Me ven ahora

7 de febrero de 2013

La tía Julia y el escribidor Fragmento



"Era un ser pequeñito y menudo, en el límite mismo del hombre de baja estatura y el enano, con una nariz grande y unos ojos extraordinariamente vivos, en los que bullía algo excesivo. Vestía de negro, un terno que se advertía muy usado, y su camisa y su corbatita de lazo tenían máculas, pero, al mismo tiempo, en su manera de llevar esas prendas había algo en él de atildado y de compuesto, de rígido, como en esos caballeros de las viejas fotografías que parecen presos en sus levitas almidonadas, en sus chisteras tan justas. Podría tener cualquier edad entre treinta y cincuenta años, y lucía una aceitosa cabellera negra que le llegaba hasta los hombros. Su postura, sus movimientos, su expresión parecían el desmentido mismo de lo espontáneo y natural, hacían pensar inmediatamente en el muñeco articulado, en los hilos del títere. (...) Parecía que en esa voz no solo desfilara cada letra, sin quedar mutilada ni una sola, sino también las partículas y los átomos de cada una, los sonidos del sonido.
Al instante, con un movimiento veloz y automático, el hombrecillo estiró uno de sus bracitos, dio unos pasos hacia mí, me ofreció una manita de niño, y con su preciosa voz de tenor, haciendo una nueva genuflexión cortesana, se presentó:

-Un amigo: Pedro Camacho, boliviano y artista.

Pedro Camacho, encargado de todos los teleteatros de la Radio Central, sí que se tomaba su trabajo en serio. Siempre hablaba de su escritura como "el arte". Era un hombre de pasiones, de amor u odio. Una de sus características salientes era la aversión a determinado pueblo latinoamericano:
"Su odio a los argentinos en general, y a los actores y actrices argentinos en particular, parecía desinteresado."
Otra, la costumbre de tomar té de yerbaluisa y menta. Y otra, la seriedad con que preparaba sus historias. Camacho se había comprado un mapa de Lima para poder situar en concreto los escenarios de sus obras. Precisaba clasificar cada barrio por sus componentes más prototípicos, para decir con mayor representatividad y economía las cualidades de cada personaje:
"No me interesa toda la gente que compone cada barrio, sino la más llamativa, la que da a cada sitio su perfume y su color. Si un personaje es ginecólogo debe vivir donde le corresponde y lo mismo si es sargento de la policía.

(...) Me sometió a un interrogatorio prolijo y divertido (para mí, pues él mantenía su seriedad funeral) sobre la topografía humana de la ciudad y advertí que las cosas que le interesaban más se referían a los extremos: millonarios y mendigos, blancos y negros, santos y criminales. Según mis respuestas, añadía, cambiaba o suprimía iniciales en el plano con un gesto veloz y sin vacilar un segundo, lo que me hizo pensar que había inventado y usaba ese sistema de catalogación hacía tiempo. ¿Por qué había marcado solo Miraflores, San Isidro, la Victoria y el Callao?

-Porque, indudablemente, serán los escenarios principales -dijo, paseando sus ojos saltones con sufi
ciencia napoleónica sobre los cuatro distritos-. Soy hombre que odia las medias tintas, el agua turbia, el café flojo. Me gustan el sí o el no, los hombres masculinos y las mujeres femeninas, la noche o el día. En mis obras hay aristócratas o plebe, prostitutas o madonas. La mesocracia no me inspira y tampoco a mi público."

4 comentarios:

  1. Gracias por el fragmento, Francisco.
    Cada párrafo, cada frase y cada personaje de Vargas Llosa son siempre una fiesta.

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  2. Genial, Vargas Llosa!
    Admiro su destreza para narrar y describir personajes, circunstancias o escenarios. Sus historias paralelas dentro de una novela siempre enriquecen la trama.
    La Tía Julia y el Escribidor (Vargas Llosa) vivieron su romance en la vida real y estuvieron casados a pesar de la diferencia de edad y el parentesco político.

    Siempre es agradable releer una historia tan entretenida

    Un abrazo, Francisco

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  3. Recuerdo cuando empecé este libro.
    No lo podía dejar.
    Lo llevaba a todas partes, y me reía sola.
    La gente me miraba y yo sin parar de sonreír.

    No tiene desperdicio.
    Primero por aquellos tiempos tan bien narrados y con las descripciones de Llosa sobre
    las novelas radiofónicas...

    Y bueno sobre el toque anti-argentino, pues aún hay una cita peor, creo que es cuando dice "ser argentino es ser cretino" o algo así.

    Gracias por traérmelo a la memoria.

    Besos, Francisco.




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  4. lo tengo en lecturas pendientes, ya lo tengo en mi ebook, yo creo que pronto caerá.

    biquiños,

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