El cuarteto de Alejandría es una tetralogía de novelas del escritor
británico Lawrence Durrell, publicadas originalmente por separado entre
1957 y 1960. Tuvieron un gran éxito, tanto de crítica como de público.
Presentan cuatro perspectivas diferentes de un mismo conjunto de
personajes y acontecimientos que tienen lugar en Alejandría, Egipto,
antes y durante la II Guerra Mundial. En estas novelas investiga el amor
en todas sus formas, y en ellas se mezclan pasajes de gran belleza con
estudios sobre la corrupción y con una compleja investigación sensual.
En la primera novela, Justine, el lector se introduce en los ambientes
de la cosmopolita ciudad de Alejandría y en los personajes de la
tetralogía. Darley, el narrador, es un escritor que siente un intenso
amor hacia Justine, una mujer casada y enigmática, con un oscuro pasado y
gran capacidad de fascinar; el amor es un sentimiento que Durrell
explora con minuciosidad.
El segundo libro, Baltazhar, retoma la historia del primero, incluso
muchas de las situaciones narradas ya aparecían en él. Esta novela gira
en torno a Baltazhar, amigo de Justine, Darley y el resto de personajes
de la primera novela. Es un médico iniciado en el estudio de la cábala, y
su sabiduría aporta una nueva dimensión al argumento y personajes ya
conocidos. La ciudad, como en las otras novelas, tiene una importancia
fundamental.
Mountolive narra, de forma más lineal y objetiva, una historia de
intriga. En ella hay menos introspección de sentimientos y personajes, y
más narración de acontecimientos. Mountolive es un diplomático de la
embajada británica, amigo de Nessim, el marido de Justine. Su historia
en Alejandría queda recogida aquí, especialmente su relación amorosa con
Leila, la madre de Nessim, y su implicación en una conspiración de tipo
político en la que participan Nessim y Justine.
La última novela, Clea, explica el sentido de la totalidad de la obra.
Es la que le da una perspectiva temporal: las tres primeras novelas
giran en torno a unos mismos hechos, y esta cuarta tiene lugar después.
Darley vuelve tras su retiro en una isla a Alejandría, durante la
Segunda Guerra Mundial, y vive una historia de amor con Clea, una
pintora que forma parte del círculo de personajes de la tetralogía. La
relación entre ellos tendrá paralelismo con la creación artística y, por
supuesto, con el ambiente de la ciudad. " Me he refugiado en esta isla
con algunos libros y la niña, la hija de Melissa. No sé por qué empleo
la palabra "refugiado". Los isleños dicen bromeando que sólo un enfermo
puede elegir este lugar perdido para restablecerse. Bueno, digamos, si
se prefiere, que he venido aquí para curarme... De noche, cuando el
viento brama y la niña duerme apaciblemente en su camita de madera junto
a la chimenea resonante, enciendo una lámpara y doy vueltas en la
habitación pensando en mis amigos, en Justine y Nessim, en Melissa y
Balthazar. Retrocedo paso a paso en el camino del recuerdo para llegar a
la ciudad donde vivimos todos un lapso tan breve, la ciudad que se
sirvió de nosotros como si fuéramos su flora, que nos envolvió en
conflictos que eran suyos y creíamos equivocadamente nuestros, la amada
Alejandría.
Fragmento inicia de "Justine"
"¡He tenido que venir tan lejos para comprenderlo todo! En este
desolado promontorio que Arcturo arranca noche a noche de las tinieblas,
lejos del polvo calcinado de aquellas tardes de verano, veo al fin que
ninguno de nosotros puede ser juzgado por lo que ocurrió entonces. La
ciudad es la que debe ser juzgada, aunque seamos sus hijos quienes
paguemos el precio.
En esencia, ¿qué es esa ciudad, la nuestra? ¿Qué resume la palabra
Alejandría? Evoco en seguida innumerables calles donde se arremolina el
polvo. Hoy es de las moscas y los mendigos, y entre ambas especies de
todos aquellos que llevan una existencia vicaria.
Cinco razas, cinco lenguas, una docena de religiones; el reflejo de
cinco flotas en el agua grasienta, más allá de la escollera. Pero hay
más de cinco sexos y sólo el griego del pueblo parece capaz de
distinguirlos. La mercadería sexual al alcance de la mano es
desconcertante por su variedad y profusión. Es imposible confundir a
Alejandría con un lugar placentero. Los amantes simbólicos del mundo
helénico son sustituidos por algo distinto, algo sutilmente andrógino,
vuelto sobre sí mismo. Oriente no puede disfrutar de la dulce anarquía
del cuerpo, porque ha ido más allá del cuerpo. Nessim dijo una vez,
recuerdo -y creo que lo había leído en alguna parte- que Alejandría es
el más grande lagar del amor; escapan de él los enfermos, los
solitarios, los profetas, es decir, todos los que han sido profundamente
heridos en su sexo.
Notas para un paisaje... Largas modulaciones de color. Luz que se
filtra a través de la esencia de los limones. Polvo de ladrillo
suspendido en el aire fragante, y el olor del pavimento caliente recién
regado. Nubes livianas, al ras del suelo, que sin embargo rara vez traen
lluvia. Sobre ese fondo se proyectan rojos y verdes polvorientos, malva
pastel y un carmesí profundo y diluido. En verano la humedad del mar da
una leve pátina al aire. Todo parece cubierto por un manto de goma.
Y luego, en otoño, el aire seco y vibrante, cargado de áspera
electricidad estática, que inflama el cuerpo bajo la ropa liviana. La
carne despierta, siente los barrotes de su prisión. De noche una
prostituta borracha camina por una calle oscura, sembrando los
fragmentos de una canción como si fueran pétalos. ¿Fue allí donde
escuchó Antonio los acordes arrobadores de esa música sublime que lo
impulsó a entregarse para siempre a la ciudad que amaba?
Los cuerpos hoscos de los jóvenes inician la caza de una desnudez
cómplice, y en esos pequeños cafés a los que solía ir Balthazar con el
viejo poeta de la ciudad (se refiere a poema de Kavafis sobre La
Ciudad), los muchachos, nerviosos, juegan al chaquete bajo las lámparas
de petróleo y, perturbados por el viento seco del desierto -tan poco
romántico, tan sospechoso-, se agitan y se vuelven para mirar a los
recién llegados. Les cuesta respirar y en cada beso del verano reconocen
el gusto de la cal viva...
He venido a reconstruir piedra por piedra esa ciudad en mi mente,
esas provincias melancólicas que el viejo (se refiere a "El Viejo" de
Kavafis) veía llenas de las "ruinas sombrías" de su vida. Estrépito de
los tranvías estremeciéndose en sus venas metálicas mientras atraviesan
la meidan color de iodo de Mazarita. Oro, fósforo, magnesio, papel. Allí
nos encontrábamos a menudo. En verano había un tenderete abigarrado
donde a ella le gustaba saborear tajadas de sandía y sorbetes de colores
brillantes. Naturalmente, llegaba siempre un poco tarde, de vuelta
quizá de una cita en una habitación oscura en la que yo trataba de no
pensar, tan frescos, tan jóvenes eran los pétalos abiertos de la boca
que caía sobre la mía para saciar la sed del verano. Quizás el hombre a
quien acababa de abandonar rondaba aún en su memoria, quizá persistía
aún en ella el polen de sus besos. Pero eso importaba muy poco ahora que
sentía el leve peso de su cuerpo apoyando su brazo en el mío, sonriendo
con la sinceridad generosa de los que han renunciado a todo secreto.
Era bueno estar allí desmañados, un poco tímidos, respirando
agitadamente porque sabíamos lo que cada uno esperaba del otro. Los
mensajes se transmitían prescindiendo de la conciencia, por la pulpa de
los labios, por los ojos, por los sorbetes, por el tenderete abigarrado.
Permanecer allí alegremente, tomados de los meñiques, bebiendo la tarde
profundamente olorosa a alcanfor, como si fuéramos parte de la
ciudad...
Esta noche estuve revisando mis papeles. Algunos han ido a parar a la
cocina, la niña ha roto otros. Me gusta esta especie de censura porque
tiene la indiferencia del mundo natural por las construcciones del arte,
indiferencia que empiezo a compartir. Después de todo, ¿de qué le sirve
a Melissa una hermosa metáfora ahora que yace como una momia anónima en
la tibia arena del estuario negro?
Pero estos papeles que guardo con cuidado son los tres volúmenes del
diario de Justine, y las páginas que registran la locura de Nessim.
Nessim me entregó todo a mi partida, diciendo: Tome esto y léalo. Aquí
se habla mucho de nosotros. Le ayudará a conservar la imagen de Justine
sin echarse atrás, como he tenido que hacerlo yo".
Traducción Aurora Bernárdez
Traducción Aurora Bernárdez
Algunos de los personajes estån inspirados en amigos de L.Durrel como Henry Miller y su mujer.
ResponderBorrarMónica:
BorrarBienvenida a mi casa. Gracias por la información.
Un abrazo