Me ven ahora

30 de septiembre de 2008

Ana María Shua Relatos Hiperbreves

Amores entre Guardián y Casuarina


Plaza pública. Guardián enamorado de Casuarina (secretamente, incluso para sí mismo). Recorte del presupuesto municipal. Guardián trasladado a tareas de oficina. Casuarina languidece. Guardián languidece. Patéticos encuentros nocturnos. Con el correr de los días, Casuarina transformada en palo borracho. Murmuraciones en el barrio. Una noche, trágico parto prematuro: vástago discretamente enterrado. Previsible crecimiento in situ de una planta desclasada y rebelde que se niega a permanecer atada a sus raíces pero tampoco quiere estudiar y bebe desordenadamente cerveza sentada en el cordón de la vereda.

Malos consejos


Por consejo del hechicero, tallo una figura de madera con la forma exacta de su enemigo. La quemó en el campo, de noche, bajo la luna. Atraído por el resplandor de la hoguera, su enemigo lo descubrió y lo mató de un lanzazo

28 de septiembre de 2008

A. Koestler


El verdugo


Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición.

Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:

-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!

Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:

-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.

26 de septiembre de 2008

Julio Torri


Literatura


El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros, pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.

La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.

24 de septiembre de 2008

Yalal Al-Din Rumi -101 entradas-

Salomón y Azrael


Un hombre vino muy temprano a presentarse en el palacio del profeta Salomón, con el rostro pálido y los labios descoloridos.

Salomón le preguntó:

-¿Por qué estás en ese estado?

Y el hombre le respondió:

-Azrael, el ángel de la muerte, me ha dirigido una mirada impresionante, llena de cólera. ¡Manda al viento, por favor te lo suplico, que me lleve a la India para poner a salvo mi cuerpo y mi alma!

Salomón mandó, pues, al viento que hiciera lo que pedía el hombre. Y, al día siguiente, el profeta preguntó a Azrael:

-¿Por qué has echado una mirada tan inquietante a ese hombre, que es un fiel? Le has causado tanto miedo que ha abandonado su patria.

Azrael respondió:

-Ha interpretado mal mi mirada. No lo miré con cólera, sino con asombro. Dios, en efecto, me había ordenado que fuese a tomar su vida en la India, y me dije: ¿Cómo podría, a menos que tuviese alas, trasladarse a la India?

23 de septiembre de 2008

Mario Benedetti


Los bomberos


Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: "Mañana va a llover". Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: "El martes saldrá el 57 a la cabeza". Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.

Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando".

Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: "Es casi seguro que mi casa se esté quemando". Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.

Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.

Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.

22 de septiembre de 2008

21 de septiembre de 2008

Marguerite Duras


El tren a Burdeos


Una vez tuve dieciséis años. A esa edad todavía tenía aspecto de niña. Era al volver de Saigón, después del amante chino, en un tren nocturno, el tren de Burdeos, hacia 1930. Yo estaba allí con mi familia, mis dos hermanos y mi madre. Creo que había dos o tres personas más en el vagón de tercera clase con ocho asientos, y también había un hombre joven enfrente mío que me miraba. Debía de tener treinta años. Debía de ser verano. Yo siempre llevaba estos vestidos claros de las colonias y los pies desnudos en unas sandalias. No tenía sueño. Este hombre me hacía preguntas sobre mi familia, y yo le contaba cómo se vivía en las colonias, las lluvias, el calor, las verandas, la diferencia con Francia, las caminatas por los bosques, y el bachillerato que iba a pasar aquel año, cosas así, de conversación habitual en un tren, cuando uno desembucha toda su historia y la de su familia. Y luego, de golpe, nos dimos cuenta de que todo el mundo dormía. Mi madre y mis hermanos se habían dormido muy deprisa tras salir de Burdeos. Yo hablaba bajo para no despertarlos. Si me hubieran oído contar las historias de la familia, me habrían prohibido hacerlo con gritos, amenazas y chillidos. Hablar así bajo, con el hombre a solas, había adormecido a los otros tres o cuatro pasajeros del vagón. Con lo cual este hombre y yo éramos los únicos que quedábamos despiertos, y de ese modo empezó todo en el mismo momento, exacta y brutalmente de una sola mirada. En aquella época, no se decía nada de estas cosas, sobre todo en tales circunstancias. De repente, no pudimos hablarnos más. No pudimos, tampoco, mirarnos más, nos quedamos sin fuerzas, fulminados. Soy yo la que dije que debíamos dormir para no estar demasiado cansados a la mañana siguiente, al llegar a París. Él estaba junto a la puerta, apagó la luz. Entre él y yo había un asiento vacío. Me estiré sobre la banqueta, doblé las piernas y cerré los ojos. Oí que abrían la puerta, salió y volvió con una manta de tren que extendió encima mío. Abrí los ojos para sonreírle y darle las gracias. Él dijo: "Por la noche, en los trenes, apagan la calefacción y de madrugada hace frío". Me quedé dormida. Me desperté por su mano dulce y cálida sobre mis piernas, las estiraba muy lentamente y trataba de subir hacia mi cuerpo. Abrí los ojos apenas. Vi que miraba a la gente del vagón, que la vigilaba, que tenía miedo. En un movimiento muy lento, avancé mi cuerpo hacia él. Puse mis pies contra él. Se los di. Él los cogió. Con los ojos cerrados seguía todos sus movimientos. Al principio eran lentos, luego empezaron a ser cada vez más retardados, contenidos hasta el final, el abandono al goce, tan difícil de soportar como si hubiera gritado.

Hubo un largo momento en que no ocurrió nada, salvo el ruido del tren. Se puso a ir más deprisa y el ruido se hizo ensordecedor. Luego, de nuevo, resultó soportable. Su mano llegó sobre mí. Era salvaje, estaba todavía caliente, tenía miedo. La guardé en la mía. Luego la solté, y la dejé hacer.

El ruido del tren volvió. La mano se retiró, se quedó lejos de mí durante un largo rato, ya no me acuerdo, debí caer dormida.

Volvió.

Acaricia el cuerpo entero y luego acaricia los senos, el vientre, las caderas, en una especie de humor, de dulzura a veces exasperada por el deseo que vuelve. Se detiene a saltos. Está sobre el sexo, temblorosa, dispuesta a morder, ardiente de nuevo. Y luego se va. Razona, sienta la cabeza, se pone amable para decir adiós a la niña. Alrededor de la mano, el ruido del tren. Alrededor del tren, la noche. El silencio de los pasillos en el ruido del tren. Las paradas que despiertan. Bajó durante la noche. En París, cuando abrí los ojos, su asiento estaba vacío.

18 de septiembre de 2008

Franz Kafka


Ante la ley


Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

17 de septiembre de 2008

Pablo de Rokha Fiestas patrias Chile 18 y 19 Septiembre

Fiestas Patrias
Empanadas Chilenas

Epopeya de las Comidas y las Bebidas de Chile
poemas


( Ensueño Del Infierno )



(Fragmentos)

Hermoso como vacuno joven es el canto de las ranas guisadas de entre perdices, ..... la alta manta doñiguana es más preciosa que la pierna de la señora más
..... preciosa, lo más precioso que existe, para embarcarse en un curanto bien servido, el camarón del Huasco es rico, chorreando vino y sentimiento, como el choro de miel que se cosecha entre mujeres, entre cochayuyos de
..... oceánica, entre laureles y vihuelas de Talcahuano por el jugo
..... de limón otoñal de los siglos, o como la olorosa empanada colchagüina, que agranda de caldo la
..... garganta y clama, de horno, floreciendo los rodeos flor de durazno. Y, ¿qué me dicen ustedes de un costillar de chancho con ajo, picantísimo,
..... asado en asador de maqui, en junio, a las riberas del peumo
..... o la patagua o el boldo que resumen la atmósfera dramática
..... del atardecer lluvioso de Quirihue o de Cauquenes, o de la guañaca en caldo de ganso, completamente talquino o
..... licantenino de parentela?, no, la codorniz asada a la parrilla se come lo mismo que se oye "el
..... Martirio", en las laderas aconcagüinas, y la lisa frita en el
..... Maule, en el que el pejerrey salta a la paila sagrada de gozo,
..... completamente rico del río, enriquecido en la lancha
..... maulina, mientras las niñas Carreño, como sufriendo, le
...... hacen empeño a "lo humano" y a "lo divino", en la de gran
..... antigüedad familiar vihuela. Los pavos cebados, que huelen a verano y son otoños de nogal o de
..... castaño casi humano, los como en todo el país, y en Santiago os beso, como a las tinajas en donde suspira la chicha como la niña más linda de
..... Curicó levantándose los vestidos debajo del manzano
..... parroquial, de la misma manera que a la ramada con quincha de chilcas en donde tomamos en cacho ..... labrado el aguardiente de substancia, o el colchón de amor,
..... en el cual navegamos y nos enfrentamos sollozando
..... a los océanos tremendos de la noche, a cuya negrura horriblemente
..... tenaz converge el copihue de sangre, o la lágrima que nos llevamos a la boca cuando estamos alegremente cantando. El vino de Pocoa es enorme y oscuro en el atardecer de la República
..... y cuando está del corazón adentro el recuerdo y la apología de lo heroico cantan en la rodaja de las espuelas como el lomo del animal, nadando en la tonada fundamental de los remansos o
..... contra la gritería roja de la espuma. La chichita bien madura brama en las bodegas como una gran vaca sagrada, y San Javier de Linares ya estará dorado, como un asado a la parrilla, ..... en los caminos ensangrentados de abril, la guitarra del otoño llorará como
..... una mujer viuda de un soldado, y nosotros nos acordaremos de todo lo que no hicimos y pudimos y debimos
..... y quisimos hacer, como un loco..... asomado a la noria vacía de la aldea, mirando, con desesperado volumen, los caballos de la juventud en la
..... ancha ráfaga del crepúsculo, que se derrumba como un recuerdo en un abismo. Relumbra la montura en Curicó, del mar a la montaña, resonando como
..... una gran carreta de trigo, resonando como el corredor de vacas o el trillador o el que persigue a una ternera
...... borneando la lazada encima de la carcajada, chorreada de sol de la faena, en la cual la bosta
..... aroma como un dios los estiércoles domésticos, con huevos
..... inmensos de viuda. Una poderosa casa de adobe con patio cuadrado, con naranjos, con corredor
..... oloroso a edad remota, y en donde la destiladera, canta, gota a gota, el sentido de la eternidad
..... en el agua, rememorando los antepasados con su trémulo
..... péndulo de cementerio, existe, lo mismo en Pencahue que en Villa Alegre o Parral, o Iloca o Putú, aunque es la aldea grande de Vichuquén la que se enorgullece, como de
..... la batea o la callana, del solar español, cordillerano, de toda
..... la costa, y son las casas-tonadas del colchagüino y el curicano, quienes la expresan en lengua tan
..... inmensa, comiendo arrollado chileno. Porque, si es preciso el hartarse con longaniza chillaneja antes de
..... morirse, en día lluvioso, acariciada con vino áspero, de
..... Quirihue o Coihueco, en arpa, guitarra y acordeón bañandose,
..... dando terribles saltos a carcajadas, también lo es saborear la prieta tuncana en agosto, cuando los chanchos
..... parecen obispos, y los obispos parecen chanchos o hipopótamos,
..... y bajar la comida con unos traguitos de guindado, sí
.... en Gualleco las pancutras se parecen a las señoritas del lugar: son
..... acinturadas y tienen los ojos dormidos, pues, cosquillosas y
..... regalonas, quitan la carita para dejarse besar en la boca, interminablemente. Y la empanadita fritita, picantoncita y la sopapaipilla, que en tocino ardiente
..... gimieron, se bendicen entre trago y trago, al pie de los pellines
..... del Bio-Bio, en los que se enrolla el trueno con anchos látigos, pero nunca la iguala a la paloma torcaz, paladeada en los rastrojos de julio,
..... en la humedad incondicional de tal época, entre fogatas y tortillas,
..... tomando en la bota de cazador esos enormes vinos que huelen a pólvora
..... y a amistad o al zorzal tamaño del viñedo, que es el puñal agrario del lamento, cazado entre los pámpanos santos, como un ladrón del vecindario campesino
..... y al cual se cuece en mostos blancos, ni al causeo de patitas, que debe comerse en Rancagua, no después de beber
..... bastante chacolí con naranjas amargas, sino tomando vino de Linderos. Cuando el jamón está maduro en sal, a la soledad fluvial de Valdivia,
..... y está dorado y precioso como un potro percherón o una
..... hermosa teta de monja que parece novia, comienza el poema de la saturación espiritual del humo y así como
..... la olorosa aceituna de Aconcagua, con la cual sólo es posible saborear
..... los pavos borrachos con apio y bien cebados y regados con cien botellas,
..... la olorosa aceituna de Aconcagua, se macera en salmuera de las salinas
..... de Curicó, únicamente, la carne sabrosa de los bucaneros y la piratería se
..... ahuma con humo, pero con humo de ulmo en la Frontera y surgen pichangas y
..... guantadas. En Vichuquén se condimenta un valdiviano tan picante que arrastra el trago
..... muy largo y al cual, como a los porotos fiambres, se le aliña con limón y brotes de
..... cebolla de invierno, todo lo cual, encima del mantel, florece, con tortillas de rescoldo, y también las papas asadas y la castaña, como en Concepción,
..... cuando se produce sopa de choros, o en Santiago chunchules
..... o cocimiento del Matadero, a plena jornada invernal, o en Valparaíso choros,
..... absolutamente choros, choros crudos o asados en brasa y de peumo. Sin embargo, no comamos la ostra en ese ambiente, en el que relumbran y descuellan
..... los congrios-caldillos o flamea la bandera de un pipeño incomparable, comámosla en el gran restaurante metropolitano, con generoso y
..... navegado ámbar viejo de las cepas abuelas del Maipo, comámosla lloviendo y
..... brindando en el corazón de la lluvia, como si fuéramos a ser fusilados o
..... ahorcados al amanecer en las trincheras. Y en Constitución o Banco de Arenas el piure se tajea a cuchilladas, bañandolo
..... en limones de la costa y vino blanco, tanto vino blanco como es blanco
..... el vino blanco, mientras la presencia del pejerrey frito asoma su sol sangriento, como polvoroso oro en campos de batalla. ¡Ah! felices quienes conocen lo que son caricias de mujer morena y lo que son rellenos
..... de erizos de Tocopilla o charqui de guanaco de Vallenar o de Chañaral, paladeado en la sierra minera, entre mineros, conversando con los burros sagrados
..... que forjaron la minería, en tanto dos cabritos de Illapel se divierten alegremente, en los olorosos
..... rescoldos fabulosos del boldo de las banderas chilenas,
..... gloriosos como gloriosos mostos. Los huasos ladinos y remoledores de Doñigüe o Machalí o San Vicente de Tagua-Tagua
..... comen asada la criadilla, con pellejo, medio a medio del rodeo de octubre, entre el quillay o el raulí florido
..... de las "medias-lunas", estremecidas por el bramido nacional de las vacadas,
..... estremecidas por el coraje de los jinetes rurales y el sol sonoro, y el ñachi lo toman caliente, bebiéndolo del degüello tremendo, como
..... en los espantosos sacrificios religiosos de la fe arcaica, horrorosamente
..... ensangrentada, con la naturaleza y la sangre como dioses. Si se prefiere ganso con ajo y arvejitas, cómase en la provincia de Cautín,
..... y el curanto en Chiloé y en Osorno o Puerto Montt o en Carahue, para
..... la época santa de las Candelarias, en días nublados, indefectiblemente nublados,
..... mientras tiritan las hojas caídas en el agua inmensa. Cantando y tomando, los empleados públicos del lugar atraviesan sin afeitarse de una eternidad a otra eternidad, completamente de aguardiente atorados,
..... en aquellos amarillos, inmensos catres de bronce que cubren el
..... Valle Central de la República de nubes azules y angelitos, y el preceptor se toma su
..... copa de tormento, exactamente en Pelequén,
..... en Chimbarongo, en Tutuquén o en Curanilahue. Dicen los curillincanos que nadie entiende cómo se asa la malaya
..... al estandarte bañada en harina tostada y orégano, sino los curillincanos
..... y aun los más baqueanos y acampados, pero los sanclementinos, si son Ramírez, les desmienten y agregan la molleja
..... y el pecho de ternera con hartos abundantes tallos y vinagre y bajan la panzada con guarapón de Curtiduría y avelanas bien retostadas
..... del Culenar maulino, Maule abajo o con queso asado, de aquel que huele
..... a coironal cuyano o a "triste", cantado por arriero,
..... allá por el "Resguardo de Las Lástimas", a lo cual contesta el viviente de Pichamán con medio ternero al rastrojo del alambique y el paisano de Tanguao o de Huinganes con chanchitos rellenos de perdices
..... en la brasa primaria y elemental de los roces de mayo,
..... que son como el rescoldo de los antepasados y los primeros
..... incendios del mundo. Si fuera posible, sirvámonos la empanada, bien caliente, bien caldúa, bien picante, debajo del parrón, sentados en enormes piedras, recordando y añorando
..... lo copretérito y denigrando a los parientes, cacho a cacho de cabernet talquino, y la sopaipilla lloviendo, con poncho, completamente mojados, entre naranjas y violetas,
..... acompañados de cura párroco y borrachos. Será el chunchul trenzado, como cabellera de señorita, oloroso y confortable a la manera
..... de un muslo de viuda, tierno como leche de virgen, lo cosecharemos de vaquilla o novillo o ternera joven, la cual, si estando enamorada
..... ríe y come ruidosamente, elegid la melancólica, sirvámoslo con buendoso puré de papas, en mangas de camisa, por Renca o Lampa,
..... acompañados de señoras condescendientes y mucho vino tinto, pero
..... más de bastante y mucho, cuando ojalá se celebre el onomástico del carnicero o el santo del paco de la comuna y la niña de la casa os convida a que recitéis, como un cualquier maricón del
..... "Pen Club", por ejemplo, pues entonces
... cantad, cantad la canción nacional, proclamándoos por vosotros el Conquistador de la América del Sur, proclamandoos capitán de los corsarios americanos, proclamándoos antiguo y valeroso vikingo en jubilación hasta el alba, cuando los pájaros del amanecer cantan la lágrima romántico-dramática de la luna hundida, no sabemos cómo nos ponemos el sombrero, ni cómo se llamaba aquél del moscatel lagar ahogado. Cuando está borracho el año, el otoño, los rastrojos, los abejorros, los porotos,
..... la peonada, los patrones y los lagares, comienza la vendimia, la cual se produce reventando pámpanos agarrados al sol
..... encima de los pechos, del vientre, de los muslos de las muchachas, que habrán de
..... estar de espaldas, con las piernas abiertas, riéndose, mientras resuellan las carretas, sonando cerro abajo y un roto apalea a una patagua, creyéndola su mujer querida y arriba de la gran ramada
..... de quillayes o maitenes grita un chorro de vino, que anda por bajo debajo de los subterráneos, gritando,
..... grita, como un animal muerto, grita mostrándole a la inmortalidad su verga de toro.
"CARTA MAGNA DE AMÉRICA" (1949)


11 de septiembre de 2008

9 de septiembre de 2008

Jorge Luis Borges


EL ORO DE LOS TIGRES

HASTA LA HORA del ocaso amarillo
cuántas veces habré mirado
al poderoso tigre de Bengala
ir y venir por el predestinado camino
detrás de los barrotes de hierro,
sin sospechar que eran su cárcel.
Después vendrían otros tigres,
el tigre de fuego de Blake;
después vendrían otros oros,
el metal amoroso que era Zeus,
el anillo que cada nueve noches
engendra nueve anillos y éstos, nueve,
y no hay un fin.
Con los años fueron dejándome
los otros hermosos colores
y ahora sólo me quedan
la vaga luz, la inextricable sombra
y el oro del principio.
Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores
del mito y de la épica,
oh un oro más precioso, tu cabello
que ansían estas manos.

East Lansing, 1972

4 de septiembre de 2008

Cuentos Breves


El mundo. Augusto Monterroso

Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.

La ejecución. Hermann Hesse

En su peregrinación, el maestro y algunos de sus discípulos bajaron de la montaña al llano y se encaminaron hacia las murallas de la gran ciudad. Ante la puerta se había congregado una gran muchedumbre. Cuando se hallaron más cerca vieron un cadalso levantado y los verdugos ocupados en llevar a rastras hacia el tajo a un individuo ya muy debilitado por el calabozo y los tormentos. La plebe se agolpaba alrededor del espectáculo. Hacían mofa del reo y le escupían, movían bulla y esperaban con impaciencia la decapitación. -¿Quién será y qué delitos habrá perpetrado -se preguntaban unos a otros los discípulos- para que la multitud desee su muerte con tanto afán? Aquí no se ve a nadie que manifieste compasión ni que llore. -Supongo que será un hereje -dijo el maestro con tristeza. Siguieron acercándose, y cuando se vieron confundidos con el gentío los discípulos preguntaron a izquierda y derecha quién era y qué crímenes había cometido el que en aquellos momentos se arrodillaba frente al tajo. -Es un hereje -decía la gente muy indignada-. ¡Hola! ¡Ahora inclina su cabeza condenada! ¡Acabemos de una vez! En verdad ese perro quiso enseñarnos que la ciudad del Paraíso tiene sólo dos puertas, ¡cuando a todos nosotros nos consta perfectamente que las puertas son doce! Asombrados, los discípulos se reunieron alrededor del maestro y le preguntaron: -¿Cómo lo adivinaste, maestro? Él sonrió y, mientras echaba de nuevo a andar, dijo en voz baja: -No ha sido difícil. Si fuese un asesino, o un bandolero o cualquier otra especie de criminal, habríamos visto entre las gentes del pueblo pena y compasión. Muchos llorarían y algunos hasta pondrían el grito en el cielo proclamando su inocencia. Al que tiene una creencia diferente, en cambio, se le puede sacrificar y echar su cadáver a los perros sin que el pueblo se inmute.

Teoría de Dulcinea Juan José Arreola

En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos.

En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol.

El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire.

Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca. Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente.

Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco Juan José Arreola

Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte.

GARCÍA MÁRQUEZ El drama del desencantado.

"...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida."

JULIO CORTÁZAR Las líneas de la mano.

Historias de cronopios y de famas, 1962
"De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso del parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván, y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entre el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor, y allí (pero es difícil verla, solo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor, y en una cabina donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo, y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola."

JOSÉ LUIS BORGES El regreso de Heráclito.

"Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach."

César Vallejo EL BUEN SENTIDO

Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.
Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.
La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo: por el adiós y por el regreso. La cierro, al retornar. Por eso me dieran tánto sus ojos, justa de mí, in fraganti de mí, aconteciéndose por obras terminadas, por pactos consumados.
Mi madre está confesa de mí, nombrada de mí. ¿Cómo no da otro tanto a mis otros hermanos? A Víctor, por ejemplo, el mayor, que es tan viejo ya, que las gentes dicen: ¡Parece hermano menor de su madre! ¡Fuere porque yo he viajado mucho! ¡Fuere porque yo he vivido más!
Mi madre acuerda carta de principio colorante a mis relatos de regreso. Ante mi vida de regreso, recordando que viajé durante dos corazones por su vientre, se ruboriza y se queda mortalmente lívida, cuando digo, en el tratado del alma: Aquella noche fui dichoso. Pero, más se pone triste; más se pusiera triste.
—Hijo, ¡cómo estás viejo!
Y desfila por el color amarillo a llorar, porque me halla envejecido, en la hoja de espada, en la desembocadura de mi rostro. Llora de mí, se entristece de mí. ¿Qué falta hará mi mocedad, si siempre seré su hijo? ¿Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos, si jamás la edad de ellos alcanzará a la de ellas? ¿Y por qué, si los hijos, cuanto más se acaban, más se aproximan a los padres? ¡Mi madre llora porque estoy viejo de mi tiempo y porque nunca llegaré a envejecer del suyo! Mi adiós partió de un punto de su ser, más externo que el punto de su ser al que retorno. Soy, a causa del excesivo plazo de mi vuelta, más el hombre ante mi madre que el hijo ante mi madre. Allí reside el candor que hoy nos alumbra con tres llamas. Le digo entonces hasta que me callo:
—Hay, madre, en el mundo un sitio que se llama París. Un sitio muy grande y muy lejano y otra vez grande.
La mujer de mi padre, al oírme, almuerza y sus ojos mortales descienden suavemente por mis brazos.

La Que No Está de "Casa de Geishas", de Ana María Shua. © 1992 Editorial Sudamericana


Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.