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Ulises y las sirenas siglo III A.C. |
Poemas sobre Ulises
En la Ilíada conocemos a Odiseo como un guerrero duro, el Odysseus, el hombre de las muchas tretas y recursos; el hombre a quien la leyenda inmortalizó como el ingenioso autor de la estratagema con que los aqueos lograron hacer caer la ciudad de Troya. Pero otro poema, la Odisea, y otro aspecto de la tradición, nos muestran un personaje diferente. Ulises es el hombre que lucha y sufre por volver a la patria y al hogar; es el esposo y padre que en la lejanía y la adversidad comprende su destino; es el varón que busca la verdad de la existencia humana a través de años y años de penalidades; el destructor de mitos, el ser humano capaz de enfrentarse a dioses y monstruos hostiles; es aquél que vence una tras otra las tentaciones que- bajo los nombres de Circe, las Sirenas, Calipso, Nausícaa- buscan alejarlo de la ruta o hacerlo perder su condición humana y rebajarlo al nivel animal o elevarlo al ámbito de los inmortales o simplemente ofrecerle un hermoso y plácido nuevo hogar. Al vencer hostilidades, tentaciones, tempestades y peligros, Ulises ha impuesto su razón, su amor, sus anhelos, su decisión. Ha conservado, reafirmado, ampliado y enriquecido su espíritu; y así llega finalmente a la patria y al hogar. Esta es la concepción que puede desprenderse de la Odisea homérica: es el itinerario de un hombre que salva su condición de tal y la lleva a la plenitud.
Aquí presento una muestra de varios poemas, con distintas visiones:
PETRONIO
Exhortatio ad Ulissem
Deja tus moradas y costas extranjeras busca,
¡oh joven! Nace para ti una serie mayor de acontecimientos.
No sucumbas al mal: te ha de renovar al Danubio extremo,
el bóreas helado, los tranquilos reinos del Egipto
que ven al sol levantarse y descender.
Y más grande que descienda Ulises en playas lejanas.
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DU BELLAY
Soneto XXXI
¡Dichoso el que, como Ulises, hizo un bello viaje,
y después regresó lleno de experiencia y sabiduría
a vivir entre los suyos el resto de su edad!
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DANTE
Divina Comedia Infierno, XXVI, 94 y ss
ni la dulzura del hijo, ni la piedad
del viejo padre, ni el debido amor
que debía a Penélope hacer dichosa,
vencer pudieron dentro de mí el ardor
que tuve de hacerme del mundo experto
y de los vicios humanos y de su valor;
antes, me lancé por el alto mar abierto;
con sólo un barco y con aquellos compañeros
pocos, de los que no fui abandonado.
De costa en costa vi al final los límites de España,
hasta el Marruecos, y la isla de los Sardos,
y las otras que aquel mar en torno baña.
Yo y mis compañeros éramos viejos y tardos
cuando llegamos a aquella fosa estrecha
donde Hércules marcó sus dos resguardos
para que el hombre más allá no se meta;
a la derecha mano dejé Sevilla,
de la otra ya había dejado Ceuta.
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A. TENNYSON
Ulises (fragmento)
De nada sirve que viva como un rey inútil
junto a este hogar apagado, entre rocas estériles,
el consorte de una anciana, inventando y decidiendo
leyes arbitrarias para un pueblo bárbaro,
que acumula, y duerme, y se alimenta, y no sabe quién soy.
No encuentro descanso al no viajar; quiero beber
la vida hasta las heces. Siempre he gozado
mucho, he sufrido mucho, con quienes
me amaban o en soledad; en la costa y cuando
con veloces corrientes las constelaciones de la lluvia
irritaban el mar oscuro. He llegado a ser famoso;
pues siempre en camino, impulsado por un corazón hambriento,
he visto y conocido mucho: las ciudades de los hombres
y sus costumbres, climas, consejos y gobiernos,
no siendo en ellas ignorado, sino siempre honrado en todas;
y he bebido el placer del combate junto a mis iguales,
allá lejos, en las resonantes llanuras de la lluviosa Troya.
Formo parte de todo lo que he visto;
y, sin embargo, toda experiencia es un arco a través del cual
se vislumbra un mundo ignoto, cuyo horizonte huye
una y otra vez cuando avanzo.
¡Qué fastidio es detenerse, terminar,
oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio!
Como si respirar fuera la vida.
Una vida sobre otra
sería del todo insuficiente, y de la única que tengo
me queda poco; pero cada hora me rescata
del silencio eterno, añade algo,
trae algo nuevo; y sería despreciable
guardarme y cuidarme el tiempo de tres soles,
y refrenar este espíritu ya viejo, pero que arde en el deseo
de seguir aprendiendo, como se sigue a una estrella que cae,
más allá del límite más extremo del pensamiento humano.
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N. KAZANTZAKIS
Odisea, Rapsodia II, 1436-1475
despedíos de la isla, desarraigad la patria;
y el que pueda que la arroje al agua tras él como un peñasco,
y el que no se hartó de ella entre vosotros, cuélguela como amuleto,
pues al alba partimos para el último viaje sin retorno”.
Dijo, y los compañeros, cargados de odres de vino y harina
y variadas mercancías de alacena y así como de armas nuevas,
ya a medianoche, en silencio, desde el portalón salieron,
y caminando con pasos pesados, tomaron el camino del navío.
Subió Odiseo, inmutable, a su lecho elevado,
y se tendió- postrera vez- junto a la pobre mujer.
Un sueño dulce, reparador, le hizo descansar el pensamiento;
mas antes de aclarar se alzó el gallo colorado
y cantó en el patio grande, en los bordes del brocal.
Y oyó en su sueño el arquero al ave alegre de-la-cresta-triple;
levántase de un salto y se ciñe la daga de hierro,
cuelga el arco enroscado en sus tostadas espaldas,
y abre furtivo la armella, que no se asuste la mujer.
Mas ella la noche entera velaba con los párpados cerrados,
y sellaba sus labios una incurable pena muda;
y al crujir el cerrojo, los ojos entreabre suavemente
y divisa en la brumosa aurora al marido que se marcha.
No se movió ni se arrojó a abrazar llorando sus rodillas;
bien sabía la infeliz que no hay ya esperanza alguna;
mas cuando oyó los escalones rechinar y llorar, se levantó
y a la ventanilla azul se abalanzó y alcanza a divisarlo
cómo cruza en puntillas, calmado, por los atrios e, igual que un ladrón,
coge ansiosamente el pasador de bronce del portón,
y sin volverse hacia atrás atraviesa con ímpetu la puerta;
la desdichada entonces ya saca los lamentos y se desgarra de dolor piel y cabello.
Y el cruel viajero, en tanto, la escarcha cristalina de la noche
absorbe en su entraña sedienta y extiende sus brazos
y presuroso toma la bajada de la playa en penumbra.
Con vigor trabajaban los dragones en la orilla y empujaban poco a poco
la nueva embarcación airosa en las tiznadas armadías,
y Súralos el músico rociaba con agua los morillos para que no encendieran.
Y cuando se preparaban para el último impulso,
apareció el capitán y extendiendo la mano
a las olas precipitó con energía el bajel virginal
y segó el cordón umbilical de la entraña amada de la patria.
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CONSTANTINO KAVAFIS
Segunda Odisea
Odisea segunda y grande,
mayor quizás que la primera. Pero ay,
sin Homero, sin hexámetros.
Era pequeña su casa paterna
era pequeña su ciudad paterna
y toda su Ítaca era pequeña.
La ternura de Telémaco, la fe
de Penélope, la ancianidad del padre,
sus antiguos amigos, el amor
del abnegado pueblo,
el feliz reposo del hogar,
penetraron cual rayos de alegría
en el corazón del navegante.
Y cual rayos se apagaron.
La sed
del mar se despertó dentro de él.
Odiaba el aire de la tierra firme.
Su sueño turbaban por la noche
los fantasmas de Hesperia.
Lo venció la nostalgia
de los viajes, y de las llegadas
matinales a los puertos donde,
con qué alegría, entras por primera vez.
La ternura de Telémaco, la fe
de Penélope, la ancianidad del padre,
sus antiguos amigos, el amor
del abnegado pueblo,
y la paz y el reposo
de la casa lo aburrieron.
Y se marchó.
Cuando las costas de Ítaca
se desvanecían poco a poco frente a él
y navegaba hacia occidente a toda vela,
hacia Iberia, hacia las columnas de Hércules,-
lejos de todo mar aqueo-,
sintió que revivió, que
arrojó las pesadas ataduras
de cosas conocidas y domésticas.
Y su corazón aventurero
se regocijaba fríamente, vacío de amor./*____________________________
CONSTANTINO KAVAFIS
Ítaca
Cuando salgas en el viaje , hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al irritado Poseidón no temas,
tales cosas en tu ruta nunca hallarás,
si elevado se mantiene tu pensamiento, si una selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo embarga.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
y al feroz Poseidón no encontrarás,
si dentro de tu alma no los llevas,
si tu alma no los yergues delante de ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas la mañanas estivales
en que con cuánta dicha, con cuánta alegría
entres a puertos nunca vistos:
detente en mercados fenicios,
y adquiere las bellas mercancías,
ámbares y ébanos, marfiles y corales,
y perfumes voluptuosos de toda clase,
cuanto más abundantes puedas perfumes voluptuosos;
anda a muchas ciudades Egipcias
a aprender y aprender de los sabios.
Siempre en tu pensamiento ten a Ítaca.
Llegar hasta allí es tu destino.
Pero no apures tu viaje en absoluto.
Mejor que muchos años dure:
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que riquezas te dé Ítaca
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no hubieras salido al camino.
Otras cosas no tiene ya que darte.
Y si pobre la encuentras, Ítaca no te ha engañado.
Sabio así como llegaste a ser, con experiencia tanta,
ya habrás comprendido las Itacas qué es lo que significan.
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LEON KUKULAS
Pequeña Odisea
Nos salvamos de los Cíclopes
y nuestro anhelo de llegar un día a Ítaca
reavivó mil veces el rescoldo
de nuestra alma, que poco a poco se enfriaba.
Y ni las yerbas mágicas de Circe,
ni siquiera los filtros de la Sirenas
que acaso nos guardaban nuevos goces,
pudieron cambiar nuestro propósito.
Por ese nuestro objetivo, apreciamos como injustos
y ante la bondad ingratos a menudo
e impasibles dejamos, al partir,
en su desolación a Calipso sollozando.
Y nos negamos nuevas glorias y riquezas
y sin pena contemplamos cierto día
perderse para siempre entre la bruma gris
la espléndida visión de los Feacios.
Y ahora que hemos retornado a Ítaca,
cuando a menudo narramos lo pasado,
como más dulce sentimos su angustia
que la serenidad de nuestra vida muelle.
Y nuestro dolor se nos hace infinito,
con que nos castiga una amarga contrición,
pues no sopla ya el viento en nuestros aparejos,
y para siempre terminó la travesía.
(Caminos desconocidos)
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LEFTERIS ALEXÍU
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Odysseus und Kalypso Arnold Böcklin |
Ulises así habló a Calipso cuando decidió Abandonarla
Nieve semeja en el velado atardecer
tu cuerpo diáfano. Con ardor envolvente
igual que de reptil, el amor serpentino
cual brazo firme estrecha mi cintura.
El grillo que no calla de tu beso
y tu mirar me hicieron inmortal.
Nada veo ni escucho. Como abejas
el antiguo recuerdo me circunda.
Me llaman las gaviotas. Clama el ponto
Tiembla la espuma en mis párpados húmedos,
y la inmortalidad me es servidumbre.
Dame otra vez el incierto destino;
que me lleve la libre fantasía
en un madero por la mar salada.
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YORGOS SARANDIS
Odiseo
Puesto que fuiste el causante de la desaparición de Troya
no te extrañes de hallarte bajo persecución divina
combatiendo con dioses invidentes y rudas esperanzas
no te extrañes
tú el más ingenioso entre los hombres.
La primera emboscada de los dioses es la nostalgia
es el juego insensato con tu alma
la malhadada quimera del regreso.
Pero qué esperas viajando en tu
oscura suerte
pero qué esperas huyendo entre los años
qué esperas cuando te mata el lúgubre lamento de Troya
que te sigue
cuando estalla la ira de los dioses y te barre
cuando te doblega el tiempo delirante.
Desnudo llegarás a tu isla
- pero mejor que no llegaras -
ya que has perdido todos tus compañeros
tu virtud en aventura sin objeto
tu prudencia en duda lucha sin sentido
ya que has perdido lo más selectos años de tu vida.
era la malhadada quimera que te enfermó el entendimiento
el juego con tu alma de los dioses sin corazón
tú sin embargo
- el más ingenioso de los hombres -
cómo no adivinaste
qué amargura
cuánto castigo
qué nuevas heridas traerá
el fin de tu inquieto camino
el vano regreso
tu triste arribar a la Ítaca asolada.
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Homero
"Así estos conversaban. Y un perro que estaba echado, alzó la cabeza y las orejas: era Argos, el perro del paciente Odiseo, a quien éste había criado, aunque luego no se aprovechó del mismo porque tuvo que partir a la sagrada Ilión.
Anteriormente lo llevaban los jóvenes a correr cabras montesas, ciervos y liebres; pero entonces, en la ausencia de su dueño yacía abandonado sobre mucho estiércol de mulos y de bueyes que vertían junto a la puerta a fin de que los siervos de Odiseo lo tomasen para abonar los extensos campos: allí estaba tendido Argos, todo lleno de pulgas. Al advertir que Odiseo se aproximaba, le halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, pero ya no pudo salir al encuentro de su amo.
Entonces Odiseo, que le vio desde lejos, se enjugó una lágrima sin que se percatara Eumeo y le preguntó: 'Eumeo, es extraño que este perro esté tumbado entre el estiércol. Su cuerpo es hermoso; aunque ignoro si, con tal belleza, era rápido en la carrera, o era como esos perros falderos que crían los señores por lujo'.
Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo: 'Ese perro perteneció a un hombre que ha muerto lejos de nosotros. Si fuese tal como era en el cuerpo y en la actividad cuando Odiseo lo dejó al irse a Troya, pronto admirarías su rapidez y su vigor: no se le escapaba ninguna fiera que levantase, ni aun en lo más hondo del espeso bosque, porque era sumamente hábil en seguir un rastro.
Pero ahora le abruman los males a causa de que su amo murió fuera de la patria, y las negligentes muchachas no lo cuidan, porque los siervos, cuando los amos ya no mandan, no quieren hacer los trabajos que les corresponden, pues Zeus quita a un hombre la mitad de su valía cuando le alcanza el día de la esclavitud.' Diciendo así, entró por el cómodo palacio y se fue derecho a la sala, hacia los ilustres pretendientes, pero Argos muere a poco de reconocer a su amo luego de veinte años".
Fragmento de La Odisea - Libro XVII