Me ven ahora

30 de julio de 2012

Wislawa Szymborska / Alegria de escribir



ALEGRÍA DE ESCRIBIR


¿A dónde va la corza escrita por el bosque escrito?
¿A tomar agua escrita
que refleje su hocico puntualmente?
¿Por qué alza la cabeza? ;escucha algo?
Se apoya en cuatro patas que la verdad le presta.
Mueve bajo mis dedos una oreja.
Silencio, esa palabra, susurra en el papel
como las otras y remueve ramas
por las palabras del bosque cansadas.
En la hoja blanca de papel acechan
letras que pueden componerse mal,
frases que pueden ser un cerco
y no habrá salvación.
En la gota de tinta un regimiento
de cazadores enfocan la mira
listos para correr pluma empinada abajo,
cercar la corza y preparar el tiro.
Olvidan que esto no existe
Otras leyes gobiernan el blanco sobre negro
parpadeará el ojo el tiempo que yo quiera
y podré dividirlo en pequeñas eternidades
llenas de balas quietas en el aire.
Por siempre, si lo ordeno; nada pasará aquí.
Ni una hoja caerá si no lo quiero
ni las pezuñas hollarán la hierba
¿Existe pues un mundo sobre el cual
soy un destino independiente?
¿Ese tiempo al que une la cadena de signos,
existe bajo mis órdenes constantes?
La alegría de escribir.
La posibilidad de eternizar.
La venganza de una mano mortal.

29 de julio de 2012

Utopía El Gran número


Utopía



Una isla donde todo se aclara.
Ahí se pisa la tierra firme
de las pruebas.
Hay un solo camino, el de la llegada.
Los arbustos encorvados se pliegan bajo el peso
    de las respuestas.
Ahí crece el árbol de la Hipótesis Adecuada
con las ramas desenredadas desde siempre.
El árbol de la Comprensión, deslumbrante, recto,
junto al manantial que susurra: “Es así.”
Más se interna en el bosque, más se abre
el Valle de la Obviedad.
Si surge una duda, la desvanece el viento.
El eco, sin que nadie se lo pida, toma la palabra
    con ganas,
y aclara los misterios del mundo.
A la derecha, una cueva donde hay sentido.
A la izquierda, el Lago de la Profunda Convicción.
La verdad se desprende del fondo y ya flota en la
    superficie.
La Seguridad Intocable domina el Valle.
Desde su cumbre se contempla la esencia de las cosas.
A pesar de tantos atractivos la isla está despoblada,
y las pequeñas huellas de los pies, reconocibles
en la orilla,
se dirigen todas, sin excepción, al mar.
Como si sólo se hubieran ido desde allí
para volver a sumergirse, sin remedio,
en una vida inconcebible.

Wislawa Szymborska Dos Puntos



ABC

Ya nunca sabré
qué pensaba de mi A.
Si B. llegó a perdonarme de verdad.
Por qué C. aparentaba que no pasaba nada.
Qué papel jugó D. en el silencio de E.
Qué esperaba F., si es que esperaba.
Qué aparentaba G., a pesar de estar segura.
Qué quería ocultar H.
Qué quería añadir I.
Si el hecho de que yo estuviera a su lado
tuvo alguna importancia
para J., para K y para el resto del alfabeto.
*****

MAÑANA SIN NOSOTROS

Se espera una mañana fría y con nieblas
Por el oeste se avecinan nubes de lluvia.
La visibilidad será escasa.
Condiciones adversas para la circulación.
Según avance la jornada, la gradual
influencia de una cuña anticiclónica por el norte
hará posible algunos claros.
A pesar de ello, ráfagas fuertes y racheadas de viento
pueden ir acompañadas de tormenta.
Por la noche
cielos despejados en casi todo el país,
Sólo en la parte suroeste,
podrían darse algunas precipitaciones
.
Las temperaturas bajarán considerablemente
pero aumentará la presión atmosférica.
El día siguiente
se anuncia soleado,
si bien a los que siguen viviendo

todavía les será de utilidad el paraguas.
*****
EL VIEJO CATEDRÁTICO


Le pregunté sobre aquellos tiempos
en qué éramos aún tan jóvenes,
ingenuos, entusiastas, tontos, inexpertos.
Algo de eso ha quedado, excepto la juventud
-respondió.
Le pregunté si todavía sabe a ciencia cierta
lo que es bueno y malo para el hombre.
La más mortífera ilusión posible
-respondió.
Le pregunté por el futuro
si lo sigue viendo claro.
He leído demasiados libros de historia
-respondió.
Le pregunté por la fotografía
esa en el marco, sobre el escritorio.
Fueron, pasaron. Mi hermano, mi primo, mi cuñada
mi esposa, mi hijita sobre las rodillas de mi esposa,
el gato en los brazos de mi hijita,
y un cerezo en flor, y sobre el cerezo,
un pájaro volador no identificado
-respondió.
Le pregunté si es a veces feliz.
Trabajo
-respondió.
Le pregunté por los amigos, si todavía tiene.
Alguno de mis antiguos ayudantes,
que también tienen antiguos ayudantes,
La señora Ludmila, que gobierna en casa, alguien muy cercano, pero en el extrajero
dos señoras de la biblioteca, las dos sonrientes,
el pequeño gregorio de enfrente y Marco Aurelio
-respondió
Le pregunté por la salud y por su estado de ánimo.
Me prohíben el vodka, los cigarros
cargar recuerdos y objetos pesados.
Tengo que fingir que no lo oigo
-respondió
Le pregunté por el jardín y el banco en el jardín.
Cuando la noche es serena observo el cielo.
No deja de asombrarme cuantos puntos de vista hay ahí
-respondió.
*****

EL HORRIBLE SUEÑO DE UN POETA


Imagínate lo que soñé.
Aparentemente, todo como aquí.
El suelo bajo los pies, el fuego, el agua, el aire,
lo vertical, lo horizontal, el triángulo, el círculos
el lado izquierdo y el derecho.
El clima, soportable, los paisajes, nada mal
y muchos seres dotados de habla.
Sin embargo su idioma es distinto al de la tierra.
En las frases predomina el modo incondicional,
los nombres se ajustan estrictamente a las cosas,
nada que añadir, quitar, mover, cambiar.
El tiempo siempre como en el reloj.
El pasado y el futuro tienen un alcance limitado.
Para los recuerdos un único recuerdo transcurrido.
Para la previsiones, otro que justo comienza.
Palabras las necesarias. Nunca una de más.
Y eso significa que no hay poesía,
y no hay filosofía y no hay religión.
Este tipo de diabluras aún no entran en juego.
Nada que pueda sólo pensarse
o verse con los ojos cerrados.
Si hay que buscar, lo que está claramente al lado.
Si preguntan, aquello para lo que hay respuesta.
Mucho se sorprenderían
si supieran sorprenderse,
que en algún sitio existan motivos para sorprenderse.
La palabra “inquietud”, considerada por ellos obscena,
no tendría la osadía de estar en el diccionario.
El mundo se presenta claro
aún en la más profunda oscuridad.
Se ofrece entre todos a precios accesible.
Tras dejar la caja, nadie reclama el cambio.
En cuanto a los sentimientos, satisfacción y nada de paréntesis.
La vida en su punto -y punto.
y el zumbido de las galaxias. Confiesa que nada peor
le puede suceder a un poeta.
Y luego nada mejor que despertarse enseguida.
*****
LABERINTO

Y ahora algunos pasos
de pared a pared
por esta escalera hacia arriba
o por aquella hacia abajo
y luego un poco a la izquierda,
si no a la derecha del muro
al fondo del muro hasta el séptimo umbral,
de donde sea adonde sea,
donde se encuentran
para cruzarse
tus esperanzas, errores, fracasos,
pruebas, intentos y nuevas esperanzas.
Camino tras camino,
pero sin regreso.
Accesible sólo aquello
que tienes frente a ti y allí,
como consuelo vuelta tras vuelta, sorpresa tras sorpresa, tras la vista una vista. Y puedes elegir
donde estar o no estar, saltar, desviar,
con tal de no dejar pasar.
Así que por ahí o por ahí,
intuyendo, cruzando, a tientas y atinado,
por atajos enredados.
Por la fila siguiente de la fila, por corredores y puertas,
y rápido porque en el tiempo
siempre andas a destiempo
de un lugar a otro
a muchos que siguen abiertos
donde es oscuro e incierto
pero con luz y embeleso
donde es alegre y no alegre
por poco, tan cerca,
y en otra parte, otras partes,
aquí y allí, en cualquier parte,
dentro de lo malo no ha estado tan mal
como un paréntesis entre paréntesis
y todo bien a tu juicio
y de pronto un precipicio,
precipicio pero puente,
puente pero colgante,
colgante pero único,
porque otro no hay.

En algún lado debe haber una salida,
eso es más que seguro.
Mas no eres tu quie n la busca,
ella te busca a ti.
Es ella la que va
tras de ti desde el principio,
y este laberinto
no es una cosa que tú,
sólo tú, mientras se pueda,
sólo tú mientras sea tuya,
huída, huída-.

*****

ESTATUA GRIEGA

Con la ayuda de la
gente y otros elementos
el tiempo ha hecho con ella un buen trabajo.
Primero eliminó la nariz, después los genitales,
luego los dedos de las manos y los pies,
con el paso de los años los brazos, uno tras otro
el muslo derecho y el el muslo izquierdo,
los hombros, las caderas, las cabezas, las nalgas,
y lo ya caído lo ha hecho pedazos,
escombros, residuos, arena.


Cuando así muere alguien vivo
brota mucha sangre tras cada golpe,
las estatuas de mármol, sin embargo, mueren blancamente
y no siempre del todo.

De ésta que hablamos ha quedado el torso
y está como contenido en el esfuerzo de la respiración,
porque ahora debe
atraer
hacia sí, toda la gravedad y la gracia
del resto perdido y eso lo consigue,
sigue y deslumbra
deslumbra y perdura.

El tiempo

también merece una mención elogiosa
porque ha hecho una pausa
y algo dejó para después.

*****

AUSENCIA

Faltó poco

y mi madre podría haberse casado
con el señor Zbigmiew B de Zdumska Wola.
Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizás habría tenido mejor memoria para los nombres y las caras,
y para las melodías oídas una sola vez.
Habría reconocido sin problemas qué pájaro era cada cuál. Habría tenido unas notas fantásticas de
Física y de Química,
peores de Lengua,
pero habría escrito a escondidas poemas
de entrada mucho más interesantes que los míos.

Faltó poco
y mi padre podía haberse casado en ese mismo momento
con la señorita Sadwiga R. de Zakopane.
Y si hubieran tenido una hija no hubiera sido yo.
Quizás habría sido más terca en lo de salirse con la suya.
Y se habría lanzado sin temor a aguas profundas,
capaz de abandonarse a emociones gregarias.
Vista permanentemente en varios lugares al mismo tiempo,
pero rara vez entre libros,
más a menudo en la calle jugando a la pelota con los chicos.
Quizás se hubieran encontrado ambas
en la misma escuela, en la misma clase.
Pero no habrían sid o amigas, no habrían tenido ningún parentesco,
y en las fotos de grupos estarían lejos unas de otras.
Niñas, poneos ahí
- habría dicho el fotógrafo-
las más bajas delante, las más altas detrás.
Y sonreíd cuando os de la señal.
Pero contad antes
si estáis todas.
- Si señor, estamos todas.
*****

FALTA DE ATENCIÓN

Ayer me porté mal en el cosmos.
Viví todo el día sin preguntarme nada,
sin sorprenderme de nada.
Realicé acciones cotidianas,
como si fuera lo único que tenía que hacer.
Aspirar, espirar, un paso tras otro, obligaciones,
pero sin pensamientos que fueran más allá
de salir de casa y volver a casa.
El mundo podría ser tenido por un mundo loco
y yo lo tuve para mi propio y trivial uso.
Ningún cómo, ningún porqué
o de dónde ha salido éste
o para qué quiere tantos impacientes detallles.
Fui como un clavo superficialmente clavado en la pared
o(aquí una comparación que no se me ha ocurrido)
Uno tras otro se fueron sucediendo cambios
incluso en el limitado campo de un abrir y cerrar de ojos.
En la mesa más joven, con una mano un día más joven
había un pan de ayer cortado de forma distinta.
Las nubes como nunca y la lluvia como nunca
porque era con otras gotas que llovía.
La tierra giraba sobre su eje
pero en un espacio abandonado para siempre.
Duró sus buenas 24 horas.
1.440 minutos de ocasiones.
86.400 segundos que mirar.
El cósmico savoir-vivre
aunque calle sobre nuestro asunto,
exige, sin embargo, algo de nosotros:
una cierta atención, un par de frases de Pascal
y una sorprendente participación en este juego
de reglas desconocidas.

26 de julio de 2012

La vida psíquica de las mascotas



En este libro de enfermedades caninas encontramos artículos sobre casi todas las afecciones humanas, desde la anemia hasta la ictericia. Los perros sufren y mueren de lo mismo que las personas. Incluso en esto se esfuerzan por acompañarnos. Naturalmente, sufren de un modo mucho más discreto: no nos hablan de su malestar, no mueren como consecuencia de una hipocondría insoportable, ni tampoco acortan sus vidas fumando cigarrillos o bebiendo vodka. Esto no significa que su salud sea estadísticamente mejor que la humana, ya que, además de las enfermedades que comparten con nosotros, hay otras que las sufren únicamente ellos. El libro, no sin motivo, tiene mas de cuatrocientas paginas y da la impresión de tratarse de una obra exhaustiva. Sin embargo, no lo es. El autor pasa por alto las enfermedades mas comunes entre los perros, es decir, todos los tipos de neurosis y psicosis. La medicina veterinaria antigua ni se molestaba en estudiarlas, pero, hoy en día, la vida psíquica de los animales domésticos se ha convertido en un campo de investigación muy interesante. Lástima que no podamos leer nada sobre ello en esta obra. Probablemente nos enteraríamos de que a nuestras mascotas no les resulta nada fácil vivir con nosotros. Durante toda su vida tratan de comprendernos, de adaptarse a unas normas de comportamiento que les son impuestas, de captar a través de nuestras palabras y gestos un sentido que les concierne. Esto supone un esfuerzo inmenso, una tensión constante. Cada vez que salimos de casa, el perro se desespera, pues cree que nos marchamos para siempre. Cada vez que volvemos es para el perro una alegría que linda con la conmoción: como si un milagro nos hubiese salvado. Estas bienvenidas y despedidas nos conmueven, pero deberían asustarnos también. Cuando nos marchamos durante algunas semanas, no podemos comunicar a nuestro perro qué día volveremos, como tampoco podemos consolarlo con una postal del viaje o una llamada telefónica. El perro esta condenado a una exasperación y eterna espera. Y no todo se acaba aquí: hay un centena de situaciones diferentes en las que el perro pierde ese equilibrio que sirve de constante balanza entre las exigencias de su propia naturaleza y un mundo humano que le es extraño. Al final, tarde o temprano, comienza a corretear detrás de su propia cola, circunstancia que, al contrario de lo que nos han dicho, no es un juego divertido, sino una señal de que nuestro pupilo esta perdiendo contacto con la realidad. En los humanos, dado que no tenemos cola, esta etapa de la enfermedad pasa inadvertida.

Humpy Dumpty

Es una corbata, hija, y una muy hermosa corbata, como tú dices. Es un regalo del Rey y la Reina Blancos [...] me lo dieron... como regalo de no-cumpleaños.
-¿Perdón?- dijo Alicia.
-No estoy ofendido- dijo Humpty Dumpty.
-Quiero decir, ¿qué es un regalo de no-cumpleaños?
-Un regalo que te hacen cuando no cumples años, por supuesto.
Alicia lo pensó un poco.
-Me gustan más los regalos de cumpleaños- dijo por fin.
-¡No sabes de qué estás hablando!- gritó Humpty Dumpty-. ¿Cuántos días tiene un año?
-Trescientos sesenta y cinco- dijo Alicia
-¿Y cuántas veces cumples años tú?
-Una.
-¿Y si le restas uno a trescientos sesenta y cinco, qué queda?
-Trescientos sesenta y cuatro, naturalmente.
Humpty Dumpty parecía dudar.
-Me gustaría ver eso escrito -dijo.
Alicia no pudo contener una sonrisa mientras sacaba su cuaderno de apuntes y hacia la cuenta para él:
365
- 1
----
364

Humpty Dumpty cogió el cuaderno, y lo miró cuidadosamente.
-Parece estar bien hecha...- empezó.
-¡Lo está mirando al revés!- interrumpió Alicia.
-¡Seguro que sí!- dijo jovialmente Humpty Dumpty, mientras ella se lo daba vuelta-. Ya me parecía que se veía un poco extraño. Como estaba diciendo, parece estar bien hecho... aunque no tengo tiempo para revisarlo a fondo ahora... Y eso demuestra que existen trescientos sesenta y cuatro días en los que podrías tener regalos de no cumpleaños...
-Sin duda -dijo Alicia.
-Y sólo uno para regalos de cumpleaños. ¡Debe ser la gloria para tí!
-No sé qué quiere decir con "gloria".
Humpty Dumpty sonrió desdeñosamente.
-Por supuesto que no... hasta que yo te lo diga. ¡Quise decir "debe ser un argumento aplastante para tí"!
-Pero "gloria" no significa "un argumento aplastante"- objetó Alicia.
-Cuando yo uso una palabra- dijo Humpty Dumpty, en tono algo despectivo-, esa palabra significa exactamente lo que yo decido que signifique... ni más ni menos.
-El asunto es- dijo Alicia-, si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas.
-El asunto es -replicó Humpty Dumpty- quién es el maestro aquí... eso es todo.

Carroll, Lewis: A través del espejo
Edicomunicación, Barcelona, 1999

Traducción: Jorge A. Sánchez
-It's a cravat, child, and a beautiful one, as you say. It's a present from the White King and Queen. There now! [...] They gave it me- Humpty Dumpty continued thoughtfully, as he crossed one knee over the other and clasped his hands round it-, for an un-birthday present.
-I beg your pardon?- Alice said with a puzzled air.
-I'm not offended- said Humpty Dumpty.
-I mean, what is an un-birthday present?
-A present given when it isn't your birthday, of course.
Alice considered a little.
-I like birthday presents best- she said at last.
-You don't know what you're talking about!- cried Humpty Dumpty. -How many days are there in a year?
-Three hundred and sixty-five -said Alice.
-And how many birthdays have you?
-One
-And if you take one from three hundred and sixty-five, what remains?
-Three hundred and sixty-four, of course.
Humpty Dumpty looked doubtfull.
-I'd rather see that done on paper -he said.
Alice couldn't help smiling as she took out her memorandum-book, and worked the sum for him:
365
- 1
----
364

Humpty Dumpty took the book, and looked at it very carefully.
-That seems to be done right -he began.
-You're holding it upside down! -Alice interrupted.
-To be sure I was! -Humpty Dumpty said gaily, as she turned it round for him.
-I thought it looked a little queer. As I was saying, that seems to be done right, though I haven't time to look it over thoroughly just now, and that shows that there are three hundred and sixty-four days when you might get un-birthday presents.
-Certainly -said Alice.
-And only one for birthday presents, you know. There's glory for you!
-I don't know what you mean by "glory" -Alice said.
Humpty Dumpty smiled contemptuously.
-Of course you don't, till I tell you. I meant "there's a nice knockdown argument for you!"
-But "glory" doesn't mean "a nice knockdown argument" -Alice objected.
-When I use a word -Humpty Dumpty said in a rather scronful tone- it means just what I choose it to mean, neither more nor less.
-The question is -said Alice -wheter you can make words mean different things.
-The question is -said Humpty Dumpty -which is to be master, that's all.

Carroll, Lewis: Through the Looking Glass
Wordsworth Edition Limited, Hertfordshire, 1993

25 de julio de 2012

Entremeses Miguel de Cervantes Mas Lecturas no obligatorias

Miguel de Cervantes


      El número de obras escritas por Cervantes no es tan desalentador como en el caso de Lope de Vega. Tampoco fueron apreciadas de la misma forma a través de las diferentes épocas. Los románticos vieron en La Numancia una obra maestra dentro del género de la tragedia. Hoy se suelen interpretar más sus comedias y, sobre todo, sus entremeses. Son campo abonado para la ingeniosidad escénica, poseen el germen de la espontaneidad, hay en ellos danza, música y canto. Tanto es así que resulta difícil creer que estas alegres piezas escénicas se engendraran en un calabozo. Pero tratándose de Cervantes, tampoco es para extrañarse: la primera parte del Quijote nació también en prisión. Muchos de sus contemporáneos lo hubiesen dado todo por ver, aunque fuera de lejos, el semblante del escritor español más grande. El carcelero gozaba gratis de tales vistas y, probablemente, no le provocaba ninguna emoción especial. Seguro que el censor de Madrid, el marqués de Torres, se sorprendió mucho al ver cómo unos distinguidos franceses estaban tan ansiosos de conocer al honorabilísimo don Miguel. ¿Quién? ¿Ese hambrón? ¿Ese vagabundo? ¿Ese manco? ¿Acaso no había nada mejor que ver en todo el Reino? Lástima que esa anécdota no llegara a sus oídos. Se hubiese podido convertir en otro entremés, quizás al nivel del mejor de esta selección, El retablo de las maravillas. Esta pequeña obra de teatro posee, como sostienen los investigadores, elementos autobiográficos. Es una réplica burlona a los exámenes de pureza racial a que fue sometido el autor durante la última etapa de su carrera como recaudador de impuestos. Pobre Cervantes. No consiguió en su vida nada más que eternidad.


Traducción del español y epílogo de Zofia Szleyen. Ilustraciónes  de Josef Wilkon. Cracovia. Wydawnictwo Literakle. 1967

24 de julio de 2012

Poemas de Adam Zagajewski: Autorretrato




Autorretrato

Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas. 
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo
captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.F
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habil número de obras escritas por Cervantes no es tan desalentador como en el caso de Lope de Vega. Tampoco fueron apreciadas de la misma forma a través de las diferentes épocas. Los románticos vieron en La Numancia una obra maestra dentro del género de la tragedia. Hoy se suelen interpretar más sus comedias y, sobre todo, sus entremeses. Son campo abonado para la ingeniosidad escénica, poseen el germen de la espontaneidad, hay en ellos danza, música y canto. Tanto es así que resulta difícil creer que estas alegres piezas escénicas se engendraran en un calabozo. Pero tratándose de Cervantes, tampoco es para extrañarse: la primera parte del Quijote nació también en prisión. Muchos de sus contemporáneos lo hubiesen dado todo por ver, aunque fuera de lejos, el semblante del escritor español más grande. El carcelero gozaba gratis de tales vistas y, probablemente, no le provocaba ninguna emoción especial. Seguro que el censor de Madrid, el marqués de Torres, se sorprendió mucho al ver cómo unos distinguidos franceses estaban tan ansiosos de conocer al honorabilísimo don Miguel. ¿Quién? ¿Ese hambrón? ¿Ese vagabundo? ¿Ese manco? ¿Acaso no había nada mejor que ver en todo el Reino? Lástima que esa anécdota no llegara a sus oídos. Se hubiese podido convertir en otro entremés, quizás al nivel del mejor de esta selección, El retablo de las maravillas. Esta pequeña obra de teatro posee, como sostienen los investigadores, elementos autobiográficos. Es una réplica burlona a los exámenes de pureza racial a que fue sometido el autor durante la última etapa de su carrera como recaudador de impuestos. Pobre Cervantes. No consiguió en su vida nada más que eternidad.

Texto perteneciente a la segunda parte de Lecturas no obligatorias,
endo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Canción del emigrado

En ciudades ajenas venimos al mundo
y las llamamos patria, mas breve es
el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres.
Caminamos de este a oeste, ante nosotros rueda
el gran aro del sol
ardiente, a través del cual, como en el circo,
salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañas
contemplamos las obras de viejos maestros
y, sin asombro, en añejos cuadros vemos
nuestros propios rostros. Habíamos existido
antes, e incluso conocíamos el sufrimiento,
nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesia
ortodoxa de París los últimos rusos blancos,
encanecidos, rezan a Dios, varios lustros
más joven que ellos y, como ellos,
impotente. En ciudades ajenas
permaneceremos, como los árboles, como las piedras.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Habla más suave

Habla más suave: eres mayor que aquel
que fuiste tanto tiempo; eres mayor
que tú mismo y sigues sin saber
qué es la ausencia, el oro, la poesía.

El agua sucia anegó la calle; una tormenta breve
sacudió esta ciudad plana, adormecida.
Cada tormenta es un adiós, cientos de fotógrafos
parecen sobrevolarnos, inmortalizar con flash
segundos de miedo y pánico.

Sabes qué es el duelo, la desesperación
violenta que ahoga el ritmo cardiaco y el futuro.
Entre extraños llorabas, en un moderno almacén
donde el dinero, ágil, sin cesar, circulaba.

Has visto Venecia, y Siena, y en los lienzos, en la calle,
jovencísimas, tristes Madonnas que ansiaban ser
muchachas normales y bailar en carnaval.

Has visto incluso pequeñas urbes, nada bonitas,
gente vieja extenuada por el sufrimiento y el tiempo.
Ojos de santos morenos brillando en iconos
medievales, ojos ardientes de bestias salvajes.

Entre los dedos cogías guijarros de la playa La Galere,
y de pronto sentías por ellos una inmensa ternura,
por ellos y por el pino frágil, por todos los que allí
estuvieron contigo y por el mar,
que aunque potente, es tan solitario.

Una ternura inmensa, como si fuésemos huérfanos
de la misma casa, para siempre apartados los unos de los otros,
condenados a breves momentos de visitas
en las frías cárceles de la actualidad.

Habla más suave: ya no eres joven,
el éxtasis ha de pactar con semanas de ayuno,
has de elegir y abandonar, dar largas

y hablar extensamente con embajadores de secos países
y labios cuarteados, has de esperar,
escribir cartas, leer libros de quinientas páginas.
Habla más suave. No abandones la poesía.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Intenta alabar al mundo herido

Intenta alabar al mundo herido.
Recuerda los largos días de junio,
fresas silvestres, gotas rosadas de vino.
Los hierbajos que metódicamente invadían
las casas abandonadas de los desterrados.
Debes alabar al mundo herido.
Mirabas yates y barcos,
uno de ellos tenía que emprender un largo viaje,
al otro le aguardaba sólo la salobre nada.
Veías refugiados caminar hacia ninguna parte,
oías a los verdugos cantar
alegremente.
Deberías alabar al mundo herido.
Recuerda aquellos momentos, en la habitación blanca,
cuando estabais juntos y el visillo se movía.
Vuelve con la mente al concierto, cuando estalló
la música,
Recogías bellotas en el parque en otoño
y las hojas sobrevolaban girando las cicatrices de la tierra.
Alaba al mundo herido
y la pluma gris perdida por un mirlo,
y la luz delicada que vaga y desaparece
y regresa.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Lienzo 

De pie, callado ante el cuadro sombrío, 
ante el lienzo que hubiera podido tornarse
abrigo, camisa, bandera,
pero en cosmos se había convertido.

Permanecí en silencio,
colmado de encanto y rebelión, pensando
en el arte de pintar y el arte de vivir,
en tantos días fríos y vacíos,

en los momentos de impotencia
de mi imaginación,
que como el corazón de la campana
vive tan sólo en el balanceo,

golpeando lo que ama
y amando lo que golpea,
y pensé que este lienzo
también hubiera podido ser mortaja.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Oda a la suavidad

Los amaneceres son ciegos como gatitos.
Las uñas crecen confiadamente, aún
saben qué tocarán. Suaves
son los sueños y la ternura como niebla
suspendida sobre nosotros, igual que la campana de Sigismundo
antes que el frío la abrazase.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Senza Flash

Senza flash!  «Sin flash!»
(exclamación que se oye a menudo en las galerías italianas)

Sin llama, sin noches de insomnio, sin ardor,
sin lágrimas, sin grandes pasiones, sin convencimiento.
Viviremos así: senza flash.

Queda y pausadamente, dócilmente, entre sueños,
las manos manchadas con la tinta negra de los diarios,
las caras grasientas de crema: senza flash.

Turistas sonrientes, camisas impecables,
Herr Lange y Miss Fee, Monsieur et Madame Rien
entrarán en el museo: senza flash.

Se detendrán ante el cuadro de Piero della Francesca, donde
Cristo, casi enajenado, surge de la tumba,
resucitado, libre: senza flash.

Quizás ocurra entonces algún hecho imprevisto:
se agite el corazón bajo el tejido suave,
se haga el silencio, destelle el flash.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Una mañana en Vicenza

                                        (En memoria de Josif Brodski y Krzysztof Kieslowski)

El sol era tan tierno, tan delicado,
que hasta temíamos por él; un ademán incauto
podía rayarlo, incluso un grito -si alguien hubiera
querido gritar- lo habría puesto en peligro; tan sólo a las veloces golondrinas
de alas duras, como de hierro fundido,
se les permitía silbar en alta voz, porque vivieron
     su infancia
breve, en la inquietud de sus nidos de barro,
junto a sus hermanos, pequeños planetas locos,
negros como bayas silvestres.

En un pequeño café un mozo soñoliento -bajo sus ojos
las últimas sombras de la noche acumuladas- buscaba calderilla
en su bolsillo sin fondo, y el café olía a solemnidad
de tinta de impresión, a dulzura y a Arabia. El azul del cielo prometía
una larga tarde, un infinito día.
Te estaba mirando como si te viera por primera vez.
Y hasta las columnas de Palladio tenían aspecto
de recién nacidas, de recién surgidas de las olas del alba
como Venus, tu compañera mayor.

Empezar de nuevo, contar las pérdidas, contar a los caídos,
empezar el nuevo día, aunque ya no estéis, tú,
a quien dos veces enterramos y lloramos dos veces,
-viviste una vida dos veces más intensa que otros, en dos continentes,
dos idiomas, en la realidad y en la imaginación- y tú, de cara afilada
y una mirada que hacía crecer los objetos y los corazones
     (siempre demasiado pequeños).
No estáis, y por eso llevaremos a partir de ahora una doble vida,
en la luz y en la sombra a la vez, en el sol estridente del día,
en la frescura de los pasillos de piedra, en el duelo, en la alegría.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz





Vaporetto

En el bolsillo de la cazadora encuentras
un pasaje azul para el vaporetto
(il biglietto, non cedibile).

El billete azul, poco mayor
que un sello de la República de Togo,
te promete un cambio, un viaje.

Se derrite la laca en el recuerdo,
se deshiela la almendra de la nieve alpina.
Ahora puede empezar la expedición.

Estás en Texas, en la tierra llana,
entre los robles eternamente verdes,
que no recuerdan nada.

Por canales estrechos navegarás
con !"alemas, a contracorriente;
y hallarás glaciares y grisura.

El billete reza: corsa semplice,
pero no menciona el desierto,
la monotonía del gravoso mar,

el deseo, el aduanero malicioso,
que no te espera sólo a ti,
islas de indiferencia y de cenizas.

Navegarás largamente. Quizás llegues
allí donde descansa el erizo de Venecia,
agua, encajes y oro.

Quizás llegues allí donde se alzan
las rojas torres de Venecia, torres fieles,
agujas de un compás perdido en el océano.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz




   

Wislawa Szymborska / UNA NIÑITA TIRA DEL MANTEL


UNA NIÑITA TIRA DEL MANTEL
Desde hace más de un año se está en este mundo,
y en este mundo no todo se ha examinado
y puesto bajo control
Ahora a prueba están las cosas
que no pueden moverse solas..
Hay que ayudarlas en eso,
correrlas, empujarlas,
cogerlas de un lugar y trasladarlas.
No todas quieren, por ejemplo, el armario,
la cómoda, la inflexible pared, la mesa.
Pero ya el mantel sobre la testaruda mesa
-si se lo agarra bien de las orillas-
muestra  disposición al viaje.
Y sobre el mantel los vasos, los platitos,
una jarrita con leche, cucharitas y un tazón
hasta tiemblan de ganas.
Muy interesante,
qué moviemiento elegirán
cuando ya se agiten en el borde:
¿recorrido por el techo?
¿vuelo alrededor de la lámpara?
¿salto a la ventana y de ahí a un árbol?
El señor Newton no tiene aún nada que ver con eso.
Que mire desde el cielo y agite los brazos.
Esta prueba tiene que hacerse.
Y se hará.
Wislawa Szymborska

19 de julio de 2012

Wislawa Szymborka / Mañana sin nosotros



MAÑANA - SIN NOSOTROS

Se espera una mañana fría y con niebla.
Por el oeste
se avecinan nubes de lluvia.
La visibilidad será escasa.
Condiciones adversas para la circulación.

Según avance la jornada, la gradual
influencia de una cuña anticiclónica por el norte
hará posibles algunos claros.
A pesar de ello, ráfagas fuertes y racheadas de viento
pueden ir acompañadas de tormentas.

Por la noche,
cielos despejados en casi todo el país,
sólo en la parte sureste
podrían darse algunas precipitaciones.

Las temperaturas bajarán considerablemente,
pero aumentará la presión atmosférica.

El día siguiente
se anuncia soleado,
si bien a los que siguen viviendo
todavía les será de utilidad el paraguas.


Wislawa Szymborska

17 de julio de 2012

WISLAWA SZYMBORKA / En el parque



«¡Oh! —se sorprende el niño—
¿quién es esa señora?
—Es la estatua de la Misericordia,
o algo así —
contesta la madre.
—Y por qué esa señora
está tan go...o...o...golpeada?
—No sé, que yo recuerde
siempre ha estado así.
El ayuntamiento tendría que hacer algo de una vez
o sacarla de aquí o restaurarla.
Venga, venga, vámonos».

16 de julio de 2012


Instante
Camino por la ladera de una verdeante colina.
Hierba, florecillas en la hierba,
como si fuera un cuadro para niños.
Un neblinoso cielo ya azulea.
Una vista sobre otras colinas se extiende en silencio.
Como si aquí nada hubiera de cámbricos, silúricos,
ni rocas gruñéndose las unas a las otras,
ni abismos elevados,
ninguna noche en llamas
ni días en nubes de oscuridad.
Como si no pasaran por aquí llanuras
en febriles delirios,
en helados temblores.
Como si sólo en otros lugares se agitaran los mares
y desgarraran las orillas de los horizontes.
Son las nueve y media hora local.
Todo está en su sitio en ordenada armonía.
En el valle un pequeño arroyo cual pequeño arroyo.
Un sendero en forma de sendero desde siempre hasta siempre.
Un bosque que aparenta un bosque por los siglos de los siglos, amén,
y en lo alto unos pájaros que vuelan en su papel de pájaros que vuelan.
Hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante.
Uno de esos terrenales instantes
a los que se pide que duren.
Wyslawa Szymborska

15 de julio de 2012

Wislawa Szymborska / El satiricón




EL SATIRICÓN
PETRONIO
        Este antiguo relato (muy probablemente de tiempos de Nerón y escrito por «este» Petronio) se ha conservado solo en fragmentos; sin embargo, resulta muy difícil adivinar cuál es el tamaño de las lagunas. Eso sí: era una obra extensa, con más de dieciséis partes repletas de aventuras que, aunque eróticas, son también bastante monótonas. Por primera vez disponemos de la traducción en nuestro idioma de todos sus fragmentos. Hasta el momento solo se había traducido uno de ellos, El banquete de Trimalción, y se dejó la gazmoñería restante para tiempos menos pudorosos que, resulta, son los nuestros. Así, finalmente, el lector podrá descubrir por qué el fragmento del banquete gozaba, y con razón, de especial popularidad: es, con diferencia, el mejor artísti camente hablando, y su humor es de una categoría superior. No puedo quitarme de encima esa sensación de que fue otra mano de la antigüedad la que lo escribió, o que si no lo escribió, lo rehizo añadiendo una irónica magnificencia. Los filólogos ni siquiera se plantean tal eventualidad. A lo mejor tienen pruebas más que sólidas sobre la autoría única del relato. Por lo que mejor me callo. Además, ¿hace realmente falta ponerle peros a un texto de hace más de dos mil años? ¿Reprocharle en algunas partes la banalidad de sus bromas? El humor es la más delicada emanación de las costumbres de una época, pero también la menos duradera. Con seguridad la obra de Petronio era terriblemente cómica y estaba repleta de alusiones entendibles por todo el mundo. Hoy tratamos de devolver la vida a la alusión con notas a pie de página, pero eso es como avivar la pata de una rana muerta con descargas eléctricas. Además, el relato debía de ser divertido en lo lingüístico. Sus personajes principales, libertos en su mayoría, hablaban la lengua de la calle, ¡tan alejada de las normas retóricas! Los errores gramaticales y de lógica introducidos por el autor a sabiendas debían de hacer reír. No resulta fácil traducir todo eso y, además, cuando el deber de la precisión filológica oprime al traductor, el resultado final solo puede ser ingrato. Sea de una manera o de otra, El Satiricón no pasará mucho tiempo en las librerías.

Ficha técnica

Título: Más lecturas no obligatorias|AutoraWislawa Szymborska |EditorialAlfabia Género: Ensayo |ISBN978-84-938909-9-5 | Páginas: 200 | Formato:  20 x 13 cm.|

Comienzo de El Tunel, Ernesto Sábato





"Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.

Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido. 

Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que "todo tiempo pasado fue peor", si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza."

14 de julio de 2012

Todos los Hombres del Rey no pudieron recomponer al huevo que se cayó



Humpty Dumpty es un personaje en una rima infantil de Mamá Ganso, creado en Inglaterra. Es representado como un huevo antropomórfico o personificado.




El texto moderno más común es:
Humpty Dumpty sat on a wall,
Humpty Dumpty had a great fall.
All the king's horses and all the king's men
Couldn't put Humpty together again.1

Traducido seria algo así


Humpty Dumpty se sentó en un muro,
Humpty Dumpty tuvo una gran caída.
Ni todos los caballos ni todos los hombres del Rey
pudieron a Humpty recomponer.

Basado en esta rima se creo una gran novela, y dos adaptaciones cinematográficas.

 All the king's  men , con este  titulo Robert Penn Warren obtuvo el Pulitzer


Willie Stark –inspirado en una figura histórica, Huey Long, el célebre y discutido gobernador populista de Louisiana– es un personaje de poderosa y compleja personalidad: orador amado por las multitudes y dictador sin escrúpulos que se mantiene en el poder mediante la corrupción y el chantaje. Robert Penn Warren ha escrito una de las grandes novelas políticas del siglo XX y una original exploración del tema inagotable del conocimiento de uno mismo, donde se entrelazan varios destinos.

 En el centro, Willie Stark, abogado de origen humilde que llegará a gobernador del estado, que seduce a Anne Stanton, a su hermano Adam y a Jack Burden, los insatisfechos hijos de las familias poderosas del estado. Adam Stanton es el idealista puro y Jack Burden es un desarraigado que pretende ser sólo un espectador inteligente.

 Todos los hombres del rey, un clásico de la literatura americana, ha inspirado dos grandes películas: la primera fue dirigida por Robert Rossen; la segunda cuenta con la dirección de Steven Zaillian, y ha sido protagonizada por Sean Penn, Jude Law y Kate Winslet.Sir Anthony Hopkins

Es una novela que trata el auge de un político que se se basa en una persona real Huey Long que se corrompió y ni todo los caballos del rey  lo pudieron recomponer. Tengamos cuidado de no hacer daño que el mal que hacemos se transforma en algo negativo. Originalmente Huey Long no era corrupto, sus objetivos eran ideales, pero olvido que el fin no justifica los medios.


12 de julio de 2012

Wislawa Szymborska / Alabanza de pajaros





Wislawa Szymborska no solo escribe poemas sino que su prosa también es deliciosa y vale la pena conocerla. Me fascina cómo cuenta esta escritora las historias y la calidad de las mismas. Szymborska tiene el don de contar cuentos, y también lecturas. Lo hace con la misma pasión y agudeza con la que cuenta una historia. Lo que más me gusta de la prosa de esta escritora es cuando descubro en ella una historia. Me fascina cómo las cuenta y la calidad de las mismas.

“Lecturas no obligatorias es una recopilación de textos aparecidos durante décadas primeramente en Zicie Literackie, un conocido semanario polaco de literatura y cultura, y, más tarde, en otras revistas como Pismo u Odra. A partir de 1993, estas breves piezas en prosa se publicaron en Gazeta Wyborcza, un importante periódico polaco. Como la misma autora explica en un breve prefacio, sus columnas no son reseñas literarias, sino comentarios a obras que normalmente no acaparan la atención del crítico. Obras que pasan desapercibidas, pero que más tarde se convierten en éxito de ventas. En ocasiones, Szymborska se olvida ex profeso de las obligaciones del articulista y divaga sobre temas que guardan poca o ninguna relación con el libro. Rara vez se centra exclusivamente en la obra en cuestión, sus características formales o su calidad literaria, pero siempre arroja una valoración –a veces sutil; otras despiadada- sobre el asunto en cuestión.

“Hay artículos sobre biología, arqueología, historia, geología, botánica, psiquiatría, gastronomía…Pero en todos ellos se aprecia a trasluz el lado más humanista de Szymborska, un humanismo recubierto de ironía”.

“Lecturas no obligatorias es muchas cosas, todas a la vez. Es por eso que esas piezas en prosa son tan entretenidas y amenas. Y lejos de vulgarizar la literatura, buscan todo lo contrario: devolverle su dignidad y su humanidad. Porque el Libro, como diría Szymborska, es una de las mayores invenciones del homo ludens. Nos hace libres, nos invita a soñar y nos entretiene, entre otras muchas cosas. Szymborska sigue escribiendo, para disfrute del resto. Y la sonrisa, aunque digan lo contrario, nos acerca a nosotros mismos”

A continuación un articulo:

Alabanza a los pájaros (pág. 123)

Me gustan los pájaros porque vuelan y no vuelan. Porque se zambullen en las aguas y las nubes. Porque sus huesos están llenos de aire. Por la pelusa impermeable que tienen bajo las plumas. Por esas garras que han desaparecido de las alas pero que se han conservado en las patas, salvo en esas en forma de remo, dignas también de todo nuestro respeto. Me gustan los pájaros por sus patas de palillo, y por las torcidas también, cubierta en ocasiones por escamas púrpuras, amarillas o azules. Por su andar elegante majestuoso, y por su cojera, que siempre da la impresión que la tierra que hay bajo sus pies se balancee.

Por esos ojillos desorbitados que nos ven a su manera. Por los picos puntiagudos, con forma de tijeras, curvos,aplastados, largos o cortos. Por las pecheras emplumadas, los penachos, las crestas, los collarines, los volantes, las almillas, los pantalones, los abanicos y los ribetes. Yo mismo valoro en gran medida no solo la grisura en el pelaje del ave, la cual nunca resulta monótona, sino también el abigarramiento, el cual en la época del celo siempre se las arregla para ofrecernos algún efecto adicional.

Me gustan los pájaros por sus nidos, sus huevos y las bocas reptilianas abiertas de par en par de los polluelos. Y, finalmente, por esas voces chirriantes y melodiosas que gorjean, trinan y gorgotean. El autor de este atlas sobre los pájaros le ha dedicado una atención, muy especial a todas estas voces . Por ejemplo, el “pst pst tik tik” es la voz de reclamo del papamoscas gris, mientras que el “bit bit cyr crr” corresponde al papamoscas negro, una diferencia sustancial, que impide la confusión amorosa entre estas dos familias tan cercanas. Como es de suponer, todo intento por reproducir las voces de las aves mediante los sonidos del lenguaje el humano es claramente impreciso, y seria todo mucho mas fácil si el atlas incluyese algunos discos. Pero Jan Sokolowsky sabia muy bien que hacía: dada la ya conocida presteza de nuestra industria musical, un atlas con grabaciones no aparecería dentro de setenta años.

Por ello, su laboriosa aunque imperfecta trascripción merece nuestro reconocimiento, si bien debe añadirse también que su trabajo es fruto de varios siglos de tradición literaria. Y dado que hablamos de literatura, debo decir que también me gustan los pájaros porque han revoloteado durante siglos dentro de la poesía polaca. Desgraciadamente no todos ellos. El protagonista y el predilecto de la poesía polaca Los pájaros de Polonia es el ruiseñor. El águila, el cuervo, el búho, la golondrina, la cigüeña, la paloma, la gaviota, el cisne, la grulla, la alondra y el cuclillo también pertenecen a esta casta privilegiada. También encontramos a la garza, el tordo, el camachuelo, el aguzanieves, el pinzón y el mirlo y muchos otros, aunque mas esporádicamente.

Hay pájaros cuya existencia la poesía calla, simplemente porque sus nombres son tan desparpajados que arruinarían el ambiente lírico . Nunca me he encontrado con el verderón, el triguero, el trillador marrón, o incluso con el bigotudo. El desafortunado chotacabras no es para nada mas feo que la golondrina, pero no ha conseguido hacer carrera poética. Solo podemos albergar la esperanza de que, en el futuro, algún poeta se apiade finalmente de él o de algún porrón osculado. Al menos, este no es el peor de los futuros, ya que aún hay esperanza.

Otro cantar es el de aquellos pájaros condenados por tener un nombre ambiguo. El alcaraván, el colirrojo o el gorrión solo añadirían confusión al paisaje poético ¿Y que pasó con la cogujada o Galerita cristata? En otra época prestó su nombre a las jóvenes doncellas y lo echó todo a perder.

Un poeta que escribiese ”A mi tranquila choza llegó volando una galerita”, sería considerado un donjuán fanfarrón. ¿Y que tal sería el pato havelda? “Una vez me senté en la empalizada y me rozó, al vuelo, una havelda...”. No, no puede ser. ¿Y que tal el pájaro combatiente? “No vagues junto al Narew, vida mía, para que los combatientes no se asusten al verte...”.¿Que clase de bardo se arriesgaría por algo así? El que estos parias voladores se sientan dolorosamente afectados por su ausencia en nuestra poesía es un asunto aparte. Siempre pueden resarcirse incorporándose a la poesía de algún país extranjero en donde su nombre no pueda asociarse con ninguna otra cosa.

Los pájaros de Polonia Jan Sokolowski. Con ilustraciones a color de Wlady Siwka Varsovia. Wydawnictwa Szkolne i Pedagogigicznc, 1979

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Wislawa Szymborska Lecturas no obligatorias p. 123 Prosas Traducción Manel Bellmunt Serrano

6 de julio de 2012

Wislawa Szymborska / Idea




IDEA

Me vino a la cabeza una idea
¿para un verso? ¿un poema?
Muy bien - le digo-  quédate, hablemos.
Tienes que contarme más de ti.
Ella me murmura algo al oído.
Desde hace mucho me preocupa ese asunto.
¿Pero un poema sobre eso? No, seguro que no.
Ella me murmura algo al oído.
Eso es lo que tú crees  –le respondo-
Ni siquiera sabría cómo empezar.
Ella me murmura algo al oído.
Te equivocas  –le digo- un poema concentrado y breve
 es más difícil de escribir que uno largo.
No me tortures, no insistas, porque no va a salir bien.
Ella me murmura algo al oído.


Como quieras, lo voy a intentar, ya que te empeñas.
Pero de antemano te digo lo que va a pasar.
Ya verás, lo escribo lo rompo y lo tiro a la basura
Ella me murmura algo al oído.
Tienes razón  –le digo-  claro que hay más poetas.
Otros lo harán mejor que yo.
Te puedo dar nombres, direcciones.
Ella me murmura algo al oído.
Sí, claro que los voy a envidiar.
Nosotros nos envidiamos hasta los malos poemas.
Y éste quizá debería… quizá debería tener.
Ella me murmura algo al oído.
Exactamente, tener esos rasgos que enumeras.
Así que mejor cambiemos de tema.
¿Te apetece un café?

                             Ella solamente suspira

                             Comienza a desaparecer

                             Y desaparece        



Poemario Aquí, de Wislawa Szymborska, en edición de Bartleby Editores con traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano.

5 de julio de 2012

Derechos Imprescindibles del lector





El derecho a no leer



Como cualquier enumeración de derechos que se respete, la de los derechos a la lectura debería empezar por el derecho a no hacer uso de ellos —y en este caso con el derecho a no leer—, sin lo cual no se trataría de una lista de derechos sino de una trampa viciosa.



Para comenzar, la mayoría de los lectores se conceden a diario el derecho a no leer. Mal que le pese a nuestra reputación, entre un buen libro y una mala película de televisión, la segunda sale ganando con más frecuencia de lo que nos gustaría confesar. Y además nosotros no leemos de continuo. Nuestros períodos de lectura alternan a menudo con largas dietas durante las cuales basta la visión de un libro para despertar las miasmas de la indigestión.

Pero lo más importante está en otra parte.


 
Estamos rodeados de cantidad de personas del todo respetables, a veces graduadas en la universidad, incluso “eminentes” —de las cuales algunas hasta poseen excelentes bibliotecas—, pero que no leen, o leen tan poco que nunca se nos ocurriría la idea de ofrecerles un libro. No leen. Sea porque no sienten la necesidad, sea porque tienen muchas otras cosas que hacer (pero viene a ser lo mismo; es que esas otras cosas los colman o los obnubilan), sea porque alimentan otro amor y lo viven con una exclusividad absoluta. En resumen, a esas personas no les gusta leer. Y no por eso dejan de ser muy frecuentables, incluso deliciosas de frecuentar. (Al menos no nos piden de continuo nuestra opinión sobre el último libro que leímos, nos ahorran sus reservas irónicas sobre nuestro novelista preferido y no nos consideran retardados por no habernos precipitado sobre la última de Fulano, que acaba de salir, editada por Mengano, y de la cual el crítico Zutano ha dicho lo mejor.) Son tan “humanos” como nosotros, sensibles también a las desdichas del mundo, preocupados por los “derechos humanos” y comprometidos a respetarlos dentro de su esfera de influencia personal, lo que ya es mucho —pero ahí está, no leen. Allá ellos.
La idea de que la lectura “humaniza al hombre” es justa en su conjunto, a pesar de que existen algunas excepciones deprimentes. Se es sin duda un poco más “humano”, si entendemos por eso un poco más solidario con la especie (un poco menos “fiera”), después de haber leído a Chejov que antes.
Pero cuidémonos de flanquear este teorema corolario según el cual todo individuo que no lee debería ser considerado a priori como un bruto potencial o un cretino redhibitorio. Si lo hacemos convertiremos la lectura en una obligación moral, y éste es el comienzo de una escalada que nos llevará rápidamente a juzgar, por ejemplo la “moralidad” de los libros mismos, en función de criterios que no tendrán ningún respeto por esa otra libertad inalienable: la libertad de crear. A partir de ese momento la bestia seremos nosotros, por más lectores que seamos. Y Dios sabe que bestias de esta especie no faltan en el mundo.
En otras palabras, la libertad de escribir no podría acomodarse a la obligación de leer.
El deber de educar, por su parte, consiste en el fondo en enseñar a leer a los niños, en iniciarlos en la literatura, en darles los medios para juzgar si sienten o no la “necesidad de los libros”. Puesto que si bien se puede admitir sin problema que un particular rechace la lectura, es intolerable que sea —o que se crea— rechazado por ella.

El derecho a saltarse las páginas


Leí La guerra y la paz por primera vez a los doce o trece años (más bien a los trece, estaba en quinto y bastante adelante). Desde el comienzo de las vacaciones, las largas, veía a mi hermano (el mismo de Vinieron las lluvias) internarse en esta novela enorme, y su mirada se volvía tan lejana como la del explorador que desde hace siglos ha perdido la preocupación por su tierra natal.

—¿Es tan estupenda?
— ¡Formidable!
—¿Qué es lo que cuenta?
—Es la historia de una chica que ama a un tipo y se casa con un tercero.
Mi hermano siempre ha tenido el don de resumir. Si los editores lo contrataran para redactar sus textos de contraportada (esas patéticas exhortaciones a leer que se pegan al dorso de los libros), nos ahorrarían bastante palabrería inútil.
—¿Me la prestas?
—Te la doy.
Yo estaba interno, ése era un regalo inestimable. Dos gruesos volúmenes que me mantendrían entusiasmado durante todo el trimestre. Cinco años mayor que yo, mi hermano no era del todo idiota (y por lo demás tampoco se ha vuelto) y sabía a ciencia cierta que La guerra y la paz no podía reducirse a una historia de amor, por bien elaborada que fuera. Sólo que conocía mi gusto por los incendios del sentimiento y sabía despertar mi curiosidad mediante la formulación enigmática de sus resúmenes. (Un “pedagogo, en mi opinión.) Estoy convencido que fue el misterio aritmético de su frase el que me hizo cambiar temporalmente mis Bibliotheque verte, rouge y demás Signes de piste para meterme en esta novela. “Una chica que ama a un tipo y se casa con un tercero”... no veo quién se hubiera podido resistir. De hecho no quedé decepcionado aunque se equivocó en sus cuentas. En realidad éramos cuatro los que amábamos a Natacha: el príncipe Andrés, ese granuja de Anatol (pero ¿se puede llamar a eso amor?), Pedro Bezujov y yo. Como yo no tenía la menor posibilidad, me resultó forzoso identificarme con los otros. (Pero no con Anatol, ¡un verdadero cabrón el tipo ése!)
Lectura tanto más deliciosa en la medida en que se efectuaba durante la noche, a la luz de una linterna de bolsillo y bajo la colcha colocada como una tienda de campaña en medio de un dormitorio de cincuenta soñadores, roncadores y otros pataleadores. La habitación del vigilante en la que crepitaba la lamparilla estaba al lado, pero qué, en el amor siempre es el todo por el todo. Todavía hoy siento el volumen y el peso de aquellos libros en mis manos. Era la versión de bolsillo, con esa linda cara de Audrey Hepburn a la que miraba embelesado un Mel Ferrer principesco con pesados párpados de muchacho enamorado. Me salté las tres cuartas partes del libro por no interesarme más que el corazón de Natacha. Compadecí a Anatol, incluso, cuando le amputaron la pierna, maldije a ese bestia del príncipe Andrés por haberse quedado parado frente a ese cañón, en la batalla de Borodino... (“Pero tírate al suelo, por Dios, que va a explotar, no puedes hacerle eso, ¡ella te ama!”) Me interesé en el amor y en las batallas y me salté los asuntos políticos y las estrategias... Seguí muy de cerca los sinsabores conyugales de Pedro Bezujov y de su esposa Helena (nada simpática, Helena, de verdad no la encontré simpática...) y dejé a Tolstoi disertando solo sobre los problemas agrarios de la Rusia eterna...
Me salté muchas páginas, de veras.
Y todos los muchachos deberían hacer otro tanto.
De esta manera podrían ofrecerse muy temprano casi todas las maravillas que se consideran inaccesibles para su edad.
Si tienen ganas de leer Moby Dick, pero se desaniman ante los desarrollos de Melville sobre el material y las técnicas de la pesca de ballenas, no es menester que renuncien a su lectura sino que salten, salten sobre esas páginas y, sin preocuparse del resto, persigan a Ahab como él persigue su blanca razón para vivir o para morir. Si quieren conocer a Iván, Dimitri y Aliocha Karamazov y a su increíble padre, que abran y lean Los hermanos Karamazov, es para ellos, incluso si tienen que saltarse el testamento del starets Zósimo o la leyenda del Gran Inquisidor.
Un gran peligro les acecha si no deciden por ellos mismos lo que está a su alcance y se saltan las páginas que ellos escojan: otros lo harán en su lugar. Se armarán con las grandes tijeras de la imbecilidad y recortarán todo lo que consideren demasiado “difícil”. Eso produce resultados espantosos. Moby Dick o Los miserables reducidos a resúmenes de 150 páginas, mutilados, chapuceados, encogidos, momificados, reescritos en un lenguaje famélico que se supone que sea el suyo. Un poco como si yo me pusiese a redibujar Guernica con el pretexto de que Picasso habría metido allí demasiados trazos para un ojo de doce o trece años.
Y además incluso cuando hemos crecido, y hasta si nos repugna confesarlo, nos ocurre todavía que nos “saltemos páginas”, por razones que no nos conciernen más que a nosotros y al libro que leemos. Es posible también que nos lo prohibamos del todo, que leamos hasta la última palabra, juzgando que aquí el autor da largas, que aquí toca un aire de flauta medio gratuito, que en tal lugar cae en la repetición y en tal otro en la tontería.

Digámonos lo que nos digamos, este disgusto testarudo que entonces nos imponemos no pertenece al orden del deber, es una categoría de nuestro placer de lector.

El derecho a no terminar un libro


Hay treinta y seis mil razones para abandonar una novela antes del final: la sensación de que ya le hemos leído, una historia que no nos agarra, nuestra desaprobación total de la tesis del autor, un estilo que nos eriza el cabello, o por el contrario una ausencia de escritura a la que ninguna otra razón compensa para que justifique ir más lejos... Inútil enumerar las otras 35995, entre las cuales sin embargo hay que colocar una caries dental, las persecuciones de nuestro jefe de departamento o un cataclismo del corazón que petrifica nuestra cabeza.

¿El libro se nos cae de las manos?
Que se caiga.
Después de todo, no cualquiera es Montesquieu para poder ofrecerse por encargo el consuelo de una hora de lectura.
Sin embargo, entre nuestras razones para abandonar una lectura, hay una que merece que nos detengamos un poco: el vago sentimiento de una derrota. Abrí, leí, y muy rápido me sentí hundido por algo más fuerte que yo. Reúno mis neuronas, me peleo con el texto, pero nada que hacer, por más que tenga el sentimiento de lo que está escrito allí merece ser leído, no pesco nada —o casi nada—, siento una “extrañeza” que no me ofrece asidero.
Lo dejo.
O más bien lo pongo a un lado. Lo coloco en mi biblioteca con el proyecto vago de volverlo a tomar algún día. Petersburgo de Andrei Bielyi, Joyce y su Ulises, Bajo el volcán de Malcolm Lowry me esperaron varios años. Hay otros que todavía me esperan y es probable que a algunos de ellos no los vuelva a tomar nunca. Eso no es un drama, así es. La noción de “madurez” es un asunto curioso en materia de lectura. Hasta cierta edad no tenemos la edad para ciertas lecturas, está bien. Pero, al contrario de las nuevas botellas, los buenos libros no envejecen. Nos esperan en las estanterías y somos nosotros quienes envejecemos. Cuando nos creemos con suficiente “madurez” para leerlos, empezamos de nuevo.
Y entonces de dos cosas una: o el encuentro ocurre o es un nuevo fiasco.
Quizás lo intentemos de nuevo, quizás no. Pero claro que no es culpa de Thomas Mann el que hasta ahora yo no haya podido alcanzar la cima de su Montaña mágica.
La gran novela que se nos resiste no es necesariamente más difícil que la otra... hay allí, entre ella —por grande que sea— y nosotros —por aptos para “comprenderla” que nos consideremos— una reacción química que no funciona. Un buen día simpatizamos con la obra de Borges que hasta entonces nos tenía a distancia, pero seguiremos toda la vida ajenos a la de Musil...
Aquí la elección está en nuestras manos: o pensamos que es culpa nuestra, que nos falta una casilla, que abrigamos una parte de tontería irreductible, o nos ponemos del lado de la noción muy controvertida del gusto y buscamos dibujar el mapa de los nuestros.
Es prudente recomendar a nuestros muchachos esta segunda solución.
Tanto más cuanto ella puede ofrecerles ese escaso placer de leer comprendiendo poreleerr fin por qué no nos gusta. Y este otro escaso placer: escuchar sin emoción al pedante en turno chillarnos en el oído:
—¿Pero cómo es posible que no le guste Stendhaaaaal?
Es posible.

El derecho a releer


Releer lo que había rechazado antes, releer sin saltarse una línea, releer desde otro ángulo, releer para verificar, sí... nos concedemos todos estos derechos.

Pero releemos sobre todo gratuitamente, por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la puesta a prueba de la intimidad.
“Otra vez, otra vez” decía el niño que fuimos... Nuestras relecturas de adultos tienen que ver con ese deseo: encantarnos con la permanencia y descubrirla todas las veces rica en nuevas maravillas.

El derecho a leer cualquier cosa


A propósito del “gusto”, ciertos de mis alumnos sufren mucho cuando se encuentran frente a la archiclásica disertación ¿Se puede hablar de novelas buenas y malas? Como detrás de su “yo no hago concesiones” son más bien gentiles, en lugar de abordar el aspecto literario del problema, lo miran desde un punto de vista ético y no tratan el problema sino desde el ángulo de las libertades. De golpe el conjunto de sus tareas podría resumirse en esta fórmula: “Claro que no, de ninguna manera, tenemos el derecho de escribir lo que queramos y todos los gustos de los lectores están en la naturaleza, ¿en serio!” Sí... sí, sí... postura del todo honorable...

Lo que no impide que haya buenas y malas novelas. Se puede citar nombres, se pueden dar pruebas.
Para ser breve, cortemos por lo sano: digamos que existe lo que yo llamaría una “literatura industrial” que se contenta con reproducir hasta el infinito los mismos tipos de relatos, despacha estereotipos en serie, comercia con los buenos sentimientos y las sensaciones fuertes, salta sobre todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para producir una ficción de circunstancias, se entrega a “estudios de mercado” para liquidar, según la “coyuntura”, del tipo de “producto” que se supone inflamará a tal categoría de lectores.
Éstas serán, con seguridad, malas novelas.
¿Por qué? Porque no tienen nada que ver con la creación sino con la reproducción de “formas” preestablecidas, porque son un intento de simplificación (es decir de mentiras), cuando la novela es arte de verdad (es decir de complejidad), porque al halagar nuestros automatismos, adormecen nuestra curiosidad, en fin, y sobre todo, porque el autor no está allí, como tampoco está la realidad que pretende describirnos.
En resumen, es una literatura en serie, “lista para disfrutarse”, hecha en molde y al que le gustaría apresarnos en el molde.
No hay que creer que estas idioteces son un fenómeno reciente, ligado a la industrialización del libro. En absoluto. La explotación de lo sensacional, de la obrita ingeniosa, del estremecimiento fácil en una frase sin autor, no viene de ayer. Para no citar más que dos ejemplos, la novela de caballería se enterró allí, y el romanticismo mucho tiempo después. Pero como no hay mal que por bien no venga, la reacción a esta literatura descarriada nos ha dado dos de las más bellas novelas que hay en el mundo: Don Quijote y Madame Bovary.
Hay, pues, “buenas” y “malas” novelas.
A menudo son las segundas las que primero encontramos en nuestro camino.
Y a fe mía, tenga el recuerdo de haberlas encontrado _64">divertidísimas cuando pasé por ellas. Tuve mucha suerte: nadie se burló de mí, nadie levantó los ojos al cielo, nadie me trató de cretino. Apenas dejaron a mi paso algunas “buenas” novelas cuidándose de no prohibirme en absoluto las otras.
Eso era prudencia.
Buenas y malas, durante un tiempo leímos todo junto. Igual que no renunciamos de un día para otro a nuestras lecturas de infancia. Todo se mezcla. Se sale de La guerra y la paz para volver a lanzarse a los libros de aventuras de la Bibliotheque verte. Se pasa de la colección Harlequin (historias de bellos galenos y de enfermeras meritorias) a Boris Pasternak y a su Doctor Zhivago —también él un médico guapo, y Lara una enfermera, ¡y bien meritoria!
Y después, un día, el que gana es Pasternak. Poco a poco nuestros deseos nos llevan a frecuentar a los “buenos”. Buscamos escritores, buscamos escrituras; superados los que son sólo camaradas de juegos, reclamamos compañeros de ser. La anécdota sola ya no nos basta. Ha llegado el momento en que pedimos a la novela algo más que la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones.
Una de las grandes alegrías del ”pedagogo” es —cuando está autorizada cualquier lectura— ver a un alumno cerrar solo la puerta de la fábrica best-seller para subir a respirar donde el amigo Balzac.

El derecho al bovarismo

(enfermedad textualmente transmisible)

A grandes rasgos, el bovarismo es esa satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación se inflama, los nervios vibran, el corazón se acelera, la adrenalina salta, la identificación opera en todas direcciones, y el cerebro confunde (por un momento) el gato de lo cotidiano con la libre de lo novelesco...
Para todos es nuestro primer estado de lectura.
Delicioso.
Pero más o menos aterrador para el observador adulto que, casi siempre, se apresura a blandir un “buen título” bajo las narices del joven bovariano, exclamando:
—De todas maneras Maupassant es “mejor”, ¿no?
Calma... No ceder uno mismo al bovarismo; decirse que Ema, después de todo, no era más que un personaje de novela, es decir, el producto de un determinismo en el que las causas sembradas por _Gustave no engendraban sino los efectos —por verdaderos que fuesen— deseados por Flaubert.
En otras palabras, el hecho de que esta muchacha coleccione novelas románticas no significa que terminará tragando arsénico a cucharadas.
Forzarla en esta etapa de sus lecturas es alejarnos de ella, renegando de nuestra propia adolescencia. Y es privarla del placer incomparable de prescindir mañana y por sí misma de los estereotipos que, hoy, parecen fascinarla.
Es prudente reconciliarnos con nuestra propia adolescencia; odiar, despreciar, negar o simplemente olvidar al adolescente que fuimos es en sí misma una actitud adolescente, una concepción de la adolescencia como una enfermedad mortal.
De allí la necesidad de que recordemos nuestras primeras emociones como lectores y de que le levantemos un pequeño altar a nuestras viejas lecturas, incluyendo las más “tontas”. Desempeñan ellas un papel inestimable: emocionarnos por lo que fuimos al tiempo que nos hacen reír de lo que nos emocionaba. Los jóvenes que comparten nuestra vida sin duda alguna ganarán con ello en respeto y en ternura.
Vilipendiamos la estupidez de las lecturas adolescentes, pero no es raro que nos rindamos al éxito de un escritor telegénico, del que nos burlaremos cuando haya pasado de moda. Las preferencias literarias se explican muy bien por esta alternancia de nuestros caprichos ilustrados y de nuestras negaciones perspicaces.
Nunca engañados, siempre lúcidos, pasamos el tiempo sucediéndonos a nosotros mismos, convencidos para siempre de que madame Bovary es la otra.
Ema debía compartir esta convicción.

El derecho a leer en cualquier parte

Chalons-sur-Marne, 1971, invierno.


Cuartel de la escuela de prácticas de artillería.
Durante la distribución matutina de las faenas, el soldado de segunda clase Fulano (matrícula 14672/1, bien conocido de nuestros servicios) se ofrece día a día como voluntario para la tarea menos popular, la más ingrata, la que es asignada frecuentemente como castigo y que atenta contra los honores mejor templados: la legendaria, la infamante, la innombrable faena de letrinas.
Todas las mañanas.
Con la misma sonrisa (interior).
—¿Faena de letrinas?
Da un paso al frente:
—¡Fulano!
Con la gravedad última que precede al asalto, toma la escoba de la que cuelga la bayeta como si se tratase del estandarte de la compañía y desaparece, para gran alivio de la tropa. Es un valiente: nadie lo sigue. El ejército entero se queda a cubierto en la trinchera de las faenas honorables.
Pasan las horas. Se le cree desaparecido. Casi se le ha olvidado. Se le olvida. Sin embargo reaparece al terminar la mañana, golpeando los talones para el informe al cabo de compañía: “¡Letrinas impecables, mi cabo!” El cabo recupera bayeta y escoba con una mirada en la que se dibuja una profunda interrogación que no formula jamás (respeto humano obliga). El soldado saluda, da media vuelta, se retira, llevando consigo su secreto.
El secreto pesa bastante en el bolsillo derecho de su traje de fatiga: 1900 páginas que la Pleiade consagró a las obras completas de Nicolás Gogol. Un cuarto de hora de bayeta contra una mañana de Gogol... Cada mañana, desde hacía dos meses de invierno, confortablemente sentado en la sala de los tronos, encerrado con doble llave, el soldado Fulano vuela muy por encima de las contingencias militares. ¡Todo Gogol! Desde las nostálgicas Veladas de Ucrania hasta los hilarantes Cuentos peterburgueses, pasando por el terrible Taras Bulba, y el humor negro de Las almas muertas, sin olvidar el teatro y la correspondencia de Gogol, ese Tartufo increíble.
Porque Gogol es el Tartufo que habría inventado Moliere —lo que el soldado Fulano no habría comprendido nunca si hubiera cedido esta tarea a los demás.
Al ejército le gusta celebrar los hechos de armas.
De éste apenas quedan dos alejandrinos, grabados muy arriba, en el metal de un tanque de agua, y que se cuentan entre los más suntuosos de la poesía universal:
Si, yo puedo sin mentir, y esto es doctrina decir que leí entero a Gogol en la letrina.
(Por su parte Clemenceau, “el tigre”, también él un famoso soldado, daba gracias a una constipación crónica, sin la cual afirmaba, no hubiera tenido la dicha de leer las Memorias de Saint-Simon.)

El derecho a picotear


Yo picoteo, tú picoteas, dejémoslos picotear.

Es la autorización que nos concedemos para tomar cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo en cualquier parte y meternos en él por un momento, porque sólo disponemos de ese momento. Ciertos libros se prestan al picoteo mejor que otros porque están compuestos de textos cortos y separados: las obras completas de Alfonso Allais o de Woody Allen, las novelas cortas de Kafka o de Saki, Los Papiers collés de George Perros, el buen viejo La Rochefoucauld, y la mayor parte de los poetas...
Dicho esto, se puede abrir a Proust, a Shakespeare o la Correspondencia de Raymond Chandler por cualquier parte y picotear aquí y allá, sin correr el menor riesgo de resultar decepcionados.
Cuando no se tiene el tiempo ni los medios para tomarse una semana en Venecia, ¿por qué rehusarse el derecho de pasar allí cinco minutos?

El derecho a leer en voz alta

Le pregunto:

—¿Te leían cuentos en voz alta cuando eras pequeña?
Ella me contesta:
—Nunca. Mi padre estaba a menudo de viaje y mi madre demasiado ocupada.
Le pregunto:
—¿Entonces de dónde te viene ese gusto por la lectura en voz alta?
Me contesta:
—De la escuela.
Feliz de oír que por fin alguien le reconoce algún mérito a la escuela, exclamó alegre:
—¡Ah, lo ves!
Ella me dice:
—En absoluto. La escuela nos prohibía la lectura en voz alta: La lectura silenciosa era ya el credo en mi época. Directo del ojo al cerebro. Transcripción instantánea. Rapidez, eficacia. Con una prueba de comprensión cada diez líneas. La religión del análisis y el comentario desde el principio. La mayoría de los muchachos reventaban de miedo, y ése no era sino el comienzo. Todas mis respuestas eran correctas, si quieres saberlo, pero apenas volvía a casa releía todo en voz alta.
—¿Por qué?
—Para maravillarme. Las palabras pronunciadas se lanzaban a existir fuera de mí, vivían de verdad. Y además porque me parecía que esto era un acto de amor. Que era el amor mismo. Siempre he tenido la impresión de que el amor al libro pasa por el amor a secas. Acostaba a mis muñecas en la cama, en mi lugar, y les leía. A veces me dormía a sus pies, sobre la alfombra.
La escucho... la escucho, y me parece oír a Dylan Thomas, borracho como la desesperación, leyendo sus poemas con voz de catedral...
La escucho y me parece ver a Dickens el viejo, Dickens huesudo y pálido, ya a punto de morirse, subir a escena... su gran público de iletrados de repente petrificado, silencioso hasta el punto de que se oía abrir el libro... Oliver Twist... la muerte de Nancy ¿es la muerte de Nancy lo que va a leernos!
La escucho y oigo a Kafka reírse hasta las lágrimas leyéndole La metamorfosis a Max Brod, quien no está seguro de entenderla... Y veo a la pequeña Mary Shelley ofrecerle largos trozos de su Frankenstein a Percy y a sus entusiasmados camaradas...
La escucho y aparece Martin du Gard leyéndole a Gide sus Thibault... pero Gide no parece oírlo... están sentados a la orilla de un río... Martin du Gard lee, pero la mirada de Gide está en otra parte... los ojos de Gide se han ido allá abajo, donde dos adolescentes se zambullen... una perfección que el agua viste de luz... Martin du Gard está furioso... pero no, él leyó bien... y Gide oyó todo... y Gide le comenta todo lo bien que piensa de estas páginas... pero de todas maneras habría tal vez que modificar esto y aquello, por aquí y por allá...
Y Dostoievski, que no se contentaba con leer en voz alta, sino que escribía en voz alta... Dostoievski, sin aliento, después de haberle vociferado su requisitoria contra Raskolnikov (o contra Dimitri Karamazov, ya no lo sé)... Dostoievski preguntándoles a Anna Grigorievna, la esposa estenógrafa:
“¿Entonces, en tu opinión, cuál es el veredicto? ¿Ah?”
Anna: ¡Condenado!
Y el mismo Dostoievski, después de haberle dictado el alegato de la defensa: “¿Entonces? ¿Entonces?”
Anna: ¡Absuelto!
Sí...
Extraña desaparición, la de la lectura en voz alta. ¿Qué hubiera pensado Dostoievski? ¿Y Flaubert? ¿No más al derecho de ponerse las palabras en la boca antes de metérselas en la cabeza? ¿No más oído? ¿No más música? ¿No más saliva? ¿No más gusto, las palabras? ¡Y entonces qué! ¿O es que Flaubert no gritaba su Bovary hasta reventarse los tímpanos? ¿O es que él no está definitivamente mejor ubicado que nadie para saber que el entendimiento del texto pasa por el sonido de las palabras, de dónde brota todo su sentido? ¿Es que él, que se ha peleado tanto contra la música intempestiva de las sílabas, la tiranía de las cadencias, no sabe mejor que nadie que el sentido se pronuncia? ¿Qué? ¿Textos mudos para espíritus puros? ¡A mí Rabelais! ¿A mí Flaubert! ¡Dosto! ¡Kafka! ¡Dickens, a mí! ¡Gigantescos gritadores de sentidos, aquí de inmediato! ¡Vengan a insuflar nuestros libros! ¡Nuestras palabras necesitan cuerpos! ¡Nuestros libros necesitan vida!
Es verdad que es confortable, el silencio del texto... no se arriesga allí la muerte de Dickens, a quien sus médicos le pedían callar por fin sus novelas... el texto y él mismo... todas esas palabras amordazadas en la cocina acolchada de nuestra inteligencia... cómo se siente uno que es alguien en ese silencioso tejerse de nuestros comentarios... y además, al juzgar el libro a solas no se corre el riesgo de ser juzgado por él pues cuando se mezcla la voz, el libro dice mucho sobre su lector... el libro lo dice todo.
El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta. Si no sabe lo que lee, es ignorante en sus palabras, es una miseria, y eso se escucha. Si rehúsa habitar su lectura, las palabras permanecen como letras muertas, y eso se siente. Si colma el texto de su presencia, el autor se retracta, es un número de circo, y eso se ve. El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta a los ojos que lo escuchan.
Si lee de verdad, si pone en ello su saber y domina su placer, si su lectura es un acto de simpatía con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de escribir y despierta nuestra oscura necesidad de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la muchedumbre de aquellos que se creían excluidos de la lectura se precipitan tras él.

El derecho a callarnos

El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupos porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. La lectura es una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra y a la que ninguna compañía distinta podría reemplazar. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino, pero teje una retícula apretada entre de complicidades entre la vida y él. Ínfimas y secretas complicidades que hablan de la necesidad paradójica de vivir, al tiempo que iluminan el absurdo trágico de la vida... De modo que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha otorgado poder para pedirnos cuentas sobre esta intimidad.Los pocos adultos que me dieron a leer se borraron siempre frente al libro y se abstuvieron de preguntarme lo que yo había entendido. A ellos, claro, yo les hablaba de mis lecturas. Vivos o muertos, les regalo estas páginas.