojas


Todo lo que hay es una mariposa

Cardiozumbido malherido, piénsalo,
piénsalo válvula mitral: la cosa
puede ser por ejemplo el 2005
con muchachas hermosas, playa abierta
a corazón abierto.

Puede y no puede, párate
torrente torrencial, sécate
sangre, desoréjate oreja, y
en cuanto a ti ojo exige
otro sol, ¡a ver si hay
detrás de ti otro sol!

Sol de ver, se entiende, con
otra fiesta distinta, otra
fragancia, otro amor más
amor, sin flacas, sin
esas cuerpas al kilo televisivo, sin
olor por lo visto a pavorosa
globalización.

Y tú por fin cerebro descerébrate
sin más, apréndele
al loco que vio
lo que ni Juan de Patmos
ni apenas nadie vio, salvo
Stephen Hawking

si es que vio al Tao, si es que oyó
sigiloso al Tao:
-- "Párate, des-
tijérate de ti, deja todas
esas galaxias, que
estallen o no, levántate
y anda, cosmonauta
parapléjica, come
tierra, no hay Eternidad
ni Big-Bang de nada."
Todo
lo que hay es una mariposa. ~

3 de septiembre de 2011

Gonzalo Rojas / Escrito con L .


Escrito con L

Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, corre, crece
tentacular, se arrastra, sube al vacío
del vacío, en nombre
del conocimiento, pulpo
de tinta, paraliza la figura del sol
que hay en nosotros, nos
viciosamente mancha.

Mucha lectura entristece, mucha envilece
apestamos
a viejos, los griegos
eran los jóvenes, somos nosotros los turbios
como si los papiros dijeran algo distinto al ángel del aire:
somos nosotros los soberbios, ellos eran inocentes,
nosotros los del mosquerío, ellos eran los sabios.

Mucha lectura envejece la imaginación
del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido
de lo invisible, acaba
no tanto con la L de la famosa lucidez
sino con esa otra L

de la libertad,
de la locura
que ilumina lo hondo
de lo lúgubre
del laberinto,
lambda
loca
luciérnaga
antes del fósforo, mucho antes
del latido
del Logos.



26 de abril de 2011

Gonzalo Rojas / Oscuridad Hermosa


El libro estaba inédito y llevaba un año esperando. En 1946, Gonzalo Rojas ganó el concurso literario de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) con La miseria del hombre, su primer poemario. El premio consistía en la edición del volumen. Pero pasaban los meses y no había publicación. Entonces el autor fue a ver a Manuel Rojas, presidente de la Sech. "Por ahí están tus papeles", le dijo el escritor de Lanchas en la bahía. Rojas, el poeta, decidió retirarlos y publicarlos por su cuenta. Así, en 1948, apareció La miseria del hombre, publicado por la imprenta Roma de Valparaíso, un taller pequeño, especializado en afiches de circos. El volumen de Rojas era el primer trabajo grande que hacían. "Es el libro más feo del mundo", diría el poeta.

El episodio grafica de alguna manera la trayectoria de Gonzalo Rojas: desde sus inicios su obra fue respaldada por los premios y a lo largo de su vida se relacionó con autores y personajes protagonistas del siglo XX.

Así lo recordaba él en 1998, en su estilo, cuando recibió el Premio Octavio Paz: "Dialogué los arcanos con Breton en la Rue Fontaine; con Mao, que alguna vez dijo: 'Deseo medirme con los dioses'; bajé a las minas del carbón de Chile, en el submar de Lota, allá abajo, con ese loco de Allen Ginsberg; vi el rostro de Vallejo entre las nubes de ese avión a 10 mil metros; discutí en mis infancias con Huidobro; dialogué largo con Neruda, quien durmió tantas veces en mi casa; así y así habré visto a tantos".

Convertido en el poeta chileno más premiado en el extranjero desde Neruda, Rojas murió ayer a los 93 años, dos meses después de sufrir un derrame cerebral en Chillán. Desde entonces se mantenía en estado "de sopor". Había sido trasladado a una clínica de Santiago y el domingo su hijo Gonzalo Rojas-May dijo a La Tercera que su padre "se apaga lenta y dignamente".

El gobierno decretó dos días de duelo. Los restos del vate fueron trasladados al Museo Nacional de Bellas Artes, donde están siendo velados. Hasta allí llegaron ayer escritores como Pedro Lastra, Arturo Fontaine y Germán Carrasco. Allí recibirá también un homenaje mañana. Sus funerales se realizarán el jueves, en Chillán. Según adelantó su hijo, el poeta deja poemas y prosas inéditas que pasarán a edición.

Americanista


Su figura constaba de gorro marinero, camisa y corbata, suspensores o bufanda roja. Entre viajes y homenajes, vivió hasta los últimos años en su casa del centro de Chillán. Tenía un retiro cercano, camino a las termas, llamado el Torreón del Renegado, nombre de uno de sus poemas. Dormía en una cama china con espejos de tres siglos, que compró en Beijing en 1971, cuando era consejero cultural del gobierno de Allende, junto al embajador y poeta Armando Uribe. De China partió a Cuba, donde relevó al novelista Jorge Edwards como encargado de negocios. Luego se exilió en la ex RDA, salió de allí rumbo a Venezuela y volvió a Chile en 1979.

Por entonces estrechó amistad con Octavio Paz y el grupo ligado a la revista Vuelta, que sería fundamental en la difusión de su poesía. Su red de amigos iba de Roberto Matta a Claudio Bunster, de Luis Hermosilla a Delfina Guzmán. A ella la conoció en 1958, cuando trabaja en la Universidad de Concepción. Allí, Gonzalo Rojas inició su importante y prolífica actividad cultural, ligada a la acción política -"de un izquierdismo abierto, nunca sectario", según dijo- y a los grandes escritores contemporáneos. En 1960 organiza el Primer Encuentro de Escritores Americanos. Asistieron, entre otros, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Ernesto Sabato, Nicanor Parra, Luis Oyarzún y Volodia Teitelboim. En 1962 repite la jornada y recibe a Mario Benedetti, Augusto Roa Bastos y Carlos Fuentes. El mexicano dijo que ahí nació de verdad el boom latinoamericano.

De Lebu a China


Gonzalo Rojas nació en Lebu, Arauco, el 20 de diciembre de 1917. Su padre, profesor devenido en minero del carbón, murió cuando tenía cuatro años. A los 16 años escribe sus primeros versos y viaja a Iquique, donde colabora con el diario El Tarapacá, que dirigía Eduardo Frei. A los 20 entra a estudiar Derecho en Santiago. Se cambia a Pedagogía y se une al grupo surrealista La Mandrágora, de Braulio Arenas y Teófilo Cid, y conoce a Vicente Huidobro: lo valora más como vividor que como poeta. Pronto deja a los surrealistas, porque le parecen más librescos que vitales.

Tras vivir unos años en Valparaíso, en 1952 entra a la Universidad de Concepción. En 1953 viaja a Europa y conoce a André Breton; en 1959 vuelve a París para escribir becado por la Unesco y visita China por primera vez, donde conoce a Mao.

En 1964 publica su segundo libro, Contra la muerte, y vuelve a China, donde ejercerá como consejero cultural de la UP. Tras el golpe militar, publica su tercer libro, Oscuro, en Venezuela. La década de los 80 marca el ritmo de su vida futura: ediciones variadas de su obra en diferentes países, invitaciones a universidades, premios y homenajes, en México, Nueva York, Alemania y España. "Soy un sagitariano y, por sagitariano, condenado al viaje, como la flecha al espacio, al vuelo", declaró al crítico peruano Julio Ortega.

Las camarillas

A Rojas sólo le faltó obtener el Premio Nobel. En 2006 fue postulado, luego de obtener el Cervantes 2003. Con Nicanor Parra, era el poeta vivo más importante de la lengua. Y sintomáticamente , mantenían diferencias estéticas y políticas: Rojas le dedicó un ataque poético en 1968, que luego reeditó en su libro Metamorfosis de lo mismo (2000). Nunca se reconciliaron.

En realidad, Rojas fue lo opuesto a Parra: además de publicar profusamente, sus versos son verborrágicos, barrocos, a menudo herméticos, antes que sintéticos, desafiantes y humorísticos. Más lírico, Rojas se sentía heredero de César Vallejo y hermano de Pablo de Rokha, "por la materialidad y ruralidad trascendente".

Desde 1992, los premios y homenajes se multiplicaron: obtuvo el Nacional de Literatura, el primer premio a la poesía iberoamericana Reina Sofía, de España; luego, el José Hernández de Argentina y el Octavio Paz de México. Aunque parecía un campeón de la sociabilidad, solía aconsejar a los jóvenes: "Aléjese, muchacho, de las camarillas, de los cócteles y de los aplausos. Eso no sirve para nada, dedíquese a la rigurosidad del oficio mayor".

Fuente: La Tercera


OSCURIDAD HERMOSA


Anoche te he tocado y te he sentido

sin que mi mano huyera más allá de mi mano,

sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:

de un modo casi humano

te he sentido.



Palpitante,

no sé si como sangre o como nube

errante,

por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,

oscuridad que baja, corriste, centelleante.


Corriste por mi casa de madera

sus ventanas abriste

y te sentí latir la noche entera,

hija de los abismos, silenciosa,

guerrera, tan terrible, tan hermosa

que todo cuanto existe,

para mí, sin tu llama, no existiera.

15 de noviembre de 2009

Gonzalo Rojas Qedeshím Qedeshóth



Gonzalo Rojas
Añadir leyenda


Poeta chileno nacido en Lebu, Arauco, en 1917.
Estudió Derecho y Literatura en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Fue profesor de Estética Literaria y Jefe del Departamento de Castellano en la Universidad de Concepción. Ejerció la docencia en Utah, EE.UU., Alemania y Venezuela. Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en Concepción, reuniendo lo más selecto de la literatura latino americana. Fue diplomático en China y Cuba. Perteneció al grupo surrealista reunido en torno a la Revista Mandrágora, 1938 - 1943.
Ha recibido numerosos premios internacionales entre los que se cuentan: Premio Sociedad de Escritores de Chile por «Poesía Inédita» 1946, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992, Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo de México de 1998, Premio José Hernández de Argentina 1998, además del Premio Nacional de Literatura de Chile en 1992 y del Premio Cervantes de Literatura 2003.
En 1979 regresa a Chile gracias a una beca Guggenheim, y desde entonces vive en Chillán, a 400 kilómetros al sur de la capital. Da conferencias por varias universidades americanas y en 1980 graba sus poemas en la Biblioteca del Congreso en Washington.
Con una temática marcada por el erotismo y por la reafirmación de lo vital, Gonzalo Rojas no se considera un inventor, sino un “poeta genealógico”, y prefiere que no se la adscriba a ningún paisaje, “por muy hermoso que resulte”.

Qedeshím Qedeshóth

Mala suerte acostarse con fenicias, yo me acosté
con una en Cádiz bellísima
y no supe de mi horóscopo hasta
mucho después cuando el Mediterráneo me empezó a exigir
más y más oleaje; remando
hacia atrás llegué casi exhausto a la
duodécima centuria: todo era blanco, las aves,
el océano, el amanecer era blanco.

Pertenezco al Templo, me dijo: soy Templo. No hay
puta, pensé, que no diga palabras
del tamaño de esa complacencia. 50 dólares
por ir al otro Mundo, le contesté riendo; o nada.
50, o nada. Lloró
convulsa contra el espejo, pintó
encima con rouge y lágrimas un pez: —Pez,
acuérdate del pez.

Dijo alumbrándome con sus grandes ojos líquidos de
turquesa, y ahí mismo empezó a bailar en la alfombra el
rito completo: primero puso en el aire un disco de Babilonia y
le dio cuerda al catre, apagó las velas: el catre
sin duda era un gramófono milenario
por el esplendor de la música; palomas, de
repente aparecieron palomas.

Todo eso por cierto en la desnudez más desnuda con
su pelo rojizo y esos zapatos verdes, altos, que la
esculpían marmórea y sacra como
cuando la rifaron en Tiro entre las otras lobas
del puerto, o en Cartago
donde fue bailarina con derecho a sábana a los
quince; todo eso.

Pero ahora, ay, hablando en prosa se
entenderá que tanto
espectáculo angélico hizo de golpe crisis en mi
espinazo, y lascivo y
seminal la violé en su éxtasis como
si eso no fuera un templo sino un prostíbulo, la
besé áspero, la
lastimé y ella igual me
besó en un exceso de pétalos, nos
manchamos gozosos, ardimos a grandes llamaradas
Cádiz adentro en la noche ronca en un
aceite de hombre y mujer que no está escrito
en alfabeto púnico alguno, si la imaginación de la
imaginación me alcanza.

Qedeshím qedeshóth,* personaja, teóloga
loca, bronce, aullido
de bronce, ni Agustín
de Hipona que también fue liviano y
pecador en África hubiera
hurtado por una noche el cuerpo a la
diáfana fenicia. Yo
pecador me confieso a Dios.

Qedeshím qedeshóth: en fenicio cortesana del pueblo

26 de julio de 2009

Gonzalo Rojas ¿Qué se ama cuando se ama?


El beso Rodin


Este poema es ya un referente en la literatura erótica chilena, y sin duda uno de los más populares de su autor. Con esta primera pregunta el poeta accede al problema por aquello a lo que se tiende en la pasión erótica, teniendo como correlato de la pregunta una figura divina. No se pretende con ello tan solo una especie de dialogo retórico entre el que pregunta y Dios, sino que, como se verá al comienzo de la segunda estrofa, el interlocutor formará parte de la misma pregunta, siendo una posible respuesta a la cuestión inicial.



¿Qué se ama cuando se ama?


¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,

o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.



Recitado por el autor

21 de octubre de 2008

Gabriela Mistral (IV)

(Foto: Archivo/ELUNIVERSAL)
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, llamada Gabriela Mistral (quizá por su admiración hacia Gabriele d’Annunzio y Frédéric Mistral) (Vicuña, 7 de abril de 1889 - † Nueva York, 10 de enero de 1957), fue una destacada poetisa, diplomática y pedagoga chilena, que bajo el seudónimo de Gabriela Mistral se destacó de forma especial en la literatura.

Fué la primera latinoamericana (y la primera mujer en su especialidad) en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1945. Sin embargo sólo recibe el premio nacional de literatura el año 1951

Bajo el nombre de Gabriela Mistral, que ya nunca abandonará, envía una colección de poemas titulada «Los sonetos de la muerte» a los Juegos Florales de Santiago, concurso organizado por la Sociedad de Artistas y Escritores de Chile. Gabriela obtiene el primer premio —consistente en una orquídea de oro, un diploma y una corona de laurel—, pero no lo recoge por recato, a pesar de asistir a la ceremonia de entrega, en la que se mantiene alejada como un espectador más. A partir de este certamen adopta definitivamente el seudónimo de Gabriela Mistral.

Hasta el momento se han registrado 78 poemas, 500 cartas y cinco álbumes con fotos de la escritora y su familia

El Universal

Santiago de Chile

Domingo 22 de julio de 2007

Unos cien poemas no publicados, 500 cartas, fotografías, carpetas y notas desconocidas de la poetisa chilena Gabriela Mistral fueron hallados en cajas que la albacea de la escritora mantiene en su residencia en EU, informaron hoy medios locales.

El hallazgo fue hecho por el estudioso de la poetisa, Luis Vargas Saavedra, quien fue invitado por la albacea Doris Atkinson a explorar el tesoro no conocido de Mistral, que guardó celosamente por 50 años Doris Dana, amiga y heredera de Mistral y tía de Atkinson, destacó el diario El Mercurio.

Se trata de varias cajas que la poetisa chilena dejó en Estados Unidos en casa de su amiga Dana, que contienen material inédito de su vida y de su obra que será trasladado a Chile una vez que sea examinado, clasificado y tasado.

En un artículo publicado este domingo por el diario chileno, Vargas Saavedra contó que ha fotografiado 860 papeles que corresponden a 78 poemas, además de 500 cartas inéditas y cinco álbumes de cuero negro que contienen fotos de Mistral, de su hijo Yin Yin y de su familia.

Según el experto, el acervo encontrado duplica la obra conocida de la Premio Nobel de Literatura 1945.

"La cantidad y calidad de poemas que voy reuniendo son tal, que se viene abajo la creencia de que Gabriela Mistral escribió tan sólo cinco libros de poesía" , señala Vargas Saavedra.

Doris Dana, que fue asistente de Mistral, falleció el pasado 28 de noviembre en Florida (EU) y su voluntad era que los escritos de la poetisa chilena permanecieran perpetuamente en la Biblioteca del Congreso estadounidense, por considerar que en Chile no existían las condiciones para su conservación.

Sin embargo, su sobrina Doris Atkinson decidió devolver a Chile el legado, tras una visita a este país en pasado marzo en la que verificó que existen las condiciones técnicas para el resguardo de la obra de la autora de Los Sonetos de la Muerte.

El pasado 11 de mayo, Atkinson firmó en Washington los documentos que autorizan que los escritos de Mistral regresen a su país de origen.

El legado de la Mistral consiste en cerca de 40 mil manuscritos originales, cuyo valor se calcula en unos dos millones de dólares.

Gabriela Mistral, nacida en Chile en 1889, ganó su primer premio literario en 1914 por la pieza Sonetos de la Muerte y posteriormente se dedicó a enseñar, escribir y viajar como diplomática por América y Europa.

Tras ser galardonada con el premio Nobel de Literatura de 1945, terminó su vida en Nueva York, donde murió de cáncer a los 67 años y Doris Dana, su asistente y amiga, pasó a ser la heredera de su legado.
Descubrimiento: la artista americana de los recientes América en los poemas inéditos de Gabriela Mistral

La preocupación de la poeta por una América desarrollada en libertad y en justicia se constataba en su prosa periodística. Ahora la corona su poesía.

¿Qué es América en la poesía inédita de Gabriela Mistral? Primero que nada es una serie de personajes egregios que enriquecen la América precolombina y mestiza de "Tala." Teníamos allí los grandiosos cantos o salmos a la cordillera y al sol (no al mar) entonados con fe y garganta de amauta, asumiendo una religiosidad india veteada de Biblia. Llamar, por ejemplo, a la Cordillera de los Andes: "Arca tendida de la Alianza" es de un atrevimiento genial que logra hebraizar trascendentalmente la geología y señalarle a lo indígena un rumbo protegido por la Divinidad.

Aunque "Tala" tenía atmósfera caribeña, calor tropical carecía de próceres. Ni siquiera Martí al alabar las palmas de Cuba. Ahora viene Martí en dos poemas inéditos y vienen O'Higgins y San Martín, Lincoln, Bolívar, Bilbao, Sandino, Marinello, en cuanto a insignes liberadores, revolucionarios y prisioneros.

Además, América ahora incluye a la del Norte mediante los poemas dedicados a "Padre Lincoln".

Ven a nosotros, el Padre,

sube por nuestra letanía,

que iremos detrás de ti,

rocío de cenit, sol de cristianía

El ámbito geográfico se amplía con poemas sobre Brasil: su Cristo del Corcovado, y su mitología amazónica: el Pájaro Yapú, Tupana, Cairé. No en vano vivió allá desde 1940 a 1945. Por eso le pide a Brasil:

Mírame a los ojos, óyeme los

pulsos,

sílbame bien tu secreto,

échame en tierra, revuélveme

con tus santas motas de tierra,

tus matorrales locos de insectos

y tu champaña de mariposas.

Y ahora cumple con el mar en dos poemas titulados "Montaña y mar". Esos son para ella los dos elementos esenciales de su Chile; la montaña por Elqui, el mar desde su primer encuentro en La Serena. Lo geológico le era más afín que lo marino, al revés de Neruda. La cordillera fue el entorno de su infancia, la querencia rocosa que amadrinaba su temperamento y su poesía. Tardó en poder cumplir con lo oceánico. Incluso en el "Poema de Chile," no hay navegación; meros vistazos del oleaje desde la costa.

A Chichén Itzá en Yucatán le dedica el poema "Al abra de mil columnas", que viene a ser su equivalente a las "Alturas de Machu Picchu", de Neruda. Una equivalencia muy diferente, por cierto, ya que no hay llamado a la revolución, sino conjuro para recuperar a los mayas:

Llego, paro, echo mis vistas,

doy voces, llamo desvariada,

las manos puestas en la Pirámide

y en las palmas la sangre

entregada.

Suben tan fuertes en cuanto

amanece,

acuden tan precisos, llegan,

saltan

como los pelotaris a la pista.

Al mediodía la mesa me abrazan

y esta noche de doble Casiopea

y de calenturienta Vía Láctea

baja a espirales

de sílabas dulces

a una gracia que casi es la Gracia.

Y en este poema, al revés de los salmos de "Tala", quien allí se expresa añora reunirse con los mayas, imagina recibirlos pero no abraza su religión; al contrario, la rechaza, confesando su sólido cristianismo.

También a Yucatán se le celebra con variaciones de poemas sobre un cenotle o pozo. Cito un pedazo:

En Yucatán nada es tan tierno

como el agua cenote y fría.

Leche de cabras no es tan dulce.

Tampoco la naranja, tampoco

la cidra.

Veo siempre, oigo siempre

como quien oye madre o madrina

oigo los cántaros yucatecos

irse llenando de dagas frías.

Al morirme, laven mi cuerpo

en su helada plata cautiva.

Deje mi cuerpo la cenotla

como piedra laja que brilla.

para contársela a mi madre

de la que nunca fue bebida

y contársela a la Muerte

y la Gloria viva.

Otro poema, curioso, enigmático, se titula "Había un mocetón blanco", y podría corresponder a Manco Capac.

amador que ama y no llega,

auditor que solo escucha

pero ya no tiene bulto

ni marcha meridianos.

"Padre Bolívar"

Toda esta plétora rebosa una América surtida en criaturas indias, mestizas y blancas, instadas a ser libres y cabales en el esplendor de su entorno. El extenso poema a Bolívar es una imprecación alzada por una mujer al padre de las independencias, al gestor de los países americanos. Y esa voz o portavoz sube y baja, fluctúa como un arroyo o se iza como un géiser. Llama, pide, denuncia:

"Padre Bolívar,

el de los ojos

de milano,

tú sabes qué venden los

hombres vendiendo su suelo:

la carne de hoy y la carne de

mañana;

venden el cuadro donde se

sientan los templos,

los pastales de nuestra leche

y el viñedo de nuestro vino,

la tierra de nuestros pies y el

aire de nuestro aliento.

Un sargento ha cedido el

desierto de sal,

un viejo enfermo el caucho

de nuestro reino

y todos han dado los petróleos

y las maderas

y los metales de nuestros hornos

y nuestros fuegos."

La América convivida en estadías o tránsitos, aparece ahora completándose con ese Brasil y ese Yucatán. También la pampa por donde

San Martín con O'Higgins

pasan en Abel y Seth,

el quemado en los metales

y el abrasado en la mies.

17 de septiembre de 2008

Pablo de Rokha Fiestas patrias Chile 18 y 19 Septiembre

Fiestas Patrias
Empanadas Chilenas

Epopeya de las Comidas y las Bebidas de Chile
poemas


( Ensueño Del Infierno )



(Fragmentos)

Hermoso como vacuno joven es el canto de las ranas guisadas de entre perdices, ..... la alta manta doñiguana es más preciosa que la pierna de la señora más
..... preciosa, lo más precioso que existe, para embarcarse en un curanto bien servido, el camarón del Huasco es rico, chorreando vino y sentimiento, como el choro de miel que se cosecha entre mujeres, entre cochayuyos de
..... oceánica, entre laureles y vihuelas de Talcahuano por el jugo
..... de limón otoñal de los siglos, o como la olorosa empanada colchagüina, que agranda de caldo la
..... garganta y clama, de horno, floreciendo los rodeos flor de durazno. Y, ¿qué me dicen ustedes de un costillar de chancho con ajo, picantísimo,
..... asado en asador de maqui, en junio, a las riberas del peumo
..... o la patagua o el boldo que resumen la atmósfera dramática
..... del atardecer lluvioso de Quirihue o de Cauquenes, o de la guañaca en caldo de ganso, completamente talquino o
..... licantenino de parentela?, no, la codorniz asada a la parrilla se come lo mismo que se oye "el
..... Martirio", en las laderas aconcagüinas, y la lisa frita en el
..... Maule, en el que el pejerrey salta a la paila sagrada de gozo,
..... completamente rico del río, enriquecido en la lancha
..... maulina, mientras las niñas Carreño, como sufriendo, le
...... hacen empeño a "lo humano" y a "lo divino", en la de gran
..... antigüedad familiar vihuela. Los pavos cebados, que huelen a verano y son otoños de nogal o de
..... castaño casi humano, los como en todo el país, y en Santiago os beso, como a las tinajas en donde suspira la chicha como la niña más linda de
..... Curicó levantándose los vestidos debajo del manzano
..... parroquial, de la misma manera que a la ramada con quincha de chilcas en donde tomamos en cacho ..... labrado el aguardiente de substancia, o el colchón de amor,
..... en el cual navegamos y nos enfrentamos sollozando
..... a los océanos tremendos de la noche, a cuya negrura horriblemente
..... tenaz converge el copihue de sangre, o la lágrima que nos llevamos a la boca cuando estamos alegremente cantando. El vino de Pocoa es enorme y oscuro en el atardecer de la República
..... y cuando está del corazón adentro el recuerdo y la apología de lo heroico cantan en la rodaja de las espuelas como el lomo del animal, nadando en la tonada fundamental de los remansos o
..... contra la gritería roja de la espuma. La chichita bien madura brama en las bodegas como una gran vaca sagrada, y San Javier de Linares ya estará dorado, como un asado a la parrilla, ..... en los caminos ensangrentados de abril, la guitarra del otoño llorará como
..... una mujer viuda de un soldado, y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos
..... y quisimos hacer, como un loco..... asomado a la noria vacía de la aldea, mirando, con desesperado volumen, los caballos de la juventud en la
..... ancha ráfaga del crepúsculo, que se derrumba como un recuerdo en un abismo. Relumbra la montura en Curicó, del mar a la montaña, resonando como
..... una gran carreta de trigo, resonando como el corredor de vacas o el trillador o el que persigue a una ternera
...... borneando la lazada encima de la carcajada, chorreada de sol de la faena, en la cual la bosta
..... aroma como un dios los estiércoles domésticos, con huevos
..... inmensos de viuda. Una poderosa casa de adobe con patio cuadrado, con naranjos, con corredor
..... oloroso a edad remota, y en donde la destiladera, canta, gota a gota, el sentido de la eternidad
..... en el agua, rememorando los antepasados con su trémulo
..... péndulo de cementerio, existe, lo mismo en Pencahue que en Villa Alegre o Parral, o Iloca o Putú, aunque es la aldea grande de Vichuquén la que se enorgullece, como de
..... la batea o la callana, del solar español, cordillerano, de toda
..... la costa, y son las casas-tonadas del colchagüino y el curicano, quienes la expresan en lengua tan
..... inmensa, comiendo arrollado chileno. Porque, si es preciso el hartarse con longaniza chillaneja antes de
..... morirse, en día lluvioso, acariciada con vino áspero, de
..... Quirihue o Coihueco, en arpa, guitarra y acordeón bañandose,
..... dando terribles saltos a carcajadas, también lo es saborear la prieta tuncana en agosto, cuando los chanchos
..... parecen obispos, y los obispos parecen chanchos o hipopótamos,
..... y bajar la comida con unos traguitos de guindado, sí
.... en Gualleco las pancutras se parecen a las señoritas del lugar: son
..... acinturadas y tienen los ojos dormidos, pues, cosquillosas y
..... regalonas, quitan la carita para dejarse besar en la boca, interminablemente. Y la empanadita fritita, picantoncita y la sopapaipilla, que en tocino ardiente
..... gimieron, se bendicen entre trago y trago, al pie de los pellines
..... del Bio-Bio, en los que se enrolla el trueno con anchos látigos, pero nunca la iguala a la paloma torcaz, paladeada en los rastrojos de julio,
..... en la humedad incondicional de tal época, entre fogatas y tortillas,
..... tomando en la bota de cazador esos enormes vinos que huelen a pólvora
..... y a amistad o al zorzal tamaño del viñedo, que es el puñal agrario del lamento, cazado entre los pámpanos santos, como un ladrón del vecindario campesino
..... y al cual se cuece en mostos blancos, ni al causeo de patitas, que debe comerse en Rancagua, no después de beber
..... bastante chacolí con naranjas amargas, sino tomando vino de Linderos. Cuando el jamón está maduro en sal, a la soledad fluvial de Valdivia,
..... y está dorado y precioso como un potro percherón o una
..... hermosa teta de monja que parece novia, comienza el poema de la saturación espiritual del humo y así como
..... la olorosa aceituna de Aconcagua, con la cual sólo es posible saborear
..... los pavos borrachos con apio y bien cebados y regados con cien botellas,
..... la olorosa aceituna de Aconcagua, se macera en salmuera de las salinas
..... de Curicó, únicamente, la carne sabrosa de los bucaneros y la piratería se
..... ahuma con humo, pero con humo de ulmo en la Frontera y surgen pichangas y
..... guantadas. En Vichuquén se condimenta un valdiviano tan picante que arrastra el trago
..... muy largo y al cual, como a los porotos fiambres, se le aliña con limón y brotes de
..... cebolla de invierno, todo lo cual, encima del mantel, florece, con tortillas de rescoldo, y también las papas asadas y la castaña, como en Concepción,
..... cuando se produce sopa de choros, o en Santiago chunchules
..... o cocimiento del Matadero, a plena jornada invernal, o en Valparaíso choros,
..... absolutamente choros, choros crudos o asados en brasa y de peumo. Sin embargo, no comamos la ostra en ese ambiente, en el que relumbran y descuellan
..... los congrios-caldillos o flamea la bandera de un pipeño incomparable, comámosla en el gran restaurante metropolitano, con generoso y
..... navegado ámbar viejo de las cepas abuelas del Maipo, comámosla lloviendo y
..... brindando en el corazón de la lluvia, como si fuéramos a ser fusilados o
..... ahorcados al amanecer en las trincheras. Y en Constitución o Banco de Arenas el piure se tajea a cuchilladas, bañandolo
..... en limones de la costa y vino blanco, tanto vino blanco como es blanco
..... el vino blanco, mientras la presencia del pejerrey frito asoma su sol sangriento, como polvoroso oro en campos de batalla. ¡Ah! felices quienes conocen lo que son caricias de mujer morena y lo que son rellenos
..... de erizos de Tocopilla o charqui de guanaco de Vallenar o de Chañaral, paladeado en la sierra minera, entre mineros, conversando con los burros sagrados
..... que forjaron la minería, en tanto dos cabritos de Illapel se divierten alegremente, en los olorosos
..... rescoldos fabulosos del boldo de las banderas chilenas,
..... gloriosos como gloriosos mostos. Los huasos ladinos y remoledores de Doñigüe o Machalí o San Vicente de Tagua-Tagua
..... comen asada la criadilla, con pellejo, medio a medio del rodeo de octubre, entre el quillay o el raulí florido
..... de las "medias-lunas", estremecidas por el bramido nacional de las vacadas,
..... estremecidas por el coraje de los jinetes rurales y el sol sonoro, y el ñachi lo toman caliente, bebiéndolo del degüello tremendo, como
..... en los espantosos sacrificios religiosos de la fe arcaica, horrorosamente
..... ensangrentada, con la naturaleza y la sangre como dioses. Si se prefiere ganso con ajo y arvejitas, cómase en la provincia de Cautín,
..... y el curanto en Chiloé y en Osorno o Puerto Montt o en Carahue, para
..... la época santa de las Candelarias, en días nublados, indefectiblemente nublados,
..... mientras tiritan las hojas caídas en el agua inmensa. Cantando y tomando, los empleados públicos del lugar atraviesan sin afeitarse de una eternidad a otra eternidad, completamente de aguardiente atorados,
..... en aquellos amarillos, inmensos catres de bronce que cubren el
..... Valle Central de la República de nubes azules y angelitos, y el preceptor se toma su
..... copa de tormento, exactamente en Pelequén,
..... en Chimbarongo, en Tutuquén o en Curanilahue. Dicen los curillincanos que nadie entiende cómo se asa la malaya
..... al estandarte bañada en harina tostada y orégano, sino los curillincanos
..... y aun los más baqueanos y acampados, pero los sanclementinos, si son Ramírez, les desmienten y agregan la molleja
..... y el pecho de ternera con hartos abundantes tallos y vinagre y bajan la panzada con guarapón de Curtiduría y avelanas bien retostadas
..... del Culenar maulino, Maule abajo o con queso asado, de aquel que huele
..... a coironal cuyano o a "triste", cantado por arriero,
..... allá por el "Resguardo de Las Lástimas", a lo cual contesta el viviente de Pichamán con medio ternero al rastrojo del alambique y el paisano de Tanguao o de Huinganes con chanchitos rellenos de perdices
..... en la brasa primaria y elemental de los roces de mayo,
..... que son como el rescoldo de los antepasados y los primeros
..... incendios del mundo. Si fuera posible, sirvámonos la empanada, bien caliente, bien caldúa, bien picante, debajo del parrón, sentados en enormes piedras, recordando y añorando
..... lo copretérito y denigrando a los parientes, cacho a cacho de cabernet talquino, y la sopaipilla lloviendo, con poncho, completamente mojados, entre naranjas y violetas,
..... acompañados de cura párroco y borrachos. Será el chunchul trenzado, como cabellera de señorita, oloroso y confortable a la manera
..... de un muslo de viuda, tierno como leche de virgen, lo cosecharemos de vaquilla o novillo o ternera joven, la cual, si estando enamorada
..... ríe y come ruidosamente, elegid la melancólica, sirvámoslo con buendoso puré de papas, en mangas de camisa, por Renca o Lampa,
..... acompañados de señoras condescendientes y mucho vino tinto, pero
..... más de bastante y mucho, cuando ojalá se celebre el onomástico del carnicero o el santo del paco de la comuna y la niña de la casa os convida a que recitéis, como un cualquier maricón del
..... "Pen Club", por ejemplo, pues entonces
... cantad, cantad la canción nacional, proclamándoos por vosotros el Conquistador de la América del Sur, proclamandoos capitán de los corsarios americanos, proclamándoos antiguo y valeroso vikingo en jubilación hasta el alba, cuando los pájaros del amanecer cantan la lágrima romántico-dramática de la luna hundida, no sabemos cómo nos ponemos el sombrero, ni cómo se llamaba aquél del moscatel lagar ahogado. Cuando está borracho el año, el otoño, los rastrojos, los abejorros, los porotos,
..... la peonada, los patrones y los lagares, comienza la vendimia, la cual se produce reventando pámpanos agarrados al sol
..... encima de los pechos, del vientre, de los muslos de las muchachas, que habrán de
..... estar de espaldas, con las piernas abiertas, riéndose, mientras resuellan las carretas, sonando cerro abajo y un roto apalea a una patagua, creyéndola su mujer querida y arriba de la gran ramada
..... de quillayes o maitenes grita un chorro de vino, que anda por bajo debajo de los subterráneos, gritando,
..... grita, como un animal muerto, grita mostrándole a la inmortalidad su verga de toro.
"CARTA MAGNA DE AMÉRICA" (1949)