Por encima de ellos vibra una escuadrilla de B-17, hoy con rumbo desacostumbrado, fuera de los habituales corredores de vuelo. Detrás de estas fortalezas volantes, la superficie inferior de las frías nubes es azul y sus suaves ondas están veteadas también de azul, con toques de rosa grisáceo o de color púrpura...Las alas y los estabilizadores sombreados de gris oscuro. Sombras ligeramente horizontales alrededor de las curvas del fuselaje y las barquillas. Los conos de las hélices -invisibles éstas por la rotación- emergen de la encapotada oscuridad del interior de las cubiertas. La luz del cielo transforma todas las superficies vulnerables en un uniforme y crudo gris. Los aviones zumban, estáticamente, en el cielo cero, derramando escarcha recién formada, sembrando el cielo de surcos de hielo blanco, color que armoniza con algunas capas de nubes, las minúsculas aberturas y ventanillas en suave negrura, el brillante morro de perspex para siempre en un fluir de nubes y sol.
El interior, negro obsidiana.
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