En alegoría de la pintura, la modelo es una muchacha que modestamente
dirige al suelo su tierna mirada y que está envuelta por un azul
arrebatador; naturalmente, ha sido colocada en una pose determinada,
pero para que esta sea lo menos ostentosa y forzada posible. Si hay en
ella ironía, esta no deriva del contraste compositivo, sino que inunda
la totalidad de la obra y está presente en el brillo de la trompeta, en
los pliegues de la cortina y en la luz que, desde la ventana, desciende
sobre el embaldosado blanquinegro.
En mujer sentada tocando la espineta veo el milagro de la luz del día
cayendo sobre diferentes tipos de materia: sobre la piel humana y la
seda de un vestido; sobre el tapizado de una silla y la blanqueada
pared. Un milagro que Vermeer repite constantemente, pero siempre con
nuevas variantes y originales revelaciones. La muchacha pone sus manos
sobre la espineta como si quisiera tocarnos un pasaje, para hacernos una
broma, para recordarnos algo. Vuelve la cabeza hacia nosotros con una
hermosa media sonrisa sobre su demasiado bello rostro. En esa sonrisa
hay una reflexión y una pizca de indulgencia maternal. Y así ha estado
mirándonos durante trescientos años.
Lecturas no obligatorias
Wislawa Szymborska
Y seguirá mirándonos.
ResponderBorrar¡Qué maravilla de entrada Francisco!
¡Me encantó!
Y nos seguirá observando, cuando ya estemos por siglos bajo tierra.
ResponderBorrarFrases como esta: " Y así ha estado mirándonos durante trescientos años." son la verdadera luz que me emociona y busco cada día.
ResponderBorrarGracias Francisco por tu sensibilidad, y tu amistad.
Un abrazo, querido amigo.