Me ven ahora

28 de octubre de 2008

Gabriela Mistral (II)-- Los sonetos de la muerte-El ruego- Paisajes de la patagonia



Los sonetos de la muerte


I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido,

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvoreda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura:
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...

Y yo dije al Señor: - "Por las sendas mortales
le llevan ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor".

Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor

El ruego



Señor, tú sabes cómo, con encendido brío,
por los seres extraños mi palabra te invoca.
Vengo ahora a pedirte por uno que era mío,
mi vaso de frescura, el panal de mi boca,

cal de mis huesos, dulce razón de la jornada,
gorjeo de mi oído, ceñidor de mi veste.
Me cuido hasta de aquellos en que no puse nada;
¡no tengas ojo torvo si te pido por éste!

Te digo que era bueno, te digo que tenía
el corazón entero a flor de pecho, que era
suave de índole, franco como la luz del día,
henchido de milagro como la primavera.

Me replicas, severo, que es de plegaria indigno
el que no untó de preces sus dos labios febriles,
y se fue aquella tarde sin esperar tu signo,
trazándose las sienes como vasos sutiles.

Pero yo, mi Señor, te arguyo que he tocado,
de la misma manera que el nardo de su frente,
todo su corazón dulce y atormentado
¡y tenía la seda del capullo naciente!

¿Que fue cruel? Olvidas, Señor, que le quería,
Y él sabía suya la entraña que llagaba.
¿Que enturbió para siempre mis linfas de alegría?
¡No importa! Tú comprende: ¡yo le amaba, le amaba!

Y amar (bien sabes de eso) es amargo ejercicio;
un mantener los párpados de lágrimas mojados,
un refrescar de besos las trenzas del cilicio
conservando, bajo ellas, los ojos extasiados.

El hierro que taladra tiene un gustoso frío,
cuando abre, cual gavillas, las carnes amorosas.
Y la cruz (Tú te acuerdas ¡oh Rey de los judíos!)
se lleva con blandura, como un gajo de rosas.

Aquí me estoy, Señor, con la cara caída
sobre el polvo, parlándote un crepúsculo entero,
o todos los crepúsculos a que alcance la vida,
si tardas en decirme la palabra que espero.

Fatigaré tu oído de preces y sollozos,
lamiendo, lebrel tímido, los bordes de tu manto,
y ni pueden huirme tus ojos amorosos
ni esquivar tu pie el riego caliente de mi llanto.

¡Di el perdón, dilo al fin! Va a esparcir en el viento
la palabra el perfume, de cien pomos de olores
al vaciarse; toda agua será deslumbramiento;
el yermo echará flor y el guijarro esplendores.

Se mojarán los ojos oscuros de las fieras,
y, comprendiendo, el monte que de piedra forjaste
llorará por los párpados blancos de sus neveras:
¡toda la tierra tuya sabrá que perdonaste!

Paisajes de la Patagonia

Desolación


La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.

El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que son míos;
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos,
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos.

Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi vieja madre canta.

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la "noche larga" ahora tan solo empieza.

Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que vine para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales;
¡siempre será su altura bajando de los cielos!

Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada


25 de octubre de 2008

Homenaje de Neruda a Gabriela Mistral( III)



Los sonetos de la muerte

Gabriela Mistral escribió en 1914, en Los Andes, los tres sonetos llamados de la Muerte.

La magnitud de estos breves poemas no ha sido superada en nuestro idioma. Hay que caminar siglos de poesía, remontarnos hasta el viejo Quevedo desengañado y áspero, para ver, tocar y sentir un lenguaje poético de tales dimensiones y dureza.

Es tal la fuerza torrencial de Los Sonetos de la Muerte, que fueron rebalsando su propia historia, dejaron atrás el núcleo desgarrador de la intimidad y quedaron abiertos y desgranados, como nuevos acontecimientos, en nuestra poética americana.

Tienen un sonido de aguas y piedras andinas. Sus estrofas - iniciatorias avanzan como lava volcánica. Contenemos el aliento, va a pasar algo, y entonces se despeñan los tercetos.

Estos poemas son una afirmación de la vida. Imprecación, llamamiento, amor, venganza y alegría son las llamas que iluminan los sonetos. Quien los escribió conocía la tierra y sacó de la tierra su fuerte fecundidad. Amasó la greda magnética del norte chileno y esa tierra lunaria se le quedó en los dedos. Allí se preservan con santa paciencia las semillas progenitoras, los desbordantes salitrales amenazan al musgo, las sequías matan mieses y reses. Mas el vino de los valles es dulce, cargado y ardiente. Como en los sonetos magistrales y en toda poesía de Gabriela, hay allí brusca piedra, terrenales tajados, pobres espinos, sí, pero florece el minucioso huerto y arden en las bodegas las llamas esenciales de la viña. Que tanto ha caminado desconoce de pronto estos sonetos que son sin embargo las tres puertas abrasadoras de su poesía y de su existencia.
Después de cruzarlas puede pasear su claridad, sus misiones, infatigable poderío de paz por las fronteras más distantes.

Pero nosotros seguiremos reverenciando estos sonetos que se abrieron de pronto en la vida de la poesía como si golpes de viento hubieran hecho temblar la casa deshabitada y se hubiese instalado allí para siempre una presencia, una palabra verdadera.

Laura ha regalado a nuestra Fundación el tesoro de estos manuscritos que así pasan al patrimonio más preciado de la patria.
* Fechado el 20 de septiembre de 1954, el original mecanografiado, con algunas anotaciones manuscritas, se conserva en la Colección Pablo Neruda, del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, Viernes 29 de Julio de 2005.

21 de octubre de 2008

Gabriela Mistral (IV)

(Foto: Archivo/ELUNIVERSAL)
Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, llamada Gabriela Mistral (quizá por su admiración hacia Gabriele d’Annunzio y Frédéric Mistral) (Vicuña, 7 de abril de 1889 - † Nueva York, 10 de enero de 1957), fue una destacada poetisa, diplomática y pedagoga chilena, que bajo el seudónimo de Gabriela Mistral se destacó de forma especial en la literatura.

Fué la primera latinoamericana (y la primera mujer en su especialidad) en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1945. Sin embargo sólo recibe el premio nacional de literatura el año 1951

Bajo el nombre de Gabriela Mistral, que ya nunca abandonará, envía una colección de poemas titulada «Los sonetos de la muerte» a los Juegos Florales de Santiago, concurso organizado por la Sociedad de Artistas y Escritores de Chile. Gabriela obtiene el primer premio —consistente en una orquídea de oro, un diploma y una corona de laurel—, pero no lo recoge por recato, a pesar de asistir a la ceremonia de entrega, en la que se mantiene alejada como un espectador más. A partir de este certamen adopta definitivamente el seudónimo de Gabriela Mistral.

Hasta el momento se han registrado 78 poemas, 500 cartas y cinco álbumes con fotos de la escritora y su familia

El Universal

Santiago de Chile

Domingo 22 de julio de 2007

Unos cien poemas no publicados, 500 cartas, fotografías, carpetas y notas desconocidas de la poetisa chilena Gabriela Mistral fueron hallados en cajas que la albacea de la escritora mantiene en su residencia en EU, informaron hoy medios locales.

El hallazgo fue hecho por el estudioso de la poetisa, Luis Vargas Saavedra, quien fue invitado por la albacea Doris Atkinson a explorar el tesoro no conocido de Mistral, que guardó celosamente por 50 años Doris Dana, amiga y heredera de Mistral y tía de Atkinson, destacó el diario El Mercurio.

Se trata de varias cajas que la poetisa chilena dejó en Estados Unidos en casa de su amiga Dana, que contienen material inédito de su vida y de su obra que será trasladado a Chile una vez que sea examinado, clasificado y tasado.

En un artículo publicado este domingo por el diario chileno, Vargas Saavedra contó que ha fotografiado 860 papeles que corresponden a 78 poemas, además de 500 cartas inéditas y cinco álbumes de cuero negro que contienen fotos de Mistral, de su hijo Yin Yin y de su familia.

Según el experto, el acervo encontrado duplica la obra conocida de la Premio Nobel de Literatura 1945.

"La cantidad y calidad de poemas que voy reuniendo son tal, que se viene abajo la creencia de que Gabriela Mistral escribió tan sólo cinco libros de poesía" , señala Vargas Saavedra.

Doris Dana, que fue asistente de Mistral, falleció el pasado 28 de noviembre en Florida (EU) y su voluntad era que los escritos de la poetisa chilena permanecieran perpetuamente en la Biblioteca del Congreso estadounidense, por considerar que en Chile no existían las condiciones para su conservación.

Sin embargo, su sobrina Doris Atkinson decidió devolver a Chile el legado, tras una visita a este país en pasado marzo en la que verificó que existen las condiciones técnicas para el resguardo de la obra de la autora de Los Sonetos de la Muerte.

El pasado 11 de mayo, Atkinson firmó en Washington los documentos que autorizan que los escritos de Mistral regresen a su país de origen.

El legado de la Mistral consiste en cerca de 40 mil manuscritos originales, cuyo valor se calcula en unos dos millones de dólares.

Gabriela Mistral, nacida en Chile en 1889, ganó su primer premio literario en 1914 por la pieza Sonetos de la Muerte y posteriormente se dedicó a enseñar, escribir y viajar como diplomática por América y Europa.

Tras ser galardonada con el premio Nobel de Literatura de 1945, terminó su vida en Nueva York, donde murió de cáncer a los 67 años y Doris Dana, su asistente y amiga, pasó a ser la heredera de su legado.
Descubrimiento: la artista americana de los recientes América en los poemas inéditos de Gabriela Mistral

La preocupación de la poeta por una América desarrollada en libertad y en justicia se constataba en su prosa periodística. Ahora la corona su poesía.

¿Qué es América en la poesía inédita de Gabriela Mistral? Primero que nada es una serie de personajes egregios que enriquecen la América precolombina y mestiza de "Tala." Teníamos allí los grandiosos cantos o salmos a la cordillera y al sol (no al mar) entonados con fe y garganta de amauta, asumiendo una religiosidad india veteada de Biblia. Llamar, por ejemplo, a la Cordillera de los Andes: "Arca tendida de la Alianza" es de un atrevimiento genial que logra hebraizar trascendentalmente la geología y señalarle a lo indígena un rumbo protegido por la Divinidad.

Aunque "Tala" tenía atmósfera caribeña, calor tropical carecía de próceres. Ni siquiera Martí al alabar las palmas de Cuba. Ahora viene Martí en dos poemas inéditos y vienen O'Higgins y San Martín, Lincoln, Bolívar, Bilbao, Sandino, Marinello, en cuanto a insignes liberadores, revolucionarios y prisioneros.

Además, América ahora incluye a la del Norte mediante los poemas dedicados a "Padre Lincoln".

Ven a nosotros, el Padre,

sube por nuestra letanía,

que iremos detrás de ti,

rocío de cenit, sol de cristianía

El ámbito geográfico se amplía con poemas sobre Brasil: su Cristo del Corcovado, y su mitología amazónica: el Pájaro Yapú, Tupana, Cairé. No en vano vivió allá desde 1940 a 1945. Por eso le pide a Brasil:

Mírame a los ojos, óyeme los

pulsos,

sílbame bien tu secreto,

échame en tierra, revuélveme

con tus santas motas de tierra,

tus matorrales locos de insectos

y tu champaña de mariposas.

Y ahora cumple con el mar en dos poemas titulados "Montaña y mar". Esos son para ella los dos elementos esenciales de su Chile; la montaña por Elqui, el mar desde su primer encuentro en La Serena. Lo geológico le era más afín que lo marino, al revés de Neruda. La cordillera fue el entorno de su infancia, la querencia rocosa que amadrinaba su temperamento y su poesía. Tardó en poder cumplir con lo oceánico. Incluso en el "Poema de Chile," no hay navegación; meros vistazos del oleaje desde la costa.

A Chichén Itzá en Yucatán le dedica el poema "Al abra de mil columnas", que viene a ser su equivalente a las "Alturas de Machu Picchu", de Neruda. Una equivalencia muy diferente, por cierto, ya que no hay llamado a la revolución, sino conjuro para recuperar a los mayas:

Llego, paro, echo mis vistas,

doy voces, llamo desvariada,

las manos puestas en la Pirámide

y en las palmas la sangre

entregada.

Suben tan fuertes en cuanto

amanece,

acuden tan precisos, llegan,

saltan

como los pelotaris a la pista.

Al mediodía la mesa me abrazan

y esta noche de doble Casiopea

y de calenturienta Vía Láctea

baja a espirales

de sílabas dulces

a una gracia que casi es la Gracia.

Y en este poema, al revés de los salmos de "Tala", quien allí se expresa añora reunirse con los mayas, imagina recibirlos pero no abraza su religión; al contrario, la rechaza, confesando su sólido cristianismo.

También a Yucatán se le celebra con variaciones de poemas sobre un cenotle o pozo. Cito un pedazo:

En Yucatán nada es tan tierno

como el agua cenote y fría.

Leche de cabras no es tan dulce.

Tampoco la naranja, tampoco

la cidra.

Veo siempre, oigo siempre

como quien oye madre o madrina

oigo los cántaros yucatecos

irse llenando de dagas frías.

Al morirme, laven mi cuerpo

en su helada plata cautiva.

Deje mi cuerpo la cenotla

como piedra laja que brilla.

para contársela a mi madre

de la que nunca fue bebida

y contársela a la Muerte

y la Gloria viva.

Otro poema, curioso, enigmático, se titula "Había un mocetón blanco", y podría corresponder a Manco Capac.

amador que ama y no llega,

auditor que solo escucha

pero ya no tiene bulto

ni marcha meridianos.

"Padre Bolívar"

Toda esta plétora rebosa una América surtida en criaturas indias, mestizas y blancas, instadas a ser libres y cabales en el esplendor de su entorno. El extenso poema a Bolívar es una imprecación alzada por una mujer al padre de las independencias, al gestor de los países americanos. Y esa voz o portavoz sube y baja, fluctúa como un arroyo o se iza como un géiser. Llama, pide, denuncia:

"Padre Bolívar,

el de los ojos

de milano,

tú sabes qué venden los

hombres vendiendo su suelo:

la carne de hoy y la carne de

mañana;

venden el cuadro donde se

sientan los templos,

los pastales de nuestra leche

y el viñedo de nuestro vino,

la tierra de nuestros pies y el

aire de nuestro aliento.

Un sargento ha cedido el

desierto de sal,

un viejo enfermo el caucho

de nuestro reino

y todos han dado los petróleos

y las maderas

y los metales de nuestros hornos

y nuestros fuegos."

La América convivida en estadías o tránsitos, aparece ahora completándose con ese Brasil y ese Yucatán. También la pampa por donde

San Martín con O'Higgins

pasan en Abel y Seth,

el quemado en los metales

y el abrasado en la mies.

19 de octubre de 2008

Así es la vida- Ana María Shua



Así es la vida


Más que epidemia, una verdadera pandemia. Ataca, entre otros, a los obesos, a los mineros que respiran sílice, a las mujeres que usan trenzas atadas con cintas de colores: todos participamos en algún grupo de riesgo. La sintomatología aleatoria confunde el diagnóstico: una dermatitis, la lividez crónica o repentina, la pasión por los programas de entretenimiento, la alopecia genética, el insomnio, los espasmos intestinales, incluso la ausencia de todo síntoma.
La enfermedad se extiende a través de los continentes. Es inútil aislarse en el aire (a bordo de un avión) o en la mitad del mar. Puede atacar (y lo hace) en el mismo vientre materno, desde el momento en que comienza la división del óvulo fecundado, destruyendo al cigoto o al embrión o al feto. A veces sucede todo lo contrario: la crisis se difiere durante años, en algunos casos más de noventa.
El desenlace es siempre fatal



13 de octubre de 2008

Ulysses Mi perro

Mi amigo

Mi perro

Estaba leyendo, cuando escucho los ladridos de mi perro a lo lejos llega a mi lado, no le presto atención, en ese momento me muerde un tobillo y siento un dolor fuerte y punzante.

- Despierto.

Todo había sido un sueño, la tierra comenzó a moverse, era un terremoto.

Salgo rápidamente y siento el derrumbe de varios muebles de la pieza.

El polvo y los gritos de la gente llenan el ambiente. Si no hubiera despertado a tiempo, probablemente estaría entre los muertos o heridos. Llamo a mi perro, no contesta y recuerdo que había muerto hace unos seis años.

Mi perro muerto me había salvado, no creo en explicaciones sobrenaturales, mi subconsciente sabía el mejor modo de despertarme.

Aunque a veces dudo...

3 de octubre de 2008

Miguel Garrido Pérez


Presentación del libro Galería de Hiperbreves en la FNAC de Madrid 14 febrero 2002. Manuel Garrido (izquierda), ganador del premio Hiperbreves 2001, Ignacio Fernández Presidente del Círculo y Luis Landero Ujier Presidente del Círculo Cultural Faroni.



El profesional del suicidio


El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había arruinado: "No voy a matarle, don Braulio", dijo, "sino a suicidarme ante usted. Caiga mi sangre sobre su conciencia y lo que es peor, sobre su magnífica alfombra persa".

Don Braulio le disuadió: buenos consejos y una sugerencia: "Si desea quitarse la vida, ¿por qué no lo hace en casa del odioso Cortés?".
Y le convenció con un cheque generoso. "Aunque no le conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera".

Pero el odioso Cortés le contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, este le pagó para hacerlo en la de su enemigo Ramírez, y así sucesivamente. Ernesto se retiró veinte suicidios después. "La bondad de los hombres me ha salvado", solía decir.