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30 de mayo de 2012

Orhan Pamuk - Constantinopla 1955


Constantinopla 1955.
A través de los ojos de Orhan Pamuk.




Los Griegos (romanos) que abandonaron en los últimos cincuenta años Estambul son más que aquellos que la dejaron en los años cincuenta después de 1453.
A comienzos del siglo pasado, la mitad de la población no era musulmana, y la gran parte de la población no musulmana la constituían los Griegos que eran la continuación de los Bizantinos.
En la infancia y en los primeros años adolescentes hubo un movimiento de nacionalismo turco intenso que sostuvo que el uso de la palabra Constantinopla significaba que los Turcos no pertenecían a esta ciudad, que los primeros propietarios de esta ciudad un día regresarían y nos echarían a nosotros los conquistadores desde hace 1500 años o, a lo menos, nos convertirían en ciudadanos de segunda categoría. Para los seguidores del nacionalismo turco el uso de la palabra "toma" tenía gran importancia.
Habían seguramente ocasiones que todavía los Otomanos llamaban a la ciudad Constantinopla.
Los Turcos que querían la ruptura de relaciones con Europa, preferían no enfatizar la "captura".
En los primeros años de la Guerra fría, Turquía, miembro de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico del Norte), no deseaba recordar al mundo la "captura".
Aunque después de dos años, en 1955, fueron destruidas y saqueadas las propiedades de los Griegos y de las otras minorías en Estambul, ya que era imposible que se reprimieran las poblaciones que habían sido instigadas por el gobierno turco. Estos hechos que incluían destrucciones de iglesias y asesinatos de arzobispos, se parecían, en saqueo y crueldad, a los hechos que describen los historiadores "Occidentales" de la "caída".
Los Griegos que abandonaron en los últimos cincuenta años la ciudad de Estambul, debido a los errores de los gobiernos turco y griego que se comportaban ante sus minorías, desde que Grecia y Turquía se volvieron estados nacionales, como si fueran rehenes, son más que aquellos que la abandonaron en los cincuenta años después de 1453.
En 1955, cuando los Ingleses se preparaban para irse de Chipre y los Griegos en retomar completamente el gobierno de la isla, un intendente de los servicios secretos turcos puso una bomba en la casa donde nació Ataturk (Mustafa Kemal), (“padre de los Turcos”) en Thessaloniki.
Cuando los periódicos con extensas ediciones y haciendo grande el incidente, difundieron la noticia, la población enemiga de las minorías no musulmanas se reunió en la Plaza Taksim, quemando, destruyendo y saqueando hasta la mañana, primero tiendas de donde comprábamos mi madre y yo en Begioglu y después, toda la ciudad.
Los movimientos destructores en regiones como Ortakioy, Balukli, Psomatheia, Fanari, donde vivían muchos Griegos, con violencia que causaba terror, quemaron y saquearon pequeñas y humildes tiendas de abarrotes griegas, destruyendo cercados y entrando a las casas, violando a Griegas y Armenias.
Podría alguien decir que se portaron de la misma forma cruel con los soldados que saquearon Estambul, cuando el sultán Maometh el Conquistador entró a la ciudad.
s tarde se descubrió que los organizadores, los cuales eran apoyados por el gobierno, para movilizar a los saqueadores, que por dos días expandieron terror en la ciudad y convirtieron Estambul en un infierno peor que las pesadillas de los cristianos y los Europeos que habían dicho que el saqueador estaba libre.
La mañana de la noche en que en las calles peligraba en ser linchado quien no era musulmán, Begioglu y la avenida Istiklal estaban llenas de objetos que no podían ser transportados de las tiendas saqueadas con las vitrinas y las puertas rotas, mas que habían sido destruidas con mucha alegría. Colores, colores, paisajes, paisajes, las telas, las alfombras y vestidos, y encima refrigeradores bocabajo, muñecos mutilados que miraban el cielo, y algunos tanques que por lo menos tarde habían salido a las calles para restablecer el orden.

Todo esto, ya que se describía por muchos años en casa, está vivo en mi mente, con todos los detalles, como si lo hubiera visto yo mismo.
ORHAN PAMUK
(Premio nobel de literatura 2006)
4 de septiembre de 2008


Traducción: Alejandro Aguilar

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