"Era un ser pequeñito y menudo, en el límite mismo del hombre de baja estatura y el enano, con una nariz grande y unos ojos extraordinariamente vivos, en los que
bullía algo excesivo. Vestía de negro, un terno que
se advertía muy usado, y su camisa y su corbatita de
lazo tenían máculas, pero, al mismo tiempo, en su
manera de llevar esas prendas había algo en él de
atildado y de compuesto, de
rígido, como en esos caballeros de las viejas
fotografías que parecen presos en sus levitas
almidonadas, en sus chisteras
tan justas. Podría tener cualquier edad entre
treinta y cincuenta años, y lucía una aceitosa
cabellera negra que le llegaba hasta los hombros. Su
postura, sus movimientos, su expresión parecían el desmentido
mismo de lo espontáneo y natural, hacían pensar inmediatamente
en el muñeco articulado, en los hilos del títere.
(...) Parecía que en esa voz no solo desfilara cada
letra, sin quedar mutilada ni una sola, sino también
las partículas y los átomos de cada una, los sonidos
del sonido.
Al instante, con un movimiento veloz y automático, el hombrecillo estiró uno de sus bracitos, dio unos pasos hacia mí, me ofreció una manita de niño, y con su preciosa voz de tenor, haciendo una nueva genuflexión cortesana, se presentó:
-Un amigo: Pedro Camacho, boliviano y artista.
Al instante, con un movimiento veloz y automático, el hombrecillo estiró uno de sus bracitos, dio unos pasos hacia mí, me ofreció una manita de niño, y con su preciosa voz de tenor, haciendo una nueva genuflexión cortesana, se presentó:
-Un amigo: Pedro Camacho, boliviano y artista.
Pedro
Camacho, encargado de todos los teleteatros de la
Radio Central, sí que se tomaba su trabajo en serio.
Siempre hablaba
de su escritura como "el arte". Era un hombre de
pasiones, de amor u odio. Una de sus características
salientes era la aversión a determinado pueblo
latinoamericano:
"Su
odio a los argentinos en general, y a los actores y
actrices argentinos en particular, parecía
desinteresado."
Otra,
la costumbre de tomar té de yerbaluisa y menta. Y
otra, la seriedad con que preparaba sus historias.
Camacho se había comprado un mapa de Lima para poder
situar en concreto los escenarios de sus obras.
Precisaba clasificar cada barrio por sus componentes
más prototípicos, para decir con mayor
representatividad y economía las cualidades de cada personaje:
"No
me interesa toda la gente que compone cada barrio,
sino la más llamativa, la que da a cada sitio su
perfume y su color. Si un personaje es ginecólogo
debe vivir donde le corresponde y lo mismo si es sargento de la policía.
(...) Me sometió a un interrogatorio prolijo y divertido (para mí, pues él mantenía su seriedad funeral) sobre la topografía humana de la ciudad y advertí que las cosas que le interesaban más se referían a los extremos: millonarios y mendigos, blancos y negros, santos y criminales. Según mis respuestas, añadía, cambiaba o suprimía iniciales en el plano con un gesto veloz y sin vacilar un segundo, lo que me hizo pensar que había inventado y usaba ese sistema de catalogación hacía tiempo. ¿Por qué había marcado solo Miraflores, San Isidro, la Victoria y el Callao?
-Porque, indudablemente, serán los escenarios principales -dijo, paseando sus ojos saltones con suficiencia napoleónica sobre los cuatro distritos-. Soy hombre que odia las medias tintas, el agua turbia, el café flojo. Me gustan el sí o el no, los hombres masculinos y las mujeres femeninas, la noche o el día. En mis obras hay aristócratas o plebe, prostitutas o madonas. La mesocracia no me inspira y tampoco a mi público."
(...) Me sometió a un interrogatorio prolijo y divertido (para mí, pues él mantenía su seriedad funeral) sobre la topografía humana de la ciudad y advertí que las cosas que le interesaban más se referían a los extremos: millonarios y mendigos, blancos y negros, santos y criminales. Según mis respuestas, añadía, cambiaba o suprimía iniciales en el plano con un gesto veloz y sin vacilar un segundo, lo que me hizo pensar que había inventado y usaba ese sistema de catalogación hacía tiempo. ¿Por qué había marcado solo Miraflores, San Isidro, la Victoria y el Callao?
-Porque, indudablemente, serán los escenarios principales -dijo, paseando sus ojos saltones con suficiencia napoleónica sobre los cuatro distritos-. Soy hombre que odia las medias tintas, el agua turbia, el café flojo. Me gustan el sí o el no, los hombres masculinos y las mujeres femeninas, la noche o el día. En mis obras hay aristócratas o plebe, prostitutas o madonas. La mesocracia no me inspira y tampoco a mi público."
Gracias por el fragmento, Francisco.
ResponderBorrarCada párrafo, cada frase y cada personaje de Vargas Llosa son siempre una fiesta.
Genial, Vargas Llosa!
ResponderBorrarAdmiro su destreza para narrar y describir personajes, circunstancias o escenarios. Sus historias paralelas dentro de una novela siempre enriquecen la trama.
La Tía Julia y el Escribidor (Vargas Llosa) vivieron su romance en la vida real y estuvieron casados a pesar de la diferencia de edad y el parentesco político.
Siempre es agradable releer una historia tan entretenida
Un abrazo, Francisco
Recuerdo cuando empecé este libro.
ResponderBorrarNo lo podía dejar.
Lo llevaba a todas partes, y me reía sola.
La gente me miraba y yo sin parar de sonreír.
No tiene desperdicio.
Primero por aquellos tiempos tan bien narrados y con las descripciones de Llosa sobre
las novelas radiofónicas...
Y bueno sobre el toque anti-argentino, pues aún hay una cita peor, creo que es cuando dice "ser argentino es ser cretino" o algo así.
Gracias por traérmelo a la memoria.
Besos, Francisco.
lo tengo en lecturas pendientes, ya lo tengo en mi ebook, yo creo que pronto caerá.
ResponderBorrarbiquiños,