Me ven ahora

31 de mayo de 2014

Gonzalo Escarpa / Para mí



Dime cuáles son para ti
las diez palabras más bellas de la lengua castellana,
y te diré quién eres

Nicanor Parra
Para mí
la primera barcarola
porque es mentira y además se puede
cantar en dos idiomas

la 2 podría ser
un adjetivo en femenino

blanca

la tres, tálamo,
no necesita explicación

4 cincel
5 amapola
epitalamio puede ser la sexta
aunque tal vez suena algo rebuscada
amor sería más fácil
pero también más tonto
la siete bocamanga

podría escoger ángel
pero prefiero feria
sí, feria es la octava
la novena palabra es artefacto
(siempre me gustó)
la décima vergel

Gonzalo Escarpa
(Fátiga de materiales, 2006)

Gabriel Celaya / La poesía es un arma cargada de futuro




)
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,

fieramente existiendo, ciegamente afirmando,

como un pulso que golpea las tinieblas,


cuando se miran de frente

los vertiginosos ojos claros de la muerte,

se dicen las verdades:

las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.


Se dicen los poemas

que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,

piden ser, piden ritmo,

piden ley para aquello que sienten excesivo.


Con la velocidad del instinto,

con el rayo del prodigio,

como mágica evidencia, lo real se nos convierte

en lo idéntico a sí mismo.


Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.


Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan

decir que somos quien somos,

nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo.


Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.


Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas

personales, me ensancho.


Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,

y calculo por eso con técnica, qué puedo.

Me siento un ingeniero del verso y un obrero

que trabaja con otros a España en sus aceros.


Tal es mi poesía: poesía-herramienta

a la vez que latido de lo unánime y ciego.

Tal es, arma cargada de futuro expansivo

con que te apunto al pecho.


No es una poesía gota a gota pensada.

No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

Es algo como el aire que todos respiramos

y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.


Son palabras que todos repetimos sintiendo

como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.

Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.

Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.



(De "Cantos iberos", 1955

Joan Margarit /Despedir-se


Despedir-se

He tret catifes i cortines,
les taules on fa temps que no menjo ni escric.
He tret els quadres i he pintat els murs
per esborrar les marques de tants anys.
He guardat alguns llibres. Sé quins són.
He destruït cartes d'amor.
Silenciosos, els amors
ara són icebergs errants del pensament.
Sense racons per a la por, la casa
m'ha despullat els ulls. Ni l'esperança
pertorbarà l'última mort.
No hi ha cap altra casa pels qui estimo.

Despedirse

He retirado alfombras y cortinas,
todas las mesas en las que hace tiempo
que ni como ni escribo.
He sacado los cuadros y he pintado los muros
para borrar señales de los años.
Guardo unos pocos libros. Sé bien cuales.
He destruido
cartas de amor que no me amaban ya.
Silenciosos, ahora, los amores
son icebergs errantes del pensar.
La casa, sin rincones para el miedo
deja mis ojos más desnudos.
Nada, ni la esperanza,
podrá perturbar ya la última muerte.
No hay otra cosa para los que amo.

Misteriosamente feliz, Visor libros Edición bilingüe Catalá -Castellano.

 

 

29 de mayo de 2014

Octavio Paz / Cuerpo a la vista


“Cuerpo a la vista”

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
plata sin fin de tu costado.

tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minuto después son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises

la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.

28 de mayo de 2014

Juan Carlos Abril / Traición

Tardes de infancia», óleo de Manuel Tricallotis


Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.

De "Un intruso nos somete", 1997


Juan Carlos Abril

Felipe Benítez Reyes / La desconocida

En aquel tren, camino de Lisboa,
en el asiento contiguo, sin hablarte
–luego me arrepentí.
En Málaga, en un antro con luces
del color del crepúsculo, y los dos muy fumados,
y tú no me miraste.
De nuevo en aquel bar de Malasaña,
vestida de blanco, diosa de no sé
qué vicio o qué virtud.
En Sevilla, fascinado por tus ojos celestes
y tu melena negra, apoyada en la barra
de aquel sitio siniestro,
mirando fijamente -estarías bebida- el fondo de tu copa.
En Granada tus ojos eran grises
y me pediste fuego, y ya no te vi más,
y te estuve buscando.
O a la entrada del cine, en no sé dónde,
rodeada de gente que reía.
Y otra vez en Madrid, muy de noche,
cada cual esperando que pasase algún taxi
sin dirigirte incluso
ni una frase cortés, un inocente comentario…
En Córdoba, camino del hotel, cuando me preguntaste
por no sé qué lugar en yo no sé qué idioma,
y vi que te alejabas, y maldije a la vida.
Innumerables veces, también,
en la imaginación, donde caminas
a veces junto a mí, sin saber qué decirnos.
Y sí, de pronto en algún bar
o llamando a mi puerta, confundida de piso,
apareces fugaz y cada vez distinta,
camino de tus mundos, donde yo no podré
tener memoria.

Felipe Benítez Reyes
(Los vanos mundos, 1985)

27 de mayo de 2014

Joan Margarit / El Alba en Cádiz



El Alba en Cádiz


Delante del hotel el mar brumoso.
Las largas líneas de espuma gris
dibujan una barra de arrecife
ante la balaustrada de la playa.
He oído tu nombre pronunciado
en la lengua del mar. Y dice que te vas.

Lo repiten las negras, solitarias cigüeñas
que en silencio planean sobre el agua.
Nunca sabré que sabes tú de mí,
ni en qué verdad hemos estado juntos,
ni si en ella estaremos para siempre.
Este no puede ser un mal dolor
si es un dolor que viene desde ti
por este turbio mar.
Diciembre, el último diciembre juntos.
Después, buscar en mí tu voz perdida.

Joan Margarit, Joana, poesía Hiperión.

Paul Auster / Noches blancas




Noches blancas


Nadie aquí,
y el cuerpo dice: cuanto se diga
no debe ser dicho. Pero nadie
es un cuerpo igualmente, y lo que el cuerpo dice
nadie lo oye
sino tú.

Nevada y noche. La repetición
de un asesinato
entre los árboles. La pluma
se mueve por la tierra: ya no sabe
qué va a ocurrir, y la mano que la sostiene
ha desaparecido.

Escribe, sin embargo.
Escribe: en el principio,
entre los árboles, un cuerpo vino caminando
desde la noche. Escribe:
la blancura del cuerpo
es del color de la tierra. Es tierra,
y la tierra escribe: todo
es del color del silencio.

Ya no estoy aquí. Nunca he dicho
lo que tú dices
que he dicho. Y, sin embargo, el cuerpo es un lugar
donde nada muere. Y cada noche,
desde el silencio de los árboles, sabes
que mi voz
viene caminando hacia ti.

Manuel Vázquez Montalbán / Paseo por una ciudad


Paseo por una ciudad

Paseo por una ciudad
sin orillas
             miente la tarde
espejos despedidas humos
que denuncian retornos
                        me deja solo
el paso de muchachas alejadas
no pronuncian mi nombre no decretan
                                     mi muerte
entonces regreso
a los artesonados pasillos del recuerdo
pieles carnes repletas siluetas
                                 en sus cueros
el ruido de los párpados al cerrarse
                                      y tal vez
tal vez un grito literario puso nombre
al instante en que fui feliz
                              a la sombra
siempre a la sombra
                     de las muchachas sin flor.

A la sombra de las muchachas sin flor  (1973)

 

 

26 de mayo de 2014

Roger Wolfe / Seguro que a Eliot no le pasaban estas cosas


Seguro que a Eliot no le pasaban estas cosas


Fumando un cigarrillo.
Leyendo un libro que empecé
hace seis meses. Esperando
A que alguien llame por teléfono.
La vida esta tarde se me hace
tan monótona, tan insoportablemente
como tres gerundios al comienzo de un poema.


Glosa a Celaya

La poesía
es una arma
cargada de futuro.


Y el futuro
es del Banco
de Santander

Cinco años de cama (1998)

Roger Wolfe / Nada de esto te viene en el manual


Nada de esto te viene en el manual


La ducha no funciona.
La sartén convierte en picadillo
lo que se supone que tenía que ser
nuestra comida. Abro el grifo
del fregadero
y me quedo con él en la mano.
El perro está cojo. La mujer
con la que vivo ha terminado
de ponerse mala de los nervios.
El teléfono no deja de sonar.
(He puesto un contestador
y no he conseguido remediar la situación.
Al revés. El que no sigue llamando
se me presenta directamente en casa
sin previo aviso.)
Hace ocho meses que envié
un manuscrito de hace dos años
a un editor. Me dijo
que me enviaría el contrato
y un anticipo. Y todavía
estoy esperando. Tengo
trescientos folios encima de la mesa
que tendría que haber tenido listos
para hace dos meses por lo menos.
Lo que queda
de la cuenta bancaria
está en rojo.
Duermo cuatro horas, si las duermo,
y aún así no parece haber manera
de ponerse al día.
(Y acordarme de Balzac
no me sirve de gran cosa.)
Me duelen los riñones,
la espalda, los ojos, y me duele
hasta la polla, y eso
que tengo suerte últimamente
si la consigo usar para mear.
(Fui al médico y me preguntó
que cómo me ganaba la vida.
Garabateando, le dije.
Quince horas de promedio
delante del ordenador.
Se encogió de hombros y me dijo
que lo más probable
era que acabara ciego
poco antes de llegar
a los cuarenta.
Luego añadió
que en cuanto a lo otro
no le extrañaría nada
que lo del análisis se tratara
de un quiste hidatídico.
Pero que podría
ser peor.)
Y finalmente llego a casa
y el portero
me comunica
que los del ayuntamiento están a punto
de declarar en ruina el edificio.
Y luego suena el teléfono
una vez más
y un bromista me pregunta
que si estoy escribiendo algo últimamente.
Por supuesto, le digo.
Incluso estoy probando una nueva técnica.
¿Una nueva técnica?
Sí, ¿no la conoces?
Se trata de meterte
un bolígrafo en el culo
y luego hacerte una paja
sentado encima de un papel.
No es realmente
nada nuevo.
Pero optimiza el tiempo que da gusto,
y es catártico, además.
Y aunque no parece demasiado
convencido
hay una cosa
que sí puedo garantizar:
con esa clase de respuestas
te los acabas de quitar de encima
de una vez por todas.
Juro que no vuelven a llamar.
En cuanto a las promesas de inmortalidad
garantizada
que te ofrecen sacándote en sus papeles,
hace tiempo que dejé de preocuparme.
A juzgar por las magnas biografías
de los grandes personajes de la historia
es más que evidente
que con mis ridículos avatares cotidianos
no doy la talla ni de coña.

Arde Babilonia (1994)

25 de mayo de 2014

Roger Wolfe /El trabajo sucio

 

EL TRABAJO SUCIO

Yo haré
el trabajo
sucio.

Karmelo C. Iribarren

He vuelto a la poesía.
a la que siempre
me ha gustado:
la poesía elegíaca, narrativa,
de reflexión profunda y medidas dosis de ensimismamiento.
Leo a Parcerisas, a Joan Margarit.
Releo a Juan Luis Panero,
a Cesare Pavese y a Cernuda.
Descubro los poemas amorosos
de Abelardo Linares. Me deslumbro.
Son una maravilla.
Buena parte de mi propia
poesía no es así, lo sé.
Pero uno no siempre escribe
lo que le gusta leer.
Uno no escribe necesariamente
lo que quiere, sino lo que debe escribir.
Uno mira alrededor y se da cuenta
de que hay montañas de ropa sin lavar.
El trabajo sucio.
Alguien -como dice
mi amigo Iribarren- lo tiene que hacer.

Afuera canta un mirlo (2010)

24 de mayo de 2014

Roger Wolfe / Te levantas de la cama y es la guerra

 

Te levantas de la cama y es la guerra

Suena el teléfono. Manolo. Me comunica
que le han dejado un ojo como un plato.
En una fiesta —cosas que ocurren, me dice,
cuando uno se divierte. Algo
que, como ya se sabe, no gusta demasiado
a la mayoría de la gente.
Que si salgo, me pregunta.
Estoy trabajando. Escribo este poema,
fumo, escucho a la vecina, que otra vez
se ha puesto en pie de guerra con el crío,
la merienda, los tebeos, la leche. Pienso
que no me importaría nada ser el personaje
de ese libro que hay sobre la mesa.
Podría al menos
conocer New York, coger el metro, disparar
la Browning, romper todos los dedos de las manos
a aquellos que más odio.
Le digo que no puedo. Me atenazan
el alquiler, las moscas, el verano,
la ciudad, la gente, los semáforos.
Pero que si quiere puede pasarse por mi casa.
Bajaré a por unas latas, hay tabaco.
Charlaremos.
Días perdidos en los transportes públicos (1992)

Roger Wolfe / El extranjero

 

El extranjero


Me asomo a la terraza.
Una mujer se arregla el pelo
delante de un espejo
en el edificio de enfrente
de mi casa.

Estaba leyendo
a Dostoyewski. Cierro el libro,
lo dejo encima de la mesa,
me siento y abro
otra cerveza. Qué aburrido,
Dostoyewski, la cerveza,
las mujeres, los libros,
los espejos. Qué aburrido
sentarse y esperar la muerte
mientras la gente fornica,
come, trabaja o se solaza
bajo el sol sucio de septiembre,
y uno sabe, positivamente,
que nada va a ocurrir.

23 de mayo de 2014

Manuel Vázquez Montalbán /Nunca desayunaré en Tiffany



Nunca desayunaré en Tiffany
ese licor fresa en ese vaso
Modigliani como tu garganta
                                 nunca
aunque sepa los caminos
                                 llegaré
a ese lugar del que nunca quiera
regresar

                    una fotografía, quizá
una sonrisa enorme como una ciudad
atardecida, malva el asfalto, aire
que viene del mar
y el barman
nos sirve un ángel blanco, aunque
sepa los caminos nunca encontraré
esa barra infinita de Tiffany
                              el juke-box
donde late el último Modugno ad
un attimo d'amore che mai piu ritornerá...

y quizá todo sea mejor así, esperando
porque al llegar no puedes volver

a Ítaca, lejana y sola, ya no tan sola,
ya paisaje que habitas y usurpas
nunca,
nunca quiero desayunar en Tiffany, nunca
quiero llegar a Ítaca aunque sepa los caminos

lejana y sola.

Manuel Vázquez Montalbán

 Versos de su libro Una educación sentimental, (1967)

22 de mayo de 2014

Juan Carlos Abril / Poemas

Antiguo cortijo de Xistos altos de Los Villares, el cual fue derrumbado hace tiempo por su mal estado.
Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, España, 1974) es Doctor por la Universidad de Granada y actualmente profesor de Literatura Española en dicha Universidad.

Ha publicado los libros de poemas Un intruso nos somete (1997, 2004), El laberinto azul (2001), Crisis (2007), y Poesía (1997-2007).

Ha preparado ediciones de autores como Luis García Montero o José Manuel Caballero Bonald, y preparó la antología Deshabitados (2008). También ha traducido, junto a Stéphanie Ameri, Las cenizas de Gramsci, de Pier Paolo Pasolini, o Los Indomables, de Filippo Tommaso Marinetti, entre otros.

Forma parte de numerosas antologías, entre las que destacan 10 menos 30. La ruptura interior en la «poesía de la experiencia», de Luis Antonio de Villena (1997), Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía, de Josep M. Rodríguez (2001), Veinticinco poetas españoles jóvenes (2003), o Cima de olvido, de Rafael Alarcón Sierra (2006).

También ha publicado crítica literaria y poemas en diversas revistas como Ínsula, Cuadernos Hispanoamericanos, Historia y Política, Rilce, Letras de Deusto, La Estafeta del Viento, Litoral, El Maquinista de la Generación, Sibila, Humanitas, Analecta Malacitana, RevistAtlántica, Renacimiento, Clarín, Campo de Agramante, Prima Littera, La página, La Poesía, señor hidalgo, o Cuadernos del Matemático. Dirige la revista Paraíso.

TRAICIÓN


Este mundo de enfrente se encarama
donde puede y es tuyo sin saberlo,
a tu vida traiciona sin buscarlo
y no tienes la culpa.

En el pasado
fuiste feliz con la tranquilidad
de aquellos sueños, todas las promesas:
habitaba en tu mente un bosque inmenso
y siempre te asombrabas
con el murmullo de las caracolas.
Te sentías seguro en sus manos, protegido
por la mirada noble y bondadosa del padre.
Detrás de su existencia sólo había
una debilidad única: tú.

Nunca
más brillarán los ojos como entonces,
víctima de una infancia
demasiado perfecta.

EL CLAVO

Todo lo revivido se estremece.

Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.

Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
Puede ser una señal
y casi te deslumbra.

En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.

Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.

FLOR PENSATIVA

A Stéphanie Ameri

Entonces entender es la fractura,
otra omisión
que no se justifica.
Vas surgiendo
desvaída en el punto en que se rompe
aquel olor de hojas que la brisa
como una nueva explicación del mundo
distrae, alegremente.
Estás sentada.
Tan despeinada y pálida después
del esfuerzo infeliz y del trabajo.
No hay repetición.
Son nombres
que ofreces al azar y, sin embargo,
impensables sin esa compasión
que crece derramada por tu boca,
ese licor de la imprudencia.
Ahora
descansas. Estás sola.
Y es un filo brillante
que a todo da sentido, siempre ahí
desde lo más oscuro, sin ser dicho.

(De El laberinto azul, 2001)

EMOCIÓN BREVE


Por la escalera azul de la mañana
el deshollinador.
Su piel de escamas y sus cejas
serpentinas, felices
bailan. Todo podrá cambiarse,
dice. Nada me toca.
(De Crisis, 2007)

DON DE LA INGENUIDAD


Cuando regreses
a la ciudad verás las ilusiones
que madrugan con sus acentos
incapaces de desprenderse
del pasado, que ignoran
lo mismo que nosotros.

Tú ni siquiera sabes por qué vives,
cómo es posible limitar
la realidad de varias formas,
si es tuyo este deseo
en la utopía de los débiles,
rebeldes, nunca hermosos.

No dormirán las culpas hasta tarde
y en su espiral el ruido
con su dragón ajuglarado
bisbiseará un nuevo día:
Horarios imposibles,
beata actividad.

Contra ti mismo cuántas veces;
cuántos modos conoces
de hacerte daño.
Ya no quedan violines
y la melancolía de las fuentes
posee menos memoria
que sentido común.

He de explicarlo casi todo.
El tiempo, como un herpes, su sintaxis
sin posibilidad. Irás
pero no volverás.
Este país tiene la pata herida.

Yo quise destruirme
fregando platos,
dije lo que me apetecía.

En los desfiladeros
de mis eses,
con el afán
de principios de curso
superé mi propia rutina
y eliminé
lo que no soportaban.

Unos dicen que ha muerto,
otros que nunca morirá.

Aún así
te convences con poco.

Colono de una lengua
que hoy sigues recordando,
quiero reírme
de esas largas genealogías
mientras diseño aquí mi casa:
encinas y palmeras,
tamarindos,
palabras con descuento
e insistencia:
es tu virtud.

Y otro episodio
dentro de ese vacío
infantiloide
que debes aceptar
intermitente,
la descripción de un personaje
con flexibilidad: ser puente o río.

(Inédito)

21 de mayo de 2014

Nikos Kazantzakis / Que simple y frugal es la felicidad




Qué simple y frugal es la felicidad:
un vaso de vino,
una castaña asada,
un pequeño y miserable brasero,
el sonido del mar...

Lo único necesario para experimentar
la felicidad aquí y ahora
es poseer un corazón simple y frugal.

Nikos Kazantzakis
(Zorba el griego, 1946)

20 de mayo de 2014

Octavio Paz / La poesía

 
Día de verano en Møns Klint, Carl Frederic AAgaard (1877)


La Poesía

Llegas, silenciosa, secreta,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que solo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya solo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente,
abres mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
substancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan solo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan solo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma.

Eres tan solo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.

Octavio Paz
(Libertad bajo palabra, 1935-1957)

Miguel Hernández / Por desplumar arcángeles

Por desplumar arcángeles


Por desplumar arcángeles glaciales,
La nevada lilial de esbeltos dientes
Es condenada al llanto de las fuentes
Y al desconsuelo de los manantiales.

Por difundir su alma en los metales,
Por dar el fuego al hierro sus orientes,
Al dolor de los yunques inclementes
Lo arrastran los herreros torrenciales.

Al doloroso trato de la espina,
Al fatal desaliento de la rosa
Y a la acción corrosiva de la muerte.
Arrojado me veo, y tanta ruina
No es por otra desgracia ni otra cosa
Que por quererte y sólo por quererte



19 de mayo de 2014

Pablo Neruda / Cadiz

 

Cádiz desde la Torre de Poniente

Elegía de Cádiz


Amarrada a la costa como una clara nave,
Cádiz, la pobre y triste rosa de las cenizas,
azul, el mar o el cielo, algunos ojos,
rojo, el hibiscus, el geranio tímido,
y lo demás, paredes roídas, alma muerta.
Puerto de los cerrojos, de las rejas cerradas,
de los patios secretos serios como las tumbas,
la miseria manchando como sombra
la dentadura antigua de una ciudad radiante
que tuvo claridad de diamante y espada.
Oh congoja del papel sucio que el viento
enarbola y abate, recorre las calles pisoteado
y luego cae al mar, se consume en las aguas,
último documento, pabellón del olvido,
orgullo del penúltimo español.
La soberbia se fue de los pobres roperos
y ahora una mirada sin más luz que el invierno
sobre los pantalones pulcramente parchados.
Sólo la lotería grita con mentira de oro:
el 8-9-3 el 7-0-1
el esplendor de un número que sube en el silencio
como una enredadera los muros de las ruinas.
De cuando en cuando golpea la calle un palo blanco.
Un ciego y otro ciego. Luego el paño mortuorio
de seis sotanas. Vámonos. Es hora de morir.

Gonzalo Rojas / No le copien a Pound



No le copien a Pound


No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso
de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en sánscrito,
con su chino a medio aprender, su griego translúcido
de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo
Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio
de hacer y rehacer hasta llegar a tientas al gran palimpsesto de lo Uno;
no lo juzguen por la dispersión: había que juntar los átomos,
tejerlos así, de lo visible a lo invisible, en la urdimbre de lo fugaz
y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto
con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver,
y ése el Espíritu, lo inacabado
y lo ardiente, lo que de veras amamos
y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre
y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable;
no, nuevos semidioses
del lenguaje sin Logos, de la histeria, aprendices
del portento original, no le roben la sombra
al sol, piensen en el cántico
que se abre cuando se cierra como la germinación, háganse aire,
aire-hombre como el viejo Ez, que anduvo siempre en el peligro, salten intrépidos
de las vocales a las estrellas, tenso el arco
de la contradicción en todas la velocidades de lo posible, aire y más aire
para hoy y para siempre, antes
y después de lo purpúreo
del estallido
simultáneo, instantáneo
de la rotación, porque este mundo parpadeante sangrará,
saltará de su eje mortal, y adiós ubérrimas
tradiciones de luz y mármol, y arrogancia; ríanse de Ezra
y sus arrugas, ríanse desde ahora hasta entonces, pero no lo saqueen; ríanse, livianas
generaciones que van y vienen como el polvo, pululación
de letrados, ríanse, ríanse de Pound
con su Torre de Babel a cuestas como un aviso de lo otro
que vino en su lengua;
cántico,
hombres de poca fe, piensen en el cántico.

18 de mayo de 2014

Susana Reyes / Los libros

 

 

Los libros

Los libros saben a una tarde iluminada
A los viejos poemas de la adolescencia
A un café en un balcón antiguo
A la voz de la abuela repitiendo a Darío
A la búsqueda del hogar que no fue

Los libros, lugar y espacio de los felices
De los desahuciados
De los que rompen cristales en los almacenes

Libros que cantan por las mañanas
y cantan una canción antigua

Libros de papel, de barro, de alabastro
Libros que corren por las venas

Que juntan tapices para dibujarlos en selvas

Libros de pared, de noche, de cristal, de piel y de sueños

De dolor y rabia entre las líneas


Libros de colores, sordos, mudos, sigilosos

Libros con ademán de gente culta

Libros que no saben leer tus angustias

Libros almohada, piedra de puerta
Tropiezo del corazón

Libros felices
Libros con vocación de curita
hisopo, gasa o pomada

Libros de mar y de tierra
de arena y de tempestad

Libros de letras extrañas

Libros de canto, con la astucia de los gatos en la madrugada

Libros de silencio acurrucado en las ventanas

Libros sembrados junto a una planta

Libros inválidos, libros de amor y de sombras

Libros para desayunar, almorzar o esperar en una banca.

Libros de arroz y sustento
con un ojo puesto en la distancia

Libros con la dulzura

y la curiosidad de los niños

Libros de viejas fotos en silencio.

Libros sin una sola piel para herirlos

Libros que bajan de madrugada las escaleras
asaltan,
y te devuelven una lágrima, una sonrisa
o simplemente te dejan en paz.

(Inédito)

Susana Reyes / Amamos las ciudades



Pero el remedio, aunque sea imperfecto, es huir siempre del
último sitio donde se ha sufrido

Charles Dickens, Casa desolada

La ciudad seguirá su pulso
el horizonte se ha desnudado de volcanes
el filo de los pinos muerde la tarde
y la voz de todos ensordece los pasos

Un susurro de viento y verde intenta aliviarla

Le ha dicho que nunca se juega con fuego
que el sabor de la soledad
terminará por vencer su alma
que nunca volverá por el mismo sendero
y que afuera caen, a pedazos, los pájaros.

Ayer soñó con la transparencia de viejos días
y rechazaba las caricias
de manos tristes
y la boca era un cuchillo desangrado

Soñó el ruido de la tarde
su látigo de fuego en la habitación
la vasta soledad del jardín acurrucado
las manos sobre el cuerpo tibio y sonriente
la voz como luz recorriendo las cortezas

Llueven diamantes sobre los árboles
y un mar silencioso y verde se mece.

................................
Los solitarios Amamos las Ciudades
Susana Reyes, San Salvador

17 de mayo de 2014

Karmelo Iribarren / Trágame tierra



El semáforo cambia a ámbar,
no me va a dar tiempo
a pasarlo,
acelero,
pero es inútil:
rojo.

                   Freno,
y me entretengo mirando
a una deliciosa pelirroja
que empieza a cruzar
la calle,
y que me mira
a su vez,
que no me quita ojo,

y que resulta ser
-trágame tierra-
una amiga de mi hija.

16 de mayo de 2014

Homero Aridjis / Como en una película


COMO EN UNA PELÍCULA

todavía no me canso de ver la película de mi vida
mientras la luz entra por debajo de la cortina

todavía la cinta de mi infancia está en la bobina
y la silueta del proyeccionista está en la cabina

todavía el amor atraviesa el otoño
como antes de que la función comenzara

todavía nuestros cuerpos se abrazan en la pantalla
mirándose en el vacío de la cara

todavía los espectadores son sombras
sentadas en la sala sin puertas de la vida

todavía ella pasa lejos
como en una película

Poema soñado la madrugada del martes 20 de junio de 2006

Karmelo Iribarren / Historia apenas entrevista



Acaba de cruzar frente a mi parabrisas.
Es ella. La recuerdo muy bien.
Siempre con algún libro
de Simone de Beauvoir
("Acabemos con la tiranía de la belleza"
y ese tipo de historias).
Luego, un día, desapareció. Se fue a vivir
con un viejo economista.
Se ha pasado al enemigo, dijeron unas.
Ya se sabe, el dinero tiene imán, dijeron otras...
Pero no. Sucedió algo
mucho más sencillo. Tanto
que fue ella misma la primera
sorprendida: Se enamoró.

15 de mayo de 2014

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14 de mayo de 2014

Lawrence Durrell / El cuarteto de Alejandría




El cuarteto de Alejandría es una tetralogía de novelas del escritor británico Lawrence Durrell, publicadas originalmente por separado entre 1957 y 1960. Tuvieron un gran éxito, tanto de crítica como de público. Presentan cuatro perspectivas diferentes de un mismo conjunto de personajes y acontecimientos que tienen lugar en Alejandría, Egipto, antes y durante la II Guerra Mundial. En estas novelas investiga el amor en todas sus formas, y en ellas se mezclan pasajes de gran belleza con estudios sobre la corrupción y con una compleja investigación sensual.
En la primera novela, Justine, el lector se introduce en los ambientes de la cosmopolita ciudad de Alejandría y en los personajes de la tetralogía. Darley, el narrador, es un escritor que siente un intenso amor hacia Justine, una mujer casada y enigmática, con un oscuro pasado y gran capacidad de fascinar; el amor es un sentimiento que Durrell explora con minuciosidad.
El segundo libro, Baltazhar, retoma la historia del primero, incluso muchas de las situaciones narradas ya aparecían en él. Esta novela gira en torno a Baltazhar, amigo de Justine, Darley y el resto de personajes de la primera novela. Es un médico iniciado en el estudio de la cábala, y su sabiduría aporta una nueva dimensión al argumento y personajes ya conocidos. La ciudad, como en las otras novelas, tiene una importancia fundamental.
Mountolive narra, de forma más lineal y objetiva, una historia de intriga. En ella hay menos introspección de sentimientos y personajes, y más narración de acontecimientos. Mountolive es un diplomático de la embajada británica, amigo de Nessim, el marido de Justine. Su historia en Alejandría queda recogida aquí, especialmente su relación amorosa con Leila, la madre de Nessim, y su implicación en una conspiración de tipo político en la que participan Nessim y Justine.
La última novela, Clea, explica el sentido de la totalidad de la obra. Es la que le da una perspectiva temporal: las tres primeras novelas giran en torno a unos mismos hechos, y esta cuarta tiene lugar después. Darley vuelve tras su retiro en una isla a Alejandría, durante la Segunda Guerra Mundial, y vive una historia de amor con Clea, una pintora que forma parte del círculo de personajes de la tetralogía. La relación entre ellos tendrá paralelismo con la creación artística y, por supuesto, con el ambiente de la ciudad. " Me he refugiado en esta isla con algunos libros y la niña, la hija de Melissa. No sé por qué empleo la palabra "refugiado". Los isleños dicen bromeando que sólo un enfermo puede elegir este lugar perdido para restablecerse. Bueno, digamos, si se prefiere, que he venido aquí para curarme... De noche, cuando el viento brama y la niña duerme apaciblemente en su camita de madera junto a la chimenea resonante, enciendo una lámpara y doy vueltas en la habitación pensando en mis amigos, en Justine y Nessim, en Melissa y Balthazar. Retrocedo paso a paso en el camino del recuerdo para llegar a la ciudad donde vivimos todos un lapso tan breve, la ciudad que se sirvió de nosotros como si fuéramos su flora, que nos envolvió en conflictos que eran suyos y creíamos equivocadamente nuestros, la amada Alejandría.

Fragmento inicia de "Justine"

"¡He tenido que venir tan lejos para comprenderlo todo! En este desolado promontorio que Arcturo arranca noche a noche de las tinieblas, lejos del polvo calcinado de aquellas tardes de verano, veo al fin que ninguno de nosotros puede ser juzgado por lo que ocurrió entonces. La ciudad es la que debe ser juzgada, aunque seamos sus hijos quienes paguemos el precio.

En esencia, ¿qué es esa ciudad, la nuestra? ¿Qué resume la palabra Alejandría? Evoco en seguida innumerables calles donde se arremolina el polvo. Hoy es de las moscas y los mendigos, y entre ambas especies de todos aquellos que llevan una existencia vicaria.

Cinco razas, cinco lenguas, una docena de religiones; el reflejo de cinco flotas en el agua grasienta, más allá de la escollera. Pero hay más de cinco sexos y sólo el griego del pueblo parece capaz de distinguirlos. La mercadería sexual al alcance de la mano es desconcertante por su variedad y profusión. Es imposible confundir a Alejandría con un lugar placentero. Los amantes simbólicos del mundo helénico son sustituidos por algo distinto, algo sutilmente andrógino, vuelto sobre sí mismo. Oriente no puede disfrutar de la dulce anarquía del cuerpo, porque ha ido más allá del cuerpo. Nessim dijo una vez, recuerdo -y creo que lo había leído en alguna parte- que Alejandría es el más grande lagar del amor; escapan de él los enfermos, los solitarios, los profetas, es decir, todos los que han sido profundamente heridos en su sexo.

Notas para un paisaje... Largas modulaciones de color. Luz que se filtra a través de la esencia de los limones. Polvo de ladrillo suspendido en el aire fragante, y el olor del pavimento caliente recién regado. Nubes livianas, al ras del suelo, que sin embargo rara vez traen lluvia. Sobre ese fondo se proyectan rojos y verdes polvorientos, malva pastel y un carmesí profundo y diluido. En verano la humedad del mar da una leve pátina al aire. Todo parece cubierto por un manto de goma.
Y luego, en otoño, el aire seco y vibrante, cargado de áspera electricidad estática, que inflama el cuerpo bajo la ropa liviana. La carne despierta, siente los barrotes de su prisión. De noche una prostituta borracha camina por una calle oscura, sembrando los fragmentos de una canción como si fueran pétalos. ¿Fue allí donde escuchó Antonio los acordes arrobadores de esa música sublime que lo impulsó a entregarse para siempre a la ciudad que amaba?

Los cuerpos hoscos de los jóvenes inician la caza de una desnudez cómplice, y en esos pequeños cafés a los que solía ir Balthazar con el viejo poeta de la ciudad (se refiere a poema de Kavafis sobre La Ciudad), los muchachos, nerviosos, juegan al chaquete bajo las lámparas de petróleo y, perturbados por el viento seco del desierto -tan poco romántico, tan sospechoso-, se agitan y se vuelven para mirar a los recién llegados. Les cuesta respirar y en cada beso del verano reconocen el gusto de la cal viva...

He venido a reconstruir piedra por piedra esa ciudad en mi mente, esas provincias melancólicas que el viejo (se refiere a "El Viejo" de Kavafis) veía llenas de las "ruinas sombrías" de su vida. Estrépito de los tranvías estremeciéndose en sus venas metálicas mientras atraviesan la meidan color de iodo de Mazarita. Oro, fósforo, magnesio, papel. Allí nos encontrábamos a menudo. En verano había un tenderete abigarrado donde a ella le gustaba saborear tajadas de sandía y sorbetes de colores brillantes. Naturalmente, llegaba siempre un poco tarde, de vuelta quizá de una cita en una habitación oscura en la que yo trataba de no pensar, tan frescos, tan jóvenes eran los pétalos abiertos de la boca que caía sobre la mía para saciar la sed del verano. Quizás el hombre a quien acababa de abandonar rondaba aún en su memoria, quizá persistía aún en ella el polen de sus besos. Pero eso importaba muy poco ahora que sentía el leve peso de su cuerpo apoyando su brazo en el mío, sonriendo con la sinceridad generosa de los que han renunciado a todo secreto. Era bueno estar allí desmañados, un poco tímidos, respirando agitadamente porque sabíamos lo que cada uno esperaba del otro. Los mensajes se transmitían prescindiendo de la conciencia, por la pulpa de los labios, por los ojos, por los sorbetes, por el tenderete abigarrado. Permanecer allí alegremente, tomados de los meñiques, bebiendo la tarde profundamente olorosa a alcanfor, como si fuéramos parte de la ciudad...

Esta noche estuve revisando mis papeles. Algunos han ido a parar a la cocina, la niña ha roto otros. Me gusta esta especie de censura porque tiene la indiferencia del mundo natural por las construcciones del arte, indiferencia que empiezo a compartir. Después de todo, ¿de qué le sirve a Melissa una hermosa metáfora ahora que yace como una momia anónima en la tibia arena del estuario negro?

Pero estos papeles que guardo con cuidado son los tres volúmenes del diario de Justine, y las páginas que registran la locura de Nessim. Nessim me entregó todo a mi partida, diciendo: Tome esto y léalo. Aquí se habla mucho de nosotros. Le ayudará a conservar la imagen de Justine sin echarse atrás, como he tenido que hacerlo yo".

Traducción Aurora Bernárdez

Wislawa Szymborska / Amor feliz


 

Amor feliz


Un amor feliz. ¿Es normal,
serio, útil?
¿Qué saca el mundo de dos personas
que no ven el mundo?

Encumbrados hacia sí mismos sin mérito alguno,
dos al azar entre un millón, pero seguros
de que así tenía que ocurrir. ¿Como premio de qué?, de nada;
la luz llega desde ninguna parte.
¿Por qué cae precisamente sobre ellos y no cae sobre otros?
¿Ofende eso a la justicia? Así es.
¿Viola principios cuidadosamente almacenados, derriba
de su cima a la moral? Viola y derriba.

Mirad qué felices:
¡si disimularan aunque fuera un poco,
si fingieran aflicción para animar a los amigos!
Escuchad cómo ríen. Es insultante.
Qué lenguaje utilizan, aparentemente comprensible.
Y esas ceremonias suyas, esas celebraciones,
sus rebuscadas obligaciones de unos para con otros,
¡parece una conspiración a espaldas de la humanidad!

Resulta incluso difícil prever qué sucedería
si pudiera cundir su ejemplo.
Qué podrían hacer religiones, poesías;
qué se recordaría, qué se abandonaría,
quién querría permanecer en el círculo.

Un amor feliz. ¿Es necesario?
El tacto y el sentido común nos obligan a callar al respecto
como si de un escándalo en las altas esferas de la Vida se tratara.
 Espléndidos bebés nacen sin su ayuda.
Nunca podría poblar la tierra,
no es, que digamos, muy frecuente.

Que la gente que no conoce un amor feliz
afirme que no existe un amor feliz en ningún sitio.

Con esa creencia les será más llevadero vivir, y también morir.

Si acaso (1972)

Versión Abel Murcia Soriano

13 de mayo de 2014

Tras la muerte de alguien / Tomas Tranströmer


Hubo una conmoción,
que dejó tras de sí una larga, pálida, resplandeciente cola de cometa.
Nos envuelve. Provoca que la imagen de la televisión se vea borrosa.
Se posa como gotas frías sobre el cableado aéreo.

Todavía se puede caminar arrastrando los esquíes bajo el sol del invierno,
entre arboledas donde todavía cuelgan hojas del año que pasó.
Parecen hojas arrancadas de una guía telefónica vieja,
los nombres de los abonados tragados por el frío.

Todavía es hermoso sentir el propio corazón latir.
Pero a veces la sombra se siente más real que el cuerpo.
El samurai se ve insignificante al lado
de su armadura negra de escamas de dragón

 Tomas Tranströmer

Juan Ramón Jiménez / EL AMOR, ¿A QUE HUELE?


 EL AMOR, ¿A QUE HUELE?



EL AMOR, ¿A QUÉ HUELE?

El amor, ¿a qué huele? Parece, cuando se ama,
que el mundo entero tiene rumor de primavera.
Las hojas secas tornan y las ramas con nieve,
y él sigue ardiente y joven, oliendo a la rosa eterna. español

Por todas partes abre guirnaldas invisibles,
todos sus fondos son líricos -risa o pena-,
la mujer a su beso cobra un sentido mágico
que, como en los senderos, sin cesar se renueva...

Vienen al alma música de ideales conciertos,
palabras de una brisa liviana entre arboledas;
se suspira y se llora, y el suspiro y el llanto
dejan como un romántico frescor de madreselvas...

(Juan Ramón Jiménez, Laberinto, 1913)

12 de mayo de 2014

EUGENIO MONTEJO La serpiente / Amantes




La serpiente

 De lejos viene la serpiente, del paraíso y la música,
de alguna estrella remota,
ondulando escondida detrás de su llama.

Cuando cruza la luna no tiene anillos,
no tiene cola ni cabeza,
es sólo una estela lucífera,
una sombra alargada y errante.

Aquí en la tierra la espera su cuerpo,
la espera su bífida lengua
y la piel que desprende sus tatuajes.

Aquí encuentra el color de su noche,
el mal que le atribuyen,
la sinuosa materia que en ella se tuerce
y se retuerce
hasta llenarse de veneno.


De Adiós al siglo XX (Renacimiento, 1997)


Amantes



Se amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas azules,
        sus celajes.

Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
        de alguna flor del aire.

Se amaban. No estaban solos a la orilla
        de su primera noche.
        Y era la tierra la que se amaba en ellos,
        el oro nocturno de sus vueltas,
        la galaxia.

Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
        no demasiado tarde.

Tomas Tranströmer / El cielo a medio hacer



El cielo a medio hacer


El desaliento interrumpe su curso.
La angustia interrumpe su curso.
El buitre interrumpe su vuelo.
La luz tenaz se derrama,
hasta los fantasmas se toman un trago.
Y nuestros cuadros se hacen visibles,
rojos animales de ateliés de la Edad del Hielo.
Todo comienza a dar vueltas.
Somos cientos los que andamos al sol.
Cada persona es una puerta entreabierta
que lleva a una habitación para todos.
La tierra infinita bajo nosotros.
El agua brilla entre los árboles.
La laguna es una ventana a la tierra.


 Traducción de Roberto Mascaró

11 de mayo de 2014

Susana Reyes / Esperé a Ulises cada tarde

Historia de los espejos



Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.
Tu llegada ahí es tu destino
mas no apresures nunca el viaje
Constantin Cavafys


Historia de los espejos

I
Para doña Martha Sutter de Selva

Esperé a Ulises cada tarde
alerta, fiel, con mis aves resueltas.

Me senté en el viejo umbral
a deshojar el horizonte.

Los tejidos ablandados por las lágrimas
se desanudaban solos
en una rutina feliz e incierta

No sé si él supo de abismos,
de oscuridades o silencios,
pero el corazón me guió
cada noche hasta sus pasos.

Me ahogué con él
y mil veces me arrastró el viento
en los desiertos.

Gané el hambre y las fiebres
el nudo en la garganta
al que se ató cada noche
para no saltar al vacío.

Y caminé con él
mas nunca supe que sus pasos
huían de mi Itaca,
que quemó sus naves
en el primer puerto,
que se escondió en los espejos…

Pero él no sabrá de las dimensiones,
que camino con él
que lo veo irse y volver cada noche
en este espejo
que sigo tejiendo.


II

Cayó despacio el tejido
y sus hilos mudos y húmedos
se quebraron.

Hubo dolor inexplicable
Un perdón simple insuficiente
un espejo retratando al sol que era mi cara
y la cara de todas aquellas
que en balde amamantaron los días.


III

El pie certero
o la ficha marcada,
la salida del dédalo
hecho de noche y llanto.
La llave sin el listón cambiado,
el ladrillo falso, la máscara
la alfombra, el sortilegio,
el pasadizo de hueso y polvo
el acertijo, el espejo…
la sangre fría o las venas de piedra
Dámelos
porque duele el alma y
muere un poco en cada intento.



Ulises

Nadie te enseña a volver
te quedas ahí
esperando una corriente que te lleve
sin saber a qué playa
y regresas a otra orilla
que te cobija y alimenta
y olvidas el camino
en el sueño que no vuelve
          eco impreciso en tu latido
          eco triste
                 ajeno ya
                            imposible
                                      sin nombre
No se sabe volver
a donde nunca se ha ido



Ítaca

Detrás de su huella se borró el camino.

Lejos de sus ojos,
la Ítaca olvidada
floreció de una eternidad transparente
su dimensión
ahora es otra
          quizá la mentira crea la felicidad.

Ulises sigue vagando triste
No saben nada los caminos
de aquel que borró su huella.
Ítaca no lo recuerda
ya no tiene su aroma en las laderas
ya no florece de amor para sus ojos.

Dicen que después de sus batallas
lloraba por aquella casa
hoy escondida en sus pupilas

El camino incierto y pobre
frente a su grandeza
le hizo olvidarla.
En otras aldeas de espejo dejó su estirpe.
Los pasos rotos
no sangran lejos de los espinos
ni añoran ya los otros pasos

Susana Reyes

El Principito





-"Te amo" - dijo el principito...
-"Yo también te quiero" - dijo la rosa.
-"No es lo mismo" - respondió él...

..."Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar."
-"Ya entendí" - dijo la rosa.
-"No lo entiendas, vívelo" - agregó el principito."


4 de mayo de 2014

Cecilia Casanova / Cabida en la infancia



Voy a jugar con las trenzas
al borde de mi vestido.

A ovillarme en el chal de la abuela
olfateando su lana
conservada tan bien en su lila.
feliz de caber en su infancia.

La casa fue mía.
¿por que no entrar?
Nada me harán los retratos
colgando de los muros
ni el piano húmedo por el tiempo.

Quítate los zapatos. No.
Con zapatos súbete al sofá y salta
tus siete años, tus doce, tus dieciocho.

Roba miel de la despensa
y sal callada
¡No te vayan a ver!