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12 de abril de 2013

TLALTECATZIN / En la soledad yo canto .



Tlaltecatzin de Cuauhchinanco fue señor de Cuauhchinanco, señoría chichimeca dominado por Tezcoco, en el actual estado de Puebla, durante el siglo XIV que dejó diversas obras literarias notables en náhuatl. El cronista Ixtlilxochitl, menciona que fue contemporáneo de Techotlala, señor de Tezcoco entre 1357 y 1409.
Tlaltecatzin acudía con frecuencia a la corte de Techotlala en Tezcoco para asuntos del gobierno. Este úlitmo gobernante promovía el cultivo literario náhuatl y pedía a sus cortesanos que hablaran náhuatl a la manera de los toltecas. En el ambiente cultural del Tezcoco de esa época Tlaltecatzin tuvo ocasión de conocer a destacados intelectuales de su época, se instruyó en las doctrinas concernientes a Quetzalcóatl. Además se conoce que Tlaltecatzin llegó a ser un destacado cuicapicqui 'compositor de canciones' de la corte. Sin embargo, sólo se ha conservado una composición de Tlaltecatzin, de extensión mediana, aunque mencionada más de una vez en la fuentes colecciones prehispánicas, esta composición se conoce como Tlaltecatzin icuic 'La canción de Taltecatzin', que es un una oda a la alegría de vivir aun cuando siguiendo el estilo de otros coetáneos de la época habla también de la congoja vital.

 Miguel León-Portilla lo llama “Cantor del placer, la mujer y la muerte”

TLALTECATZIN

En la soledad yo canto ...

En la soledad yo canto
a aquel que es mi Dios.
En el lugar de la luz y el calor,
en el lugar del mando,
el florido cacao está espumoso,
la bebida que con flores embriaga.

Yo tengo anhelo,
lo saborea mi corazón,
se embriaga mi corazón,
en verdad mi corazón lo sabe:

¡Ave roja de cuello de hule!,
fresca y ardorosa,
luces tu guirnalda de flores.
¡Oh madre!
Dulce, sabrosa mujer,
preciosa flor de maíz tostado,
sólo te prestas,
serás abandonada,
tendrás que irte,
quedarás descarnada.

Aquí tú has venido,
frente a los príncipes,
tú, maravillosa criatura,
invitas al placer.

Sobre la estera de plumas amarillas y azules
aquí estás erguida.
Preciosa flor de maíz tostado,
sólo te prestas,
serás abandonada,
tendrás que irte,
quedarás descarnada.

El floreciente cacao
ya tiene espuma,
se repartió la flor del tabaco.
Si mi corazón lo gustara,
mi vida se embriagaría.

Cada uno está aquí,
sobre la tierra,
vosotros señores, mis príncipes,
si mi corazón lo gustara,
se embriagaría.
Yo sólo me aflijo,
digo:
que no vaya yo
al lugar de los descarnados.
Mi vida es cosa preciosa.
Yo sólo soy,
yo soy un cantor,
de oro son las flores que tengo.

Ya tengo que abandonarla,
sólo contemplo mi casa,
en hilera se quedan las flores.
¿Tal vez grandes jades,
extendidos plumajes
son acaso mi precio?

Solo tendré que marcharme,
alguna vez será,
yo solo me voy,
iré a perderme.
A mí mismo me abandono.
¡Ah, mi Dios!

Digo: váyame yo,
como los muertos sea envuelto,
yo cantor,
sea así.
¿Podría alguien acaso adueñarse de mi corazón?
Yo sólo así habré de irme,
con flores cubierto mi corazón.

Se destruirán los plumajes de quetzal,
los jades preciosos
que fueron labrados con arte.
¡En ninguna parte está su modelo
sobre la tierra!
Que sea así,
y que sea sin violencia.

 [Versión directa, del náhuatl al español, de Miguel León-Portilla.]

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