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16 de mayo de 2014

Homero Aridjis / Como en una película


COMO EN UNA PELÍCULA

todavía no me canso de ver la película de mi vida
mientras la luz entra por debajo de la cortina

todavía la cinta de mi infancia está en la bobina
y la silueta del proyeccionista está en la cabina

todavía el amor atraviesa el otoño
como antes de que la función comenzara

todavía nuestros cuerpos se abrazan en la pantalla
mirándose en el vacío de la cara

todavía los espectadores son sombras
sentadas en la sala sin puertas de la vida

todavía ella pasa lejos
como en una película

Poema soñado la madrugada del martes 20 de junio de 2006

2 de marzo de 2014

Homero Aridjis / Primer Sueño


 Primer sueño

Contra el hostigamiento político,
contra la violencia criminal,
contra el miedo
he levantado un muro de poesía.

Against political harassment,
against criminal violence,
against fear
I built a wall of poetry.

4:11 del sábado 17 de noviembre de 2010

Escrito después de un sueño en el que políticos y criminales se emboscaban y mataban, y yo me protegía de la violencia detrás del muro de poesía que había levantado.

Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.

24 de noviembre de 2013

Homero Aridjis / Tercer Poema de Ausencia

Tercer poema de ausencia

Tercer Poema de Ausencia


Tu has escondido la luz en alguna parte.
                      VICENTE HUIDOBRO

Tu has escondido la luz en alguna parte
y me niegas el retorno,
sé que esta oscuridad no es cierta
porque antes de mis manos volaban las luciérnagas,
y yo te buscaba
y tú eras tú
y éramos unos ojos
en un mismo lecho
y nadie de nosotros pensaba en el eclipse,
pero nos hicimos fríos y conocidos
y la noche se hizo inaccesible
para bajarla juntos.
Tú has escondido la luz en otros ojos,
porque desde que ya no existes
nada de que está junto a mí amanece.

Homero Aridjis

LOS OJOS DESDOBLADOS (1960)


20 de abril de 2013

Homero Aridjis / Perséfone (fragmento),




En la mitología griega, Perséfone (en griego antiguo Περσεφόνη Persephónē, ‘la que lleva la muerte’) es hija de Zeus y de Deméter (ἡ Μητὴρ hê Mêtềr, ‘la madre’). La joven doncella, llamada hasta entonces Koré (Κόρη, ‘hija’), es raptada por Hades y se convierte en la reina del Inframundo.
Perséfone es su nombre en la literatura épica de la Grecia jónica. En otros dialectos era conocida por otros nombres, como Persephassa o Persephatta. Homero la llama Persephoneia (Περσεφόνεια). Los romanos tuvieron noticia de ella por primera vez a través de las ciudades eólicas y dóricas de la Magna Grecia, donde usaban la variante dialéctica Proserpina.
________________________________________________________________________________

PERSÉFONE

Un río carnal abre los muslos.
Perséfone se abre como una escalera estrecha y empinada.
Perséfone ríe al borde sus fibras nerviosas.
Navegan barcos por mar desconocido. Navega un dios en
                  sí mismo enlazado.
El cuello de los cisnes en un solo cuello.
Perséfone me mira como yesca que acecha el fuego.
Pone los codos sobre las rodillas, mete la cabeza entre las manos.
Se sienta en sus cojines suaves. Se sienta sobre un lecho que
                 por las arrugas de las mantas parece un trono rudo.
Mis manos friccionan con ardor sus miembros. En sus miembros
                se confunde lo blanco de su piel, lo rojo de su ardor.
A sus miembros que fricciono llegan su silencio, su emoción, sus gestos.
Un mismo calor anima su corazón, sus pies, sus dedos.
El fuego le abre el cuerpo, igual que un incendio descubre
                en una casa muchas ventanas, muchos ojos.
Igual que si se hubiera vuelto su interioridad hacia afuera,
y un color propio la recorriera matizando sus rasgos.
Me adentra.
No pienso.
Mis sentidos despiertan.
Oigo mi cuerpo, oigo su cuerpo enredarse en el mío. Crecen
            los dos, enmudecen, maduran, se avejentan, mueren.
Oigo el eco de su desaparición, de su nacimiento. Oigo.
Que no están, que llegan, que se van.
Siento su cuerpo. Toca con mil poros abiertos a mi piel.
Me roza con mil manos y muslos. Me roza con pedazos de
           carne que se labia, se hiende.
Mojándome. Huelo su origen. Su deseo. Su deseo. Su ceniza.
Sus cabellos húmedos de mis cabellos. Su roce que es mi roce.
Veo la palabra que no dice en su lengua curvada, alargada
hasta mi lengua. Su sexo que entraña mi sexo. Sus pies extendidos.
Su movimiento sacando chispas de las sábanas con las caderas.
Su hundimiento en el colchón. Su levantarse y caer y sonar.
La oscuridad momentánea de su boca, de sus axilas, de
          su cuello y sus brazos.
Llena mi ver una rodilla. Un brazo. Un ojo. Un cabello entre
          mis labios. Un trozo de muslo. Un pedazo de vientre.
El ombligo. Sus cabellos. Su ombligo.
Su cara vuelta a la derecha. Su cara vuelta a la izquierda.
Su mentón apuntando hacia arriba y hacia abajo. Su cuerpo
          recogido. Su cuerpo diagonal.
Su ombligo. Su oreja. Sus cabellos. Su sexo.
Su boca que se ahonda y se ahonda, que se sumerge por adentro de ella,
que cae y cae, toca mi sexo, sube por mi cuerpo,
se convierte en mi boca que la besa en su boca que se ahonda,
y cae en mí, y cae en ella.

Perséfone (fragmento), 1967

Homero Aridjis


Mónica Bellucci
Monica Bellucci como Perséfone en el filme "Matrix"

14 de abril de 2013

Homero Aridjis / Encuentro con mi padre en la huerta

 
Nicias Aridjis


Encuentro con mi padre en la huerta

Pasado el mediodía. Pasado el cine,
con sus altos muros pesarosos
a punto de venirse abajo, entro a la huerta.
Terminada la función, todos se han ido:
los peones, los perros y las puertas.
Delante de una higuera mi padre está parado.
Mi madre ha muerto. Los hijos han envejecido.
Él está solo, hilillos de aire
atraviesan sus ropas harapientas.
Por miedo a acercarme y asustarlo
con mi presencia viva, quiero pasar de largo.
Él pregunta al extraño, ahora con pelo blanco:
“¿Quién anda allí?”
“Padre, soy tu hijo.”
“¿Sabe tu madre que has regresado? ¿Vas a
quedarte a comer?”
“Padre, desde hace años tu esposa descansa
junto a ti en el cementerio del pueblo.”
Entonces, como si adivinara todo,
él me llama por mi nombre de niño
y me da un higo.
Así nos encontramos los vivos y los muertos.
Luego, cada quien siguió su camino.

Homero Aridjis

Los poemas solares (2005)

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA 

Para Aridjis, el poema es un edificio de visiones y la luz diurna, a la que elogia y canta en este libro, la matriz en que se figura el mundo. Aquí está todo lo que merece ser visto: las cosas, aquellos a los que queremos y a los que quisimos, los sueños. el poeta se detiene frente a nuestra cotidianidad Para percibir lo extraordinario y, en la naturaleza que nos rodea, la presencia de lo sobrenatural y de lo cósmico; cargado de experiencias y en control de sus pasiones voltea hacia el mundo y lo encuentra luminoso.

12 de abril de 2013

Homero Aridjis / Un poema otoñal de amor


Poema otoñal de Amor

Un poema otoñal de amor

                                  A Betty, en su cumpleaños

Ruede el amor por los campos azules de la tarde
como ruedan en tus ojos los soles cotidianos.
Descienda el amor en cascada de tus brazos
como la lluvia baja las escaleras con rodillas dobladas
para correr blanca y libre por las calles ansiosas y ansiadas.
Rueden tus ojos en mis ojos, y en círculos fugaces
de luces y de sombras, de instantes copulados,
bien vividos, más bien desvividos, se abracen y desabracen,
hasta que no haya cielo ni luminarias encendidas
ardiendo sobre este laberinto sin puertas ni paredes,
en que te encuentro abierta, tibia, acogedora, mía.

Domingo 29 de agosto de 2004

"Los poemas Solares"  Fondo de Cultura Económica (2005)

Homero Aridjis

9 de abril de 2013

Homero Aridjis / Los higos Blancos de Esmirna

Homero Aridjis



El poema en prosa, "Los higos blancos de Esmirna” es un  extraordinario ejemplo, conmovedor y lúcido, de la genealogía que sigue buscando y nombrando, entre sueños, al autor, al padre, a la madre, a la esposa, a las hijas y, especialmente, a ese héroe trágico de Grecia que vino a dejar simiente en un pequeño lugar de México.

Los Higos Blancos de Esmirna

En mi infancia ejercí con fervor la adoración del higo, como diría Borges del tigre. Hijo de dos culturas, mejor dicho, de dos mitologías, la griega y la mexicana, los higos representaban en mi infancia lo griego. Y algo muy íntimo, la relación del niño con su padre a través de un fruto.
Mi padre, hombre de la diáspora del Asia Menor, se pasó la vida plantando higueras en el campo mexicano. Entre los magueyes, que producían pulque, y los nopales, con sus tunas rojas que hacia pensar en los corazones de los sacrificados en el México antiguo, él se sentaba a la sombra de las higueras y contemplaba sus hojas como grandes manos verdes.
En los umbrales de su propia vejez, caminando entre las higueras desaparecidas de la huerta en las que mi padre y yo cortábamos higos juntos, los más verdes emitiendo al ser cortados su leche pegajosa, me pregunto una vez más, ¿ qué significaron para mí los higos blancos de Esmirna? ¿Eran reales o una referencia apocalíptica, como cuando el Cordero abre el sexto sello y se compara la caída de estrellas sobre la tierra con la higuera que deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento?
Los miércoles en la tarde mi padre cerraba su tienda de ropa y se metía a la huerta, y emergía de ella con los brazos cruzados como un cesto con higos. Los frutos envueltos en una piel fina con la carne repleta de semillas diminutas me sabían a ambrosía, y para mí tenían el color y el olor de venir de los huertos de Pallas Atenea, mi diosa favorita.
Todavía ahora cuando veo higos imagino a mi padre, parado delante de una higuera, que ya no existe, en una huerta que existe, pero con sus árboles frutales arrasados, parafraseando los versos de un poeta andaluz (aunque mi padre no leía versos):

Tú también eres, oh higuera,
sobre este suelo extranjera.

O aún lo escucho metido en el pellejo del Dionisio de Las Bacantes, diciendo:

He venido a esta tierra de los mexicanos, yo, Nicias Aridjis Theologos, hijo ignoto de Zeus, al que antaño parió la hija de Cadmo, Sémele, haciendo de partero el hijo del relámpago; no ando en la figura de un dios, sino en la de un mortal; estoy junto al cerro Altamirano y las barrancas que bajan de los santuarios de la mariposa Monarca hacia el pueblo de Contepec como un hombre que habla la lengua de sus ancestros en sueños.


En 2004, me otorgaron la Nichols Chair in Public Sphere and Humanities de la Universidad de California en Irvine y tuve que pasar cuatro meses en el campus para dar una conferencia e impartir un curso de literatura. Para librarme del tedio que me provocaban, mis alumnos de pocas luces, quise darme el gusto de releer un libro importante en mi vida. Escogí la Odisea, poema que había leído a los trece años en Contepec, mi pueblo natal, en una edición de Editorial Sopena Argentina, en traducción directa del griego de Federico Baráibar y Zumarriaga. Esa lectura me había abierto las puertas de la poesía homérica y el mundo de los libros de aventuras. Versos hermosos como "La aurora de rosados dedos" todavía resonaban en mi mente cincuenta años después. Esta vez leería un Canto cada noche en una edición en prosa, de la Loeb Classical Library , con texto griego y traducción al inglés por A. T. Murray.

Casi al final, al toparme con unos versos del Canto 24, cuando Odiseo, después de matar a los pretendientes de Penélope, se encuentra en su viñedo con su padre viejo Laertes, vistiendo una túnica sucia, parchada y miserable, cubierto con una capa de piel de cabra y guantes en las manos para protegerse de las espinas, soñé con mi padre. Nicias Aridjis Theologos, un griego de la diáspora que se había salvado en 1922 de las matanzas de griegos y armenios a manos de los turcos, cuando Ataturk declaró la guerra a Esmirna infiel, cruzando hacia la isla de Samos. En 1926 pasó a México, y sin volver nunca a Grecia ni a Europa, murió en el pueblo de Contepec sesenta años después.
Terminado el libro, me dormí. Pero al poco rato soñé con mi padre en la huerta. Estaba parado junto a un árbol, una higuera como aquellas que él había plantado para tener higos blancos de Esmirna. Durante mi infancia mucha veces habíamos caminado juntos para cortar higos. Lo curioso es que él estaba muerto y yo vivo, y para no asustarlo con mi presencia mantuve un diálogo como esos que se tienen entre entre un padre y un hijo que viene de visita a la casa paterna. La higuera estaba detrás del Cine Apolo, con su tejado que se había venido abajo, pero en su tiempo, cuando llovía, hacía tanto ruido igual que si el cielo se estuviera cayendo sobre los espectadores.
En el sueño sus manos transparentes no portaban higos.
Como en uno de los tormentos de Tántalo en la Odisea, parecía que los "frutales sus ramas tendíanle a la frente con espléndidos frutos, perales, granados, manzanos, bien cuajados olivos, higueras con higos sabrosos; mas apenas el viejo alargaba sus manos a ellos cuando un viento veloz los alzaba a las nubes sombrías".
Después del diálogo nos despedimos. Al despertar me senté a escribir el poema "Encuentro con mi padre en la huerta".

Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.

5 de abril de 2013

Homero Aridjis / Chica en celo

¿El amor a qué huele?

CHICA EN CELO

¿el amor a qué huele?
JRJ

¿El amor a qué huele?
¿A cuerpos que van y vienen
por la estación de trenes?

¿A náyades furtivas
con ropa de mezclilla
junto a fuentes urbanas?

¿A copos colosales
envueltos en pañuelos
en centros comerciales?

¿A sábados promiscuos
con autobuses llenos
y parejas con niños?

Cuando la chica viene
por la ciudad lluviosa,
¿el amor a qué huele?

París, viernes 8 – sábado 9 de enero de 2010

Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.


4 de abril de 2013

Los Higos blancos de Esmirna - Retratos de mi padre (Dos poemas de Homero Aridjis)


Los Higos blancos de Esmirna

                                                         A mi padre Nicias


Antes de que te desvanezcas en el espejo negro,
déjame verte una vez más en la huerta de los higos

de este devastado jardín terrestre, y tu y yo,
como Nadies que han pisado la tierra desnuda,
cojamos con mano vana los frutos del otoño
que regala Démeter dadivosa.

Antes que en brazos de la Parca helada
crucemos separados los umbrales del Hades,
y en el horizonte indefinido se junten
nuestras sombras con la de los vivos y los muertos,
quiero, padre mío, volver contigo a la huerta
de mi infancia, y, escondidos de todos,
cortar los higos blancos de Esmirna.

París, domingo 18 de octubre de 2009


Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.


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Retratos de mi padre

En este cuarto abierto a los cuatro vientos,
padre, juego con tus retratos.

Veinte años después de haberte ido,

no sé cuál rostro es el más tuyo,

si aquel donde eres un soldado sobreviviente

de la matanza de griegos en Esmirna,

o aquel en que miras a mi madre con ojos enamorados,

cincuenta años después de haberla conocido,

o en esa instantánea de tu muerte

en tu tienda llena de telas y sombreros,

con una taza de té negro en la mano,

y cara de forastero, como cuando llegaste al pueblo.

Padre, quiero verte de nuevo,

pero en vez de hombre toco papel.


México, jueves 20 de julio de 1986

Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011

3 de abril de 2013

No era el mundo que se acababa

 

No era el mundo que se acababa 

En memoria 
de Luis Cernuda 

No era el mundo que se acababa,
era el amor que se moría.

No había árboles descuajados,
sino una mujer que se marchaba.

Era el amor que se perdía
por una calle de tumbas urbanas.

Era una puerta que gemía,
en unos ojos de ninguna tarde.

No era el mundo que se moría,
era el amor que se acababa.

Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.

Homero Aridjis / "Nosotros"

Homero Aridjis



Homero Aridjis Fuentes (Contepec, Michoacán; 6 de abril de 1940), es un poeta, novelista, activista ambiental, periodista y diplomático mexicano reconocido por su independencia.

Aridjis nació en Contepec, Michoacán, México, el 6 de abril de 1940, de padre griego y madre mexicana, el más joven de cinco hermanos (Juan, Miguel, Hermán, Nicias y Homero). Su padre luchó en el ejército griego durante la Primera Guerra Mundial y en la Guerra Turco-Griega, cuando su familia fue obligada a abandonar su casa en Tire, al suroeste de Esmirna, Asia Menor. Su madre creció en Contepec durante la Revolución Mexicana. Después de casi perder la vida a la edad de diez años en un accidente de escopeta Aridjis se convirtió en un ávido lector y empezó a escribir poesía. En 1959 obtuvo la beca del Centro Mexicano de Escritores otorgada por la Fundación Rockefeller, el más joven escritor en recibir ese premio en los 55 años de historia del Centro.

En 1966 asistió al histórico Congreso Mundial de Escritores del PEN Club en Nueva York, presidido por Arthur Miller, en el que participaron poetas y escritores que después conformarían el boom latinoamericano: Pablo Neruda, Juan Carlos Onetti, Joao Guimaraes Rosa, Ernesto Sábato, Victoria Ocampo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Nicanor Parra y el mismo Aridjis.

Nosotros 

El cielo estaba nublado,
pero no llovería en la calle,
habría lluvia de cuerpos.

Desde que nos vimos
en la estación del metro
planeamos esta tormenta de besos.

Sin naves para viajarnos,
ni túneles para adentrarnos,
nos íbamos de vacaciones a nosotros mismos.

En nuestros ríos privados
como peces fluiríamos, sin más fortuna
que nuestra pobre soledad urbana.

México, D. F., jueves 2 de noviembre de 2006

Homero Aridjis

Diario de sueños, Fondo de Cultura Económica, México, 2011.

2 de abril de 2013

Como dioses Homero Aridjis

Pirámide del Sol, Teotihuacán, México

Como dioses 

Como dioses que ascienden la escalera
De un templo que contiene imágenes
De sí mismos, en las que ya no creen.

Como dioses espectrales, cuya presencia es denunciada
Por un brillo en la frente, una mancha en la mano
O por la hierba tronchada en un peldaño.

Como dioses que ascienden con más hábito que prisa
La escalera del tiempo, sabiendo que al alcanzar la cima
llegarán a su muerte o se desvanecerán en el olvido.

Como dioses que suben en grupo, pero cada uno solitario,
Con un séquito cobarde que se queda abajo mirándolos subir
a la punta de la escalera donde se volverán aire

O huella O peldaño O vacío
O retorno al principio.
Así mis días.

París, martes 13 de octubre de 2009


Diario de Sueños, 2011

1 de abril de 2013

Homero Aridjis / Amor hasta el fin del mundo

Homero Aridjis

Amor hasta el fin del mundo

En el hotel de paso
el amor tuvo sus jinetes
y la jarra su hielo.

"Con que no haya chinches en el cuarto.
No soporto esos insectos malvados",
dijiste, desnuda en la cama.

Y tu cuerpo borró la vista del baño
con mosaico azul, y la regadera,
en la que nadie se había bañado.

Tu mirada en celo abrió la puerta
del refrigerador descompuesto,
con una botella vacía dentro.

“Ojalá que este beso ardiente
se convierta en un amor a puro diente
hasta el fin de los tiempos”, te dije.

Pero no era necesario hacer tales promesas,
un espejo roto reflejaba al animal de dos espaldas,
huérfano en todas las camas del mundo.

Nueva York, sábado 29 de abril de 2006

Diario de Sueños, F.C.E. 2011

"Siempre sueño en un lugar que es otro lugar" Homero Aridjis

Homero Aridjis
Contepec, Michoacán


Siempre sueño en un lugar que es otro lugar


Siempre sueño en un lugar que es otro lugar,
en un Contepec que no es Contepec,
en un pueblo que no está en los mapas.

La gente que anda por sus calles ya no existe,
llega a sus plazas en trenes de otra época,
cae en sus campos desde otros sueños.

Contepec es más grande que París y Nueva york,
esas ciudades tienen límites y Contepec
es tan pequeño que comienza y termina en el cielo.

El Popocatépetl es una montaña grande,
pero el cerro Altamirano es más alto,
en sus cimas cantan las cuatrocientas voces del azul.

Contepec no tiene mares, tiene un cementerio
de donde parten las almas de los difuntos
en forma de mariposas hacia el vago Norte.

La gente dice que desde la Central de la Memoria
uno puede llegar a pie, a caballo o en coche
a la Terminal del Ego, pero se llega a Ninguna Parte.

Temprano salieron los cronistas con papeles viejos
tratando de rescatarnos del olvido, pero rescataron nada,
la historia está llena de mentiras y sueños cruzados.

Aquel niño flaco, cinéfilo empedernido, decía,
“En ningún cielo he visto una luz como la del cine Apolo
cuando el proyeccionista era yo y la que miraba eras tú.

¿Acaso en algún lado existe un espectáculo como
el de los jaguares de oro que cuando saltan sobre las cimas
de lo oscuro parece que saltan de un sol en agonía?”

Desde su butaca en sombras, el niño se preguntaba:
“¿Qué es ese yo? ¿Qué es ese tú? ¿Qué es ese nosotros?
¿No ves que bajo tierra todos los egos se confunden?”

Así fue que el hombre que soñaba en un Contepec
que no era Contepec al hallarse lejos de sí mismo
vivía el sueño de un yo que ya no era yo.

Después de un sueño, miércoles 3 de mayo de 2006


Diario de Sueños, F.C.E. 2011


Homero Aridjis
Cerro Altamirano Contepec, Michoacán


"Diario de sueños" es el nuevo poemario del escritor y poeta mexicano Homero Aridjis (Contepec, Michoacán; 1940), uno de los más grandes poetas y escritores vivos en español. 

La obra,  publicada a inicios de 2011 por el Fondo de Cultura Económica de México, surgió de unos sueños que tuvo hace varios años, cuando al escribirlos se convirtieron en poemas. Desde El poeta niño, publicado en 1971, se propuso rescatar al ser que había sido antes de un grave accidente que sufrió en enero de 1950 y que estuvo a punto de costarle la vida. De hecho, se salvó de morir y cuando “resucité”, dice, empezó a leer y escribir poesía.

Así que cuando en 1970 se encontraba en Nueva York y estaba a punto de nacer su primera hija, Chloe, empezó a soñar en el niño que había sido antes del accidente, como una forma de reencontrarse consigo mismo, pues había suprimido de su memoria ese pasado.

31 de marzo de 2013

Homero Aridjis / Ajedrez, Córdoba, Año Mil

Es la última noche del mundo
Un cristiano y un musulmán juegan al ajedrez en una tienda. Ilustración del Libro de los juegos, segunda mitad del siglo XIII.

AJEDREZ, CÓRDOBA, AÑO MIL

Es la última noche del mundo.
Al pie de los muros de Córdoba
un monje cristiano y un guerrero moro
juegan una partida de ajedrez.

Un caballero negro galopa
los caminos helados de la tierra.
Un visionario salido de una cueva
ha abierto los siete sellos.

Las siete trompetas han sonado.
Las siete lámparas se han prendido.
Los difuntos emergen de sus tumbas.
Una reina negra absorbe la luz del mundo.

Parado sobre una torre blanca
El ángel vengador levanta la espada.
Qué estampida de peones pasmados.
Qué caída de alfiles aislados.

Los jugadores apuestan la vida.
Pasa la noche.
Sale Sol negro.
Nadie gana nada.

Sábado 7 de octubre y viernes 1 de diciembre de 2006. Sueño tenido dos veces

Homero Aridjis

Diario de Sueños, 2011


21 de febrero de 2012

Un poema de amor - Homero Aridjis

Homero Aridjis

Un poema de amor

Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008


Cuando hable con el silencio
cuando sólo tenga una cadena
de domingos grises para darte
cuando sólo tenga un lecho vacío
para compartir contigo un deseo
que no se satisface ya con los cuerpos de este mundo
cuando ya no me basten las palabras del castellano
para decirte lo que estoy mirando
cuando esté mudo de voz de ojos y de movimiento
cuando haya arrojado lejos de mí
el miedo a morir de cualquier muerte
cuando ya no tenga tiempo para ser yo
ni ganas de ser aquel que nunca he sido
cuando sólo tenga la eternidad para ofrecerte
una eternidad de voces y de olvido
una eternidad en la que ya no podré verte
ni tocarte ni encelarte ni matarte
cuando a mí mismo ya no me responda
y no tenga día ni cuerpo
entonces seré tuyo
entonces te amaré para siempre.

Homero Aridjis

20 de febrero de 2012

Homero Aridjis Foto de grupo

Mirando a la cámara


FOTO DE GRUPO

Esa gente mirando a la cámara
¿de qué se está riendo?
Esos hombres con fecha de caducidad,
¿de qué presumen?
Esos fantasmas luciendo ropa nueva,
¿qué lápidas venden?
Esa madre mía vestida de blanco,
¿a quién está viendo?

México,D.F., 12:15 del domingo 23 de agosto de 2009

23 de enero de 2012

Homero Aridjis Ajedrez

Homero Aridjis
Poeta mexicano nacido en Michoacán en 1940.

Es uno de los escritores más prolíficos de México. Periodista, novelista y catedrático, fue becario de varias instituciones mexicanas, y profesor de literatura mexicana en varias universidades norteamericanas. En 1993 la Universidad de Indiana le otorgó el doctorado Honoris Causa. Ha desempeñado diversos cargos diplomáticos a través de su carrera: en 1972 fue agregado cultural de México en Holanda, y posteriormente, fue embajador de México en Suiza. También dirigió el Instituto Michoacano de Cultura.



Poeta excelente, sus poemas nos tienen desperdicio

Ajedrez

Una reina negra
Ajedrez

Una reina negra
absorbe la luz del mundo.

Un caballero blanco salta
sobre los escaques de la tierra.

Un obispo esquelético anuncia
la apertura de los sellos.

Sobre una torre blanca
el Ángel Vengador levanta la espada.

Las siete lámparas celestes se han prendido.
Los difuntos salen de sus tumbas.

Qué estampida de peones pasmados.
Qué sacrificio de alfiles y caballos.

Es la última noche del mundo.
Al pie de los muros de Córdoba

un monje cristiano y un guerrero moro
juegan una partida de ajedrez.

Los jugadores apuestan la vida.
Pasa la noche. Sale sol negro.

Nadie gana nada.