Me ven ahora

31 de diciembre de 2013

Leyenda de año nuevo



AŃO NUEVO

Habéis visto nacer el Ańo Nuevo? ˇEl ańo nuevo nace en el Cerro de la Bufa! żNo lo creéis? Os voy a contar cómo. El Cerro de la Bufa es, en su interior, una gruta inmensa. Si algún día lográis encontrar la puerta secreta que existe en el Crestón y entráis por una larga escalinata de mármol, os daréis cuenta de que en el interior del Cerro de la Bufa existe un palacio extenso y bellísimo. El piso está hecho de plata. Grandes lozas del precioso metal lo cubren. Las paredes son todas de oro macizo y por todas partes brilla una luz intensa producida por la multitud de las piedras preciosas que cuelgan del techo. Del techo y de las paredes penden perlas, granates, diamantes, rubíes, que despiden luces blancas, azules, verdes, amarillas, rojas, y que dan al castillo un aspecto fantástico y extrańo. Pero lo más importante es que el interior del Cerro de la Bufa está habitado. Millares de gnomos viven en él. żSabéis lo que es gnomos? Los gnomos son los duendes, los fabricantes y los guardianes de los metales y de las piedras preciosas que hay en las minas. Son unos seres pequeńísimos, que apenas levantan cincuenta centímetros del suelo. Su piel es blanca, llevan una grande melena y poseen unos ojos pequeńísimos. Portan un gran bigote y una barba descomunal. Los gnomos son parientes de los enanos; de aquellos enanos amigos de Blanca Nieves. Y se visten como ellos. Con un gorro de color rojo, terminado en punta, y con un vestido de payaso. Pues bien la gruta del Cerro del Bufa está invadida por estos seres diminutos y exóticos. Y he aquí estos enanos tienen un encargo especial y muy delicado. Consagran su vida a cuidar, a alimentar y conservar los Ańos Nuevos.

Porque habéis de saber que en el interior del castillo hay gran salón de cristal. Algo así como el aparador muy grande de una tienda y dentro de ese salón de cristal los enanos tienen guardados a los Ańos Nuevos. Estos son unos nińos hermosos, blancos, como el marfil, sonrosados, de cabello rubio y ensortijados, robustos. Y los gnomos los tienen guardados en pequeńas cajas,envueltos en algodón para que no mueran de frío. Y a todas horas los vigilan, los alimentan, los miman. Porque si los dejan morir, ya no habría Ańo Nuevo. Se acabaría el tiempo y se acabaría el mundo. Cada ańo cuando el mes de diciembre toca a las puertas de las casas de los hombres, los gnomos celebran, en el interior del palacio, una asamblea general. La junta es presidida por un enano más viejo. Y en esa reunión se discute cual de los Ańos Nuevos, encerrados en el salón de cristal, está mejor parado, más robusto, mejor dotado para echarlo al mundo. Los enanos gritan, opinan, objetan, se enfurecen, patalean, dan volteretas, hacen berrinches. Y finalmente, por medio de una votación secreta, eligen al Ańo Nuevo que habrá de salir a recorrer el mundo.

El día último del ańo es de gran fiesta dentro del castillo. ˇHay que despedir al Ańo Nuevo que abandona el hogar paterno! Hay más luz que de costumbre. Los gnomos gritan y cantan. Brindan en diminutas copas, con néctares pétreos, por el huésped que se va. Colocan al elegido sobre un gran trono, en medio del castillo; todos giran a su alrededor en danzas frenéticas; se dicen los dirambos, las frases y los gritos anodinos. El enano más viejo entrega al Ańo Nuevo sonríe y se despide de todos. Mientras tanto acá afuera, en la ciudad pocas gentes se dan cuenta de lo que pasa. A las once cuarenta y cinco de la noche, en punto, una gran sombra atraviesa la ciudad y va a colocarse sobre el Crestón de la Bufa. Es el Ańo Viejo que regresa de su correría prolongada. Es un viejo largo inmenso, que parece, llegar hasta las estrellas; se nota enjuto y encorvado; sus vestidos parecen sucios y desgarrados; el cabello y la barba son largos, blanquísimos y desmelenados y se aprecian sucios por el polvo de los caminos.

El viejo trae en sus manos lánguidas un bordón, una alforja vacía y una lampara de petróleo. ˇEs el Ańo viejo que ha regresado de su largo viaje! Pero ˇoh, que milagro!: cuando suena la última campanada de las doce de la noche en reloj de Catedral, el Cerro de la Bufa se ilumina con un resplandor vivísimo, como si hubiera encendido en él una hoguera gigantesca. Luego se levanta el peńasco enorme que cubre la entrada del castillo. Del interior sale un resplandor más vivo todavía. Se escuchan himnos extrańos. Se oye el eco de cánticos rarísimos. De pronto surge la gran visión. Llevado en peso por miles de enanos, aparece por encima de las rocas del Crestón, el “Ańo Nuevo”, radiante, coronado, bellísimo. Los gnomos lo elevan muy alto, hasta perderse de vista en la última estrella y allá lo abandonan para que inicie su gran caminata por el mundo.

En la ciudad las gentes bailan, brindan, gritan, se felicitan por la llegada del Ańo Nuevo y no se dan cuenta de que, en la gruta que está dentro del Cerro de la Bufa, los gnomos asisten conmovidos a los funerales solemnes del Ańo Viejo, que yace en el suelo, inmóvil para siempre.

Feliz 2014


27 de diciembre de 2013

Umberto Eco / El Péndulo de Foucault




Quiero compartir un extracto de “El Péndulo de Foucault” de Umberto Eco. Este fragmento me ha parecido divertidísimo. No sé si es solo a mí que Umberto Eco me parece graciosísimo, pero también El Nombre de la Rosa me pareció que tenía partes hilarantes, especialmente con el personaje de Salvatore de Monferrate y su peculiar manera de hablar.

En el mundo están los cretinos, los imbéciles, los estúpidos y los locos. En suma todo el mundo, si se mira bien, participa de alguna de esas categorías. Digamos que la persona normal es la que combina razonablemente todos esos componentes o tipos ideales.

¿Cómo es el genio, Einstein, por ejemplo? El genio es el que pone en juego uno de esos componentes de manera vertiginosa, alimentándolo con los demás.

El cretino ni siquiera habla, babea, es espástico. Se aplasta el helado contra la frente, no puede ni coordinar los movimientos. Entra en la puerta giratoria por el lado opuesto.

Ser imbécil ya es más complicado. Es un comportamiento social. El imbécil es el que habla siempre fuera del vaso. Quiere hablar de lo que hay en el vaso, pero, esto por aquí, esto por allá, habla fuera. O si lo prefiere, es el que siempre mete la pata, el que le pregunta cómo está su bella esposa al individuo que acaba de ser abandonado por la mujer.

El imbécil está muy solicitado, sobre todo en las reuniones mundanas. Incomoda a todos, pero les proporciona temas de conversación. En su versión positiva llega a ser diplomático. Habla fuera del vaso cuando otros han metido la pata, consigue cambiar de tema. Pero a nosotros [las editoriales] no nos interesa, no es nunca creativo, trabaja de prestado, de manera que no presenta manuscritos.

El imbécil no dice que el gato ladra, habla del gato cuando los demás hablan del perro. Confunde las reglas de conversación, y cuando las confunde bien es sublime. Creo que es una raza en extinción, un portador de virtudes eminentemente burguesas. Necesita un salón Verdurin, o mejor, Guermantes.

El estúpido no se equivoca de comportamiento. Se equivoca de razonamiento. Es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero que también los gatos son animales domésticos y por tanto ladran. O que todos los atenienses son mortales, todos los habitantes del Pireo son mortales, de modo que todos los habitantes del Pireo son atenienses. Y lo son, pero de pura casualidad. El estúpido incluso puede decir algo correcto, pero por razones equivocadas.

Se pueden decir cosas equivocadas, con tal que las razones sean correctas. ¿Si no por qué tomarse tanto trabajo para ser animales racionales?

Ya estamos en el umbral en el que sospechamos que algo no funciona, pero es necesario un esfuerzo para demostrar qué es lo que no cuadra y por qué. El estúpido es muy insidioso. Al imbécil se le reconoce en seguida (y al cretino ni qué decir), mientras que el estúpido razona casi como uno, sólo que con una desviación infinitesimal. Es un maestro del paralogismo. Se publican muchos libros escritos por estúpidos, porque a primera vista son muy convincentes.

El argumento ontológico de San Anselmo es estúpido. Dios tiene que existir porque puedo pensarlo como el ser dotado de todas las perfecciones, incluida la existencia. Confunde la existencia en el pensamiento con la existencia en la realidad. Pero también es estúpida la refutación de Gaunilo. Puedo pensar en una isla en el mar aunque esa isla no exista. Confunde el pensamiento de lo contingente con el pensamiento de lo necesario. Una batalla entre estúpidos. Claro, y Dios se divierte como un loco.

Pues sí, la estupidez nos rodea. Y quizá para un sistema lógico diferente nuestra estupidez sea sabiduría. Toda la historia de la lógica es un intento por definir una noción aceptable de estupidez. Demasiado ambicioso. Todo gran pensador es el estúpido de otro. ¿El pensamiento como forma coherente de estupidez? No. La estupidez de un pensamiento es la incoherencia de otro pensamiento.

Al loco se le reconoce en seguida. Es un estúpido que no conoce los subterfugios. El estúpido trata de demostrar su tesis, tiene una lógica, cojeante, pero lógica es. En cambio, el loco no se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para él, todo demuestra todo. El loco tiene una idea fija, y todo lo que encuentra le sirve para confirmarla. Al loco se le reconoce porque se salta a la torera la obligación de probar lo que se dice; porque siempre está dispuesto a recibir revelaciones.

22 de diciembre de 2013

Constantino Cavafis "Deseos"

 

 

DESEOS

Como cuerpos bellos de muertos que no han envejecido
y los encerraron, con lágrimas, en una tumba espléndida
- con rosas en la cabeza y en los pies jazmines -,
así parecen los deseos que pasaron
sin cumplirse; sin que ninguno mereciera
una noche de placer, o un alba luminosa.



18 de diciembre de 2013

Nikos Kazanntzakis / Mirada de un poeta

Vincent Van Gogh, Noche estrellada. Óleo sobre tela 1889

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Vincent Van Gogh, Noche estrellada. Óleo sobre tela 1889


Mi vida personal no tiene sino un valor muy relativo sólo para mí y nadie más; el solo valor que le conozco es la lucha por subir de grada en grada y para llegar tan alto que su fuerza y obstinación puedan llevarla a la cima que yo mismo he denominado la mirada cretense.


Nikos Kazantzakis.

9 de diciembre de 2013

Odisea de Nikos Kazanzakis




La angustia del hombre moderno en el siglo XX tuvo uno de sus principales voceros en el Ulises literario que alumbró el genio vivaz del poeta y escritor cretense Nikos Kazantzakis (1883-1957). En su magna y principal obra —Odisea, un extensísimo poema de 33.333 versos— que vio la luz en el año 1938, el lúcido cretense nos dejó un exhaustivo retrato de la lucha del hombre contemporáneo en su desesperada búsqueda por encontrar un camino que lo llevara a la salvación en un siglo convulso y terrible —el siglo XX— que dio a luz las utopías más revolucionarias y sangrientas que llevaron al mundo a enfrentare en dos apocalípticas guerras mundiales que cercenaron la fe en las posibilidades del ser humano para redimirse a sí mismo y a sus semejantes. Vana locura por otra parte.

En este artículo abordaremos la rapsodia segunda de la Odisea de Kazantzakis. En ella Ulises, después de haber llegado a Ítaca y asesinado a los pretendientes, se siente desencantado y maquina en su mente una nueva partida. En cierto modo Kazantzakis recoge el testigo de Homero, que finalizó su Odisea después de veinticuatro cantos sin despejar el destino final de Ulises y lo que haría después de llegar a Ítaca, matar a los pretendientes y recuperar a su amada Penélope; pero no es nuestro propósito extendernos en el complicado entramado y en las peripecias del Ulises de Kazantzakis a lo largo de la obra del poeta cretense. Nos bastará con la exposición que reza en el título del artículo, la cual trataremos de desarrollar.

En esta rapsodia Kazantzakis nos presenta a Ulises reunido con su familia alrededor del fuego del hogar. El asendereado héroe quiere relatarles la historia de su retorno, y las tres muertes que pudo sufrir en su camino y que tomaron la forma de tres tentaciones que intentaron apartarle de su ansiada meta: Ítaca. Y esas tres tentaciones tuvieron principalmente forma de mujer.

Tres fueron las formas más letales que la Muerte adoptara

para turbar mi mente y arrebatar mis armas.

El fresco antro de Calipso, donde llegó como hembra seductora

sonriendo y se enrolló apegada a mis rodillas.

Y temeroso, yo a la inmortal en mis manos mortales estrechaba

como un ensueño dulce en la playa arenosa.

(Rapsodia II. Versos 76-81).

Con Calipso, la «diosa de rubia cabellera», Ulises va perdiendo gradualmente su condición humana, llegando a sentir cómo los tentáculos del dios pretenden ahogar su corazón.


En su interior se suavizaron y aliviaron los sufrimientos del hombre,

se sumergió la tierra patria fulgurando en los abismos del olvido

y cual un juego luz y nube se agitaban en el viento;

se unían, se separaban, se perdían, el hijo, el padre, la mujer:

subía el dios como la muerte y devastaba las entrañas.

(Rapsodia II. Versos 128-132).

Una mañana Ulises tropieza en la orilla del mar con un remo, y su sola visión le ayuda a recuperar su espíritu humano y a despojarse del lastre insensible que caracteriza a los dioses. Se da cuenta de quién es, y de que posee patria, un hijo, un padre y una esposa. No tardará en construir con sus propias manos un navío que lo impulsará lejos de la isla de Calipso, que derramará lágrimas por la amarga separación, sintiendo a la vez que el contacto con Ulises ha hecho de ella una mujer frágil, perdida ya su condición de diosa, un ser humano con un corazón que late, un corazón frágil de mujer en vez de uno de mármol de diosa. Ulises acaba por abandonar a Calipso en su isla, pero la envidiosa divinidad lo hace atracar en otra isla, no menos peligrosa que la primera. Es la isla de Circe, la hechicera, que convierte a los hombres en bestias, pero antes de relatar esta historia Ulises enmudece para observar la reacción de Penélope y Telémaco.

Huyó el huso de los dedos de la mujer solitaria;

ocultamente temblaron sus rodillas, mas mordía sus labios

para que el sollozo se ahogara dentro de su amargo cuello níveo.

Y el hijo con horror las rodillas, los hombros, observaba,

las manos que ahogaron la virtud y que en costas salvajes

no temieron abrazar inmortales y luego abandonarlas.

Y cavila, apretando furtivo sus manos delicadas:

“Los límites éste pisotea. Confunde lo mortal y lo inmortal;

¡destruye el orden sagrado que sostiene al mundo por encima del

abismo!”.

(Rapsodia II. Versos 195-203).

Ulises se ha ganado a pulso el odio de su hijo, que no puede creerse la descarada franqueza con que su padre les relata su aventura con Calipso. En cambio su mujer reacciona de una manera más pasiva que su hijo. Solo es capaz de un amargo sollozo que se ahoga en su garganta y de un temblor oculto en sus rodillas. Su figura, patética y solitaria, no es capaz de reprocharle nada a su marido, que se ha convertido para ella en un extraño.

El héroe prosigue con su historia. Así describe su idilio con Circe.

¡Cómo olvidar, oh dios, la alegría que rugía en mis riñones

al ver al alma, a la luz, a la virtud borrarse!

Apretadas las manos y los muslos, rodábamos en la arena ígnea,

trenza de víboras que se apegan en el sol y silban.

Poco a poco, la razón enmudeció dentro de mí, se ahoga el fuego

en el hogar

y el espíritu emponzoñado se hace carne y hacia el vientre desciende;

y así como se sumen y se ahogan suavemente en el ámbar unos

insectos,

de igual manera hundíanse humanos, animales, árboles en mi cerebro

espeso.

También fue golpeado con el tiempo el corazón, volvióse un grumo

de sebo;

las pasiones se encendían, se apagaban, en su interior en un brumoso

olvido,

y en el abismo de la bestia me derrumbaba yo, mugiendo.

(Rapsodia II. Versos 315-325).

La presencia de seres humanos en la playa de la isla arranca a Ulises de su letargo animal. Alrededor de una fogata varios hombres preparan pescado a la brasa, mientras una mujer inicia un canto de cuna a su niño, que pende de su regazo. La canción de cuna se hunde en el limo del espíritu de Ulises, provocando que el llanto del infante lo reconcilie de nuevo con la estirpe humana. La reacción de Circe no se hace esperar.

En la arena salta aullando la quemadora de hombres, de levantadas

caderas.

Al lado suyo brincan los negros leopardos como llamas,

y todos juntos los cuerpos soleados desde la playa arenosa así me

gritan:

“¿Dónde vas, a las cuitas del humano y a los abismos de la mente?

¿Dónde vas a arruinarte, hermoso cuerpo, a quebrarte cual cántaro?

Mi negro seno es tu patria y por más que a extraña tierra vayas,

un puerto más sereno no hallarás, olvido más piadoso;

¡pues llena está de carne, de mujer dulcísima es el alma!”.

¡Voces estridentes, llamadas del deseo! Mas poco a poco se apagaron,

y la rada arenosa se sumió en la calcinante luz del sol.

Todo el día navegué con viento favorable y el barco palpitaba

como un pobre corazón humano que escapó de la Muerte.

(Rapsodia II. Versos 370-381).

Todo es en vano. Los esfuerzos de Circe por retener a Ulises son tan vanos como otrora los de Calipso. El itacense se hace de nuevo a la mar para afrontar por tercera vez la tentación más fuerte, o en sus propias palabras, «la más dulce visión de la Muerte» (verso 396). Se trata de Nausicaa, la hermosa hija del rey de los feacios.

“¡Dichoso el digno varón que con ella como esposo dormirá!

Ésta es, sufrido vagabundo, la Sirena más dulce y te hace seña;

¡mira, sus senos sagrados ansían amamantar humanos!

Construir un hogar, oh dios, desarmar el navío,

el mástil se haga viga y un lecho su carena

a la vieja proa, combatiente de mares, honda cuna para el hijo”.

Pero otra vez se endureció mi corazón; todas las cosas sin error pesé

en mi entrecejo justiciero y se alzó el correcto pensamiento…

(Rapsodia II. Versos 416-423).

Ulises supera la última y más dura de las tentaciones, y predice más adelante en unos versos igual de hermosos que los anteriores la futura boda de su hijo Telémaco con la hermosa virgen Nausicaa, que tendrá lugar en la misma Ítaca pocas semanas después.

Pero volvamos de nuevo al eximio poeta cretense y dejemos que su voz nos narre el ánimo del asendereado Ulises, una vez acabada su historia de las tres tentaciones con forma de mujer.

Sella sus labios amargos y no pronuncia ya palabra.

Contemplaba el fuego que se sumía, la llama que se marchitó,

cómo se espolvoreaba y se extendía en el rescoldo la ceniza.

Vuélvese y mira a su mujer, divisa al hijo y al padre,

y estremecióse de súbito, suspiró y tocó sus labios con la mano:

ahora comprendía, también era la patria rostro dulce de muerte.

Como fiera que se cogió en la trampa, sus ojos giran

y se mueven llameantes, amarillos en sus profundas cuencas.

Estrecho como aprisco de pastor pobre parecióle el palacio paterno,

una dueña de casa ya marchita también esa mujercilla,

y el hijo, como anciano octogenario, todo lo pesa con cuidado

para hallar lo honrado y lo justo, lo deshonesto y lo injusto, y tiembla,

cual si fuera acaso la vida juiciosa, y la llama fuera justa

y también el espíritu, ¡el más preciado bien del hombre de ímpetu de

águila!

Rió el atleta de corazón combatiente y estremecióse,

y al punto la dulzura del hogar y la patria deseada

y las doce deidades y la vieja virtud en el fogón honrado

y el hijo mismo pareciéronle contrarios a su elevada raza.

Se acaba y se marchita el fuego y débilmente lucían las cuatro cabezas

y las lustrosas piernas de Telémaco;

y lentamente en el silencio trémulo estallan desesperanzados,

en aniego, como caídas de agua, los sollozos de Penélope.

Tenso saltó el hijo al trono de su madre y se detuvo

y con muda piedad tocó sus hombros albísimos.

Mira a su padre en la penumbra torvamente y se horripila,

pues a los últimos destellos de la llama decaída,

púrpuras, azulados, amarillos, distingue sus ojos centellar

impasiblemente;

y ya se perdía su cuerpo salvaje en las tinieblas.

(Rapsodia II. Versos 429-456).

Los magníficos versos de Nikos Kazantzakis no dejan lugar a dudas. El héroe homérico se siente como un extraño en su propia casa, atrapado como una fiera en la trampa, enjaulado como un lobo de ojos amarillos.

Estrecho le parece su palacio, y Penélope, esa mujercilla, una dueña de casa ya marchita. Veinte años de ausencia de Ítaca, lejos de Penélope, solo le merecen los denigrantes epítetos de «mujercilla» y «marchita»; y su hijo no sale mejor parado: un anciano octogenario que todo lo pesa con cuidado.

Diez años en Troya y otros diez años por el ancho mundo para acabar como un extraño al lado del fuego del hogar. La lucidez le quita el velo a los ojos de Ulises y le hace ver la amarga realidad. Ha estado demasiado tiempo lejos de Ítaca y de los suyos, a quienes acaba de confesar su infidelidad con las tres sirenas arriba mencionadas, y ahora el dios Cronos le pasa la factura.

Aquí no hay anagnórisis. Penélope ve en Ulises a un dragón manchado de sangre, con quien comparte temerosa su cama, y Ulises, que en la primera rapsodia la imaginaba mezclada con los pretendientes a quienes acababa de matar, ya no la ama. Su antiguo amor se ha trocado en desprecio. El héroe se siente de más en Ítaca. Ha regresado para ver a una timorata y asustada Penélope, a la que ya no menciona siquiera por su nombre, una Penélope envejecida y totalmente desconocida para él después de veinte años de ausencia. Y su hijo desearía que su padre jamás hubiera regresado, y en cierto modo lo suple, cuando salta hacia el trono para consolar a su madre, que incapaz de contener el llanto por más tiempo se viene abajo y llora desconsolada. Para Ulises ha llegado la hora de partir de nuevo, de abandonar para siempre su isla y no volver jamás.

Y he aquí al Ulises del siglo XX —o del XXI— como paradigma de la angustia del hombre contemporáneo, incapaz de redimirse a través de su mujer y su hijo, insatisfecho de patria y hambriento de Dios. He aquí al hombre moderno que, cansado de no encontrar su lugar en el mundo, parte de nuevo de Ítaca para encontrarse con algo o con alguien que lo trascienda, y que aquiete y sacie su espíritu. El Ulises de Nikos Kazantzakis es un hombre que contiene todas las posibilidades, todos los caminos, toda la experiencia vital de infinitas vidas de otros hombres. El hombre contemporáneo se siente un desterrado, de ahí el peligro de intentar buscar sus raíces para diferenciarse de los demás en un nacionalismo caduco y mitómano, que falsea la historia para justificar sus absurdas reclamaciones en un mundo globalizado donde nadie no sabe quién es, ni de dónde viene ni a donde va. Y todos somos cómplices, porque no hacemos nada por desenmascarar a los autores de esa montaña de mentiras y falsedades.

Las grandes preguntas hace ya tiempo que dejaron de formularse, absorta como está la humanidad en una loca carrera hacia el hedonismo radical en forma de placeres, materialismo y tecnología, sirenas que reclaman su atención para que hunda su espíritu en lo más abyecto y animal que subyace en el hombre, capaz de elevarse espiritualmente hasta las alturas o de descender como un cerdo a la cueva de Circe. Los dioses Mammón y Afrodita se han adueñado de la vida del ser humano, que en su idolatría no ve más allá de las ilusorias promesas que los vanos ídolos ofrecen.

El Ulises de Nikos Kazantzakis también creyó que había llegado a Ítaca para descansar de sus interminables viajes. Las patrias pueden ser pequeñas y no satisfacernos, y el ser amado puede convertirse en un extraño con el tiempo. ¿Han cambiado ellos o hemos cambiado nosotros? El filósofo Heráclito decía que nadie puede bajar el mismo río dos veces.

Quizás sea verdad. La Biblia dice que no le pertenece al hombre dirigir su paso, y ahora que el hombre proclama con orgullo la muerte de Dios, se ha convertido en un indigente del espíritu que no sabe quién es, ni adónde va ni donde se encuentra su Ítaca particular, como el Ulises de Nikos Kazantzakis, o como el hombre contemporáneo del siglo XXI.

Como el ilustre poeta cretense dijera en varias ocasiones: «No amo al hombre; amo la llama que lo devora»

29 de noviembre de 2013

Vicente Huidobro BALADA DE LO QUE NO VUELVE




BALADA DE LO QUE NO VUELVE
Venía hacia mí por la sonrisa 
Por el camino de su gracia 
Y cambiaba las horas del día 
El cielo de la noche se convertía en cielo del amanecer 
El mar era un árbol frondoso lleno de pájaros 
Las flores daban campanadas de alegría 
Y mi corazón se ponía a perfumar enloquecido 

Van andando los días a lo largo del año 
¿En dónde estás? 
Me crece la mirada 
Se me alargan las manos 
En vano la soledad abre sus puertas 
Y el silencio se llena de tus pasos de antaño 
Me crece el corazón 
Se me alargan los ojos 
Y quisiera pedir otros ojos 
Para ponerlos allí donde terminan los míos 
¿En dónde estás ahora? 
¿Qué sitio del mundo se está haciendo tibio con tu presencia? 

Me crece el corazón como una esponja 
O como esos corales que van a formar islas 
Es inútil mirar los astros 
O interrogar las piedras encanecidas 
Es inútil mirar ese árbol que te dijo adiós el último 
Y te saludará el primero a tu regreso 

Eres sustancia de lejanía 
Y no hay remedio 
Andan los días en tu busca 
A qué seguir por todas partes la huella de tus pasos 
El tiempo canta dulcemente 
Mientras la herida cierra los párpados para dormirse 
Me crece el corazón 
Hasta romper sus horizontes 
Hasta saltar por encima de los árboles 
Y estrellarse en el cielo 
La noche sabe qué corazón tiene más amargura 

Sigo las flores y me pierdo en el tiempo 
De soledad en soledad 
Sigo las olas y me pierdo en la noche 
De soledad en soledad 
Tú has escondido la luz en alguna parte 
¿En dónde? ¿En dónde? 
Andan los días en tu busca 
Los días llagados coronados de espinas 
Se caen se levantan 
Y van goteando sangre carmenrueda@mire
Te buscan los caminos de la tierra 
De soledad en soledad 
Me crece terriblemente el corazón  
Nada vuelve 
Todo es otra cosa 
Nada vuelve nada vuelve 
Se van las flores y las hierbas 
El perfume apenas llega como una campanada de otra provincia 

Vienen otras miradas y otras voces 
Viene otra gente en el río 
Vienen otras hojas de repente en el bosque 
Todo es otra cosa 
Nada vuelve 
Se fueron los caminos 
Se fueron los minutos y las olas 
Se alejó el río para siempre 
Como los cometas que tanto admiramos 
Desbordará mi corazón sobre la tierra 
Y el universo será mi corazón

27 de noviembre de 2013

Imperativo Categorico Kant



El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785
Origen del concepto

Según Kant, toda la moral del ser humano debe poder reducirse a un solo mandamiento fundamental, nacido de la razón, no de la autoridad divina, a partir del cual se puedan deducir todas las demás obligaciones humanas. Definió el concepto de «imperativo» como «cualquier proposición que declara a una acción (o inacción) como necesaria». En su opinión, las máximas morales anteriores se basaban en imperativos hipotéticos, por lo cual no eran de obligado cumplimiento en cualquier situación y desde cualquier planteamiento moral, religioso o ideológico.

Un imperativo hipotético impulsaría a una acción en determinadas circunstancias. Por ejemplo: «Si quiero el bien común, debo no cometer un asesinato», de manera tal que quien no comparta la condición («querer el bien común») no está obligado por esa clase de imperativos. En cambio un imperativo categórico denotaría obligación absoluta e incondicional, y en todas las circunstancias ejercería su autoridad, ya que sería autosuficiente y no necesitaría justificación externa.

Formulaciones

Según Kant, del imperativo categórico existen tres formulaciones:

    «Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal».
    «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio».
    «Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».

Pero también, indica que los hombres tienen dos caminos a seguir:

    heterónomo: irreflexivo, obedece reglas impuestas por una autoridad exterior.
    autónomo : cuando utiliza la razón.

Sapere aude: "ten el valor de hacer uso de tu propia razón".

Kant centra sus estudios en una doctrina de la moral humana y en buscar cual es el núcleo esencial de la moral humana. Kant piensa que lo práctico y lo verdaderamente moral para nosotros es la buena voluntad, que lo único a lo que nosotros no debemos renunciar es a una buena voluntad, esto quiere decir que si yo actúo de buena voluntad sean las que sean las consecuencias nadie me puede reprochar moralmente nada. Toda la moral está formada por imperativos es decir “hay que hacer esto, hay que hacer aquello, etc.” Estos imperativos están en toda nuestra vida pues constantemente nos estamos dando órdenes de acuerdo con lo que queremos hacer. Lo verdaderamente moral serían unos imperativos que no estuvieran condicionados con nada más que porque somos seres humanos que nos acondiciona o manda a cumplir dichos imperativos. Este imperativo que deberíamos cumplir todos solo por ser humanos es decir por ser racionales. Kant lo expresa de varias maneras pero el ideal es que cada uno de nosotros actúe de acuerdo con una máxima que pueda desear que se convierta en ley universal para todos, es decir que si yo actuó de un modo pueda decir “ojala todo el mundo puesta en estas condiciones actuase de esta misma manera que voy a actuar”.

Kant centra sus estudios en una doctrina de la moral humana y en buscar cual es el núcleo esencial de la moral humana. Kant piensa que lo práctico y lo

El imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785).

Origen del concepto

Según Kant, toda la moral del ser humano debe poder reducirse a un solo mandamiento fundamental, nacido de la razón, no de la autoridad divina, a partir del cual se puedan deducir todas las demás obligaciones humanas. Definió el concepto de «imperativo» como «cualquier proposición que declara a una acción (o inacción) como necesaria». En su opinión, las máximas morales anteriores se basaban en imperativos hipotéticos, por lo cual no eran de obligado cumplimiento en cualquier situación y desde cualquier planteamiento moral, religioso o ideológico.

Un imperativo hipotético impulsaría a una acción en determinadas circunstancias. Por ejemplo: «Si quiero el bien común, debo no cometer un asesinato», de manera tal que quien no comparta la condición («querer el bien común») no está obligado por esa clase de imperativos. En cambio un imperativo categórico denotaría obligación absoluta e incondicional, y en todas las circunstancias ejercería su autoridad, ya que sería autosuficiente y no necesitaría justificación externa.

Formulaciones

Según Kant, del imperativo categórico existen tres formulaciones:

    «Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal».
    «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio».
    «Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».

Pero también, indica que los hombres tienen dos caminos a seguir:

    heterónomo: irreflexivo, obedece reglas impuestas por una autoridad exterior.
    autónomo : cuando utiliza la razón.

Sapere aude: "ten el valor de hacer uso de tu propia razón".

Kant centra sus estudios en una doctrina de la moral humana y en buscar cual es el núcleo esencial de la moral humana. Kant piensa que lo práctico y lo verdaderamente moral para nosotros es la buena voluntad, que lo único a lo que nosotros no debemos renunciar es a una buena voluntad, esto quiere decir que si yo actúo de buena voluntad sean las que sean las consecuencias nadie me puede reprochar moralmente nada. Toda la moral está formada por imperativos es decir “hay que hacer esto, hay que hacer aquello, etc.” Estos imperativos están en toda nuestra vida pues constantemente nos estamos dando órdenes de acuerdo con lo que queremos hacer. Lo verdaderamente moral serían unos imperativos que no estuvieran condicionados con nada más que porque somos seres humanos que nos acondiciona o manda a cumplir dichos imperativos. Este imperativo que deberíamos cumplir todos solo por ser humanos es decir por ser racionales. Kant lo expresa de varias maneras pero el ideal es que cada uno de nosotros actúe de acuerdo con una máxima que pueda desear que se convierta en ley universal para todos, es decir que si yo actuó de un modo pueda decir “ojala todo el mundo puesta en estas condiciones actuase de esta misma manera que voy a actuar”.

Kant centra sus estudios en una doctrina de la moral humana y en buscar cual es el núcleo esencial de la moral humana. Kant piensa que lo práctico y lo verdaderamente moral para nosotros es la buena voluntad, que lo único a lo que nosotros no debemos renunciar es a una buena voluntad, esto quiere decir que si yo actúo de buena voluntad sean las que sean las consecuencias nadie me puede reprochar moralmente nada. Toda la moral está formada por imperativos es decir “hay que hacer esto, hay que hacer aquello, etc.” Estos imperativos están en toda nuestra vida pues constantemente nos estamos dando órdenes de acuerdo con lo que queremos hacer. Lo verdaderamente moral serían unos imperativos que no estuvieran condicionados con nada más que porque somos seres humanos que nos acondiciona o manda a cumplir dichos imperativos. Este imperativo que deberíamos cumplir todos solo por ser humanos es decir por ser racionales. Kant lo expresa de varias maneras pero el ideal es que cada uno de nosotros actúe de acuerdo con una máxima que pueda desear que se convierta en ley universal para todos, es decir que si yo actuó de un modo pueda decir “ojala todo el mundo puesta en estas condiciones actuase de esta misma manera que voy a actuar”.
En educación

El imperativo categórico se usa como medio operativo de modificación del comportamiento. Indica el modo peculiar de relación y de intervención entre el adulto y el niño. La expresión representativa es «Haz esto», como mandato categórico, inmediato y presente. Al implicar exigencia perentoria de un cumplimiento inmediato, ha de ser:

    Individualizador: en cuanto al contenido del mandato, una sola orden, y el destinatario, una sola persona.
    Claro y preciso: en cuanto a la expresión verbal, conceptual.
    Pertinente: en cuanto al contenido, en correspondencia con los intereses y habilidades de la persona.
    Oportuno: en cuanto al tiempo y a la sucesión espacio-temporal, de ejecución inmediata y de breve duración.
    Evaluable y gratificante: en cuanto a la relación causa-efecto, en sus resultados, puesto que es un saber más dentro de nuestra autonomía moral.

Hay un imperativo que, sin poner como condición algún propósito a obtener por medio de cierta conducta, manda esa conducta inmediatamente. Tal imperativo es categórico. No se refiere a la materia de la acción y a lo que de ésta ha de suceder, sino a la manera y al principio de donde ella acontece. Lo esencialmente bueno de la acción consiste en el ánimo que conduce a ella, sea cual fuere el éxito. La denominación de este imperativo puede ser «de la moralidad». Kant se refiere a la moralidad que está sobre todo principio inmanente, que según él es consustancial al ser humano.

verdaderamente moral para nosotros es la buena voluntad, que lo único a lo que nosotros no debemos renunciar es a una buena voluntad, esto quiere decir que si yo actúo de buena voluntad sean las que sean las consecuencias nadie me puede reprochar moralmente nada. Toda la moral está formada por imperativos es decir “hay que hacer esto, hay que hacer aquello, etc.” Estos imperativos están en toda nuestra vida pues constantemente nos estamos dando órdenes de acuerdo con lo que queremos hacer. Lo verdaderamente moral serían unos imperativos que no estuvieran condicionados con nada más que porque somos seres humanos que nos acondiciona o manda a cumplir dichos imperativos. Este imperativo que deberíamos cumplir todos solo por ser humanos es decir por ser racionales. Kant lo expresa de varias maneras pero el ideal es que cada uno de nosotros actúe de acuerdo con una máxima que pueda desear que se convierta en ley universal para todos, es decir que si yo actuó de un modo pueda decir “ojala todo el mundo puesta en estas condiciones actuase de esta misma manera que voy a actuar”.
En educación

El imperativo categórico se usa como medio operativo de modificación del comportamiento. Indica el modo peculiar de relación y de intervención entre el adulto y el niño. La expresión representativa es «Haz esto», como mandato categórico, inmediato y presente. Al implicar exigencia perentoria de un cumplimiento inmediato, ha de ser:

    Individualizador: en cuanto al contenido del mandato, una sola orden, y el destinatario, una sola persona.
    Claro y preciso: en cuanto a la expresión verbal, conceptual.
    Pertinente: en cuanto al contenido, en correspondencia con los intereses y habilidades de la persona.
    Oportuno: en cuanto al tiempo y a la sucesión espacio-temporal, de ejecución inmediata y de breve duración.
    Evaluable y gratificante: en cuanto a la relación causa-efecto, en sus resultados, puesto que es un saber más dentro de nuestra autonomía moral.

Hay un imperativo que, sin poner como condición algún propósito a obtener por medio de cierta conducta, manda esa conducta inmediatamente. Tal imperativo es categórico. No se refiere a la materia de la acción y a lo que de ésta ha de suceder, sino a la manera y al principio de donde ella acontece. Lo esencialmente bueno de la acción consiste en el ánimo que conduce a ella, sea cual fuere el éxito. La denominación de este imperativo puede ser «de la moralidad». Kant se refiere a la moralidad que está sobre todo principio inmanente, que según él es consustancial al ser humano.

1 comentario:

esteban lob dijo...
Muy interesante, Francisco, como cada post de tus páginas.

24 de noviembre de 2013

Homero Aridjis / Tercer Poema de Ausencia

Tercer poema de ausencia

Tercer Poema de Ausencia


Tu has escondido la luz en alguna parte.
                      VICENTE HUIDOBRO

Tu has escondido la luz en alguna parte
y me niegas el retorno,
sé que esta oscuridad no es cierta
porque antes de mis manos volaban las luciérnagas,
y yo te buscaba
y tú eras tú
y éramos unos ojos
en un mismo lecho
y nadie de nosotros pensaba en el eclipse,
pero nos hicimos fríos y conocidos
y la noche se hizo inaccesible
para bajarla juntos.
Tú has escondido la luz en otros ojos,
porque desde que ya no existes
nada de que está junto a mí amanece.

Homero Aridjis

LOS OJOS DESDOBLADOS (1960)


30 de octubre de 2013

¿Kafka? Marco Denevi


¿EL PRIMER CUENTO DE KAFKA?



Entre 1895 y 1901 medió la existencia de la revista literaria Der Wanderer (El viajero), que en idioma alemán se editó en Praga bajo la dirección de Otto Gauss y Andrea Brezina. El número correspondiente a diciembre de 1896 incluye (pág. 7) un cuento titulado El juez, cuyo autor oculta o deja entrever su nombre detrás de la inicial K. Por la atmósfera del cuento y por esa letra (que será más tarde el nombre de los protagonistas de El proceso y de El castillo) se me ha ocurrido la idea de que se trata del primer cuento de un Kafka de quince años.


EL JUEZ

Cuando fui citado a comparecer -como decía la cédula de notificación- en calidad de testigo, entré por primera vez en el Palacio de Justicia. Cuántas puertas, cuántos corredores! Pregunté dónde estaba el juzgado que me había enviado la citación. Me dijeron: a los fondos, siempre a los fondos. Los pasillos eran fríos y oscuros. Hombres con portafolios bajo el brazo corrían de un lugar para otro y hablaban un leguaje cifrado en el que a cada rato aparecían las palabras como in situ, a quo, ut retro. Todas las puertas eran iguales y, junto a cada puerta, había chapas de bronce cuyas inscripciones, gastadas por el tiempo, ya no podían leerse. Intenté detener a los hombres de los portafolios y pedirles que me orientaran, pero ellos me miraban coléricos, me contestaban: in situ, a quo, ut retro. Fatigado de vagabundear por aquel laberinto, abrí una puerta y entré. Me atendió un joven con chaqueta de lustrina, muy orgulloso. Soy el testigo, le dije. Me contestó: Tendrá que esperar su turno. Esperé, prudentemente, cinco o seis días. Después me aburrí y, tanto como para distraerme, comencé a ayudar al joven de chaqueta de lustrina. Al poco tiempo ya sabía distinguir los expedientes, que en un principio me habían parecido idénticos unos a otros. Los hombres de los portafolios me conocían, me saludaban cortésmente, algunos me dejaban sobrecitos con dinero. Fui progresando. Al cabo de un año pasé a desempeñarme en la trastienda de aquella habitación. Allí me senté en un escritorio y empecé a garabatear sentencias. Un día el juez me llamó. -Joven- me dijo-. Estoy tan satisfecho con usted, que he decidido nombrarlo mi secretario. Balbuceé palabras de agradecimiento, pero se me antojó que no me escuchaba. Era un hombre gordísimo, miope y tan pálido que la cara sólo se le veía en la oscuridad. Tomó la costumbre de hacerme confidencias. -Qué será de mi bella esposa? -suspiraba-. Vivirá aún? Y mis hijos? El mayor andará ya por los veinte años. Algún tiempo después este hombre melancólico murió, creo (o, simplemente, desapareció), y yo lo reemplacé. Desde entonces soy el juez. He adquirido prestigio y cultura. Todo el mundo me llama Usía. El joven de saco de lustrina, cada vez que entra a mi despacho, me hace una reverencia. Presumo que no es el mismo que me atendió el primer día, pero se le parece extraordinariamente. He engordado: la vida sedentaria. Veo poco: la luz artificial, día y noche, fatiga la vista. Pero unos disfruta de otras ventajas: que haga frío o calor, se usa siempre la misma ropa. Así se ahorra. Además, los sobres que me hacen llegar los hombres de los portafolios son más abultados que antes. Un ordenanza me trae la comida, la misma que le traía a mi antecesor: carne, verduras y una manzana. Duermo sobre un sofá. El cuarto de baño es un poco estrecho. A veces añoro mi casa, mi familia. En ciertas oportunidades (por ejemplo en Navidad) no resulta agradable permanecer dentro del Palacio. Pero, que he de hacerle? Soy el juez. Ayer, mi secretario (un joven muy meritorio) me hizo firmar una sentencia (las sentencias las redacta él) donde condeno a un testigo renitente. La condena, in absentia, incluye una multa e inhabilitación para servir de testigo de cargo o de descargo. El nombre me parece vagamente conocido. No será el mío? Pero ahora yo soy el juez y firmo las sentencias.


K.

Fuente: DENEVI, MARCO, Falsificaciones, Buenos Aires, Eudeba, 1966 (págs. 13-15)

17 de octubre de 2013

El espejismo



 El espejismo


El extenuado y sediento viajero vio que le hermosa mujer del oasis avanzaba hacia él cargando un ánfora en la que el agua danzaba al ritmo de las caderas.


¡Por Alá —gritó—, dime que esto no es un espejismo!

No —respondió la mujer, sonriendo—. El espejismo eres tú.

Y en un parpadeo de la mujer, el hombre desapareció.

12 de octubre de 2013

Thomas Mann / Octubre

Paisaje con casa y hombre arando.
Vincent Van Gogh, Octubre 1889, Museo Hermitage, San Petersburgo.


"Octubre comenzó como acostumbran a comenzar todos los meses. Comienzos en sí mismos completamente discretos y silenciosos. Sin signos ni marcas de fuego, se insinúan en cierto modo de una manera que escaparía a la atención si la atención no vigilase rigurosamente el orden. El tiempo, en realidad, no tiene cortes, no hay ni trueno, ni tempestad, ni sonidos de trompetas al principio de un nuevo mes o de un nuevo año e incluso en el alma de un nuevo siglo; únicamente los hombres disparan cañonazos y echan al vuelo las campanas".

  Thomas Mann, La montaña mágica. (Cap. 4, "Caprichos del mercurio") 

 El tiempo como concepto y como sensación es uno de los puntos claves en La Montaña Mágica y creo que estas líneas recogen a la perfección la esencia de lo que Mann pretende mostrar.

7 de octubre de 2013

A LOS MUEBLES DE MI CUARTO

A LOS MUEBLES DE MI CUARTO

Humildes muebles míos, gastados por el uso,
que a fuerza de servirme ya conocéis mi mano;
su sello mi existencia sobre vosotros puso,
y acaso de dejaros el día está cercano.

Sois toscos como ruda ha sido mi pobreza;
a nadie serviréis como me habéis servido,
y al veros casi inútiles aumenta mi tristeza
pensar en que os aguarda el polvo y el olvido.

Saldréis, cuando yo muera, del sitio en que estáis puestos
y quedará en silencio nuestra estancia vacía;
allí donde os coloquen habréis de ser molestos:
tal vez más que la muerte la indiferencia es fría.

En tiempos ya lejanos, que pesan en mis hombros,
cuando el hogar paterno se convirtió en escombros,
con mi trabajo os fui comprando año tras año
como pastor que forma paciente su rebaño.

Y al cabo del camino de mi existencia triste
sois todo lo que tengo, humildes cosas viejas;
y tú, pobre sillón, que el más costoso fuiste,
pareces el mastín que guarda las ovejas.

Cuando a buscarme llegue, con paso recatado,
la muerte como un lobo dispersará el ganado.
¿Qué haréis, pobres ovejas, sin el viejo pastor?
Donde la suerte os lleve, os faltará mi amor.

Y tú, viejo sillón, de mi tristeza amigo,
que crujes al sentarme, quejándote conmigo,
si a mí gruñirme sueles sabiendo que te quiero,
¿qué harás cuando al fin dejes de ser mi compañero?

Desvencijado y solo, acabará tu historia
en un lugar sombrío de la que fue mi casa.
Quizá porque no muera del todo mi memoria
un clavo tuyo tire del traje del que pasa.
Domingo Rivero

6 de octubre de 2013

Viviendo

 

 

VIVIENDO

 Mi oficina da al mar. Desde la silla
 donde hace treinta años que trabajo,
 las olas siento en la cercana orilla
 de las ventanas resonar debajo.

 Y mientras se deshacen en espuma,
 en la playa al batir, constantemente, 
yo en mi triste labor muevo la pluma
 y crecen las arrugas en mi frente.

 A veces sobre el mar pasa una nave 
que se pierde a lo lejos como un ave 
que empuja el viento del destino esquivo… 

Son emigrantes. ¿Volverán? ¡Quién sabe!
 Cuando su lucha por la vida acabe,
yo trabajando seguiré si vivo. 

 Domingo Rivero, 1916-1924

2 de octubre de 2013

Cartas de una desconocida





Stefan Zweig  fue un  escritor austríaco de la primera mitad del siglo XX.  Fue muy popular durante las décadas de 1920 y 1930, pero tras su suicidio en 1942, su obra fue perdiendo fama progresivamente. Escribió novelas, relatos y biografías.

En esta novela, el autor pone de relieve las cualidades que le han convertido en uno de los autores más apreciados por todos los públicos: humanidad, ternura, dramatismo y apasionante interés. Cartas a una desconocida es una de sus mejores novelas.

"Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora"


Cuando empecé a leerla, me atrapó y no pude dejar de leer sus 66 páginas de un tirón. El relato trata sobre la lectura de una carta, donde la protagonista le declara su amor tierno, incondicional, obsesivo e irracional a un hombre que ni siquiera la recuerda. Un amor que empezó cuando tan solo tenía trece años y que le ha acompañado toda su vida. El autor no pone nombre a los personajes, no te sitúa en un lugar, o en una época, ni se entretiene con descripciones, su narrativa es emoción en estado puro.  Me ha impactado.

Os la recomiendo, y si la habéis leído, me encantaría conocer vuestra opinión sobre ella.

29 de septiembre de 2013

Las dos alas


Las dos alas

Bate el águila altanera,
 que el destino simboliza,
sus alas sobre el que espera:
con una, aviva la hoguera;
con la otra avienta ceniza.

23 de septiembre de 2013

Pablo Neruda / Amiga, no te mueras- Farewell


 
Casa de Pablo Neruda "La Chascona"


AMIGA, no te mueras.
Óyeme estas palabras que me salen ardiendo,
y que nadie diría si yo no las dijera.

Amiga, no te mueras.

Yo soy el que te espera en la estrellada noche.
El que bajo el sangriento sol poniente te espera.

Miro caer los frutos en la tierra sombría.
Miro bailar las gotas del rocío en las hierbas.

En la noche al espeso perfume de las rosas,
cuando danza la ronda de las sombras inmensas.

Bajo el cielo del Sur, el que te espera cuando
el aire de la tarde como una boca besa.

Amiga, no te mueras.

Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.
El que trajo en los brazos jacintos amarillos.
Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.

El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.
El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.

Yo soy el que en los labios guarda sabor de uvas.
Racimos refregados. Mordeduras bermejas.

El que te llama desde las llanuras brotadas.
Yo soy el que en la hora del amor te desea.

El aire de la tarde cimbra las ramas altas.
Ebrio, mi corazón. bajo Dios, tambalea.

El río desatado rompe a llorar y a veces
se adelgaza su voz y se hace pura y trémula.

Retumba, atardecida, la queja azul del agua.
Amiga, no te mueras!

Yo soy el que te espera en la estrellada noche,
sobre las playas áureas, sobre las rubias eras.

El que cortó jacintos para tu lecho, y rosas.
Tendido entre las hierbas yo soy el que te espera!



F A R E W E L L


1

DESDE el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.

Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

2

YO NO lo quiero, Amada.

Para que nada nos amarre
que no nos una nada.

Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

3

(AMO el amor de los marineros
que besan y se van.

Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.

En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.

Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.

4

AMO el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.

Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.

Amor que quiere libertarse
para volver a amar.

Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.)

5

YA NO se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.

Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.

Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.

Fui tuyo, fuiste mía. Tu serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.

Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.

...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

13 de septiembre de 2013

Beneficios de la reflexion

 La mayoría de las organizaciones le dan preponderancia al hacer y a la acción sin descanso.

Desde que tengo ‘uso de razón’ en las lides empresariales aprendí que a los profesionales que se ocupan de la dirección de las organizaciones se les llama ejecutivos; tal vez el primer libro que leí en la facultad fue ‘El ejecutivo eficaz’, del célebre Peter Drucker.

Un término muy preciso para definir lo que suelen hacer los directivos pero, a mi manera de ver, desafortunado para indicar lo que deben hacer. En efecto, el vocablo ejecutivo viene de ejecutar, que significa acción, movimiento, mantenerse en actividad, y que con no poca frecuencia termina convertido en activismo, esa especie de manía estéril que consume nuestras energías con escasa productividad.



Nos encanta estar en movimiento, yendo de un lado para otro, subiendo y bajando, aunque no tengamos claro hacia dónde nos dirigimos; lo importante es estar en acción, ojalá frenética, para disfrutar de las ‘emociones fuertes’, de ese vértigo, fuente de entusiasmo y dinamismo, que proporciona al final de la jornada la tranquilidad por haber trabajado mucho aunque hayamos producido poco, o nada.



En su más reciente libro, ‘Managing’, Henry Mintzberg, considerado uno de los pensadores más importantes del mundo en dirección y negocios, se pregunta “¿cómo hacer para encontrarle sentido a la inmensa variedad de actividades que constituyen la práctica gerencial?”.

Y me parece que es ahí donde se encuentra el factor clave: ¿Cuál es el sentido de lo que hacemos? ¿Dónde está la esencia de la función directiva? ¿Cuáles son las tareas prioritarias del directivo? Carlos Llano resumía en cuatro puntos los fines de la empresa o, lo que equivale a decir, las claves de la responsabilidad del directivo: crear valor económico, desarrollar a las personas, servir a la comunidad en la que actúa y garantizar la continuidad en el largo plazo. Cuatro variables que deben estar presentes y cuya integración explica en buena parte la complejidad de la tarea directiva.

El trabajo directivo consiste en una función de síntesis; exige armonizar los diversos componentes de la empresa para conseguir los objetivos.

No en vano, al directivo se le compara con un director de orquesta que al integrar los diferentes instrumentos logra de todo el conjunto una espléndida ejecución de la obra. Sin embargo, como señala Mintzberg, lo importante no es lo que sucede durante la presentación de la orquesta.

Lo más importante, es lo que sucede durante el ensayo; más importante que la implementación es el proceso que realiza el directivo antes de poner en marcha las decisiones: fijar el rumbo de la organización, analizar con detenimiento las diversas situaciones, despertar en sus dirigidos la ilusión por el trabajo, motivarlos para que se decidan a dar lo mejor de sí en el desempeño de sus tareas y responsabilidades profesionales, ayudarles a descubrir sus propios talentos, esa gracia natural que nos permite disfrutar lo que hacemos.



Y REQUIERE OCIO



Suele decirse que conviene pensar antes de hablar y, más aún, pensar antes de actuar. Pero la premura, esa enfermedad que aqueja nuestra época, nos impulsa a actuar de manera precipitada asumiendo riesgos innecesarios que pueden acarrear serios problemas. En el mejor de los casos, consume las energías que podríamos emplear de manera más productiva. Nos cuesta pensar y, cuando nos decidimos a hacerlo, nos asalta la ansiedad, queremos acabar pronto.

Esa manera de actuar impide profundizar en el análisis y estimula la superficialidad; pero, una persona analítica y reflexiva también puede ser vista como poco efectiva y lenta, por no decir soñadora. Cuando un jefe pasa revista a las oficinas y encuentra que uno de sus colaboradores está acomodado en su silla divisando el paisaje a través de la ventana “con la mirada perdida en lontananza”, como diría el poeta, su primera reacción es de nerviosismo y es muy probable que lo interprete como pérdida de tiempo: “Pasa todo el tiempo echando globos”, diría coloquialmente. Muy raro sería que pensara: “Se está ‘craneando’ un proyecto importante”, porque en el mundo de la empresa se tiende a privilegiar la acción sobre la reflexión.

No deja de llamar la atención este fenómeno si se tiene en cuenta que la empresa es una organización compuesta por seres humanos y pensar es la actividad más propia del ser humano. Séneca decía que “una vida sin pensar no merece ser vivida”. Pero, como sucede con cualquier actividad en la vida, se requiere un ambiente propicio, generar el espacio adecuado, y en el caso de la reflexión es el sosiego, la quietud. Aristóteles decía que “la reflexión necesita ocio”. En efecto, la actividad mental exige reposo, serenidad, pausa, una tarea que parece imposible de realizar en medio del trajín diario.

Las preocupaciones nos devoran, estamos siempre ocupados, la agenda está repleta de actividades y desborda nuestras capacidades; nunca hay tiempo para pensar. ¿Por qué no blindar espacios, amplios además, para la reflexión y el análisis?

REFLEXIONAR… ¿SOBRE QUÉ?

En primer lugar tenemos que pensar sobre los temas profundos de la vida: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? ¿Cuál es mi misión en la vida como miembro de familia, como directivo, como ciudadano? Todos tenemos un encargo que cumplir, ¿cuál es el mío? ¿Qué se puede esperar de mí? ¿Qué esperan mis colaboradores? Cuestiones difíciles pero necesarias si queremos encontrar un verdadero sentido a nuestra vida. Se habla mucho de líderes transformadores y la sociedad demanda de sus dirigentes (empresariales, políticos, gremiales) ese liderazgo transformador que cambie el rumbo hacia un mundo mejor.

¿Por dónde empezar? La respuesta la sugiere Aleksandr Solzhenitsyn, novelista ruso ganador del Premio Nobel de Literatura en 1970: “Si quieres cambiar el mundo, con quién empiezas, ¿con los demás o contigo mismo? Creo que si empezamos con nosotros y hacemos las cosas que tenemos que hacer, y llegamos a ser las personas que podemos ser, tenemos muchas más opciones de mejorar el mundo”. El cambio empieza por nosotros mismos y para cambiar, la reflexión es el camino. ¡Vale la pena!

1 de septiembre de 2013

Causa - Efecto




A falta de un clavo, se cayò la herradura. A falta de una herradura, se perdio un caballo. A falta de un caballo, se perdio un mensaje. A falta de una mensaje, se perdio la guerra".

Y TODO POR FALTA DE UN CLAVO EN LA HERRADURA
POR FAL
TA DE UN CLAVO DE HERRADURA
 

Esta famosa leyenda se basa en la muerte del rey inglés Ricardo III, cuya derrota en la batalla de Bosworth, en 1485, fue inmortalizada por el célebre verso de Shakespeare, “¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”

12 de agosto de 2013

En grecia



Buscando una buena traducción de Vitrubio al español (cosa infructuosa, y he acabado tirando del siempre fiable Bill Thayer, editor de Lacus Curtius), me he encontrado con este fragmento de su tratado sobre arquitectura, donde nos narra la historia de las matronas de Caria, orgullosas y altivas, y que en forma pétrea son conocidas hoy en día como Cariatides.

Dicho fragmento dice así, al respecto de los conocimientos que un arquitecto debe tener de la historia... por lo visto, en aquellas épocas los arquitectos estaban más bajo el control de sus contratistas y debían dar explicaciones de todo...



A menos que esté familiarizado con la Historia, {el arquitecto} será incapaz de justificar el uso de aquellos ornamentos que tenga ocasión de introducir. Si, por ejemplo, en vez de columnas se colocan estatuas de mármol de mujeres vestidas con estola — que se llaman cariátides— y si superpone modillones y cornisas, deberá saber dar explicaciones a quienes pregunten; veamos: Caria, ciudad del Peloponeso, conspiró contra los griegos con ayuda de los persas, enemigos de los griegos. Posteriormente estos, como respuesta a su traición, y al verse libres de los persas tras una gloriosa victoria, de común acuerdo declararon la guerra a los habitantes de Caria. Una vez conquistada la ciudad y pasados a cuchillo sus habitantes, se llevaron como esclavas a sus matronas. Para que estas circunstancias fuesen mejor recordadas, y la naturaleza de su triunfo perpetuada, los vencedores las representaron con sus túnicas, aparentemente sufriendo por el peso de la carga asignada, como expiación del crimen de su ciudad natal. Así, en sus edificios, los arquitectos antiguos, mediante el uso de estatuas, legaron a la posteridad un memorial del crimen de los carios.


"De architectura", capítulo I. Vitrubio

La historia no está mal; en todo caso corrobora que, en caso de guerra, las mujeres siempre se llevan la peor parte. Para acabar de entender qué es en arquitectura una cariatide, me remito a la Wikipedia, que dice: "Una cariátide (griego antiguo Καρυάτις, plural: Καρυάτιδες) es una figura femenina esculpida, con función de columna o pilastra, con un entablamento que descansa sobre su cabeza. El más típico de los ejemplos es la Tribuna de las Cariátides en el Erecteión, uno de los templos de la Acrópolis ateniense... Si la figura es masculina, se llama atlante o telamón."

11 de julio de 2013

¡NO JUZGUES AL JUZGADOR! (AUTOR: Jorge Oyhanarte)



¡NO JUZGUES AL JUZGADOR!


Si te has sentido juzgado,
menoscabado “en tu honor”,
¡no te “comas al caníbal”!,
¡no juzgues al juzgador!
¡Que sabes tu de su historia,
de sus miedos, su dolor…,
de lo que fue jalonando
su senda de desamor!
Siempre habrá de ser más sabio
preguntarse con candor:
“¿habrá una parte de cierto
en lo que habla este señor?”
Y si tu intuición responde
que no encuentra en ti ese error…
¡borra de tu pensamiento
la ofensa…y el ofensor!
Más si acaso contestara
que el juicio tiene valor,
¡esmérate en superar
ese escollo en tu interior!
Y en ambos casos, amigo,
¡envuélvelo con tu amor!,
y prosigue tu camino
¡sin juzgar al juzgador!

4 de julio de 2013

El futuro,Julio C0rtázar

Para bien o para mal nada existe para siempre...
con respecto a la madurez...prefiero la efervescencia de un rato de felicidad a la cordura de 6 a 20:30 hrs... no sera mi primera rodilla raspada.

El Futuro, Julio Cortázar


Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos de los subtes,
ni en los libros prestados ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes o una blusa.
Me enojaré amor mío,sin que sea por ti,
y compraré bombones pero no para ti,
me pararé en la esquina a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles y de puentes.
No estarás para nada,no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.
 
Gracias Irlanda, parece que me lees el pensamiento

9 de junio de 2013

Las alas del deseo (Reciclada) Wim Wenders - Der Himmel über Berlin- El Cielo sobre Berlín+el film completo subtitulado español

En un post de Beatriz en su blog sureando (http://sureando-sureando.blogspot.com), Ana (http://anaoleoscadiz.blogspot.com/) comenta el poema y dice que le recuerda a la película "City of Angels" y esto me recuerda esta película, "Las Alas del Deseo", es curioso como en los comentarios nos retroalimentamos.

Filmada en Berlín el año 1987, aún con el muro. Es una película que a muchos les parecerá muy lenta, pero vale la pena verla. Los ángeles pueden escuchar los pensamientos del ser humano y a través de ellos podemos hacerlo nosotros. Una idea tan maravillosa como intensamente traumática, tan dulce como dolorosa… Wenders nos deja espiar junto a un par de ángeles que divagan por las calles de Berlín (aún con muro) y el resultado puede ser desolador. Como un cirujano del alma nos abre el pecho del hombre común, del solitario, de la mujer que desea ser amada, del hombre sin recursos económicos, etc.
Los tiempos que Wenders maneja provienen de la "road movie", extensos como una carretera que comienza en el horizonte y termina en su reflejo. El movimiento de una cámara que sobrevuela las bulliciosas calles de la ciudad no conoce el vértigo, los ángeles tampoco. A decir verdad, tampoco conocen el color ni el placer del tacto, ni el de ser observados. Sólo son visibles a los ojos de sus pares. Almas supraterrenales, errantes y siempre dispuestas a percibir la voz interna del hombre que espera lo que nunca vendrá o del que lee un libro en la biblioteca pública.
Las actuaciones de Damiel y Cassiel (los ángeles) son precisas y elocuentes. Peter Falk (Columbo)también es extraordinario, él puede percibir la presencia de ellos porque él mismo es un renegado, un ángel que se jugó su existencia eterna para probar las delicias cotidianas a las que nosotros no les prestamos importancia. Un café, un cigarrillo, frotar las manos para obtener calor… Particularidades insignificantes y desconocidas de nuestro comportamiento social hasta que nos vemos reflejados en la pantalla.
Wim Wender cuenta una historia con un trasfondo dramático y lo hace desde una óptica pulcra y carente de adornos superfluos. La fotografía de Henri Alekan es simplemente magnífica. Intentar capturar la especialidad que no conocemos, resulta en un movimiento infructuoso y errático sino se tiene al menos un talento sobresaliente. La música que juega en este caso un rol fundamental, deja una impronta en la película tan profunda como en nuestros recuerdos. Tan alternativa como sus nombres: Nick Cave, Tuxedomoon, Lauri Anderson, y varios más.
El título original alude a esa existencia que nos observa permanentemente, a esa mirada angelical, tan deseosa de participar "realmente" de nuestros sentimientos como de nuestras emociones.
Sencillamente un film soberbio y necesario.
Al principio comienza con un poema, que transcribo en alemán (el idioma original) y dos traducciones en español e inglés, respectivamente.

Lied Vom Kindsein
Peter Handke

Peter Handke
Als das Kind Kind war,
ging es mit hängenden Armen,
wollte der Bach sei ein Fluß,
der Fluß sei ein Strom,
und diese Pfütze das Meer.

Als das Kind Kind war,
wußte es nicht, daß es Kind war,
alles war ihm beseelt,
und alle Seelen waren eins.

Als das Kind Kind war,
hatte es von nichts eine Meinung,
hatte keine Gewohnheit,
saß oft im Schneidersitz,
lief aus dem Stand,
hatte einen Wirbel im Haar
und machte kein Gesicht beim fotografieren.

Als das Kind Kind war,
war es die Zeit der folgenden Fragen:
Warum bin ich ich und warum nicht du?
Warum bin ich hier und warum nicht dort?
Wann begann die Zeit und wo endet der Raum?
Ist das Leben unter der Sonne nicht bloß ein Traum?
Ist was ich sehe und höre und rieche
nicht bloß der Schein einer Welt vor der Welt?
Gibt es tatsächlich das Böse und Leute,
die wirklich die Bösen sind?
Wie kann es sein, daß ich, der ich bin,
bevor ich wurde, nicht war,
und daß einmal ich, der ich bin,
nicht mehr der ich bin, sein werde?

Als das Kind Kind war,
würgte es am Spinat, an den Erbsen, am Milchreis,
und am gedünsteten Blumenkohl.
und ißt jetzt das alles und nicht nur zur Not.

Als das Kind Kind war,
erwachte es einmal in einem fremden Bett
und jetzt immer wieder,
erschienen ihm viele Menschen schön
und jetzt nur noch im Glücksfall,
stellte es sich klar ein Paradies vor
und kann es jetzt höchstens ahnen,
konnte es sich Nichts nicht denken
und schaudert heute davor.

Als das Kind Kind war,
spielte es mit Begeisterung
und jetzt, so ganz bei der Sache wie damals, nur noch,
wenn diese Sache seine Arbeit ist.

Als das Kind Kind war,
genügten ihm als Nahrung Apfel, Brot,
und so ist es immer noch.

Als das Kind Kind war,
fielen ihm die Beeren wie nur Beeren in die Hand
und jetzt immer noch,
machten ihm die frischen Walnüsse eine rauhe Zunge
und jetzt immer noch,
hatte es auf jedem Berg
die Sehnsucht nach dem immer höheren Berg,
und in jeden Stadt
die Sehnsucht nach der noch größeren Stadt,
und das ist immer noch so,
griff im Wipfel eines Baums nach dem Kirschen in einemHochgefühl
wie auch heute noch,
eine Scheu vor jedem Fremden
und hat sie immer noch,
wartete es auf den ersten Schnee,
und wartet so immer noch.

Als das Kind Kind war,
warf es einen Stock als Lanze gegen den Baum,
und sie zittert da heute noch.

Canción de la infancia

Peter Handke
"Cuando el niño era niño
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente
y que este charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño
no sabía que era niño
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ninguna costumbre
se sentaba en cuclillas,
tenía un remolino en el cabello
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué estoy aquí?
¿Por qué no allí?
¿Cuando empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad son los malos?
¿Cómo puede ser que yo, el que yo soy,
no fuera antes de devenir; y que un día yo,
el que yo soy, no seré más ese que soy?

Cuando el niño era niño
las manzanas y el pan le bastaban de alimento,
y todavía es así.
Cuando el niño era niño,
las bayas le caían en la mano
sólo como caen las bayas,
y aún es así.
Las nueces frescas le ponían áspera la lengua,
y aún es así.
Encima de cada montaña
tenía el anhelo de una montaña más alta
y en cada ciudad
el anhelo de una ciudad más grande,
y aún es así.
En la copa del árbol
tiraba de las cerezas con igual deleite
como lo hace hoy todavía.
Se asustaba de los extraños
y todavía se asusta;
esperaba las primeras nieves,
y todavía las espera.
Cuando el niño era niño,
lanzó un palo como una lanza contra un árbol,
y hoy vibra ahí todavía."

Song of Childhood

By Peter Handke

When the child was a child
It walked with its arms swinging,
wanted the brook to be a river,
the river to be a torrent,
and this puddle to be the sea.

When the child was a child,
it didn’t know that it was a child,
everything was soulful,
and all souls were one.

When the child was a child,
Filmada en Berlín el año 1987, aún con el muro. Es una pelicula que a muchos les parecerá muy lenta, pero vale la pena verla. Los ángeles pueden escuchar los pensamientos del ser humano y a través de ellos podemos hacerlo nosotros. Una idea tan maravillosa como intensamente traumática, tan dulce como dolorosa… Wenders nos deja espiar junto a un par de ángeles que divagan por las calles de Berlín (aún con muro) y el resultado puede ser desolador. Como un cirujano del alma nos abre el pecho del hombre común, del solitario, de la mujer que desea ser amada, del hombre sin recursos económicos, etc.
Los tiempos que Wenders maneja provienen de la "road movie", extensos como una carretera que comienza en el horizonte y termina en su reflejo. El movimiento de una cámara que sobrevuela las bulliciosas calles de la ciudad no conoce el vértigo, los ángeles tampoco. A decir verdad, tampoco conocen el color ni el placer del tacto, ni el de ser observados. Sólo son visibles a los ojos de sus pares. Almas supraterrenales, errantes y siempre dispuestas a percibir la voz interna del hombre que espera lo que nunca vendrá o del que lee un libro en la biblioteca pública.
Las actuaciones de Damiel y Cassiel (los ángeles) son precisas y elocuentes. Peter Falk (Columbo)también es extraordinario, él puede percibir la presencia de ellos porque él mismo es un renegado, un ángel que se jugó su existencia eterna para probar las delicias cotidianas a las que nosotros no les prestamos importancia. Un café, un cigarrillo, frotar las manos para obtener calor… Particularidades insignificantes y desconocidas de nuestro comportamiento social hasta que nos vemos reflejados en la pantalla.
Wim Wender cuenta una historia con un trasfondo dramático y lo hace desde una óptica pulcra y carente de adornos superfluos. La fotografía de Henri Alekan es simplemente magnífica. Intentar capturar la especialidad que no conocemos, resulta en un movimiento infructuoso y errático sino se tiene al menos un talento sobresaliente. La música que juega en este caso un rol fundamental, deja una impronta en la película tan profunda como en nuestros recuerdos. Tan alternativa como sus nombres: Nick Cave, Tuxedomoon, Lauri Anderson, y varios más.
El título original alude a esa existencia que nos observa permanentemente, a esa mirada angelical, tan deseosa de participar "realmente" de nuestros sentimientos como de nuestras emociones.
Sencillamente un film soberbio y necesario.
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